Siempre es un acto de justicia y de memoria decir quien fue la primera persona en recomendarle a uno leer un libro o un autor. Fue mi amiga Minerva del Risco, justamente, quien me sugirió leer los libros de Mircea Cărtărescu. Me lo dijo con énfasis, convicción y urgencia. Y no erró, sino que acertó. Lo primero que me conmovió del afamado y laureado autor rumano –de mi primera experiencia de lectura– fue el lirismo de sus narraciones y la belleza de su prosa, como en el libro El ojo castaño de nuestro amor (2016), un texto híbrido, en el que se alternan relatos, ensayos, conferencias y crónicas, y donde se conjugan –o confunden– la ficción y la autobiografía. En el mismo sobresalen episodios personales, anécdotas de su infancia y de su juventud, aderezadas con imágenes poéticas, reflexiones e ideas, y en el que el punto de vista del narrador (o el autor) muda de lo real a lo fantástico, de lo histórico a lo personal y de la memoria a la ficción. Sorprende el tono amargo y angustioso de sus historias, de la trama de sus ficciones, pero que equilibra armoniosamente con una gran dosis de lirismo, lo que hace que el lector, a ratos, se imagine que lee un poema en prosa. Se trata de un autor que escribe en tono autobiográfico, con voluntad de autoficción, donde la poesía sirve a sus narraciones de telón de fondo, de teatro lírico. Es decir, lo poético vigila y dirige la acción narrativa, sin que deje de contar o relatar, y que es, al fin de cuentas, la materia o el centro de gravedad de toda novela o cuento. Quien lo lea como poeta podrá observar o percibir en su poesía, en cambio, un tono narrativo y un aliento épico, donde la metáfora y la hipérbole, de calado surrealista, adquieren protagónico esplendor y luminosidad. Basta adentrarse en el conjunto de poemas que comprende el volumen Poesía esencial (traducción y edición de Marian Ochoa de Eribe y Eta Hrubaru), de la editorial Impedimenta, la cual ha editado todos sus libros en español. Esta muestra reúne los libros: Faros, escaparates, fotografías (1980), Poemas de amor (1983), Todo (1985), Amor (1994) y Nada (2010). A esta antología poética, debemos sumar los demás libros que la editorial Impedimenta ha dado a conocer del autor rumano, a saber: El ruletista, Lulu, Nostalgia, Las bellas extranjeras, El levante, El ojo castaño de nuestro amor, Solenoide, El ala izquierda, El cuerpo y Travesti. Traducido a más de veinte idiomas, Premio Formentor de las Letras, en 2008, Premio Feria del Libro de Guadalajara, en 2022, la obra en prosa y verso de Cărtărescu –el autor vivo más universal de Rumania–, ha trascendido el entorno de su lengua y su cultura para insertarse en el gusto, la sensibilidad y el aprecio del lector hispanoamericano y del resto de Europa.
Sus poemas prefiguran el tono y el registro metafórico de sus novelas y el ritmo imaginativo y onírico de sus ficciones narrativas. Nos permite descubrir y percibir el decurso, transformación y evolución de sus símbolos, riqueza lexical y repertorio expresivo de su universo verbal. La estética de su obra poética –como la de los demás integrantes de su generación: la Generación de los Ochenta–, tiene una honda huella de la Generación Beat, cuya poesía marcará, con vigor y énfasis, su poesía. La recepción y el contacto con Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Lawrence Ferlinghetti, Gregory Corso y Frank O’Hara, su tono conversacional, coloquial, desenfadado y alejado de la solemnidad de la poesía europea, lo sedujeron y atraparon. “Fue un shock para nosotros, era como si nuestra cabeza se hubiera golpeado contra la pared”, dijo Cărtărescu en una entrevista. Líder de su generación, desde su primer poema La caída (1980), su obra lírica busca sorprender y golpear, con sus versos libres y juegos prosódicos, provenientes de una imaginación verbal galopante, vertiginosa, descriptiva, emotiva, de palabras mágicas, y que oscilan entre la ironía y la autoironía. “En la poesía de Mircea Cărtărescu el poema se confunde, en el sentido más feliz de la palabra, con su poética”, dicen las prologuistas de su Poesía esencial. Con un vocabulario que parece infinito, que da la impresión de que ha sido extraído de la biología, la anatomía, la botánica, la zoología o la química, los versos de Cărtărescu semejan un “delirante remolino de palabras”, una tormenta de signos que estallan en la página, un torbellino de imágenes verbales que brotan del inconsciente a la conciencia, del sueño a la vida. En el mundo poético cartaresquiano, la parodia y los intertextos funcionan, en su retórica verbal, como recursos que les imprimen a sus poemas, un aire de posmodernidad. Pese a la magia lírica que les inyecta a sus versos, también poseen un aire hermético, que encierran y embargan al lector, en la perplejidad y el asombro. La deuda y la influencia del realismo sucio americano, del mundo hippie, de la contracultura de los años sesenta y setenta, en su escritura poética, es enorme y de un espectro de luces y sombras, que semejan una cabalgata frenética, incesante y delirante.
