La irrupción de la inteligencia artificial desafía los fundamentos sobre los que se construyeron nuestras naciones y el sistema geopolítico. En la actualidad, definir los límites de la soberanía nacional y protegerla, constituye un reto crucial. En un entorno donde los algoritmos de IA ejercen una influencia creciente en la realidad ciudadana, surge la pregunta sobre quién toma las decisiones y cómo se garantiza su alineación con nuestros valores.
La República Dominicana debe asumir el liderazgo en los esfuerzos globales para establecer un código ético que regule el uso, la adopción y el desarrollo de la inteligencia artificial.
Este código debe ser humanista en esencia, centrado en promover la seguridad, la ética y el bienestar humano en el diseño, desarrollo y uso de sistemas de IA. Esto incluiría consideraciones sobre la prevención de daños, la obediencia a las instrucciones humanas, y la autopreservación de los sistemas de IA, todo ello en consonancia con el respeto a la dignidad y los derechos humanos.
En consonancia con esta base ética, este código debe incluir disposiciones para preservar los principios democráticos y la soberanía de las naciones. Esto implica garantizar que los sistemas de IA respeten y promuevan los derechos humanos, la igualdad, la justicia y la participación ciudadana en la toma de decisiones. Además de establecer mecanismos para proteger la autonomía y la identidad cultural de cada país, evitando la interferencia externa indebida y promoviendo la cooperación internacional en términos equitativos y transparentes.
Pero estos esfuerzos serían inútiles sin el respaldo para crear, reconocer y fortalecer instituciones reguladoras capaces de aplicar las disposiciones tecnológicas y legales de este nuevo código ético. Esta urgencia surge de la lucha por la soberanía y la propia existencia del Estado Dominicano.
Como dice el historiador y autor israelí Yuval Noah Harari: “La erosión de la soberanía estatal es una consecuencia directa del avance de la inteligencia artificial, ya que las empresas tecnológicas globales se convierten en actores cruciales en la configuración de políticas y agendas a nivel mundial, sin rendir cuentas a ningún gobierno específico.”
Un ejemplo evidente de cómo la inteligencia artificial impacta la realidad nacional es la gestión de la privacidad y seguridad de los datos. En la era digital, donde la información es un activo crítico, el Estado debe liderar en la protección de la seguridad informática de sus ciudadanos e instituciones.
La autodeterminación implica la capacidad de establecer normativas y regulaciones adecuadas, adaptadas a nuestra cultura e intereses nacionales, y es esencial garantizar la participación activa de la sociedad civil en la formulación y supervisión de políticas relacionadas con la inteligencia artificial.
Cómo termina advirtiendo Harari: “La dependencia tecnológica puede convertirse en una nueva forma de colonialismo, donde los Estados que carecen de capacidades avanzadas en inteligencia artificial se vuelven vulnerables a la influencia y el control de potencias extranjeras y grandes empresas tecnológicas.”
La lucha por la autonomía y el control en el ámbito de la IA es esencial para preservar nuestra soberanía en esta era de constante evolución. Reconocer el potencial transformador de la innovación tecnológica y trabajar en armonía con ella es fundamental para el desarrollo sostenible y equitativo de nuestra nación.
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Sugel Gamal Michelén es escritor, Senior Analyst en Inhabitant Global y experto en manejo de riesgo de comunicación y reputación. Graduado de Western Michigan University en Finanzas y Desarrollo de marca.