—Tú eres mi Antonio Banderas.
—Y tú eres mi Gina Lollobrigida.
…Por ahí siguió el juego. Las verdaderas identidades no importaban. Besos profundos con sabor a Marlboro Lights, besos de tornillo con sabor a vodka, besos definitivos dame otro trago y otro a nombre de ella y mucho baile. Él era el último macho caribeño y se lucía con cortos pasos de salsa que en cualquier barrio desde la Habana a San Juan darían vergüenza, pero para la rubia criada en Pisa, hija de pisano y madre gringa, eran lo último de los muñequitos y él bailaba y metía mano y se pegaba y ella sonreía queriendo que esta noche calurosa de septiembre durara para siempre entre beso candente y trago frío vodka orange.
—Tú eres mi Monica Bellucci, bellisima.
—Y tú eres mi Ricky Martin, Livin la vida loca.
Se retiraron borrachitos muchísimo antes de la hora triste para pescar un taxi amarillo que los llevara a la guarida de ella porque Tú eres mío cuesta notte susurraba la jeva con la boca fría en una mordida de oreja y antes de irse se dieron un beso frente al local que todavía rebosaba de muchachitas que habían dejado todos los colleges de upstate vacíos para venir a atragantarse jarras de sangría y bailar salsa, merengue, pasito y quebradita y a gritar con tres piedras en el pecho canciones del Sur profundo interpretadas por Soda Stereo o por un Aterciopelados imposible para ellas de mencionar… ah, pero cuando ponían la Mayonesa ella se bate como si fuera mayonesa los bancos, las sillas y las mesas se quedaban vacías y todo Manhattan en un hilo… Y a dar cintura mala las gringas para que el aprovechado joven latinoamericano y caribeño se sintiera más indispensable. Ritornari: el taxi no llega así que abrazo y beso delicado en la bocaza que hace un rato prometió recitar poemas de Leopardi y en medio de la promesa y otro beso una muchacha con lentes y borrachita también y tambaleando sale del local y pide y suplica a la italiana que per favore le deje estampar un beso a los labios de esa belleza latina que ella ahora atesora y la italiana muy open minded le dice que adelante pero que sólo uno porque esta noche todos los besos son para ella y ella los quiere todos y el caribeño se siente grande, rotundo, y se deja besar por todas y jura que la vida es buena, que la vida no se acabe, que no se acabe nunca Manhattan, que no se acabe esta visa para un sueño y el taxi llega por fin y brincan al taxi entre sonrisas y el chofer del turbante acciona el meter y a correr fanáticos y hay juegos por debajo del cristal mientras el señor del turbante conduce y el macho latino y supremo toma posesión y encuentra pantis y la muchacha dice por lo bajo lo bueno que está en una mezcla de italiano y algunas cosas que se le interrumpen en la boca que quiere hablar en inglés también pero el beso tropical no le da tiempo o la mano en un pecho no le da chance y ella entonces se da cuenta de que están en Madison Avenue y que todo va bien y quiere que estos veinticuatro años duren para siempre y que esta noche no acabe no te preocupes que en casa hay vino rosso, bianco, grappa y semifreddo, todo para ti, todo para esa boca, porque…
—Tú eres mi Alejandro Fernández.
— Y tú, tú eres mi Laura Pausini.
