Entre los más de mil dominicanos fallecidos por Covid-19 a la fecha, tal vez sea la muerte de Víctor Victor la que ha impactado con más fuerza el sentimiento de la colectividad nacional en todos sus segmentos. Se trata de otra trágica pérdida que nos ha unido como país en el clamor de protección a la vida ante una enfermedad que nos persigue ―y sigilosamente― se nos mete por dentro hasta incluso matarnos.
La partida de Vitico, ocurrida el pasado jueves 16 de julio, nos pone de luto a los dominicanos, y mucho más allá, a los antillanos, caribeños, a los amantes de la música, particularmente del son, la bachata y el bolero. Estamos adoloridos en el corazón los que entendemos que la cultura es una forma de salvar la sociedad de las injusticias y las desigualdades, como lo planteaba el versátil músico.
Nuestro autor vivió para crear y para servir. El cantante, compositor, promotor cultural que siempre fue, iba y venía desde Puerto Rico a Cuba, desde Miami a Venezuela, desde Madrid a Santo Domingo. Y por doquier dejaba amigos, hermanos, aliados, artistas jóvenes flechados por sus consejos y creaciones, y por su ejemplo como investigador, ejecutor musical o compañero permanente de las causas en las que todos estábamos y en las que todos metíamos a Vitico.
Cibaeño de raíz, cultivó el son como pocos dominicanos lo hicieron y lo mantuvo vivo y actualizado. Trabajó la bachata como música de gran sentimiento urbano marginal y la elevó hasta la ensoñación otorgándole un dejo poético de altísima calidad. Sus boleros de juventud continúan siendo piezas maestras y de gran impacto en quienes aún los disfrutan en cualquiera de las voces que lo han interpretado. Bastaría recordar aquel eterno verso Si supieras, cómo te quiero, jamás pensarías que yo nada malo haría…
Víctor Victor, dominicano universal, revestido como pocos de los ritmos tropicales y de la lírica romántica, forma parte de nuestra historia y de la evolución de nuestra manera de cantar la vida. Con tristeza profunda, con llanto y pesar, lo despedimos. Su vida ha sido fructífera y por ello le recordaremos posicionándolo en el espacio de las celebraciones, de las vidas que nos enriquecieron y nos dieron de sí mucho más que lo esperado, como él hizo a través de sus canciones, con su guitarra y con su voz y mucho más. Porque fue un ciudadano comprometido, hombre de bien y creador que proyectó lo dominicano como pocos.
En nuestro homenaje a Vitico en el dossier de este número de Plenamar confluyen testimonios y comentarios de numerosos amigos, compañeros y artistas nacionales y dominicanos por adopción. De escritores, poetas y amigos impactados por su partida a destiempo. Confiamos en que los lectores y todo el pueblo dominicano se nutran de estos testimonios a fin de que la memoria de Víctor Víctor sobreviva el tiempo y las generaciones por venir.