Los rostros levemente inclinados de estos dos amantes, forman con su unión un corazón. No es una imagen enteramente simétrica: los ojos, la nariz, los labios de ella, están levemente más abajo que los de él; y entre sus hombros se anuncia un forado irregular y minúsculo que traiciona la juntura.

Las líneas de la vereda confirman la sociedad amorosa: en el punto más distante de la perspectiva, las paralelas se juntan ―es más preciso decir “se enamoran”. ¿La fragilidad inherente al amor, tal vez? La vista nos entrega dos líneas, dos destinos que en la distancia se besan; la razón nos recuerda que esos puntos, en verdad, nunca se tocan.

Aunque el amor es en sí la búsqueda de un hogar definitivo, el regreso a una Ítaca, se sabe que lo más valioso es el camino. La obra terminada es cosa que compete a la muerte. El amor en construcción, en cambio, es un impulso vital, una aventura interior tan riesgosa como el alpinismo. Por eso estos dos amantes están sólidamente instalados en mitad de una carretera, es decir, en un punto en que las cosas fluyen, avanzan, se hacen conforme se mueven. Este punto es el que importa, no el destino…

Ahora bien, los amantes nos miran de frente. Dándole la espalda a una perspectiva que bien puede simbolizar el futuro, es decir, la historia que se viene. ¿Será el amor entonces una experiencia alienante que nos separa de los eventos del mundo? ¿O un impulso poético de eternidad que niega, al menos por momentos, ese flujo histórico que todo lo erosiona y destruye? Es ambas cosas, quizá.

Me gusta sobre todo el latido de esta foto. Nada está congelado, nada se concibe como cosa última y definitiva. Ni siquiera los gestos. Mira al hombre: su sonrisa no es completa, es una finta, un amago. Mírala a ella: su atrevimiento mengua en una paradójica timidez. La misma perspectiva se hace borrosa en la distancia, como si no estuviera segura de sí.

En esta foto, el amor, como la historia, tiembla.

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Marco Escalante, ensayista peruano radicado en Chicago. Autor de Malabarismos del tedio (Editorial 7Vientos).

Imagen de Josef Koudelka, 1967.