Si la concepción del minotauro en la mitología Griega crea una franja imaginaria entre el hombre y la bestia, con La metamorfosis, Franz Kafka (Praga, 1883-1924), hace desaparecer la línea de esa frontera y crea su propio mito. Ya en la antigüedad clásica, los griegos habían concebido sus mitos en torno a la figura del hombre como fuente de adoración masculina. Mientras tanto, en Kafka, la imagen del minotauro se diluye, y este no es ni hombre ni animal sino animal total. Así que la idea de encerrar a Gregorio Samsa en el caparazón de un escarabajo representa simbólicamente la versión moderna del laberinto de Minos. De acuerdo con este concepto, nos acercamos también a la idea de una “imagen fantástica” como mitología   del cuerpo y del alma. Sería un poco irracional detenerse a pensar que el hombre es exclusivamente bestia, o animal, cuando en la concepción judeocristiana también se concibe la creación del hombre como espíritu y sustancia. 

En esta nouvelle, la lógica de esa frontera antes mencionada se diluye, porque Gregorio Samsa, a pesar de llegar a ser un escarabajo, actúa bajos los dictámenes de su propia conciencia: habla, aunque no tiene comunicación con ese mundo que de repente lo aísla; piensa, participa secretamente en las conversaciones, saca sus propias conclusiones y modifica el estado de ánimo y la conducta psicológica de sus semejantes. Geométricamente, Kafka encuadra su relato con efectos maravillosos, en virtud de que Gregorio  Samsa nunca piensa como un escarabajo, sino como un ser humano con perfecto dominio de sus facultades mentales. Al contrario, si hubiese pensado como escarabajo, su vida hubiese sido mucho más efímera.  Así que optó por pensar como un hombre normal, de acuerdo a las herramientas de su espíritu.

Sabiamente, Kafka nos hace recorrer el otro trillo de su frontera estética, y nos sitúa en el terreno de la fábula. En la fábula de las antiguas tradiciones orales –me refiero a las recogidas por Esopo y a las de la antigua China– los animales se comunican de manera normal, como todos los seres humanos, y con ello se crea, de acuerdo a los antropólogos, el concepto de  humanización de la bestia. De manera que, como la tradición les otorgó a estos habitantes un estado de jerarquización del pensamiento, en dichas fábulas los animales también piensan, al igual que Samsa. Esto es lo novedoso en el relato de Kafka: Gregorio Samsa no tiene anulada la capacidad de pensar, porque no tiene anulada la capacidad de hablar. 

La metamorfosis, en definitiva, es un relato espeluznantemente fantástico y sobrecogedor, que cada vez gana sentido, gracias a la evidente atmósfera angustiante y psicológica que lo acompaña. Podríamos decir que esta, la de Kafka, es otra variable de la fábula. Diríamos, una nueva versión del escarabajo; a lo mejor, otro tipo de bestiario en el mundo fantástico. Y esto no es un juego del azar: probablemente Kafka quiso sorprendernos con la variedad inmensa de los coleópteros, que habitanen el reino animal, cuyas familias son tan disímiles y únicas como la propia fábula.

Deteniéndonos un poco en los Diarios (Debolsillo, 2022) y en las  famosísimas Cartas al padre, no es difícil rastrear que esta nouvelle tiene mucho de autobiográfica:  Por un lado, la autoridad que Kafka le confiere a su padre, y que le reprochaba de manera tan vehemente, es la misma autoridad del señor Samsa en La metamorfosis. Recordemos, además, que Kafka era judío y que muchas de las situaciones planteadas en sus novelas reflejan el tinte persecutor de una época convulsa políticamente; junto a los desmanes de un padre autoritario con el que le tocó vivir en su infancia. No menos convulsas y decisivas fueron para él las circunstancias de una enfermedad desastrosa como la tuberculosis; situaciones que sin duda tuvieron una marcada repercusión en su futura empresa literaria. A propósito de esto, el escritor Jordi Llovet, en el prólogo que escribiera a la edición española de los Diarios de Kafka, señala que “muchas de las situaciones que se encuentran en sus novelas y narraciones se corresponden con su experiencia biográfica y otras podrían ser consideradas génesis de una materia narrativa por sí misma”. De manera que en los Diarios se reflejan claramente las condiciones del yo interno a través de los estados psicológicos y de ánimo del escritor. 

