Argentina-Estados Unidos

                                                                                      Me aparto de las escuelas y de las sectas, 

                                                                                     las dejo atrás; me sirvieron, no las olvido;

soy puerto para el bien y para el mal, 

hablo sin cuidarme de riesgos,

naturaleza sin freno con elemental energía.

Walt Whitman

Ella leía a Walt Whitman y hablaba del arte de hacer el amor. Pintaba mujeres amamantando niños y hombrecitos de manos grandes. Hablaba de política, de cine, de arte. Seducía con la mirada y con la sonrisa siempre amplia. Cautivaba con la palabra a jóvenes y viejas. Para nosotras ella era un ejemplo; para los carceleros, blanco perfecto.

Una noche abrieron la puerta de su celda y la sacaron a la rastra. Le amarraron las manos, le vendaron los ojos y se la llevaron junto a otras con rumbo desconocido. Gritó su nombre y dijo que las secuestraban. Desde las celdas respondimos y nos solidarizamos con ellas. Armamos una gritería y al instante organizamos un jarreo.

Nunca supimos qué había sido de ellas, aunque por defender sus vidas hicimos huelga de hambre. 

A los meses, una noche la trajeron. Abrieron la puerta de la celda y la entraron sin decir una palabra. Tenía en el rostro las marcas del dolor, pero no había perdido la sonrisa. Tocaba y miraba a las otras con nerviosismo.  Habló y habló del campo clandestino y de los torturados. Contó sus miedos y compartió angustias. Lloró a moco tendido y las otras también lloraron.

Muy pronto volvió a ser la de antes, la que convocaba oyentes en los recreos, la que cautivaba con la magia de las palabras. Su presencia cambió el ritmo de la celda. Del silencio se pasó a las charlas interminables, a los debates políticos y literarios.

Una vez se enamoró perdidamente de otra y regaló besos, caricias y abrazos clandestinos. Hubo sospechas y rumores. El caso se discutió entre las dirigentes y se decidió someterla a juicio revolucionario. La bajaron de categoría y la mandaron a cumplir tarea de base para purgar la culpa. Sin entender, ella aceptó la medida. Me lo confesó un día, y aunque yo siempre acaté muy fielmente las resoluciones de mis compañeras, aquella vez estuve de su parte, pero guardé silencio.


Después de cinco años salió en libertad. Yo no sé si salí antes o después que ella. Desde diferentes países nos comunicamos a través de largas cartas, pero nunca hablamos de nuestras historias prohibidas. Aún siento que tengo una deuda, una larga charla pendiente con ella.

Puntualidad del instante

Amo la puntualidad del instante 

en que la vida y la muerte

se baten a duelo

el momento exacto en que el sol

hiende en la tierra 

su más certero rayo

y el pájaro ensaya su último aleteo

amo el minuto preciso en que

cabeza y corazón apuntan la mirada

y disparan el acto

que trasciende el miedo.

A su imagen y semejanza

Le debo la vida y entre otras cosas 

no menos importantes

también le debo

esta repulsión visceral por la injusticia, 

la  que sojuzga a mujeres y hombres

como la que priva al pájaro de su cielo.

Este obstinado rechazo por el uniformado 

y su falsa bravura 

la que le otorgan arma y charreteras.

Este afán paciente  

por alcanzar nubes y sueños.  

Este abrir los ojos al alba,

saludar el día, encender la radio,

para esculcar los recuerdos,

mirarlos, acariciarlos, 

aunque laceren y duelan.

Este llorar en silencio a solas

cuando el dolor cala sin tregua  

y no deja resquicio a la alegría.

Todo le debo entre otras cosas 

no menos importantes

además de la . 

Herminio Alberti León, fotógrafo artístico merecedor de reconocimientos nacionales e internacionales.