(Palabras introductorias a la Antología Poética IX Semana Internacional de la Poesía Santo Domingo 2020)

Pleno de méritos, pero es poéticamente como el hombre habita esta tierra. 

Hölderlin 

Desde el principio de los tiempos, las artes y la literatura fueron espejo de cuanto acontecía en el entorno de las sociedades humanas. Así, el escritor —Virgilio, Boccaccio, Camus incluidos— siempre reflejó la lucidez del creador sensibilizado por el dolor y el sufrimiento; trátense estos de los provocados por la guerra, o, en nuestro caso, resultado de las devastadoras pestes que anegaron civilizaciones enteras. En este hoy hipermoderno trastocado por un bicho asesino salido de no sabemos dónde, el poeta, atónito, ha viajado desde el silencio de la muerte esparcida por doquier hasta la sacudida que su pluma inquieta le compele a depositar en la página. Ha sido un fiel testigo, no cabe duda, pero, sobre todo, una vez más se ha vestido de protagonista esperanzado. 

Paul Celan fue uno de los primeros en alertar que, ante el momento y el lugar del dolor y el desamparo —la shoah—, la poesía no poetiza; porque el poeta cesa de ser, desaparece para dar paso a un/lo otro a través del cual quiere decir lo espantoso más extremo mediante el silencio, según acotaba Adorno. Las meditaciones de este último desafiaron el pensar y ser filosóficos del pasado siglo cuyos protagonistas fueron sorprendidos por la epifanía del mal y las noches oscuras del nazismo. Más allá de holocaustos e infiernos, sin embargo, el poema insistió en sacralizar la palabra regalando silencios sanadores y voces de aliento cuando del grito y la sacudida se trataba. Otorgando sentido a la magia del símbolo creado por el vate provocado que imagina para hablarnos y arroja luz sobre las tinieblas a fin de alumbrar el camino. 

Para octubre de 2020 corría el primer semestre de una nueva y cuasi apocalíptica era: triunfaba el COVID-19 y con él, la humanidad entera se veía suspendida en una suerte de inercia anestésica en la que vivíamos aturdidos. Súbitamente, la cotidianidad pasó a ser espacio del miedo, dominio de la muerte para ser más justos; las consecuencias del encerramiento trazaron una grieta en la interacción de los habitantes del Planeta, y con ella, la virtualidad se hizo dueña de cada uno de sus actos.

Fue así como los organizadores de la IX Semana Internacional de la Poesía debieron convocar un ágape de la palabra que abandonará el espacio real para celebrar las voces de treinta y tres autores esparcidos por la geografía de 19 naciones en cuatro continentes a golpe de píxeles. ` 

La realidad fingida que internet y las redes sociales nos habían regalado como cuerpos y emociones fragmentadas, de pronto surge revestida de imágenes y alteridades en una virtualidad que ya es necesaria forma de vida peripandémica. Espacio gregario que acoge el sentimiento a distancia y lar facilitador de la expresión metafórica a manos de la poesía; género mayor que ante la urgencia del momento no podía, ni debió hacer otra cosa que acercar(nos). Poesía salvadora frente al temor y la desazón si se quiere, bálsamo que narra todo lo humano y todo lo poderoso del existir contemporáneo. 

Los textos reunidos en este volumen hablan de la fertilidad del escritor enterrado sobre la tierra árida; del poeta que lleva consigo todo lo que hizo y dejó atrás. Ruinas y vestigios de sus sueños que solo hablan en futuro. Hay en estos versos un ansia urgente del encuentro con los orígenes caribeños que yacen desnudos sobre la piedra escrita; de sus historias grabadas sobre una lengua hecha de flor, arena y oro. Lengua apropiada y despojada, lengua de isla, de palma y hambre que se hace agua y patria. En fin, rezos que apuestan a la supervivencia, a pesar de la comida podrida por los apagones, la garra del hambre, la prostitución de los políticos y las desesperanzas que legaremos a nuestros vástagos…

En estas páginas hay afortunados que advierten cómo dejarán de buscar sin haber encontrado a pesar de los a pesares que, como humanos frágiles, nos hacen olvidar cuán poco es aquello que poseemos; otros se confiesan ante sus autorretratos escupiendo razonamientos, dudas, melancolías informales, y otras tantas precariedades escondidas en las zonas oscuras de cualquier lienzo de Caravaggio. Diatribas, en suma, sobre lo que no hacemos para el mejor mañana. 

No faltarán aquellos que respiran el aire de muchachas corriendo tras el canto de los grillos, excitadas y trémulas; quienes, amenazados por buques de medianoche devoradores de yoes perturbados en busca de paz, suplican ser capitán o marinero estibador de sus propias mercancías, una noche más. Tampoco los que incrédulos ante la epopeya del devenir humano, apuestan al vértigo del tiempo en las hojas que caen o la feliz adrenalina de las hojas nuevas; e incluso cuestionadores del diálogo acontecido en las entrañas de los afortunados cuerpos sintientes: el alma y la carne sorprendidas, abiertas al cuerpo que un día mirará de frente y solo una vez a la muerte. 

Ha dicho un vate que todos los libros, este incluido, sencillamente están llenos de palabras como los calendarios de días y los ojos de lágrimas; en el presente volumen, sin embargo, además de fonemas escuchamos el canto de las aves y el eco del ADN mitocondrial de todas las hermanas XX del mundo; el homenaje al poeta ido que sabía de estrellas destinadas a morir antes que él, y la necesaria desconfianza ante un amor que no te despeina. Otros han alertado sobre las andanzas de Dios y los reinos terrenales que pletóricos de accidentes, narran el día a día de rostros desfigurados por la violencia; de senos erguidos y dulces como dos ventanas con luz, y del beso leporino jamás dado. Cicatrices, no faltaba más, para que nunca olvidemos las heridas… 

Parecería, entonces, a nuestro modo de ver, que una vez más el poema lo ha dicho todo armado de la luz sanadora de la conciencia; porque mientras los cielos abiertos mudan el pelaje surcados por la magia y la memoria interestelares de los sueños, el tiempo perfora nuestras vidas en una selva oscura. En el espacio donde la poesía es un arbolito/ que da flores y frutos/ oxígeno al aire/ hogar a los pájaros (…) y leña, mucha leña/ para inflamar/ esta efímera vida. 

Santo Domingo, agosto 2021.

_____

Jochy Herrera es cardiólogo y escritor, autor de Estrictamente corpóreo (Ediciones del Banco Central de la República Dominicana, 2018).