Uno de los objetivos de la ENIA, contemplados en el HUB de Talento Humano e Innovación #YoSoyFuturoRD, es el de “desarrollar la fuerza laboral […] con miras a escalar regionalmente y promover la exportación industrial 4.0 por toda Latinoamérica”. Para lograr estos objetivos, se establece que uno de los requisitos es la conformación de laboratorios y centros de capacitación para promover el crecimiento económico y la creación de empleo. Sin embargo, este objetivo debe enfrentarse a una preocupación completamente legítima: ¿Podrían las IA, como los transformadores preentrenados generativos (GPT, por sus siglas en inglés), impactar negativamente el mercado laboral y, con ello, la economía? ¿Implican las IA un riesgo en relación con el desplazamiento o reemplazo de la fuerza de trabajo humana y, por ende, repercuten en el incremento de la tasa de desempleo? No creo que sea así. Permítaseme argumentar en favor de esta respuesta negativa a partir de una actitud optimista frente a las IA.

La historia de la humanidad se ha escrito, entre otras cosas, en función de la satisfacción de sus necesidades, tanto prácticas como teóricas, y el universo laboral, compuesto por profesiones, ocupaciones y oficios, ha sido parte integral de esta historia. Es innegable que el surgimiento de la tecnología ha evidenciado que ciertas tareas y labores, que antes demandaban una considerable inversión de tiempo, esfuerzo y recursos, ahora pueden llevarse a cabo de manera óptima y eficiente, reduciendo significativamente la necesidad de la fuerza humana. Sin embargo, lejos de ser esto un obstáculo para la generación de empleo, podemos interpretarlo como una oportunidad para pensar en nuevas necesidades y, con ellas, en nuevas esferas de desempeño laboral. La emergencia de la tecnología y el desarrollo de la IA nos brindarán la oportunidad de concebir nuevas “fuerzas” laborales o, en otros términos, nos pondrán frente a la innovación del mercado laboral. Un ejemplo de ello es cómo, con la creación de los ordenadores o computadoras, surgió una profesión novedosa como la informática, y junto con ella, florecieron nuevas posibilidades laborales representadas en lo que hacen programadores, desarrolladores y diseñadores digitales, entre muchas otros. Además, es importante tener en cuenta cómo estos avances han alimentado la producción laboral y académica de investigadores de las ciencias naturales y las humanidades digitales.

Cada forma innovadora de entender el trabajo implica una manera distinta de relacionarse con el mundo, lo que a su vez genera una perspectiva diferente para pensar ese mundo. Es innegable que el periodo de transición desde las formas tradicionales de ejercer el trabajo hacia aquellas más vanguardistas, que requerirán de la inteligencia humana y artificial, conllevará la obsolescencia de ciertos dominios laborales y, con ello, la pérdida de algunos empleos. Sin embargo, mantener una actitud optimista nos permitirá imaginar cómo las IA impulsarán esferas de trabajo inéditas y darán lugar a mosaicos de experiencias originales, medios de producción innovadores y, sobre todo, a formas renovadas de relacionarse con el mundo y de concebirlo.

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Carlos Garzón-Rodríguez. Ph.D en Filosofía por la Universidad Nacional de Colombia. Profesor del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia (Medellín, Colombia). Miembro del grupo de Investigación Conocimiento, Filosofía, Ciencia, Historia y Sociedad.