El 1 de octubre de 1923, el principal periódico dominicano publicó un cuento titulado “¡Vaya con el diablo!” calzado con la firma de Emilia Pardo Bazán. Lo encontró el investigador Andrés Blanco Díaz en las páginas del periódico Listín Diario (1), fundado en 1889, y se lo hice llegar al estudioso José Manuel González Herrán con el fin de averiguar si figuraba en el repertorio de cuentos de la autora. Sabía de los desvelos del catedrático emérito de la Universidad de Santiago de Compostela por encontrar textos olvidados en la prensa española e hispanoamericana, y ya había acudido a él en recientes pesquisas que dieron pie a un artículo sobre la presencia de Pardo Bazán en las publicaciones dominicanas.
La difusión de la autora gallega no se limitó, en el ámbito caribeño, a los conocidos casos de Cuba y Puerto Rico, sino que también alcanzó a la República Dominicana. Han aparecido en este país, fruto de una revisión en absoluto exhaustiva, un total de catorce cuentos publicados entre 1895 y 1924: “La perla rosa” (Letras y Ciencias, (2) 30-6-1895); “Ceniza” (Ciencias, Artes y Letras, (3) 15-5-1897 ); “Cuento soñado” (Ciencias, Artes y Letras, 30-10-1897); “El viajero” (La Cuna de América, (4) 2-8-1903); “El montero” (LD, 27-10-1903); “Vocación” (LD, 4-11-1903); “Medio ambiente” (LD, 18-11-1903); “El gemelo” (LD, 27-11-1903); “El alambre” (LD, 24-3-1906); “La flor de la salud” (LD, 26-5-1906); “El llanto” (LD, 9-6-1906); “El depósito” (Blanco y Negro, (5) 9-5-1909); “Compaña” –sin el artículo La– (Blanco y Negro, 23-3-1913); y “Pilatos” (LD, 3-4-1924).
También se recuperaron dos ensayos: “Flaubert”, publicado en tres entregas (El Lápiz, (6) 19-8, 4-9 y 4-10-1891), y el fragmento inicial de “Dante” (Letras y Ciencias, 3-8-1895) (7). La primera entrega de Flaubert estaba acompañada de una breve reseña en la que se valoraba a Pardo Bazán como “una de las figuras más sobresalientes con que cuentan las letras españolas” y se destacaba “su claro y agudo entendimiento” y “su exquisito gusto literario”. Se refería también ese texto introductorio a la revista Nuevo Teatro Crítico, elaborada íntegramente por ella, que se estimaba como “un primor de erudición”.
Tras esta digresión que he creído necesaria, vuelvo al cuento que nos ocupa, “¡Vaya con el diablo!”. González Herrán logró identificarlo: no se trataba de un texto de la autora gallega perdido en la prensa de ultramar, sino de un cuento publicado por el editor español Saturnino Calleja (1853-1915) a principios del siglo pasado que tuvo varias ediciones. (8) La editorial Calleja, fundada en 1876, publicó infinidad de títulos a precios módicos que se hicieron muy populares y se difundieron en grandes tiradas por España y América, donde esta empresa tenía sucursales. Así pues, no resulta de extrañar que uno de ellos terminara en 1923 en las páginas del aludido periódico dominicano.
Muchos de esos cuentos eran adaptaciones de cuentos clásicos europeos o reelaboraciones a partir de la tradición oral. Otros, en cambio, eran fruto de la creatividad de autores asalariados. Bajo la etiqueta “cuento de Calleja” se camuflan autorías diversas: parece que buena parte de estos textos deben adjudicarse a autores anónimos cuyos créditos no se reconocían en las ediciones, a diferencia de los de los ilustradores, como señala Jaime García Padrino:
Cada edición de Calleja menciona con el debido realce el nombre del ilustrador o ilustradores correspondientes; sin embargo, en muy pocos casos tenemos una indicación sobre el autor, el traductor o el posible adaptador del texto literario. Ausencia de referencias o menciones a los creadores, que facilitó la identificación genérica de aquellas publicaciones como “Cuentos de Calleja”, donde el editor llegó a ser considerado también como creador. (García Padrino 1996: 303)
Los archivos de la editorial se destruyeron durante la guerra civil, por lo que ha quedado escasa constancia de autores y colaboradores. García Padrino apunta a José Muñoz Escámez como uno de esos autores:
Creemos que la mayor parte de los textos incluidos en las colecciones de pequeño formato, dentro del fondo general de Calleja, corresponde a José Muñoz Escámez, si bien su nombre no figura impreso en ninguno de tales volúmenes. Sin embargo, es el único autor español de relatos originales incluido en la exquisita “Colección Perla”, con la obra titulada Azul Celeste (1902), una recopilación de esos mismos cuentecillos, publicados como anónimos en la presentación de pequeños y más económicos formatos. (García Padrino 2000: nota 10).
El volumen titulado Azul celeste lleva por subtítulo Cuentos morales, lo cual da una idea de su propósito edificante, que comparte con muchos cuentos de la época. Tres de los títulos que contiene incluyen la palabra diablo. Hoy nos llevamos las manos a la cabeza al pensar que algunas de esas piezas formaron parte de colecciones infantiles, pues podían recrear situaciones y conceptos difíciles de digerir por los niños.
