26

hablabas “por compasión”
                        desde tu propia agonía

hasta que el ronquido de otro estertor
                              tomó posesión
                              de tu voz





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y ese árbol
          que parecía un hermano
          que proyectaba su sombra
                                  sobre ti
ya no te cubre

          su imagen se aleja

el sol está solo ahora
mandando

La sombra inicia el bosquejo
                              del fraccionamiento
y sobreviene el vaivén
                           de la desaparición

aunque no estés: te veo
aunque estés: no te veo




23

    que no digas que ese árbol                extendiéndose

sobre la puerta de mi casa
se parece a la muerte
    que no lo digas

                                                            

que no digas que ves mi silueta
debajo o detrás
tapiada por él
    que no lo digas

(porque los días del verano fueron felices y a la memoria le gusta respirar)
que no digas que no recuerdas la imagen
de la piedra de pie
brillando bajo el sol
cuando la esplendidez todavía
no intentaba vaciar su espesura

Que no digas que ves el tronco del árbol
en la puerta de mi casa
tratando de entrar

forzando una horizontalidad
que incorpore mi silueta

    como si yo no tuviera lecho
    como si nunca lo hubiera tenido

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María Auxiliadora Álvarez (Venezuela, 1956). Poeta, ensayista y académica. Autora de Cuerpo (1985), Ca(z)a (1990), Inmóvil (1996), Pompeya (2003) y El eterno aprendiz y resplandor (2006), entre otros. Reside en Estados Unidos desde 1996.