Alianza (sonata) Ni el corazón cortado por un vidrio en un erial de espinas, ni las aguas atroces vistas en los rincones de ciertas casas, aguas como párpados y ojos, podrían sujetar tu cintura en mis manos cuando mi corazón levanta sus encinas hacia tu inquebrantable hilo de nieve. Nocturno azúcar, espíritu de las coronas, redimida sangre humana, tus besos me destierran, y un golpe de agua con restos del mar golpea los silencios que te esperan rodeando las gastadas sillas, gastando puertas. Noches con ejes claros, partida, material, únicamente voz, únicamente desnuda cada día. Sobre tus pechos de corriente inmóvil, sobre tus piernas de dureza y agua, sobre la permanencia y el orgullo de tu pelo desnudo, quiero estar, amor mío, ya tiradas las lágrimas al ronco cesto donde se acumulan, quiero estar, amor mío, solo con una sílaba de plata destrozada, solo con una punta de tu pecho de nieve. Familias de coral repulsivo, tormentas y pasos duros por alfombras de invierno. Entre labios y labios hay ciudades de gran ceniza y húmeda cimera, gotas de cuándo y cómo, indefinidas circulaciones: entre labios y labios como por una costa de arena y vidrio, pasa el viento. Por eso eres sin fin, recógeme como si fueras toda solemnidad, toda nocturna como una zona, hasta que te confundas con las líneas del tiempo. Avanza en la dulzura, ven a mi lado hasta que las digitales hojas de los violines hayan callado, hasta que los musgos arraiguen en el trueno, hasta que del latido de mano y mano baje las raíces. Vals Yo toco el odio como pecho diurno, yo sin cesar, de ropa en ropa vengo durmiendo lejos. No soy, no sirvo, no conozco a nadie, no tengo armas de mar ni de madera, no vivo en esta casa. De noche y agua está mi boca llena. La duradera luna determina lo que no tengo. Lo que tengo está en medio de las olas. Un rayo de agua, un día para mí: un fondo férreo. No hay contramar, no hay escudo, no hay traje, no hay especial solución insondable, ni párpado vicioso. Vivo de pronto y otras veces sigo. Toco de pronto un rostro y me asesina. No tengo tiempo. No me busquéis entonces descorriendo el habitual hilo salvaje o la sangrienta enredadera. No me llaméis: mi ocupación es esa. No preguntéis mi nombre ni mi estado. Dejadme en medio de mi propia luna, en mi terreno herido. Reunión bajo las nuevas banderas ¿Quién ha mentido? ¡El pie de la azucena roto, insondable, oscurecido, todo, lleno de herida y resplandor oscuro! ¡Todo, la norma de ola en ola en ola, el impreciso túmulo del ámbar y las ásperas gotas de la espiga! Fundé mi pecho en esto, escuché toda la sal funesta: de noche fui a plantar mis raíces averigüé lo amargo de la tierra: todo fue para mí noche o relámpago: cera secreta cupo en mi cabeza y derramó cenizas en mis huellas. ¿Y para quién busqué este pulso frío sino para una muerte? ¿Y qué instrumento perdí en las tinieblas desamparadas, donde nadie me oye? ¡No, ya era tiempo, huid, sombras de sangre, hielos de estrella, retroceded al paso de los pasos humanos. y alejad de mis pies la negra sombra! Yo de los hombres tengo la misma mano herida, yo sostengo la misma copa roja e igual asombro enfurecido; un día palpitante de sueños humanos, un salvaje cereal ha llegado a mi devoradora noche para que junte mis pasos de lobo a los pasos del hombre. Y así, reunido, duramente central, no busco asilo en los huecos del llanto: muestro la cepa de la abeja: pan radiante para el hijo del hombre: en el misterio el azul se prepara para mirar un trigo lejano de la sangre. ¿Dónde está tu sitio en la rosa? ¿En dónde está tu párpado de estrella? ¿Olvidaste esos dedos de sudor que enloquecen por alcanzar la arena? Paz para ti, sol sombrío, paz para ti, frente ciega, hay un quemante sitio para ti en los caminos, hay piedras sin misterio que te miran, hay silencios de cárcel con una estrella loca, desnuda, desbocada, contemplando el infierno. ¡Juntos, frente al sollozo! Es la hora alta de tierra y de perfume, mirad este rostro recién salido de la sal terrible, mirad esta boca amarga que sonríe, mirad este nuevo corazón que os saluda con su flor desbordante, determinada y áurea. Ya no es posible, a veces, ganar sino cayendo, ya no es posible, entre dos seres temblar, tocar la flor del río: hebras de hombre vienen como agujas, tramitaciones, trozos. Pablo Neruda (1904-1973), fue un poeta y político chileno, Premio Nobel de Literatura 1971.