“¡Vaya con el diablo!”, enmarcado en la colección infantil “Juguetes instructivos” de la editorial Calleja, también dista mucho de lo que hoy entendemos como literatura infantil. La finalidad era la instrucción y socialización de los niños, más que el mero entretenimiento. Nos presenta al diablo afanándose en la creación de un ser de su ralea, pero fracasando en el intento. Comienza, a mi entender, con gracia y empuje. El primer párrafo comparte con la prosa de Pardo Bazán un cierto aire de familia que debe corresponder a la época, pero a medida que se avanza en la lectura se distancia cada vez más de su forma de contar. Una serie de elementos discordantes le hacen perder fuelle. El final se salda con el triunfo de Dios y la justicia sobre el demonio y el infierno. La publicación dominicana y la edición encontrada en el portal de difusión del patrimonio bibliográfico de la Universidad Complutense concluyen con un párrafo final aleccionador (9) del que carece la edición facilitada por la Biblioteca Nacional de España.
La presencia de los textos de Pardo Bazán, los genuinos y el apócrifo, habla de su calado en la República Dominicana, donde llegaba a ocupar portadas. La mencionada edición de El Lápiz del 19 de agosto de 1891 abre con un retrato de mediana edad de la autora que circuló mucho en España. Veintiocho años después, el 2 de junio de 1919, la revista Renacimiento (10) lo hace con una imagen de signo muy diferente: la de Luis Bagaría, que en 1915 la representaba en su ancianidad como un globo, aunque se la tiene por una de las caricaturas más amables. Hasta en los medios dominicanos se había abierto la veda, por decirlo de alguna manera.
Estas publicaciones se hacían probablemente sin la anuencia ni el conocimiento de la autora; sí sabía ella que en América se reproducían sus textos, en ocasiones sin muchos remilgos. (11) González Herrán (2014: 10) calcula que “una séptima parte de su producción cuentística apareció en la prensa americana”.
Un aspecto digno de resaltarse es la rapidez con que llegaban a la República Dominicana en fechas finiseculares. “La perla rosa”, “Ceniza” o “Medio ambiente”, que salieron a la luz en el periódico madrileño El Imparcial en fechas 25-3-1895, 1-3-1897 y 21-9-1903, respectivamente, poco después ya circulaban en la nación caribeña (“La perla rosa”, 30-6-1895; “Ceniza”, 15-5-1897; “Medio ambiente”, 18-11-1903).
Emilia Pardo Bazán estaba, pues, muy presente en la República Dominicana, y la élite intelectual conocía su obra al menos desde finales del siglo XIX. Tanta familiaridad pudo llevar a un despistado o soñoliento cajista a incurrir en el lapsus de atribuirle a la autora gallega un cuento ajeno, descuido que ha motivado esta nota.
(Publicado previamente en el número 17 de la revista española La Tribuna, correspondiente al año 2022)
Referencias bibliográficas
Burdiel, Isabel (2019): Emilia Pardo Bazán, Barcelona, Taurus, 2019.
Dobarro, Clara (2022): “La República Dominicana en la estela de Emilia Pardo Bazán”, Plenamar, Santo Domingo [en línea] [25-9-2022].
García Padrino, Jaime (1996): “El libro infantil en el siglo XX”, en Hipólito Escolar Sobrino (coord.): Historia ilustrada del libro español. La edición moderna. Siglos XIX y XX, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid, Pirámide.
García Padrino, Jaime (2000): “Libros y lectores en el fin de siglo”, en Ramón F. Llorens García (ed.), Literatura infantil y lectura en el fin de siglo, Universidad de Alicante, Alicante [en línea] [3-8-2022].
González Herrán, José Manuel (ed.) (2014): El vidrio roto. Cuentos para las Américas. Argentina, Vigo, Galaxia.
“¡Vaya con el diablo!”, colección Juguetes instructivos, serie II, t. 21, Calleja, s.f. [en línea]
Notas
1. En adelante, LD.
2. 1892-1899.
3. 1896-1897.
4. 1903-1932.
5. 1908-1927.
6. Circuló en 1891-1892.
7. Las publicaciones mencionadas, a excepción del Listín Diario, son todas revistas. Al investigador Andrés Blanco se le debe la identificación de la gran mayoría de estos textos.
8. Puede leerse el cuento en el siguiente enlace: https://patrimoniodigital.ucm.es/s/patrimonio/item/748042#ficha..
9. “Desde entonces el Diablo no ha vuelto a remedar las obras divinas, y cuando le hablan de lo pasado se le estremecen de miedo hasta los cuernos”. En la edición dominicana este último sintagma aparece invertido: “hasta los cuernos de miedo”.
10. El ejemplar revisado no contiene más referencias a la autora, aunque puede faltarle alguna página.
11. Desconozco cómo llegaban sus textos a Santo Domingo. Resulta verosímil pensar que la revista madrileña Blanco y Negro fue una de las fuentes de los editores dominicanos. El cuento “El depósito” incluye al menos una ilustración aparecida en la revista madrileña, que lo publica en 1903. Se recogieron también en la revista española siete de los catorce cuentos hallados en la República Dominicana (“El depósito”, “El viajero”, “El llanto”, “El montero”, “El alambre”, “Compaña” y “Pilatos”), y tres de ellos (“El llanto”, “El montero” y “El alambre”) únicamente los había dado a conocer por esas fechas la revista madrileña.
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Clara Dobarro es licenciada en Geografía e Historia, con especialidad en Historia de América, por la Universidad Complutense de Madrid. Cursó un posgrado en Procesos Editoriales en la Universidad Oberta de Cataluña y una maestría en Comunicación y Relaciones Públicas en la Universidad de Barcelona. Trabaja como editora y correctora.