I was always working steady
But I never called it “art”
Had a pussy in the kitchen
And a panther in the yard
Leonard Cohen
What happens to the heart
Como si entrara o quisiera salir de un multiverso estoy de nuevo aquí en la barra del lobby del hotel Sheraton Riverfront en Chicago. Frente a una cerveza espero reunirme con Arnaldo Monte de León para hablar, entre otras cosas, de las simetrías entre la literatura y la vida. Por alguna razón muy larga de explicar el MLA se celebra otra vez en esta ciudad. En el mes congelado. Espero por Arnaldo y no dejo de mirar hacia los inmensas paredes de vidrio que dan hacia el río. El río Chicago está congelado y grandes planchas de hielo flotan hacia el lago Michigan. Esta escena me remonta, como todo, a la literatura. En Kamka: la novela enemiga, escrita por Vernon Maldonado, el personaje principal está muy triste frente a los cristales mirando los mismos pedazos de hielo que flotan en el río cuando de repente ve que hay un perro solitario en uno de los bloques de hielo. El personaje se sorprende, primero, de que haya un perro en medio del río, y segundo, de que la escasa gente que camina apurada no se da cuenta de que hay un animal allí y trate de ayudarlo. Aquí en la vida real no hay perro, pero está frizado y me siento sola y atareada, como si bailara en la pluma de la cola de ese mismo perro o como las perlas que se tiran a los puercos. En esas estoy cuando por fin llega Arnaldo.
El Dr. Monte de León es un epidemiólogo dominicano de cuarenta años pero aparenta mucho más joven. La relación entre medicina y literatura es antigua y no vamos aquí a entrar en eso ahora, pero yo misma conozco varios doctores que están más que involucrados en los vaivenes de las letras y el deseo. Un ejemplo fehaciente es el Dr. JC Herrero, quien fuera amigo, casi hermano de mi padre por muchos años mientras vivió aquí en Chicago aunque luego esa amistad se fracturara un tanto por la desaparición de mi padre en México. Para Arnaldo la medicina y la literatura son una misma aventura y eso pude constatarlo en su libro Tricloxerine, una crónica que relata sus investigaciones sobre este gas residuonuclear que de tiempo en tiempo maltrata a la gente del Caribe. Sobre eso fue la conferencia que dictó hace poco aquí en el MLA. Estoy interesada en saber por qué este hermoso doctor dominicano de ojos grandes vive y trabaja en la Universidad de Chicago. Quiero saber cómo terminó aquí y por qué yo nunca me había cruzado con él en esta ciudad, pero soy consciente de que es él quien tiene un montón de interrogantes sobre el escritor que es motivo de su más reciente investigación: otro amigo de mi padre, el fenecido escritor dominicano Vernon Maldonado.
Decidimos salir del hotel y enfrentar la ventisca para tomar unas copas en otro lugar. Acabamos en Eataly y pedimos Prosseco de Valdebienne, prosciutto, queso y pan de barra. Arnaldo es un hombre buenmozo, en los ratos libres que le deja la escritura y la epidemiología, se dedica a la práctica de butoh. Está claro que el macho me fascina. ¡Ay! Pobrecita Megan, siempre estupefactada, niña soñadora, pendeja alucinada. Escritora. Inventora. Fantaseando cada momento, cada instante. Siempre fue así. Trato de disimular mi gusto, ese gusto que me genera su sonrisa. Celebramos el vino y de inmediato me sorprende cuando en vez de hablarme de Maldonado, empieza a preguntarme por mi propia escritura. Es obvio que ha leído muy bien mis libros, sobre todo mi tesis sobre Aída Cartagena Portalatín. Coincidimos en que ella es el mejor ejemplo para hablar de una contracorriente literaria dominicana, de la que se alimentan escritoras como Aurora Arias y Rita Indiana. Discutimos su visión de lo global Caribe y de cómo la dominicanidad puede estar más cerca de lo griego y lo africano que de la arrugada postal del resort todo incluido. Lo interrumpo para pedirle que me aclare su interés por Vernon Maldonado. Se da un trago y se lo piensa un poco. Me dice que la escritura de Maldonado propone una nueva voz caribeña desde el Chicago de frío. También, es obvio, su interés radica en la trágica vida y en la comedia que fue el final de Vernon. Es claro que la muerte de este dominicano en el exterior le ha afectado profundamente. Recuerdo a mi padre romperse en un poco de llanto cada vez que tocaba el tema. Se quisieron mucho, Vernon y mi padre. Más que su discípulo literario, fue su amigo en la soledad del exilio; un nostalsong en la añoranza del Caribe lejano ahora por muchos motivos, sobre todo el nuclear. Para romper el fantasma que se ha impuesto entre nosotros, en vez de hablar de mí hablo de lo que significa la escritura de Vernon Maldonado para una dominicana como yo que supervive en tierras allende del caribe.
