La Inteligencia Artificial se ha colado en el mundo actual sin remedio. Nuestras vidas se ven cada vez más acorraladas (¿o debemos decir liberadas?) por ella. Pues se nos presenta con la promesa de solucionar muchos problemas que exigían anteriormente mucho esfuerzo a una inteligencia humana, es decir, no artificial. Y lo hacen. Y seguirá mejorando, seguirá ofreciéndonos respuestas cada vez más precisas a las preguntas y a los problemas técnicos diarios, simples o complejos. 

La técnica en general ha acelerado el decurso “artificial” del mundo. Pero no siempre parece claro y evidente el sentido de este decurso. El siglo pasado dejó bien a la vista que el progreso técnico no conlleva necesariamente un avance en el plano de la justicia, la dignidad, la emancipación o como queramos llamarlo, es decir, que puede acarrear mucha destrucción, como analizaron Horkheimer y Adorno en su conocida obra Dialéctica de la Ilustración. Husserl, en su conocida obra última La crisis de las ciencias, achaca este alejamiento de la ciencia con respecto a dichos valores a su olvido de la “Lebenswelt”, “el mundo de la vida”. La ciencia habría olvidado que está al servicio de la vida y no al revés. Por ello ha obligado a la vida a ponerse a su servicio. Tampoco la filosofía habría sabido establecer puentes entre vida y ciencia. Esto habría llevado a “dominar” el mundo en sentido negativo, es decir, a considerarlo al servicio del ser humano, olvidando que el ser humano es parte del mundo. Horkheimer lo formula así: “El progreso amenaza con destruir el objetivo que estaba llamado a realizar: la idea del ser humano”.

Horkheimer hablaba de una razón instrumental frente a una razón crítica. La crítica es la reducción de toda razón a meramente instrumental, olvidando el aspecto crítico.

La IA y el ChatGPT han apretado el acelerador. Pero tanto más este desafío debe alertarnos sobre el sentido y los límites de esta revolución. No soy experto en ello y por ello sólo puedo atreverme a expresar algunas dudas y reparos que me asaltan ante este desafío. 

“La verdad es un tejido de interpretaciones y no una suma de datos”, decía el recién fallecido filósofo Vattimo. La pregunta es si la IA es capaz de darnos una visión global de las cuestiones humanas. Cuanto más refinemos los instrumentos, más complicado se nos hace responder a dichas cuestiones, pero quizás también más nos acerquemos a su solución. Ello evidentemente sólo ocurrirá si somos capaces de entenderlo desde dentro, esfuerzo que la filosofía muchas veces ha escamoteado. Hay que entender primero. Y esto no se nos antoja fácil.

Si antaño fueron los árabes y judíos los que llevaron adelante el papel de desarrollar la ciencia, mientras Europa se entretenía en fundar conventos y teólogos inútiles, con la Ilustración y el Renacimiento se volvieron las tornas. Europa desarrolló las ciencias, mientras los países árabes se encerraban cada vez más en una irracional espiral de dogmatismo religioso. El “dominad la tierra” sólo puede entenderse como un llamado a la razón y a la ciencia. La Ilustración no tiene vuelta atrás. 

La IA aparece en un momento en que la humanidad vive sumida en un pozo de duda ante el futuro. La experiencia de la reciente pandemia nos ha dejado un poso de incertidumbre y desconfianza en la capacidad humana de hacer frente a los desafíos que se nos acercan. Esta desconfianza se refuerza a la vista de la manipulación de las informaciones e intenciones de quienes ostentan el verdadero poder. 

¿Cuál sería el camino? Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio. Contigo porque me matas, sin ti porque yo me muero, dicen una célebre poesía. Debemos seguir muy atentos a la evolución de la IA y aprender a aprovechar sus grandes ventajas, pero al mismo tiempo agudizar el sentido crítico para separar el trigo de la paja. Y esto sólo se consigue con un análisis agudo y un cuestionamiento del sentido de lo que se nos ofrece.  

Que la vida es siempre concreta es una perogrullada. Pero que esa concreción se halla siempre inmersa en estructuras que la sobrepasan es también evidente. La vida podría entenderse como un continuo ir y venir de lo individual a lo global. Al ChatGPT podemos considerarlo como un instrumento al servicio de la realización de la vida, es decir, de su desarrollo, entendiendo siempre este desarrollo como algo que lleva a esta vida inmediata a su desarrollo más allá de sí misma. La filosofía desde Platón ha buscado sacar al ser humano de la caverna y hacerle ver el mundo real. Quedarse en la caverna no ayuda a avanzar, pero un imprudente salto al vacío, sin precauciones, conlleva peligros que sólo la prudencia, diría Aristóteles, puede superar. Ulises tomó precauciones ante la tentación de las sirenas y eso le permitió salir airoso. Pero quiso oír su canto para “saber”. Saber, pero no sucumbir. Ese es el desafío. Esa es la tarea. 