Apartamento bonito luego de un breve forcejeo en el elevatore. Apartamento bonito en el Spanish Harlem. Apartamento pequeño como todos los apartamentos en Manhattan pero este tenía afiches de la fiesta brava por todos lados. Me encanta vivir en el Barrio because I like… no, better, I love tostones and ropa vieja and maduros because all that is different than cuchifritos and all that… Y yo, No te preocupes que yo no soy tu típico dominicano, no te preocupes que no te voy a desvalijar la casa, sólo cierra los ojos y escucha los poemas prometidos, poemitas corrugados y comunes de Neruda y del Indio Duarte y te voy a cantar boleros, te prometo ahora, a que no te lo quitas todo todo todito y me enseñas ese cuerpo mediterráneo y lo medimos frente a frente con todas mis playas de veraneo y mis matas de coco… sí, porque a mí las playas sin matas de coco no me gustan… sí, cierra los ojos… Los cierro dice ella fuertemente y beso y beso profundo ahora en el mueble, en la colcha. Destapa un vino. Un vino bueno para celebrar dice ella. Que sea champagne, propongo. Prosseco, que no es lo mismo dice ella pero es igual y pum, viene corcho, espuma, y te juro madre mía, padre mío allá en tu casita de White Plains en el Bronx, te juro por lo más sagrado que vimos los fuegos artificiales en la Plaza España y ella vio los soldados en atención tirando salvas en la Plaza Garibaldi y te juro madre mía, padre mío, que los besos de ese negro con el pelo ensortijado sabían a Nutella y que nadie ha besado mejor y cuando destapamos la tercera botella, esta de Barolo, sí padre, el Barolo del 89 que tenía mi hermano guardado para la cena de tu llegada padre… padre discúlpame, fratello mío discúlpame… es que cuando él me besaba y me cantaba esas canciones Bachata Rosa al oído yo creía madre que el mundo se acababa, es más padre, yo quería que el mundo se acabara y que no, entonces cuando ya estábamos borrachitos de música de Paolo Rossi y tanto bolero, padre, sugerimos que lo mejor era pasar a mis habitaciones y buscar un condón porque a la noche le estaba llegando la hora triste… ustedes saben, esa hora en donde todo se recoge, las palabras se convierten en murmullos y el dolor de cabeza nos hace jurar que nunca, pero que nunca más tocaremos una botella en lo que nos quede de vida si salimos vivos de esta resaca. Pero esta noche estaba entera todavía para estos fines y teníamos la vida por delante así que condón se ha dicho pero antes…
—Tú eres mi Sophia Loren…
—Per favore, enough is enough.
Antes del encondonamiento hubo chulería pero ella dejó una cosa bien clara: Esto es una aventura… no puedo, tengo novio, allá en Italia. El ser una aventura duele, la etiqueta quizás duele pero el vino estaba muy arriba y no había llegado al corazón así que el tigre caribeño se lo dejó pasar aunque lo peor estaba por llegar ya que en los vaivenes y golpes de cadera ella seguía repitiendo un complejo de dolor, un rosario que en vez de placer denotaba culpabilidad: Nunca me casaría contigo, lo quiero a él, con Andrea tendré hijos, con Andrea tendré una casa, tú eres sólo una aventura… en medio de toda esta extrañeza ambos reparan en un suceso dramático: El condón se ha roto.
—Mierda —Questo e veramente un casino, dijo ella bastante molesta.
Tomaron una decisión rápida y acordaron ir al hospital más cercano, cuatro cuadras arriba. Fueron caminando, mudos, manos embolsilladas y con la boca seca, deseando kilómetros de playas de agua dulce, fría. Ninguno de los dos tenía experiencia en estos casos. La mañana los estaba delatando. El clima se comportaba bien. Con el escaso sol él se dio cuenta de que ella no era tan Gina o Sophia pero no se veía mal, tenía algo de chulería en los ojos negros, infinita bondad en el rosado de las mejillas. Él no era tan Antonio Banderas pero su afro decía sexo y sus manos eran suaves y fuertes. La enfermera morena los calmó, no era nada del otro mundo. Extraerían el resto del profiláctico y le darían una pastilla del día después para evitar… complicaciones. Mientras ella esperaba con las piernas abiertas en emergencias la enfermera preguntó, Usted es el novio, y a él no le quedó más remedio. Luego de la hora eterna, ella salió con media sonrisa que auguraba calma y él sostuvo ese pequeño alivio, eso salvaría al mundo de tanta maldad. Ella se sentó a su lado pastilla en mano, todavía no habían cruzado palabra hasta que ella rompió el silencio con una sola pregunta: Te viniste adentro. Claro, respondió él, sabiendo que no habría problema con la pastillita. De repente se armó un corredero y hubo lágrimas fuertes, gritos ahogados que salían de todos los rincones. Una cadena televisiva anunciaba que en ese momento otro avión se estrellaba contra la segunda torre. New York is under attack. Hay que donar sangre, hay que correr, hay que buscar un lugar seguro. En medio del rush mañanero ellos se miraron por vez primera, se miraron en serio y envejecieron juntos todo un momento para siempre. Él buscó la mano en donde estaba la pastilla. Apretó fuerte. La invitó a desayunar.
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Rey Andújar es escritor. “Day After Pill” forma parte de la colección de cuentos Amoricidio, Premio de Cuento Joven Feria del Libro de Santo Domingo en el 2007. El libro ha sido reeditado recientemente por Editorial Cuatro Ojos en la República Dominicana.