Las ovejas son en el mundo al revés las nubes que contemplan las estrellas cuando se tienden boca abajo en su oscuro patio. Para nosotros las ovejas son de día, un dios hechizado de mansedumbre y de noche, se convierten en preguntas, en dientes y pendientes que nos muerden las uñas y andan a sus anchas en los patios del insomnio. Contar ovejas es un conjuro contra la tiroides de un demonio. Por eso las mañanas nos animan a sacarle punta a los lápices, a que vuelva la dentadura a la boca y llevar el rebaño de ovejas al manso corral de la rutina. Pero vuelve la noche y las ovejas me miran con sus ojos mansos y redondos y preguntan: ¿Por qué veo en tus manos las manos de tu padre muerto? ¿Quién duerme en el espacio vacío de tu cama?
¿Cómo duele un equinoccio en la costilla? ¿Retoñará, alguna vez, un fruto de las palabras que plantaste como un árbol imposible? ¿Por qué sueñas con relojes de arena, si todo se va haciendo polvo?
Hasta que descubrí los cisnes negros y en lugar de las nubes vi el inmenso lago del cielo y cada cisne con su hermoso cuello de pregunta infinita me abrazaba extendiendo las alas. Los cisnes negros son en el mundo al revés, las estrellas que las nubes contemplan cuando se pasean por los lagos. Para nosotros un cisne negro es un manso ángel que no interroga, ni responde: en silencio y junto a ellos, somos nosotros la pregunta y te deja soñar con relojes de polvo, con el polvo que va quedando de tus días.
DRESS CODE
Este no es el jardín del paraíso,
hay que llevar ventanas en el pecho
para que pasen libres los disparos.
Disfrazarse de puerta abierta o muro.
Guardarse el corazón en el bolsillo
y despistar esa bala perdida.
Esconderse en las páginas de un libro,
detrás de la palabra, y memorizar el ojo
que se acomoda, se entrecierra y guiña.
Pedir prestado un sombrero de copa
y así burlar la muerte prematura.
Vestir la cola de un pavo real
y no mirar la bala que te sigue…
Y solo desnudarse
en el metro cuadrado de la ducha.
LOS POETAS POLACOS
De alguna forma la intimidad del agua disolvió la actitud en fuga del camino. Los senderos se multiplican como un vaso de agua estrellado contra la noche. Los poetas polacos se acomodan y brillan contiguos a La Cruz del Sur. De alguna forma la intimidad del agua disolvió la actitud en fuga del camino. Cracovia tiene ahora una avenida asegurada a mi pecho. Todos los barcos de Danzig navegan hasta mi muelle. La inercia es una abeja que dejó de zumbar en el horizonte. Cada llave abierta me repite un verso de Różewicz: La más tangible descripción del pan es una descripción del hambre. El error fue no girar el mapa. Darle al norte un sueño con nombre propio. Herbert descubrió el engaño, vivimos dentro de un armario y las polillas son, en verdad, los cometas que nos sobrevuelan. Ahora un cisne negro ocupa el lugar del cancerbero y aconseja: nunca un disparo atravesó un poema de Szymborska. La poesía es más de fiar que un chaleco antibalas. También lo es más que cualquier sendero. Por ella se hace posible volver a casa. A salvo. Todos los caminos ahora son de regreso.
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Rolando Kattan (Tegucigalpa, Honduras, 1979) es poeta, gestor cultural, miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua y miembro de número de la Academia Hondureña de la Lengua. Ha publicado nueve libros, el más reciente Los cisnes negros (2021), XX Premio Casa de América de Poesía Americana.