En efecto, ningún escritor en el mundo escribe de lo que no sabe. Por el contrario, escribe de lo que sabe y de lo que conoce: escribe sobre su experiencia personal. Por eso están presentes en su obra las frustraciones, las angustias, las alegrías y la vida familiar. Los triunfos y los fracasos, sus amores y desamores. Están los momentos más lúcidos de su pensamiento, en fin: su vida.  Y la de Kafka es una de la que está más presente en este relato, de una o de otra manera.

Con razón, en una entrada de su diario –el día 8 de diciembre de 1911–escribe: “Tengo ahora, y tuve ya por la tarde, un gran deseo de sacar completamente de mí, mediante la escritura, todo ese estado de ansiedad en que me encuentro, y así como ese estado viene de las profundidades, así debo hundirlo en las profundidades del papel o escribirlo de tal forma que pueda incorporar plenamente a mí mismo lo escrito”.

Narrada con una clara objetividad y detallismo –como lo explica el crítico literario, Juan José Soler–, esa minuciosa y descriptiva manera de narrar (que según Walter Benjamín, no es otra cosa que indagación) es una forma –elevada por Kafka a la categoría de método descriptivo– de ir “dislocando la existencia” a base de registrar “pequeños signos, indicaciones, síntomas de desplazamientos”, generadores a su vez de angustia y desorientación (p.121).

Me parece que La metamorfosis es una sórdida manera de estudiar la pesada carga del mundo contemporáneo de Kafka.  Una forma secreta de ver, cuán hipócritas son los seres humanos y hasta dónde llega la bajeza sentimental de la gente cuando se trata del agobio personal, ya sea por los dictámenes de una enfermedad mental, biológica o psicológica. Detrás de la absurda parábola del escarabajo, Kafka propone una peculiar manera de situar sus ideas, en el justo lugar donde los humanos las puedan entender mejor. Quizás los tormentos de Gregorio Samsa probablemente sean los mismos tormentos de Kafka. Puede que el rechazo a su permanente e inevitable estado de salud haya hecho sentir a Kafka como un bicho raro.  Y de esta manera decirante el mundo que la vida sometida a este tipo de designios es una vida asquerosa y sin importancia. Una vida llevada a menos bajo las órdenes divinas o bajo las truculentas órdenes del establishment político es una vida sin sentido y sin destino. De ahí que, siendo ya un escarabajo, actuando como un escarabajo, Gregorio Samsa nunca dejó de sentirse atormentado ante las atrocidades del mundo que le tocó vivir.

Para llevar a cabo su extraordinaria empresa fantástica, Kafka irrumpe de momento en el orden natural de las leyes biológicas. Todos sabemos que en el orden normal de nuestras vidas ningún hombre puede convertirse en escarabajo, a menos que no sea explorando el mundo de lo sobrenatural, o a través de la ficción, como bien sucede en el Realismo maravilloso y en el Realismo fantástico. O más bien, violando los estamentos normales de toda transformación biológica. De manera que Kafka viola también los ciclos temporales en la vida de los seres vivos.  Sin embargo, el antropomorfismo de Kafka mantiene su vigencia gracias a un sutil mecanismo de manejo del tiempo, el que de una u otra manera modifica la conducta del lector y su definitiva participación en la obra.

Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana, luego de un “sueño agitado”, se encontró en su cama convertido en un insecto monstruoso. A partir de este episodio ha pasado a ser un ser extraño y anormal. Su saliva es un líquido viscoso y repugnante, y su voz se ha transformado en la de un animal. Así que en el cuerpo de Gregorio ha quedado plantado un nuevo orden biológico: el orden del escarabajo, el orden de la bestia. 

