Desde sus orígenes más remotos, en la antigüedad griega pre-clásica y clásica, y como madre de la filosofía, y por ende, de todos los demás saberes y disciplinas de la creación, la imaginación y el intelecto humano, surgidos posteriormente, la poesía, nacida del asombro, ha sido la compañera de las fantasías, los sueños y los anhelos del hombre, en la historia de la cultura y la civilización. Asimismo, la poesía ha sido y es, un arma espiritual y un instrumento verbal, depositaria de conocimientos, ideas y metáforas, elementos y recursos que le han permitido al hombre alcanzar un lugar estelar en el tiempo y en la historia. 

Como expresión del lenguaje y del arte, la poesía deviene en representación literaria del sistema de las Bellas Artes. Como tal, la poesía es la suprema aspiración de la síntesis del mundo verbal: de tribus, familias, pueblos y civilizaciones, en la historia de la cultura humana.  La esencia de la poesía reside, en consecuencia, en la comunión entre la naturaleza y el hombre, las palabras y los árboles, los sonidos y las plantas, el agua y el viento, los pájaros y el aire, la realidad y el sueño. Quien escribe poesía pues crea mundos y recrea la confraternidad cósmica, es decir, la hermandad entre los hombres con la tierra. Ese vínculo entrañable nos hace hacer conciencia del lugar de la poesía en el tiempo, en el mundo y en la historia. De ese parentesco o conciliación con su entorno nace su diálogo con el tiempo y las palabras, que es su forma de expresión. 

Así pues, el poeta recoge las voces de la tradición y los ecos fundacionales de la sensibilidad letrada y heredada, que conforma una estirpe literaria, y de cuyos latidos nos nutrimos.  Los poetas buscamos, en efecto, la huella escrita y sonora, en que se sintetiza su yo con la memoria, usando el supremo recurso de la imaginación únicamente humana: ese don, esa facultad que le permite asociar, metaforizar y jugar con la inteligencia y el pensamiento. Esa es su clave y ese es su secreto. Su virtud y su magia; su misterio y su gracia. En efecto, el poeta habita la palabra con la que canta e interpreta el lenguaje del mundo. Nombra a las cosas, como un dios verbal, por su reflejo, su luz y su representación, no por lo que son en sí mismas, en un acto de las palabras y en su acción expresiva. 

Así que, hacer este recital con poetas nacionales, con poemas alusivos a la naturaleza, es decir, a jardines, bosques, plantas, aves, pájaros y flores, en este pulmón citadino al aire libre, y haciendo paradas para que nos oigamos a nosotros mismos, es un elogio y una celebración a la naturaleza. Constituye un gesto de cortesía y un homenaje a nuestra madre nutricia, cada vez más amenazada por la mano depredadora del hombre en todo el planeta, cuya acción ha producido trastornos en la atmósfera y en la capa de ozono. También, un impacto negativo en el calentamiento global, en el clima y sus consiguientes efectos, expresados en descomunales incendios forestales, desastrosas inundaciones y poderosos huracanes, en épocas inusuales.        

Este festival se hará cada año en el mes diciembre, en ocasión de la Navidad y en el marco conmemorativo del fallecimiento del poeta y cuentista René del Risco, cuya Fundación, que lleva su nombre, auspicia este evento poético. 

Con este recital lírico anual perseguimos despertar el amor, el aprecio y la defensa del medio ambiente, el ecosistema, los recursos forestales, el cultivo del arte de la jardinería, la meditación, la caminata, la relajación, la meditación espiritual y la valoración de nuestros “pulmones naturales” de la ciudad capital, como son estos parques ecológicos, como prácticas necesarias y urgentes de resiliencia, autoconocimiento y sanación.  Es decir, para poner a dialogar, en hermandad sana –como pedían los antiguos griegos–, el cuerpo y la mente, y estimular la solidaridad y la unidad entre los cultores de la poesía, y contribuir así al desarrollo de un pensamiento ecológico.