No olvidemos que Cărtărescu proviene de la patria del fundador del Dadaísmo, Tristán Tzara, movimiento que parió el Surrealismo, y que dio energía, protagonismo, libertad y poder a lo onírico, al humor negro y al inconsciente. Y cuya lengua, la rumana –lengua romance cuyo origen compartimos los hijos de Cervantes–, también fue el instrumento de expresión de su tocayo, Mircea Eliade, o la patria de origen (aunque varios adoptaron el francés u otra lengua y abandonaron el rumano) de Ionesco, Ana Blandiana, Paul Celan, Lucian Blaga, Cioran, Norman Manea, Jorge Uscatescu, el Nobel de la Paz Elie Wiesel, la Nobel de Literatura Herta Müller o Matei Calinescu.
En El ojo castaño de nuestro amor hay pasajes y páginas de prosa poética, de espléndido flujo de conciencia, donde se aprecia, en el tiempo de la historia, el contexto político, social y cultural, de la férrea tiranía de Ceaușescu. Describe el clima de angustia, miseria y terror que encerró su régimen al pueblo rumano. Relata momentos y épocas que reflejan –y revelan– no solo el horror político, sino también el terror psicológico que se vivió, y que vivió en carne propia Cărtărescu. Su obra narrativa es una radiografía y también una anatomía del horror, que nos ofrece una imagen de la vida cotidiana, con sus avatares, y los conflictos ideológicos entre padres e hijos, el individuo y la masa. Pero que no es sino una metáfora de una realidad común al resto de los países de Europa del Este, que vivieron bajo la sombra de la Cortina de Hierro y bajo el imperio del totalitarismo. La nostalgia lo arropa e invade, los recuerdos melancólicos lo perturban, pero le sirven de materia prima y de oxígeno para hilvanar el hilo de las historias. En sus páginas se respiran momentos de reflexión sobre la escritura y el oficio de novelista o poeta, así como pasajes sobre el amor y la dependencia adictiva al consumo de café, práctica que le sirvió de estímulo e impulso para escribir –y que aparece en el texto La época del nes. También hay pasajes de su infancia en Bucarest y revelaciones íntimas de los procesos de escritura, la experiencia de conocer el amor y la gestación de muchas de sus novelas, poemas y cuentos.
En el texto Los años dorados, relata su drama de nunca haber salido de Rumania, la vida sórdida del comunismo, sin pasaporte, sin poder concursar como profesor universitario, ni presentar su tesis doctoral: estaba confinado y condenado a ser un maestro de escuela pública. Todos vivían bajo el idilio y el sueño del comunismo, de un tirano, Nicolai Ceaușescu, que creían inmortal, hasta que fue capturado, juzgado y fusilado, en 1989, junto a su esposa Sonia. Luego sobrevendría la democracia, tras una larga agonía y los horrores del fascismo y el comunismo. Y vendrían después tiempos de contradicciones ideológicas, crisis de conciencia, comparaciones entre el tiempo pasado y el presente, la transición y sus crisis de identidad cultural, que trajo consigo su crisis moral y sus secuelas psicológicas. Como se echa de ver, en este libro hay páginas tan conmovedoras como irritantes.