Hablemos pues de Kamka: la novela enemiga, uno de los muchos textos de Vernon pero quizás el más significativo ya que el trágico accidente en el que perdió la vida, sucedió pocos meses después de publicar el libro. Arnaldo se emociona y en su rostro puedo adivinar el gustito que le produce escuchar estos datos. El prosecco se acaba y decidimos cambiar a tinto, un Barbera de Asti. También pedimos salmón ahumado sobre tostadas de pan negro y mantequilla de manzana. Kamka es una novela de muchas tramas y se enfoca en la historia nuclear del Caribe, haciendo énfasis en el Tsunamis Nuclearis que desorganizó todo el archipiélago. Lo terrible de la novela es que toma como punto de partida una de las tantas historias que sucedieron el día de la catástrofe. Esta historia, ni más ni menos, es la de un grupo de revolucionarios dominicanos que habían armado un complot para secuestrar a Doña Emma, la hermana de Joaquín Balaguer, durante la tradicional ceremonia de entrega de muñecas y bicicletas en el Día de Reyes. Justo cuando iban a llevar a cabo el atentado, el cielo se llenó de rojo sangre y la onda expansiva de la explosión los tiró por el piso. Kamka es muchas cosas, sin embargo, en esta novela de Maldonado, es una cápsula nemotérmica que permite moverse entre distintas versiones de la misma realidad. La novela juega con una teoría que plantea la siguiente interrogante, ¿qué hubiese pasado si estos forajidos se hubiesen salido con la suya? Todo ello claro está es más espuma que chocolate ya que la onda expansiva originada en Cienfuegos, Cuba, y que abarcó todo el Caribe, borró toda posibilidad de desacato y para siempre cambió la manera en que hoy vemos las Antillas, y uno de esos cambios es el tricloxerine, ese gas venenoso que Arnaldo conoce tan bien.
El Barbera está espectacular y se pone mejor mientras respira. Noto que Arnaldo está un poco decepcionado con la información que le doy y quiere un poco más. Me pregunta directamente por la relación entre Vernon y mi padre, el escritor ciego Nelson Malena. También indaga sobre mi propia relación con Vernon. Le digo que aunque Vernon Maldonado vivía en Chicago yo no lo conocía personalmente porque durante ese tiempo yo aún desconocía que Malena era mi padre. Claro que me enteré de su trágica muerte ya que siempre he laborado en la industria del servicio y el día del accidente yo estaba de turno y eso fue la comidilla en todos los hoteles de la ciudad. Un agente de Front Desk fue abatido a tiros por un huésped vestido de mujer justo en medio del turno de la tarde. Cuando me enteré de que el muerto, además de ser hotelero era un escritor dominicano, pues quedé turuleca. Había leído sus cuentos y siempre lo consideré como uno de los mejores expositores de la experiencia dominicana. Me sorprendió siempre que sus textos tuviesen esa frescura del Caribe pre y post nuclear, considerando que él vivía en los Estados Unidos desde hace tiempo. Si te fijas en la escritura de mi propio padre, Nelson Malena, podrás darte cuenta que hay un antes y un después en el sabor y el color y el peso de las cosas que escribe: lo que escribió en el Caribe, mientras vivió y padeció allí, pues tiene un peso… ya lo que publicó aquí en Estados Unidos pues es bueno, sí, pero tiene otro precio. Son dos obras distintas. Pero los editores no son estúpidos, y como tienen que vender las obras completas, pues… En la manera que se tomó el vino quise darme cuenta de que entendía perfectamente lo que yo estaba proponiendo. Estaba un poco borracha y algo deprimida. No es justo que hable aquí de lo duro que fue el otoño pasado, lo agridulce que fue, mis desencantos con Ms. Be y su supuesta novia cubana o argentina de Miami. Megan van Nerissing. Siempre haciendo el ridículo. Borracha estoy, dije, pero estoy viva, puñeta, viva y frente a un macho que me gusta y que me entiende, que está bueno y es brillante. Arnaldo me interrumpe, me dice que no me ande por las ramas, que lo estoy durmiendo con mi propia vida y que estamos ahí para hablar sobre Vernon, sobre lo que significa ser y no ser. Por muchos años, dice Arnaldo, he tratado de enmascarar el hecho de que no estoy en la isla. Muchas veces me sentí valiente y me dije que debía quedarme en Santo Domingo. Entonces como loco regresaba cada vez que podía, una semana en Semana Santa, dos semanas en Navidad, un fin de semana largo. Pero nada. Regresar es querer buscar un sentido en cada esquina, entender que es una tarea fracasada, el regresar. Porque el que viaja piensa siempre que el tiempo se detiene en otro lugar. El tiempo. ¿Qué es el tiempo para el que migra? A Arnaldo se le sale una lágrima. Se excusa que tiene que irse. Habla de un shot de Sambuca, para una próxima vez, promete. Sé que no nos veremos jamás y me pongo triste y él se da cuenta. Saca de un maletín de cuero, entre folletos y programas del MLA, un libro. Un regalo, me dice, y añade. Sé mucho de ti, Megan van Nerissing. Sé, por ejemplo, que has decidido no leer nada de la etapa mexicana de tu padre. Yo te agradezco tu paciencia y la información sobre Vernon. Por eso te he traído de regalo un reto. Tú sabrás que hacer con él. Lentamente deslizó un paquete envuelto a la manera japonesa. No quiero abrirlo, le dije y le indagué, Dime qué es lo qué. Es un libro de Nelson Malena en la etapa mexicana, claro está, una provocación, Vernon muere. Es la biografía difusa de Vernon Maldonado escrita por Nelson Malena. Su libro más reciente. Me molestaba pero no cedí. Me le pegué bien fresca y le di tres besos cortos. El sabor del vino, la puntilla de su barba, los huesos en sus hombros. Tomé el libro y la cartera y borracha y deprimida me fui a casa, en donde me debatiría entre sí olvidarme del libro o romper una promesa.
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Rey Andújar es autor de varias novelas y cuentos, entre ellos El hombre triángulo y Candela, adaptada al cine por Andrés Farías Cintrón. Los cuentos de Amoricidio recibieron el Premio de Cuento Joven de la Feria del Libro en el 2007 y su colección de cuentos Saturnario fue galardonada con el Premio Letras de Ultramar 2010. Su novela Los gestos inútiles recibió el VI Premio Alba de Narrativa Latinoamericana y Caribeña, durante la Feria del Libro de la Habana 2015. Escribe para cine, teatro y es Doctor en Filosofía y Letras Caribeñas por el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Es profesor en la facultad de humanidades en Governors State University, Chicago.
Fotografía: Arturo Richardson.