El escritor y crítico francés Louis Vax, en Arte de la literatura fantástica (1971), acertadamente sostiene que “el relato fantástico gusta de presentarnos, habitando el mundo real en el que estamos hombres como nosotros, ubicados de pronto ante lo inexplicable” (P. 66). Siguiendo la idea de Vax, el hecho de Gregorio Samsa haber amanecido convertido en un insecto ha sido, quizás, un acontecimiento inexplicable para él. Sobre todo, cuando descubrió que estaba “echado sobre el duro caparazón” de un escarabajo y que visiblemente “tenía innumerables patas”. Luego de haberse hecho la pregunta: ¿Qué ha pasado? Y desde que pensó en el hecho como una “una mera fantasía”, entró en el terreno de la duda y la “incertidumbre” .

En su Introducción a la literatura fantástica (2011), Todorov afirma que “lo fantástico es la violación que experimenta un ser que solo conoce las leyes naturales, ante un acontecimiento al parecer sobrenatural” (p.24). Advierte Todorov que la posibilidad de vacilación ante las causas naturales y sobrenaturales, crea entonces el efecto de lo fantástico. Para Calvino en cambio, debe vacilar tanto el lector como el personaje.

El otro mecanismo de Kafka para llevar a cabo su empresa literaria es la exploración del mundo onírico o el mundo de los sueños. Un recurso imprescindible en la estética kafkiana, que está muy presente casi en toda su obra y aún en sus Diarios. Veamos los detalles: Gregorio Samsa primero tuvo “un sueño agitado”. Luego pensó dormir otro rato y olvidarse de la fantasía. Mientras tanto, tiene la convicción de que el episodio está relacionado con “cierta somnolencia”, o, con “tan prolongado sueño”. A propósito del mundo de los sueños, apunta Borges: “A Kafka podemos leerlo y pensar que sus fábulas son tan antiguas como la historia, que esos sueños fueron soñados por hombres de otra época. Sin necesidad de vincularlos a Alemania o Arabia. El hecho de haber escrito un texto que trascendió el momento en que se escribió es notable y se puede pensar que su relación tercia con China y ahí está su grandeza”; lo que implica que los sueños representan esa otra manera, no menos real, de hacer literatura imaginaria.

 No olvidemos que el tratamiento de lo onírico es uno de los recursos más valiosos, presente en el cine, la música, la pintura y en la mayoría de las literaturas fantásticas del mundo, sean estas de origen folclórico o con raíces en la tradición oral o escrita. Por ejemplo, en el libro del Génesis, José interpreta los sueños del faraón. Otros sueños bíblicos son el Sueño de Abimelec y Vaciedad de los sueños en el Eclesiastés. Robert Louis Stevenson llegó a confesar que escribió Dr. Jekyll y Mr. Hyde como producto de un sueño. Asimismo, La noche bocarriba de Julio Cortázar fue el resultado de una terrible pesadilla, mientras su autor estuvo internado en un hospital de París.En el Libro de sueños (Debolsillo, 2013), Jorge Luis Borges recoge cuentos memorables basados en sueños y con el tema de los sueños, por ejemplo: La prueba, de S. T. Coleridge, y El sueño de Chuang Tzu, de Herbert Allen Giles, que son de los más notables. En este mismo libro, fue el escritor inglés Joseph Addison quien dijo que “los sueños nos dan una idea de la independencia del alma humana, quien desembarazada de la noche y del cuerpo fatigado agudiza sus varias facultades y se constituye en su propia compañía. Cuando el cuerpo ya no da más, el alma se divierte con relajaciones y distracciones que nos demuestran que la inventiva es, mientras se está despierto, penosa y tardía y mientras se duerme, fácil y diligente” (p.77).

En uno de sus diálogos con su viejo amigo Gustav Janouch, en el que su interlocutor se refiere a La metamorfosis como “un sueño terrible, como una imagen sobrecogedora”, el escritor le responde: “El sueño revela una realidad que es mucho más fuerte que la imaginación, esto es lo terrible de la vida, lo trágico del arte”.

