Ludwig Van Beethoven confesó una vez: “no sé qué es la música”.   Un reconocimiento, dicen muchos, al misterio esencial de un arte que parece abarcar todo, no se parece a nada, pero   siempre asombra.   Cuando hablamos el lenguaje de la música hablamos metafóricamente, porque no es un lenguaje verdadero. Sin embargo, la música nos mueve, eso es un hecho indiscutible. 

Aunque los sentimientos de un compositor alimentan su inspiración, su música al final no necesariamente contiene sus emociones, pero sí cataliza los pensamientos y emociones del oyente.  No hay manera de descifrar el enigma de la emoción y del embrujo que la música produce en muchos de nosotros.  

Puede definirse la música como “el arte de la organización de los sonidos“: la música es algo que la gente hace por la gente.

Las obras musicales perdurables no solo reflejan a sus compositores y su época, sino que tienen la capacidad de reflejar a muchos pueblos y muchas épocas. Si bien todo tipo de música está destinada a ser escuchada y recreada en nuevas interpretaciones, no toda crece en su significado, y permanece a través del tiempo, convirtiéndose en parte de nuestras vidas y nuestra cultura, para representar lo mejor que hemos hecho. En las sociedades tanto occidentales como orientales, estas cualidades definen un cuerpo de música que se denomina “clásico”.

Vamos a hacer un recorrido breve por los diferentes períodos musicales clásicos,  

Antes del 1700

La música se remonta a nuestros primeros ancestros, pero nuestro conocimiento práctico comienza hace mil años, cuando se empezó a escribir. El desarrollo fue lento al principio: el canto llano de una sola línea se convirtió ​​​​en la polifonía donde varias voces intervienen. La música vive el espíritu de los tiempos. Durante el renacimiento, que trajo un florecimiento en la ciencia y las artes y que transformó Europa después de mediados del siglo XV,  vemos  la primera intimidad con el espíritu moderno y con la música y el arte que hoy nos parece familiar.

La música durante el Renacimiento, siglos V y XVI, tiene entre sus representantes más famosos a los compositores Giovanni Da Palestrina, Tomas Luis de Victoria,  Josquin des Prés y Orlando Di Lasso. 

1700 al 1760

El barroco –término tomado de la historia del arte– surge en el siglo XVII con Claudio Monteverdi, cuya ópera Orfeo es considerada la primera ópera de la historia.   Es en este período que surge la orquesta como importante medio instrumental.  

El alto barroco fue la época de Antonio Vivaldi, George Frideric Handel y sobretodo de  Johann Sebastián Bach. La música instrumental era ahora tan importante como lo habían sido los géneros vocales en el Renacimiento y estaba dominada por la suite y sobre todo por el concierto. La ópera se afianzó aún más, especialmente en las numerosas obras de Handel, mientras que la música religiosa alcanzó su apogeo en las cantatas, las misas y las Pasiones de J. S. Bach.

1761 al 1800

La era de la ilustración trajo un nuevo pensamiento a todas las artes en el siglo XVIII. 

En la música marcó el período clásico, cuando la forma, como en la arquitectura de inspiración romana y griega o la época, se hizo tan importante como el contenido. Encontramos géneros tan importantes como la sinfonía y la sonata, que se establecen como pináculos de la abstracción musical, en las obras de compositores como Joseph Haydn y W. A. Mozart y más tarde Beethoven.

1801-1850

A principios del siglo XIX, la pureza clásica fue barrida por las ideas más impulsivas de los románticos. El dinamismo revolucionario de Beethoven dio paso a los verdaderos espíritus románticos: Félix Mendelssohn, Frederic Chopin,  Robert Schumann y Héctor Berlioz, volcaron su ser interior en su música. Italia reforzó su posición como centro de la ópera en las obras de Gioachino Rossini​, Gaetano Donizetti y Vicenzo Bellini.

1851-1900

La música austro-alemana polarizó la segunda mitad del siglo XIX, entre los defensores de Brahms y los seguidores de Wagner, entre la música como música pura y la música como conducto del drama. Los grandes dramas musicales de Wagner personifican este período de alto romanticismo.  Movimientos que destacaban la música de sus pueblos se desarrollaron en lugares como Bohemia (Dvorak, Smetana), Rusia (Borodin, Mussorgsky) y Noruega (Grieg).  Mientras en Italia la tradición operística alcanzó su apogeo en las obras de Verdi.

1901-1950

El ideal romántico fue ampliado por figuras como Gustav Mahler, Richard Strauss, Edward Elgar y Jean Sibelius. Sin embargo, una nueva revolución estaba en marcha. El austriaco Arnold Schönberg llevó el cromatismo wagneriano a su extremo y abandonó por completo la tonalidad, inventando un nuevo método de composición dodecafónica.   Igor Stravinski dejó de lado el romanticismo y arremete con la violencia rítmica de La consagración de la primavera. Las décadas enmarcadas por las dos guerras mundiales vieron cómo el expresionismo dejaba paso a la objetividad y el neoclasicismo, y estilos como el jazz y la canción popular dejaban su impronta.

En la próxima entrega hablaremos de ópera.

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Carmen Rita Malagón dirigió la Fundación Sinfonía.