El gato muerto de la poesía de hoy es un texto de esta obra que se distancia –o separa– del resto, porque en sí mismo se lee como un ensayo de crítica literaria y un paseo histórico y reflexivo por la poesía rumana del siglo XX. Es una crítica pesimista a la situación y realidad del poeta, de la poesía y del oficio poético. Son páginas de desencanto y desilusión, con que retrata el lugar de la poesía del presente y también una defensa como “modo de vida y una forma de mirar el mundo”. Leemos una suerte de manifiesto literario, con matices de amargura y desencanto, con ideas y puntos de vista sobre el lugar que ocupan los poetas rumanos en el resto de Europa, su condición marginal y su desconocimiento en el mundo. Al propio tiempo, también deja entrever una férrea defensa del valor de la poesía que se escribe hoy, y que tiene representantes egregios desde los años 60 y 70 hasta la actualidad. Desde un largo texto, en el que el clásico poeta Ovidio sirve de telón de fondo hasta otro, donde Nabokov es visualizado como el genio novelesco autor de Lolita, los pasajes de esta obra abundan y navegan entre la ficción y el ensayo, la crónica o el reportaje. Sus influencias literarias trascienden a los autores rumanos: van desde la Beat Generation americana –como ya apunté más arriba– hasta Kafka, escoltado por un desfile de escritores europeos. En las páginas de El ojo castaño de nuestro amor pueden rastrearse sus gustos, ideas y creencias, que permiten apreciar algunos rasgos de la esencia de la identidad y la cultura rumanas. Confluyen pues en su obra la modernidad y las vanguardias, la nostalgia de su folclore y de su lengua vernácula, del campo y la ciudad, y toda la magia y el exotismo de su país. Se aprecia su queja por el desconocimiento y la escasa valoración de su lengua y la poca difusión de los libros de sus autores, lo cual le genera un sentimiento de culpa, y de lo que responsabiliza al comunismo.
En su ensayo Europa tiene la forma de mi cerebro deja entrever, no sin lucidez y pensamiento propio, su orgullo como rumano y europeo, sus ideas y puntos de vista sobre el europeísmo, la rumanidad y su condición de autor frente a su historia, su memoria y su ontología, con todas sus contradicciones y conflictos culturales y antropológicos. Pone en tela de juicio la unidad de Europa y sostiene, en cambio, la diversidad, las Europas y todos los conflictos históricos entre sus naciones y sus Estados. “Sueño con una Europa diversa pero no esquizofrénica”, dice. En este discurso están contenidas ideas tan contundentes como punzantes sobre el espíritu europeo, y donde subyace su defensa del cosmopolitismo, su idea muy libre, rebelde y contestataria contra los nacionalismos y el pensamiento único y ortodoxo.
Dentro de sus narraciones se cuelan fisuras de ficciones, pero también se imbrican resquicios de sucesos y hechos que marcaron su memoria (la muerte extraña de su hermano gemelo), las huellas de la nostalgia de su pasado, como intelectual, como hombre, como escritor y como rumano. El espíritu rebelde de su juventud aparece como espejo refractario de no pocas de sus ideas, utopía y aspiraciones. Como autor rumano, se percibe su apertura estética y conocimiento de la gran tradición literaria de Occidente, donde sobresalen Shakespeare, Goethe, Mann, Proust, Gide, Joyce, Dostoievski, Unamuno, Hesse, Cervantes, Faulkner, Woolf, Musil, Grass o Breton. De modo que su formación sensible descansa sobre todo en los grandes autores europeos clásicos y modernos que conforma su tribu sensible y su imaginación letrada.
Cărtărescu, como casi siempre sucede con los grandes novelistas, primero empezó, desde joven, como poeta, y perteneció al grupo de poetas rebeldes conocidos como los “blue jeans” o los vaqueros. Juró no seguir siendo poeta después de los treinta, pero no pudo cumplir su juramento, pues su obra poética, que se inició en 1980, se extiende hasta 2010. De modo que nunca ha abandonado la poesía, que continua aún iluminando su prosa de imaginación, su obra narrativa.
PD. Sus lectores dominicanos y estudiosos de su obra, tendremos la oportunidad de oro de escucharlo y verlo, cuando venga a Santo Domingo y Santiago, del 16 al 21 de mayo del presente año, como invitado de honor al festival literario Centroamérica Cuenta, magno evento internacional itinerante de las letras.
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Basilio Belliard, poeta, narrador y crítico dominicano. Académico con título de Doctorado.