Se trata de un festival de la palabra y de carácter citadino, pues se ha realizado en un oasis de la gran urbe metropolitana, es decir, en este Jardín Botánico, que constituye parte de nuestro patrimonio material y medioambiental, espacio ideal para conjurar el ruido, la premura, la ansiedad, la agitación del tránsito y el estrés, y promover, en cambio, la salud espiritual y la paz interior. Además, con la finalidad de integrar a nuestras vidas diarias, a nuestra cotidianidad y a nuestro entorno, la práctica de la caminata en libertad, para así contribuir a la búsqueda y preservación de la salud física y mental, y fomentar la ciudadanía y el espíritu urbano. Con este evento perseguimos aunar poesía y naturaleza, ciudadanía y entorno medioambiental, para hacer de la poesía un canto de paz, equilibrio ecológico, libertad y armonía con el espacio urbano natural, y como antídoto contra el estrés de la vida moderna. 

Estas palabras son un manifiesto de los poetas dominicanos. Representa un clamor y un grito, desde la espesura y la frescura del Jardín Botánico doctor Rafael María Moscoso, este Parque Nacional que nos ofrece el esparcimiento vital para pedir la solidaridad internacional, la hermandad entre las naciones y la unidad del mundo, en aras de alcanzar la paz mundial, amenazada y agredida con la guerra de Ucrania y el recrudecimiento pendular y cíclico del conflicto entre Israel y Palestina. Se trata de dos centros neurálgicos que constituyen una vergüenza para la civilización y la modernidad. Representan una llaga en la historia del presente y del pasado, en el que miles de hombres y mujeres, niños y niñas, soldados y civiles han perdido sus vidas, víctimas de indiscriminados e inmisericordes bombardeos contra la población inocente y contra objetivos no militares, como hospitales, edificios, albergues, clínicas y escuelas. En estos ataques bélicos han fallecido, incluso, poetas, artistas, intelectuales y escritores, a cuyos familiares les extendemos nuestro abrazo, nuestra solidaridad y nuestra admiración, desde aquí, desde este boscoso, apacible y fresco jardín.

Desde Santo Domingo, tierra de libertad, democracia y paz, donde Fray Antón de Montesinos lanzó su histórico sermón como grito de justicia, en defensa de los derechos de los indígenas, durante la conquista y la colonización del Nuevo Mundo; nosotros, hoy, los poetas dominicanos, lanzamos también nuestro clamor contra la guerra, los abusos y los genocidios de las potencias militares y políticas contra víctimas inocentes.

Abogamos pues por el cese de los conflictos armados, que amenazan el orden mundial y que han puesto nuevamente en vilo al mundo con otra conflagración bélica, y aun con la posibilidad de la desaparición de la vida humana sobre el planeta. Si de algo sirve la poesía es que tiene poder moral y estético. Su canto y su aliento, épico o lírico, son capaces de estremecer el mundo y darles lecciones de amor, cordura y sensatez a los líderes mundiales, en cuyas manos y en cuyas mentes están detener el horror y los ríos de sangre, que corren por las tierras de Europa y el Medio Oriente. Por regiones que fueron cunas, paradójicamente, de la escritura, las religiones, las lenguas y las civilizaciones, que, en vez de darnos lecciones de sabiduría y entendimiento, nos dan lecciones de egoísmo, violencia y guerra.

Dado en el Jardín Botánico Nacional, Santo Domingo, capital de la República Dominicana, a los 16 días del mes de diciembre de 2023.

Firmado:

Soledad Álvarez

Valentín Amaro 

Isis Aquino

Víctor Bidó

Luis Carvajal 

Marivell Contreras 

Plinio Chahín

José Enrique Delmonte Soñé 

Claribel Díaz

Rafael Nino Feliz

Natacha Feliz Franco 

Aquiles Julián 

José Rafael Lantigua

Osiris Madera

José Mármol

Josanny Moní 

Mateo Morrison

Pablo Jorge Mustonen

Lery Laura Piña

Bileysi Reyes

Sabrina Román 

Carmen Sánchez

Alejandro Santana

Rosa Santos

José Sirís

Alexei Tellerías

Jennet Tineo 

Lissette Vega de Purcell