A René, por aquella conversación acerca de las mandarinas
y, porque las tuyas, inspiraron las mías.
Quiero gritar y la abulia me calla.
De todos modos
ya escuchaste cuando el cielo mordió la noche
y las estrellas desfilaron
como tropas hacia la inercia.
Cuando mis pies escribieron
en el surco de la tierra,
bañada de vegetación desértica.
Cuando seguí la hilera de hormigas venenosas
y escuchaste también sus manos
en el momento en que todos los tentáculos
arrugaban tu cara y desnucaban mis verbos,
pararon los ir, se fermentó estar.
No más morder mandarinas
ni tocar pieles que pierden
los nombres.
Quiero llamarte y callo
porque tus odios
desprecian girasoles
y tu resignación
pernocta inmutable y sorda.
___
Kianny Antigua es escritora y profesora universitaria.