Hace muchos, muchos años, en la lejana galaxia de Santiago de los Caballeros, mi ciudad natal, mi ciudad imprescindible, mientras leía la “Historia del cine”, de Román Gubern, una afirmación me llenó de asombro: España era el cine de las tres “B”, en referencia a (Juan Antonio) Bardem, (Luis García) Berlanga y (Luis) Buñuel.
Había visto ya “Viridiana” y “Simón del desierto” de Buñuel (gracias a la cinéfila solidaridad de Agliberto Meléndez y su sueño de Cinemateca) y recordaba “Muerte de un ciclista”, de Bardem, en el Cine Lama. Para entonces, todavía se exhibían películas europeas en las salas. Quedaba pendiente averiguar quién era ese Berlanga, que el historiador español colocaba a la misma altura que los maestros conocidos.
Varios años después, con el advenimiento de la “maravilla” del vhs, se instalaron las tiendas de alquiler de vídeos y una de ellas acogió mi propuesta de adquirir “Bienvenido, Míster Marshall” y “El verdugo” con dos objetivos básicos: contribuir al acervo cultural de sus socios y “hacer negocios” con estos aclamados títulos. No sé si se cumplió el plan, pero fue así como pude conocer el cine de Luis García Berlanga.
Berlanga fue una epifanía. Descubrir que se podía reír a mandíbula batiente y hacer denuncia social, no en el mismo filme, sino con la misma escena, era un milagro del que solo creíamos capaz a Charles Chaplin. Berlanga lo lograba con la naturalidad de los maestros en varias escenas de los títulos mencionados.
Nunca está de más algún dato biográfico. Luis García Berlanga nació en Valencia, el 12 de junio de 1921. Antes de estudiar Derecho y luego Filosofía y Letras, escribió crítica de cine en el diario valenciano “Las provincias”, aunque luego descubrió su verdadera vocación e ingresó en el primer curso del Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas de Madrid, donde conoció a Juan Antonio Bardem, Florentino Soria y Antonio del Amo, y se convirtió en uno de los líderes de aquella primera promoción. Realizó algunos cortos documentales y de ficción, entre ellos el cortometraje que le sirve como trabajo de graduación, “El circo”.
Debutó en 1951 con “Esa pareja feliz”, en la que Berlanga dirigía lo relativo a los aspectos técnicos (decorados, luces, fotografía), mientras Bardem se encargaba de los actores.
Pero fue con su segunda película, “Bienvenido, Míster Marshall” (1953) con la que se consagró como uno de los nuevos directores del cine español. El guion lo firmaron Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y el propio Berlanga y les permitió conseguir uno que otro premio en Cannes (una mención especial al guion, un galardón a la mejor comedia y una mención especial de la Fipresci), no sin alguna controversia: el actor Edward G. Robinson, presidente del jurado, amenazó con dimitir del festival si no se suprimía el plano final del filme en que dos banderitas (la española y la americana) navegan por una cuneta. Como era de esperarse, no fue complacido.
El libro “¡Americanos, os recibimos con alegría!” (es el título de la canción que se ensaya en el filme para recibir a los abanderados del progreso), de Kepa Sojo, profesor y director de cine, sostiene que: “Un pueblo castellano travestido de andaluz, una estructura social paradigmática en una España rural y subdesarrollada, un discurso y un puñado de números musicales, constituyen el armazón de “la mejor película del cine español”.
El autor sostiene su afirmación en que “en los años cincuenta, la situación en España es difícil, se hace esta película, tiene un gran éxito en Cannes, da una imagen distinta del país en el exterior y narra muy bien los acontecimientos que tuvieron lugar aquí durante esa década en torno al Plan Marshall. En cierta manera, hay un antes y un después de esta película en el cine español”.