Ya al final del relato, Gregorio Samsa va entendiendo poco a poco el cariz que el mundo le impone a los desventurados. Sin saberlo, la vida lo había colocado en un momento difícil y melancólicamente se preparaba para el final. Ya no le importaba la comida; mientras tanto, se movía con cierta lentitud dentro de su cuarto; tanto así, que había perdido entonces, el libre juego de sus acostumbrados movimientos y el horizonte de su mirada borrosa. Cuando supo que su hermana y sus padres querían deshacerse de él, se dio cuenta de que su vida había transcurrido de manera monótona y sin sentido. Entonces comprendió amargamente el abismo que separa al hombre de la bestia. Desde los primeros días de su vida nueva, su padre le había mostrado una severidad férrea, que nunca llegó a comprender, pues en un momento de desesperación le había lanzado algunas manzanas para matarlo, una de las cuales asestó en el lomo de su caparazón. Transcurrido un tiempo, ya casi desvalido, había perdido la noción de cuanto sucedía a su alrededor. Una mañana, mientras la sirvienta deshollinaba el cuarto, vio el cuerpo inmóvil de Gregorio Samsa que yacía en el piso; cuando se animaba a reavivarlo, el escarabajo explotó.

Pienso que La metamorfosis constituye, a mi modo de ver, uno de los relatos memorables y más conmovedores de la literatura universal, en cuanto despierta curiosidad y sobrecogimiento; y por cuyo tema su autor hizo cambiar la visión y la perspectiva de la narrativa del siglo XX; y la manera de empezar a ver el arte en todas sus manifestaciones y con ello simplificó el valor de su vanguardismo literario. Una mirada muy objetiva y una prosa eminentemente limpia y elegante conjugan la carga humana y emotiva, que a la postre conmueve ante un hecho que trasciende la vida, la historia y el pensamiento. Este peculiar relato constituye un examen en profundidadsobre la realidad mental del hombre moderno, cuya experiencia psicológica nos puede acercar de plano al psicoanálisis freudiano. El sentido de humanismo que sustenta La metamorfosis define a Franz Kafka como un narrador acuciosoy lleno de sabiduría, que sabe poner su universo filosófico en la mente de sus lectores,  cuyas fantasías nos hacen ver hacia adentro, el lado oculto y los pensamientos más oscuros de las almas humanas.

Ciertas literaturas, como la de Kafka, trastocan los hechos, al colocar un dato falso en la mente de los personajes, el cual funciona como una palanca impulsadora de la imaginación, para crear luego una conciencia fingida, mientras la ficción va fermentando un estado fallido de la memoria; lo que posibilita al lector la oportunidad de enmendar la historia. Es como el revés de la trama. Es posible que, en algún lugar remoto del subconsciente, Gregorio Samsa había abrigado la esperanza de vivir una vida fingida junto a su familia. Que, mientras tanto, esta habría sido una vida inventada por ellos. Y que la vida del escarabajo era en realidad la vida verdadera para él. Una vida placentera y sin tropiezos. Que esa fantasía del sueño al despertar no era sino una sucia jugada del azar. Sin embargo, lo que nunca se imaginó es que su vida pura estuviera del lado de la bestia, sin que existiera la posibilidad del regreso, como una simple estratagema fatal de su trágico destino. 

A propósito de esto, cito unos versos de Sor Juana Inés de la Cruz en Primero sueño, que posiblemente ilustran el final de Gregorio Samsa: En sosegada calma/ un cadáver con alma /muerto a la vida/ y a la muerte vivo”, imagen esta que nos confirma la alegadacondición del mito kafkiano.

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Eugenio Camacho. Estudió Educación y Derecho en UTESA, además realizó una maestría en Educación Superior en la UASD. Es escritor, cuentista y ensayista. Profesor universitario. Ha obtenido diversos premios en los concursos de cuentos de Casa de Teatro, Radio Santa María y La Alianza Cibaeña. 

Notas bibliográficas:

Borges, J. Luis (2013). El libro de sueños. Debolsillo. Barcelona

Del Solar, J. José (1983). Revista Historia de la literatura alemana contemporánea. Origen, México.

Kafka, Franz (1987). Obras completas. Tomo II. Edicomunicaciones. S.A. México.

Kafka, Franz, (2006). Diarios. Debolsillo. Madrid

Llovet, Jordi (2006). Prólogo a los Diarios de Kafka. Debolsillo, Madrid

Todorov, Tzvetan, (2011). Introducción a la literatura fantástica. Paidós. Buenos Aires.

Vax, Louis, (1971). El arte de la literatura fantástica.