El sol de Bilbao

Tus pezones,

frutillas que mi lengua deshace y saborea.

Cae la lluvia sobre lluvia caída

como una penitencia prolongada.

Ancha de placidez la tarde de Bilbao.

Solo dos frutillas en los cerros de tus pechos.

No hacía falta más para el culto del deseo.

El paisaje desborda la palabra paisaje.

El río es un rumor citadino y demorado

que las nubes de su cielo, no acaba de contar.

El sol se desperdicia sobre la ciudad.

Tus pezones,

frutillas que mi lengua deshace y saborea.

Su nombre, Bahía

Bahía se llama la barca que no tengo.

Bahía del anhelo, puede ser…

Esa que navega pantanos y mares, nubes y arco iris,

encumbradas corrientes, cataratas

de brea, yodo y alcanfor.

Bahía es el nombre nunca escrito en su costado

ni en su vela de abanicos

ni en su palo mesana por caer.

De agua es el destino de mis días y mis sueños.

Bahía es la forma del cuerpo de mi amada,

cuyo semblante busco desde el último naufragio.

Bahía le pondré a la barca que no tengo,

al amor que he perdido, al sonido de su voz en mi delirio.

Bahía del deseo, puede ser.

Tu desnudez

Tu desnudez, un templo, lo recuerdas,

un cálido ademán cuando el frío azotaba 

y la luz se diluía en un anhelo.

Chorro de aire fresco que la noche respira, 

una conflagración de dos mundos desasidos.

Ruedo el velo y descubro todas tus apariencias, 

brotan de allí fragancias y pájaros dormidos, 

peces asustados por la gelidez del cielo, 

caminos diluidos en su ruta a ningún lado, 

la noche de tus días donde habito y me consuelo.

Tu desnudez, espejo vuelto azogue entre mis dedos.

Adivino con un gesto el sextante de la noche.

Voy sobre tu piel como quien doma fieras.

Nado por impulso de mis venas y mis sienes.

Vuelo hasta llegar al lugar de la quietud.

El mundo tiene punto final en tus caderas.

Tu desnudez un barco, un sortilegio,

un viaje deseado al confín de mis orillas.

origen del amor 

el vicio de la lámpara da color a mi rostro desde el tuyo 

al poema brillo   al objeto tiempo   al vacio forma de razón 

quedo conmigo a solas huecamente   dejo colgar de nadie 

mi sentir en ti y sólo en ti el amor quema bosques y 

seduce   especular   cetrino   tan íntimo recurso de las piernas erectas

el amor   la violencia carnal en el cuchillo del sueño

el grito de la luz en las manos del fuego   aquella flor 

que derramó en el centro del diafragma leche tierna   

aquella flor es esta donde muero de ausencia   Jean Valjean robó 

al mundo cruel arepas   yo robé del tiempo su raíz   robé 

la inajenable distancia en la edad de los cuerpos   la peligrosidad 

de jugar al incesto   condenarnos al miedo de crecer y 

desatarnos   ¿a dónde el origen del amor sino en nosotros 

(nuestros otros)   que cada día en estallido con sólo 

tocarnos a dedos lo inventamos? 

Invitación al vuelo 

Despliega tus alas; lo plegadizo es signo de la muerte.

Todo viene del aire y hacia el aire vuelve.

De puro frenesí.

Despierta los poros, resucita las plumas de tus pliegues,

ven a tocar el cielo desatado de tu instinto.

Respírate tú misma, aquí, ahora,

en la infinitud profunda de la noche más alta.

Asciende sobre ti, deshazte en tus deseos, maravilla, maravilla.

Vuela hacia arriba, hacia abajo, hacia los cuatro vientos

y los siete mares.

Despliega tus alas; lo estático es pose de la pena,

y jamás florece, y jamás se arrima.

Asciende sobre mí, rehazte en tus latidos, maravilla, maravilla.

Despliega tus alas; lo plegadizo engendra pesadillas.

A tu manera

                               Virgen a tu manera, la manera mejor

                                            [y más hermosa de ser

                                            [virgen

                                    Julio Cortazar

Tu boca me dice que jugamos con fuego desde un fuego

y las manos son icebergs luminosos,

hacia el fuego atinan, mas encienden su juego.

Los ojos son naves distraídas

timoneadas por ráfagas y bramidos de fuego.

Las piernas son ascuas extendidas,

dos lenguas de fuego y dos lenguas más de fuego.

Tu boca dibujada por el mástil de mi dedo,

tu boca como barca de fuego sobre un fuego.

Ese murmullo, el trazo de tu lengua por el aire,

esa ingrávida forma de bañarme con tu fuego.

Tu boca me dice los peligros del juego,

mientras los cuerpos abren, sin temor, todas sus llamas.

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José Mármol es Premio Nacional de Literatura 2013. Autor de Yo, la isla dividida (Visor, 2019).