La película pasa por ser una gran comedia, lo cual no quita para que esté poblada de personajes más o menos mezquinos. “Es gente mediocre que se busca la vida: El alcalde y la oligarquía quieren aprovecharse de la llegada de los americanos para hacer el negocio, montando el recibimiento, pero en el fondo son tan infelices como la gente normal del pueblo. Es una pequeña oligarquía rural y caciquil que había en los pueblos de España en los años 50, que Berlanga critica de una manera muy clara. Los poderes fácticos: el cura, el médico, la maestra y el alcalde”, afirma Sojo.
Berlanga era un sabio que, de alguna manera, construía su universo con la experiencia del día a día: una anécdota que lo retrata de cuerpo entero: fueron tantos los cambios que hizo la censura al filme “Los jueves, milagro / Arrivederci, Dimas” (1957) que el propio director llegó a proponerle al censor su crédito como coguionista.
Otro gran colaborador de Berlanga fue el guionista Rafael Azcona. Su primera colaboración fue el mediometraje “Se vende un tranvía” (1959) y, a partir de ahí, siete guiones entre los que se incluyen: “Plácido”(1961), que consiguió su nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, y “El verdugo” (1963), película que fue galardonada en Venecia.
En “El Verdugo. Guía para ver y analizar”, también escrito por Sojo, se señala que el filme “es una de las obras cumbre del cine español y una película básica para entender el momento histórico en que fue realizada, el franquismo y concretamente el comienzo de la década de los sesenta, una etapa importante de la historia del siglo XX, coincidente con el desarrollismo y el despegue económico e industrial de España. El desarrollo del turismo de costa y los intentos de lavar las miserias del Régimen de cara al exterior nos presentan una nación española de migraciones desde el interior a los grandes centros industriales del país y de salidas a prósperos lugares europeos en búsqueda de un futuro mejor. Este intento de dar una imagen amable contrasta con las terribles ejecuciones de presos políticos que todavía se llevan a cabo en el país, con la represión política y con la aplicación de la pena de muerte, que permanecerá hasta 1975 y será anulada por la Constitución de 1978, aunque fuese abolida oficialmente por Ley Orgánica en 1995, veinte años después de la muerte del dictador Franco”.
Imaginen la genialidad: hacer humor a partir de la figura encargada de ejecutar la pena de muerte. Y, para por perder de vista el atrevimiento, añadir comentario social sobre tan triste profesión, en el contexto de una dictadura. Lo cierto, es que el libreto logró pasar la censura y nos entrega una de las mejores actuaciones de José Isbert, uno de sus asiduos y protagonista también de “Bienvenido Míster Marshall”. Isbert, al igual que otros grandes humoristas, poseía una personalidad que desbordaba la pantalla con un carisma salvaje que provocaba carcajadas sin hacer el más mínimo esfuerzo.
Recientemente, la Academia de Cine de España ha dedicado una buena parte de su publicación para recordar a Berlanga desde las voces de varias personalidades del cine: “Siempre le agradeceré la cercanía y el afecto con que me trató, los buenos ratos que pasé en su compañía y, sobre todo, la bocanada de aire fresco que significaron sus películas para unas cuantas generaciones como la mía. Porque fuimos muchos los que aprendimos a amar el cine a través de sus historias corales, de sus magistrales planos secuencia y de la negrura y la esperanza que transmitían sus personajes”, expresó el director Montxo Armendáriz.
De su lado, el también director Fernando Colomo lo dejó claro: “Creo que Berlanga es el mejor director español de la historia. El hecho de que siempre se sirviera de la comedia para mostrar las miserias morales de nuestra sociedad es y será un gran estímulo para todos los que, de un modo u otro, nos expresamos también a través del humor. Personalmente siempre le he considerado un gran maestro”.
Este humilde cronista, que conoció a Berlanga tan tarde, también le agradece el atrevimiento de hacer un cine que, a 100 años de su nacimiento, se renueva en el interés de los cinéfilos de buen corazón.
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José D’ Laura. Crítico de cine y catedrático universitario. Egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV). Jurado del Festival Internacional de Cine Fine Arts y editor de “Movie Click”.