La estrofa final de la canción Both Sides of the Blade, interpretada por el grupo Tindersticks, evoca los riesgos que acarrea la indecisión de un amor compartido por más de dos convidados: And I heed that song/ Of throe or love/ And I’m falling down both sides (…) To understand, the choices made… I am sliding down both sides/ Of the blade. En efecto, estas palabras resumen la narración del trance experimentado por quienes han sido atrapados entre ambos lados de la navaja, circunstancia que en este contexto hace referencia al peligro, al suplicio provocado por el amor escindido. No sorprende, pues, que la aclamada directora francesa Claire Denis haya escogido esta pieza musical para completar la banda sonora de su última película. Su profundo simbolismo dentro de la propuesta temática del filme (premiado en la Berlinale versión 2022), motivó que el título inicial “Con amor y furia” fuese sustituido por “Ambos lados de la navaja” [mi traducción].

La cinta, impecablemente protagonizada por tres de los más importantes actores franceses contemporáneos, Juliette Binoche (Sara), Gregoire Colin (François), y Vincent Lindon (Jean), nos revela la tormenta emocional padecida por aquellos que se encuentran en las garras del amor tripartita. En este caso, una mujer que ama a dos hombres, su expareja y la actual –ambos grandes amigos entre sí, y quienes sufren a causa de ello–, se consume entre el fuego de la pasión y el dolor del amor. Porque hay dolor, no quepa duda, en semejante campo de batalla, uno en el que por un lado la razón tira de las víctimas conscientes de la imposibilidad de su compartición, y por el otro, ellas son consumidas por la incandescencia del sentimiento cegador que les conducirá indefectiblemente a la amargura.     

Cabe aclarar que los neurocientíficos han establecido desde hace mucho que el dolor del (des)amor es de naturaleza emocional e igualmente física; que traspasa el simbolismo atado a dicha palabra en el contexto metafórico, en tanto que las fibras nerviosas cerebrales a cargo de la percepción de las sensaciones álgidas son compartidas por áreas relacionadas al amor romántico. Es dolor físico pues, lo que la pareja Binoche-Lindon expresa durante una de las más impactantes escenas de esta película: la secuencia en la que Sara y Jean discuten acaloradamente los pormenores del descubrimiento de un tercero en sus vidas, del comensal que ha trastocado la que parecía ser una hermosa historia conyugal. 

Más que narrar los accidentes del desamor moderno, sin embargo, a nuestro ver esta cinta devela una cautivante propuesta en la que la libertad (de elección) y la libertad de amar a que ella conlleva parecería ser quizás la forma superior de dicho sentimiento. Enunciado de otro modo, el personaje de Sara es capaz de elegir la relación que desea únicamente bajo la premisa de que los amados así lo permitan, justamente lo que hará François convencido de que continuará amándola igual aún ella logre la felicidad en los brazos de su “contrincante”. 

Desde Kierkegaard a Fromm, y desde Simone de Beauvoir hasta Jean-Luc Nancy, han sido muchos los escritores y pensadores preocupados por los avatares del amor y las emociones que este provoca. El primero insistió en recordarnos que, en tal contexto, reafirmarse como sujeto es dejar de existir en función de los demás, del otro a quien se ama. Lo contrario equivaldría al autoengaño, espantosa acción que, a su modo de ver, implicaría nuestra propia exclusión. El francés Nancy, por su parte, contextualizó al amor en lo infinito, ya que a su ver el amor no termina nunca de ser o de hacerse; porque es de no terminar que se nutre. 

Ha sido el poeta Premio Nobel Octavio Paz uno de los autores contemporáneos que con mayor lirismo abordará el tema que nos ocupa en sendos ensayos: El camino de la pasión: Ramón López Velarde, y La llama doble: erotismo y amor. En aquellos hermosísimos textos hizo de sus propias experiencias sentimentales material de perfil poético-ensayístico encarando con inusitada destreza literaria el devenir del amor y la libertad atrapados en las garras de la pasión. La misma que Proust inyectó a la multifacética Odette, como ha establecido Guillermo Sheridan en un ensayo de su autoría digno de estudio. 

Hoy, época en la que la inmediatez posmoderna hace líquido casi todo aquello que toca, tiempos en los que han sufrido sacudidas las fronteras, los sistemas de gobierno, la estabilidad medioambiental, y la salud global, el amor adquiere connotaciones particulares merecedoras de análisis más allá de las lucubraciones vertidas en estos párrafos. Cabe preguntarse, sin embargo, si acaso es posible “estudiar” el sentimiento amoroso; si quizás, por el contrario, no valdría más la pena abrazarle en todas sus expresiones tal cual; asumirle en las múltiples formas como los seres humanos lo hemos cultivado a través de nuestra historia y en todas las civilizaciones. Defendiéndole, eso sí, de cuanta amenaza intentase opacarle.   

Colofón. Afirmaba Paz que la historia del amor es inseparable de la historia de la libertad de la mujer, y que, en tanto deseo de posesión, es también desprendimiento; porque no quepa duda, a su juicio “el otro siempre se nos escapa”. Así, el mexicano asumirá al amor como apuesta insensata por la libertad, no la del uno, sino la ajena, pensamiento que dejará estampado para la eternidad en una imperecedera frase suya: Preveo un hombre —sol y una mujer —luna, el uno libre de su poder, la otra libre de su esclavitud, y amores implacables rayando el espacio negro.

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Jochy Herrera es ensayista y cardiólogo; autor de Pentimentos. Apuntes sobre arte y literatura (Ediciones Cielonaranja 2021).