Permítanme un momento volver a Kant, el cual reivindica un papel central en la filosofía para el concepto de la imaginación (Einbildungskraft). Si uno busca el término Einbildungskraft, Kirchner y Michaëlis lo remiten a “fantasía” (Kirchner y Michaëlis, 1907, 166). Y la fantasía se define en el texto de Kirchner y Michaëlis de la siguiente manera, siguiendo a Kant: “[P]hantasia (griego phantasia = representación, apariencia, imaginación) o imaginación es la capacidad de nuestra mente para reproducir puntos de vista de manera libre, para conectarlos aperceptivamente con ideas y de acuerdo con un determinado plan” (Kirchner y Michaëlis, 1907, 166). Su área de influencia es universal, es decir, todas las áreas están bajo su poder, incluidas las de la ciencia y la filosofía: 

“Su influencia se puede rastrear en el área física, fisiológica, lógica, estética y ética. Su poder es creativo en todas estas áreas, (…) la ciencia también está bajo su influencia; y la filosofía, en la medida en que es creativa y construye una cosmovisión, la necesita. Ningún sistema importante se ha creado sin la imaginación y no se ha realizado ningún invento importante sin ella. La imaginación es, por tanto, un poder del alma, precisamente aquello que es capaz de crear, es decir, de producir nuevas realidades, realidades que surgen más allá de las reglas y leyes de la mente humana: es pasiva, está constantemente activa en nosotros y prepara, acompaña y apoya, activamente, la actividad lógica, que forma el modo creativo más oculto del espíritu humano que no puede ser sometido a reglas y leyes” (Kirchner y Michaëlis, 1907, 433-434). 

“La imaginación es más importante que el conocimiento”, le dijo Einstein al periodista George Sylvester Viereck en una entrevista publicada en The Saturday Evening Post en octubre de 1929.  Einstein, en carta a Jost Winteler el 8 de julio de 1901, escribió: “La obediencia ciega a la autoridad es el mayor enemigo de la verdad” (Carta a Jost Winteler, de 8 de julio de 1901, citada en: Roger Highfield y Paul Carter 1993, 79). 

Hegel, maestro de la dialéctica, enseña que lo verdaderamente universal es lo concreto. Debemos aprender, supongo, a utilizar el ChatGPT para apresar lo universal en lo concreto. Lo concreto no es lo que se aleja de lo universal. Al revés, lo más universal es lo más concreto. Porque es lo más real. También el psicoanálisis le ha dado la razón a Hegel. Si no aprendemos esta lección corremos el riesgo de que, de nuevo, sea la vida concreta la que se encuentre acorralada en una nueva maraña de propuestas cuyo sentido no acertamos a descifrar, pero que están condicionando nuestro día a día de un modo dramático. Las nuevas formas de trabajar serán las que dicte la IA. Que esto sea para bien o para mal depende de que seamos capaces de “educarnos” y educar a la juventud para el mundo del futuro, que ya es presente. El reto no es fácil, teniendo en cuenta los signos de los tiempos. El mundo avanza en desigualdad, en barbarie, en sinsentido, en una carrera sin meta clara. Es, al menos, lo que dicen los agoreros de la plaza. Hagamos que no tengan razón. 

Horkheimer decía que la labor de la filosofía es que no desaparezca de la tierra la esperanza. Y lo decía en un momento en que había razones más que suficientes para creer que esa esperanza había desaparecido. Hoy, la filosofía debe enfrentarse a este desafío que supone el ChatGPT de un modo decidido pero crítico. Sabemos que la ley del mercado trata de apropiarse injustamente de nuestra subjetividad, de nuestra vida. No es solución retirarse a los campamentos de invierno y esperar nuevos tiempos más favorables. La nave avanza para todos. El futuro será el que queramos, si somos capaces de ponernos de acuerdo sobre el futuro que queremos y tenemos la energía para realizarlo. 

El único dios que puede salvarnos es el dios de la ilustración crítica. Una cosa está clara: los peligros que pueda acarrear el ChatGPT solo se pueden combatir con una educación explícita que tenga como objetivo comprender las posibilidades, pero también los peligros del mismo. 

La educación debe ser crítica con los valores oficiales de la sociedad. Si la educación solo quiere integrar a la juventud en el sistema, entonces es responsable de la apatía de la juventud. Si quiere ser crítica, entonces tiene que desarrollar una fuerza de oposición en la juventud que le ayude a trabajar activa y creativamente en la sociedad. Para ello es fundamental el papel de la imaginación y la fantasía. Es la única manera de llegar a la sociedad que deseamos. 

Ojalá Hölderlin tenga razón en su famoso poema Patmos (1803), cuando dice: “Donde surge el peligro, crece también lo que nos salva de él (“Wo Gefahr ist, wächst das Rettende auch”).

Bibliografía

Baum, G., (2019). “Peligros de la digitalización: ¡La adaptación no es un argumento!”. En: Tagesspiegel, 11 de diciembre de 2019.

Highfield, R. y Carter, P. (1993). The Private Lives of Albert Einstein. London, Faber & Faber.

Hörderlin, (1978). Patmos. En: Hölderlin Poesía Completa. Edición Bilingüe. Libros Río Nuevo. [Original 1803].

Horkheimer, M. (1947). Eclipse of Reason. Oxford University Press. Traducida al castellano como Crítica de la razón instrumental

Husserl, E. (2008). La crisis de las ciencias europeas y la Fenomenología trascendental. Prometeo Libros, México [Original 1954].

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Xabier Insausti enseña en la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea.