Artista subversivo y maestro de la ruptura de esquemas en el arte contemporáneo de la Praga del siglo XXI. 

Entrevista

   Praga, con sus torres góticas y su historia milenaria, podría parecer el escenario inmutable para una postal perfecta o una novela de época. Pero no, entre sus callejuelas medievales y los reflejos del rio Moldava, emerge un mapa paralelo, mucho más… divertido: la ciudad irreverente de David Černý. Este artista checo ha transformado el paisaje urbano en un juego irónico de símbolos que desafían las convenciones, fusionando la historia con una crítica mordaz, y lo ha convertido en un parque de contemplación de símbolos que rompen las reglas. Su arte no pide permiso para ocupar el espacio público; lo arrebata, dejando al espectador entre una risa incómoda y una reflexión inevitable de haber sido provocado.

   Desde bebés gigantes gateando en la Kampa de MalaStrana o trepando en la Torre de televisión de Žižkov, hasta figuras humanas suspendidas en el aire. Černý ha convertido a Praga en una galería al aire libre que no pide “por favor” ni “gracias”. Cada esquina tiene algo que decir: un tanque soviético pintado de rosa (sí, rosa), un coche con patas, o una cabeza cinética de Franz Kafka que da vueltas sobre sí misma, reflejando esas tensiones entre la memoria histórica y la modernidad absurda. Y lo más interesante es que sus piezas no solo dialogan con el pasado, sino que también nos interpelan sobre el presente, desafiando nuestra comprensión de la política, la identidad y, por supuesto, del arte.

   La provocación es su idioma, y Praga es su lienzo. Pero el impacto de Černý no se limita a su ciudad natal. Obras como Entropa (donde representó a Europa con estereotipos en un acto cargado de ironía) o Viselec (la escultura de Sigmund Freud colgando de una mano) han desconcertado a espectadores desde Chicago hasta Berlín, muestran que su impacto trasciende fronteras.

   Černý no crea esculturas; crea preguntas. Su arte no te deja mirar, no te deja tranquilo, no te deja indiferente. En esta entrevista, nos sumergimos en su mundo, donde las provocaciones no solo se crean, sino que se exigen.

AAD- ¿Qué impulsa tu visión artística en ese instante inicial de la creación?

DČ- Ninguna visión sublime, ningún arrebato artístico. Lo único que me impulsa en el momento de crear es el enojo. Sí, ese combustible glorioso y corrosivo. El enojo es mi musa, mi brújula, mi motor. A veces estoy tan furioso que el enojo deja de ser solo un sentimiento y asciende al trono como mi principal guía. ¿Inspiración divina? Por favor. Mi verdadera iluminación es un cabreo monumental.  

AAD- ¿Enojo? ¿qué te enoja?

DČ – Estoy harto de los políticos y su corrupción, de la sociedad, del nihilismo y de la apatía del checo promedio. Aquí no quieren que tengas éxito; quieren que fracases. Más aún, la envidia es tan absurda que lo único que desean es que tu cabra se muera, aunque ni siquiera tengas una. Me encantaría crear cosas bellas, lo juro, pero, lamentablemente, mi enojo tiene otros planes y me arrastra hacia una estética completamente distinta.

AAD- ¿Entonces te defines como una persona enojada? 

DČ- No soy una persona enojada. Soy todo lo contrario. Más bien, soy un escéptico consumado, y resulta que ese escepticismo, para mi desgracia o fortuna, es lo único que me inspira a crear.

Tengo una casa en España y un avión. Cuando no puedo más, me subo al avión y me largo. En España, la gente realmente sabe vivir. No importa que no entienda ni una palabra del idioma; son amables, simpáticos y, para colmo, siempre están de buen humor. Algo debe tener el agua o el vino que beben, porque aquí, en cambio, lo único que parece fluir es la mala leche: un mal humor eterno que lleva siglos fermentándose, como si el enfoque kafkiano de la vida fuese nuestra marca registrada.

AAD- Te conocemos como artista desde aquellos inicios de la década de los 90, cuando pintaste de rosado aquel icónico tanque soviético de la Segunda Guerra Mundial en la plaza Kinsky de Smíchov. Si hicieras un recorrido a lo largo del tiempo desde entonces hasta hoy, ¿cómo describirías tu evolución como artista desde la época del tanque rosa a los aviones Spitfire con alas de mariposas?

DČ- Primero, aclaremos algo: aquella vez pinté el tanque soviético de rosa como protesta, no como provocación. Aunque, siendo sinceros, el límite entre ambas cosas es bastante delgado. Estaba furioso al ver cómo los camaradas comunistas, tras la caída del régimen, cambiaron de color más rápido que un camaleón y se convirtieron en los flamantes nuevos capitalistas. Irónico, ¿no?

Sobre mi evolución como artista… si es que he evolucionado (risas). Mira, no es como ser matemático o físico, donde si después de 25 años no has descubierto algo, terminas quedando en el olvido. No soy juez de mí mismo, pero desde que empecé como artista, he explorado nuevas ideas y formas de expresión. Trabajo mucho con metales y tecnología, pero no me interesa que esta última quede expuesta como un truco barato; tiene que estar integrada, escondida, como parte esencial de la obra. Uso la tecnología solo si aporta algo expresivo, algo que genere una interacción real entre la obra y el espectador. Porque, al final, el arte sin interacción es como un tanque sin pintura… vacío y gris.

AAD- Al observar la cabeza cinética de Kafka, que se ensambla y desensambla mientras gira sobre su eje, como un cubo de Rubik, o los aviones Spitfire de la Segunda Guerra Mundial con alas de mariposa que se mueven y cambian de color, ¿qué tipo de tecnología sofisticada empleaste para dar vida a estas obras tan dinámicas y expresivas?

DČ- La cabeza de Franz Kafka consta de 42 niveles, fabricados con 24 toneladas de acero inoxidable y un peso total de 39 toneladas. Su movilidad se logra gracias a 42 servo accionamientos conectados por casi un kilómetro de cables, lo que permite que cada nivel gire de manera independiente. Básicamente, la tecnología utilizada es una solución estándar en automatización industrial y robótica. ¿Sorprendente? Tal vez, pero, si lo comparo con la tecnología que utilicé para los aviones Spitfire, esto es casi trivial.

Hablando de los Spitfire, las cabezas de los pilotos en las cabinas tienen un significado particular. Representan a dos personalidades checas muy conocidas. 

AAD- ¿Quiénes? 

DČ- Bueno, eso es un secreto.

AAD- Entiendo. Pero, ¿podrías contarme más sobre los aviones Spitfire?

Curiosamente, este proyecto de los aviones inicialmente estaba pensado para la sede de la OTAN en Bruselas. Sin embargo, el propietario de unos grandes centro comerciales de Praga mostró interés y acordamos instalarlo aquí.

Pasé cuatro años trabajando en ello, un tiempo que me pareció eterno. Pero ese fue el trato desde el principio, y aunque las exigencias fueron enormes, estoy satisfecho con el resultado.

En cuanto al diseño, quise que los aviones destacaran no solo por su tamaño, sino también por sus colores. Usé un camuflaje clásico en términos de forma, pero cambié los tonos porque no quería que fueran simples aviones de guerra. Quería que se asemejaran más a mariposas. El violeta y el azul no simbolizan nada en particular; los elegí después de mucho consultarlo con expertos, buscando un efecto más etéreo y menos militar.

AAD- Los aviones Spitfire son hermosos porque, en realidad, no son aviones, sino mariposas con cuerpo de avión. Pero lo que no entiendo es, ¿por qué tantas críticas hacia ti por esta obra?

DČ- Como te decía antes, siempre habrá gente que le guste lo que hago y, por supuesto, habrá quienes lo odien. Y eso está bien, ¿sabes? Algunas personas dicen que los aviones con alas de mariposa son un kitsch, otros se quejan de que hay demasiadas obras mías en la ciudad, y algunos, seguramente, envidian lo que hago. ¿Quién sabe? Lo curioso es que todos van a ver los aviones y no pierden la oportunidad de sacarles fotos (risas).

Viví en Nueva York durante varios años y viajé por distintas ciudades del mundo. Siempre envidié a esos artistas que podían exponer sus obras y llenar la ciudad de esculturas fantásticas. Cuando regresé a mi país, decidí empezar a trabajar en el espacio público de Praga. Quería darle algo interesante a la ciudad, elevarla un poco. Para mí, era muy importante agregar algo que hiciera pensar, que no fuera solo lo común.

AAD- Volviendo a Kafka, ¿de dónde surgió la idea de crear una escultura cinética de su cabeza? 

DČ- La primera versión de esta cabeza de Kafka está en Charlotte, Estados Unidos, y se llama Metalmorphosis, un juego de palabras entre “metal” y “metamorfosis”. Es un rostro abstracto que creé en el año 2000, pero en esa versión solo se mueve en seis segmentos. Luego, alguien me sugirió, “¿Por qué no hacerla en Praga, la ciudad natal de Kafka?” Así que, en 2014, hice una versión mejorada. Aquí hay algo curioso que muchos turistas no saben: la cabeza de Kafka en Praga está situada justo enfrente de uno de los edificios más burocráticos del país, donde está el Ayuntamiento de la Ciudad de Praga. Si alguna vez tienes que pasar horas esperando para sacar o validar un documento, tienes a Kafka mirándote todo el tiempo. (Risas)

AAD- ¿No es la primera vez que utilizas la tecnología para dar vida a tus obras?

