Reservoix Books, 2024
163 pp.
Quien haya sentido la necesidad apremiante de fundirse con el otro (la otra, diría Sara Torres) se verá reflejado, al margen de sus preferencias sexuales, en muchas de las situaciones que recrea esta novela. La incomodidad, la inseguridad, la vergüenza, las expectativas, la contención, la obsesión, los celos…, frecuentes en las etapas iniciales, se agolpan en el monólogo interior de una joven fotógrafa atraída por una escritora madura a quien solo alude por su oficio. La fotografía y la escritura: dos lenguajes, dos puntos de vista, y, en este caso, dos formas de concebir la seducción.
Desde el inicio entramos en la cabeza de la joven, palpamos su vulnerabilidad, sentimos sus avances y retrocesos. Casi deseamos ayudarla a materializar su ansia. Tampoco la joven tiene nombre, es “la niña” (un detalle no menor), “la fotógrafa”. El único nombre propio que resuena es el de una tercera mujer que aparece y desaparece en la escena, y no precisamente para tranquilizar a la joven.
La narración avanza in crescendo en las primeras cien páginas, tiene algo de thriller, desconocemos lo que pasa por la cabeza de la escritora, su juego nos intriga, hasta que empiezan a revelarse sus intenciones y motivaciones. En los últimos capítulos hay cierta reiteración, tal vez se sobrexplica y decae un poco el interés; hubiera agradecido algo más de vaguedad, de misterio. Hasta llegar al final: despreocupado, sensual, tierno.
La relación entre las dos mujeres resulta a todas luces desigual: una joven y otra madura (y con un estatus) interactuando en un espacio en absoluto neutral, la casa de esta última. Sin embargo, la poética que atraviesa la novela es la opuesta: “la seducción: esa carrera teatral donde nadie persigue ni huye, ni violenta ni recibe el daño, sino que las dos confluimos en la carrera…” (p. 93), “esa seducción que no consume a la otra, sino que abre… un tercer espacio para las dos” (p. 158), “una seducción que no implique un juego de poder” (p. 113). Qué diríamos si los personajes fueran una joven y un hombre maduro y exitoso.
Se menciona la asincronía, los diferentes ritmos de las dos mujeres (“¿cuánto puede soportar un cuerpo sin desesperanzarse?”, p. 103), pero ¿y la asimetría? Esta no es motivo de reflexión en una novela que nos habla de tantas cosas, sobre la soledad, el apego, la maternidad, la libertad en la pareja, sobre qué es ser mujer, sobre “el margen y la norma”. Es más, la autora rechaza esa interpretación (así lo dice en una entrevista en El País). Pero lo cierto es que la fotógrafa va a tientas (“qué terror imaginar que todo sea un malentendido”, p. 89) mientras que la escritora ya está de vuelta. Una sufre mientras la otra disfruta. Con todo, esta piensa: “Ojalá no sufra, ojalá sepa también disfrutar este momento” (p. 116), aunque “veía en sus ojos el susto, el pozo ciego de las emociones oscuras” (p. 147).
Esta nueva novela de Sara Torres (Gijón, 1991) aborda, pues, el cuerpo, el lesbianismo, lo femenino, tamizados por el psicoanálisis y los estudios queer. La autora ya ha recorrido una breve trayectoria en narrativa y en poesía que se alza con dos premios.
La poesía se percibe en ese lenguaje conciso, ligero, en ese texto fragmentado y separado por gráciles asteriscos que permiten respirar al monólogo y que están ausentes en la narración de la escritora. Monólogo interior, anotaciones en un cuaderno, versos, citas de la filósofa francesa Anne Dufourmantelle y del psicoanalista argentino L. Lutereau confluyen sin estridencias en esta novela de tesis.
Sara Torres tiene un compromiso militante con lo queer y se propone aportar a ese relato: “¿No dijo que a las mujeres se nos había negado heredar mitos propios y que por eso no teníamos palabras para explicar nuestro amor?” (p. 94). Quiere reinventar la ética de la seducción, así lo ha declarado y así se evidencia en el discurso que atraviesa estas páginas. Casi lo logra.
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Clara Dobarro es licenciada en Geografía e Historia, con especialidad en Historia de América, por la Universidad Complutense de Madrid. Cursó un posgrado en Procesos Editoriales en la Universidad Oberta de Cataluña y una maestría en Comunicación y Relaciones Públicas en la Universidad de Barcelona. Trabaja como editora y correctora.