DČ- Claro, no es mi primera vez jugando con tecnología. Seguro conoces mi escultura Los personajes orinando, ubicada en el patio de la antigua fábrica de ladrillos Herget, ahora convertida en el Museo Franz Kafka, en Malá Strana. Son dos figuras masculinas de bronce, de 210 cm de altura, de pie sobre una capa de agua poco profunda. En el fondo, hay un mapa grabado de la República Checa que coincide con la forma de la fuente.

El mecanismo es bastante simple pero efectivo: las caderas de las figuras se mueven y sus penes se elevan para que el chorro de agua escriba letras sobre la superficie. Normalmente, los mensajes hacen referencia al entorno, pero, en un giro interactivo, los espectadores pueden enviar un SMS y las esculturas “escriben” el texto en el agua.

Esta obra es de 2004, una época en la que la tecnología no estaba tan avanzada como ahora, pero, para su tiempo, fue bastante progresista. Y, bueno, no hay nada como una escultura que literalmente “escriba” lo que el público quiere ver… ¿o no?

AAD- ¿De dónde surgió la idea de crear dos figuras orinando sobre un mapa de la República Checa?

DČ- ¿Conoces esa estatua barroca de bronce de Jérôme Duquesnoy, el famoso Manneken Pis en Bruselas, que simboliza el espíritu independiente de los belgas? Cuando la vi por primera vez, pensé: Yo también tengo que poner a alguien orinando en Praga. Y así nació la idea. Pero, claro, tenía que ser más contundente, así que decidí que fueran dos figuras, para enfatizar el mensaje: eso es exactamente lo que hacen los políticos con nuestro país, se orinan en todos nosotros.

AAD- Muchos turistas, especialmente hispanohablantes, al observar tus obras, como los gigantescos bebés sin rostro en la Kampa de Malá Strana o en la Torre de Televisión de Žižkov, a menudo, por desconocimiento, se preguntan si son creaciones del escultor colombiano Fernando Botero. ¿Tiene tu trabajo alguna influencia de Botero o de dónde surge esta idea?

DČ- Conozco a Botero, quiero decir, su obra. Pero no, nada que ver. Son dos estéticas y técnicas completamente diferentes. Los bebés son una obra realista, mientras que las figuras de Botero son más bien… infladas. La verdad, la idea de esta obra me surgió en Nueva York. Allí hay un artista checo muy famoso, Petr Sís, que es pintor, grabador, autor de películas animadas, ilustrador, escritor y publicista. Pues, estando en Nueva York, me dijo: “Necesito hacerle una foto a un bebé desnudo para modelar una escultura, pero aquí en los Estados Unidos es imposible tomar fotos de niños desnudos. Como tú tienes un bebé, ¿te gustaría que lo fotografiaran para usarlo como modelo?”. Cuando vi al bebé tan grande y gordo, pensé: “¡Esta es la obra!” (risas).

AAD – La escultura de los gigantescos bebés carece de rostro. ¿A qué se debe esta elección?

DČ- La falta de rostro en las esculturas Miminka (Babies) es una decisión puramente artística con varias interpretaciones. La explicación que yo doy es que, al ser figuras de bebés gigantes y deformados, no necesitan rostros para resaltar su naturaleza distorsionada. Al carecer de rostro, las esculturas evitan asociarse con una persona específica, convirtiéndose así en símbolos más universales de vulnerabilidad y desarraigo.

Y claro, también hay una intención de deshumanización. ¿Por qué? Porque al no tener rostro, se invita al espectador a reflexionar sobre la deformación de lo que normalmente asociamos con lo “infantil” o lo “inocente”. Pero, ¿hay más? Sí, claro, también podría interpretarse como una crítica a la pérdida de individualidad en la sociedad moderna o al control que ejercen las instituciones sobre los seres humanos. No ponerles rostros a los bebés no es más que una forma de hacer que la obra se convierta en una reflexión sobre la identidad, la sociedad y las instituciones. No es una representación literal ni antropomórfica, eso es lo de menos.

AAD- Has sido el creador de dos esculturas simbólicas para dos ediciones de los Juegos Olímpicos: Londres 2012 y París 2024. Para la primera, tomaste como modelo el emblemático autobús de dos pisos “London Bus” como una alegoría icónica de la ciudad. Sin embargo, para la edición de París, tu escultura adopta un enfoque más directamente olímpico. ¿A qué se debe este cambio de estilo?

DČ- ¿Cambio de estilo? No, para nada. Son simplemente dos historias y motivos diferentes. Para las Olimpiadas de Londres, quise centrarme en algo icónico, algo que resonara con los londinenses. Y, ¿qué mejor que el London Booster? Es decir, un autobús de dos pisos haciendo flexiones. Sí, flexiones. Es una escultura de acero y fibra de vidrio con enormes brazos que, gracias a motores internos, levantan y bajan las seis toneladas del autobús mientras jadea como si estuviera en el gimnasio. Ah, y no puedo olvidar mencionar que la parte trasera del autobús parece un gran trasero humano, porque, claro, un toque de humor nunca está de más. Las ventanas, por cierto, fueron reemplazadas por pantallas con video proyecciones. Todo esto fue posible gracias a una empresa checa, JHV-ENGINEERING, que se encargó del diseño y la ejecución.

Ahora, París. Aquí quise hacer algo diferente. La escultura rinde homenaje a Viera Čáslavská, la legendaria gimnasta y siete veces campeona olímpica. Actualmente es una de las piezas artísticas más destacadas del parque La Villette, imponente por su tamaño y significado. Y después de las Olimpiadas, la obra viajará a Praga, donde se instalará detrás de la Casa Tyrš, sede de la Organización Checa Sokol. Así que, no, no es un cambio de estilo. Es simplemente saber contar historias diferentes de manera adecuada.

El Autor y David Cerny

AAD- ¿Veremos a David Černý participando nuevamente en las próximas Olimpiadas de 2028 en California?

DČ- ¡Por supuesto! Ya estamos trabajando en algo. Será una sorpresa, pero les adelanto que, a diferencia de las obras en Londres y París, esta vez la escultura se quedará en California para siempre. ¿Por qué? Bueno, supongo que hasta el arte merece un poco de sol y playa. (Risas). 

AAD- Como mencionaste, en tu propio país eres amado por algunos y odiado por muchos. Pero, como dice el dicho, nadie es profeta en su tierra. ¿En qué lugar fuera de la República Checa te has sentido más acogido como artista?

DČ- En todos lados, obviamente. (Risas). Pero, especialmente en Estados Unidos. Acabo de volver de Sacramento, donde inauguré una enorme exposición en el Crocker Museum, que estará abierta hasta el 12 de enero de 2025. La asistencia ha sido impresionante. Al principio pensé que mi trabajo sería rechazado, ya sabes, por esos prejuicios y tabúes morales de los estadounidenses, con su mentalidad a veces algo infantil. Pero, para mi sorpresa, mi obra ha tenido una aceptación increíble… 

AAD- De regreso a Praga y para concluir esta entrevista, quisiera hacerte una última pregunta. Nos encontramos en tu galería privada, ubicada en la antigua destilería de Smíchov, un espacio acogedor que incluso cuenta con una encantadora cafetería abierta al público. Pocos artistas logran tener un museo propio en vida. ¿Qué te llevó a crear tu propio museo privado?

DČ- Sí, es cierto, pero también es el sueño de todo artista tener su propio museo en vida. Cuando inauguramos Musoleum (ese es el nombre del museo y la galería), una periodista checa llamada Lenka Lindaurová escribió un artículo titulado: “Musoleum, ¿atracción turística para los chauvinistas? David Černý sabe captar la atención y la quiere a toda costa”. Bueno, volvemos al tema de siempre: nadie es profeta en su propia tierra, y yo no soy la excepción. Pero como dicen ustedes, los hispanohablantes, “Ladran, Sancho, señal de que cabalgamos”.

¿Por qué no tener un espacio donde puedas exponer una muestra representativa de tu arte, abierta a todo el público, donde puedan contemplarla sin prisa y sacar sus propias conclusiones?

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Querido David,

Gracias por habernos ofrecido esta conversación tan única y profunda, donde tu arte, tu mirada crítica y tu humor afilado brillan con fuerza. En nombre de la redacción de Plenamar y en el mío propio, quiero agradecerte por tu tiempo y por habernos permitido adentrarnos un poco más en el mundo que creas con tus manos y tu mente.

Es un privilegio poder compartir tu perspectiva con nuestros lectores, quienes, sin duda, disfrutarán tanto de tu arte como de las anécdotas y reflexiones que tan generosamente nos has regalado. Y como bien dices, “ladran, Sancho, señal de que cabalgamos”. No hay duda de que seguirás cabalgando hacia nuevas provocaciones y sorpresas.

Nos vemos en las calles de Praga, rodeados de tus esculturas, o tal vez en alguna otra de tus sorprendentes aventuras artísticas.

Un abrazo desde la redacción de Plenamar.

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David Černý (Praga, 15 de diciembre de 1967), escultor contemporáneo checo reconocido internacionalmente. Estudió en la Academia de Artes, Arquitectura y Diseño de Praga (UMPRUM) y en la Escuela de Bellas Artes de Milwaukee, Estados Unidos.

Ariosto Antonio D´Meza es escritor en español y checo, además de cineasta. Reside en Praga.