Un país que posee una orquesta sinfónica puede ufanarse de haber puesto “una pica en Flandes”, pues le permite llevar a su población interesada una buena dosis de la gran música del mundo, a la vez que permite conocer de primera mano artística a importantes directores y solistas de aquí y de allá. 

Decía la siempre recordada pianista y crítico musical Aída Bonnelly de Díaz que el público dominicano verdaderamente amante de la música sinfónica no pasaba de mil quinientas personas (sin contar los conciertos gratuitos para escuelas y colegios, así como los ocasionales conciertos multitudinarios en plazas y palacios deportivos), pero esas mil quinientas personas han tenido a través de los años un peso específico memorable, y al día de hoy, bajo la dirección musical del Maestro José Antonio Molina, los conciertos presentados en la Sala Carlos Piantini (Sala Principal) del Teatro Nacional, cuentan con una concurrencia cada vez más entusiasta y deseosa de aplaudir a los mejores músicos de nuestro país, con una distinguida representación de instrumentistas extranjeros radicados en el país desde hace años.

Ahora que se cumplen los primeros ochenta años de la fundación de nuestra principal agrupación musical, resulta una grata tarea repasar el repertorio y la historia de esas ocho décadas.

Comencemos por ofrecer una definición de lo que es una orquesta sinfónica. Entre las muchas definiciones que existen, tanto en libros como en la Internet, me ha impresionado especialmente la que presenta la Orquesta Sinfónica de Jackson (Michigan, EEUU), que paso a citar en una traducción del autor de estas líneas: 

“Una Orquesta Sinfónica es definida como un gran conjunto compuesto por instrumentos de viento, cuerda, metal y percusión, organizado para interpretar música clásica (Nota de EV: aunque cada vez más las orquestas sinfónicas incluyen en sus programas obras populares de valía). Los instrumentos de viento incluyen flauta, oboe, clarinete y fagot. Los instrumentos de cuerda incluyen arpa, violín, viola, violonchelo y contrabajo. Los instrumentos de percusión incluyen timbales, redoblante, bombo, platillo, triángulo, celesta y piano. Los instrumentos de metal están conformados por corno francés, trompeta, trombón y tuba. Las orquestas que usan menos instrumentos (40 músicos o menos) se denominan orquestas de cámara.

Ahora bien, y antes de empezar a comentar sobre el repertorio de nuestra Orquesta Sinfónica Nacional, vale la pena mencionar la diferencia entre una orquesta sinfónica y una orquesta filarmónica. En teoría, las filarmónicas también son sinfónicas, pero no todas las sinfónicas se pueden considerar filarmónicas. Estas últimas surgieron cronológicamente más tarde que las sinfónicas, y solían estar formadas por músicos no profesionales, sino por miembros de sociedades de amantes de la música, sin una formación completa en este campo. Los ejemplos más famosos son la Filarmónica de Viena y la Filarmónica de Berlín, que empezaron en 1842 y 1882, respectivamente. Pero con el paso de los años, se han convertido en las orquestas más profesionales del mundo, y para ingresar a ellas se requieren profundos estudios musicales y muchas pruebas de admisión.

Pero lo más importante de que un país tenga una orquesta sinfónica o filarmónica es que sus conciertos mantienen viva la llama de la historia de la gran música y los acontecimientos que acompañaron la producción de las obras que se interpretan. Quienes asisten a los conciertos, van acumulando en sus cerebros y sus corazones los grandes momentos de la historia de la humanidad, que se mantienen vigentes a través de los siglos. La Orquesta Sinfónica Nacional de República Dominicana no es una excepción, y a pesar de haber tenido algunas épocas mejores que otras, desde finales del siglo XX ha mantenido un nivel de creciente excelencia, tanto en las interpretaciones como en la selección del repertorio.

Cuando se inauguró el Auditorio de Bellas Artes en 1955, los conciertos de la OSN encontraron un hogar que en aquel entonces parecía permanente. Bajo la dirección del Maestro Manuel Simó, los conciertos se presentaban una vez en noches de la semana laboral y luego se repetían el domingo a las 11 de la mañana. Desde entonces, durante la infancia de quien escribe, aprendí a amar la música de los grandes maestros, un tesoro que ha enriquecido mi existencia de muchas maneras, desde lo artístico hasta lo terapéutico. Con la construcción del Teatro Nacional Eduardo Brito, que abrió sus puertas en 1973, la OSN encontró una sala de nivel internacional donde se podía dar cabida a mayores fuerzas sonoras, que permiten interpretar obras grandiosas que en otra sala de menores dimensiones no hubiese sido posible.

Es interesante destacar que, durante gran parte del siglo XX, la radio era el gran apoyo de la Orquesta Sinfónica Nacional, y había diversos programas que nos nutrían y preparaban para un mayor disfrute. Pero ya no es así.

En su valioso libro “La música dominicana. Siglos XIX y XX”, la profesora Bernarda Jorge hace un importante señalamiento sobre este tema: “El curso que ha tomado la programación musical de la radio dominicana es una muestra de cómo medios capaces de contribuir al desarrollo de la cultura musical, al enriquecimiento y valorización del patrimonio musical de la nación, se convierten en una fuente de alienación y distorsión. Si bien el Reglamento para el funcionamiento de la Comisión de Espectáculos Públicos y Radiofonía señala, entre otros aspectos que: ´La radio y la televisión constituyen una actividad de interés público (…) tienen la función social de contribuir al fortalecimiento de la integración nacional y al mejoramiento de la forma de convivencia humana: al través de sus transmisiones se procurará (…) Tratar de elevar el nivel cultural del pueblo y la conservación de la característica nacional, sus costumbres y tradiciones, la pureza del idioma y exaltar los valores de la nacionalidad dominicana´, la realidad es muy diferente”. (p. 270)

Afortunadamente, la estación radial “Raíces” de la fundación Eduardo León Jimenes, ofrece una interesante selección de música clásica en sus conciertos vespertinos, y el canal 4 de la televisión nacional algunos domingos presenta grabaciones de conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional realizados en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional, así como en la Basílica de Higüey. Pero la mayor parte del público nacional tiene otros intereses.

Si este fuera un lugar donde las personas tuvieran oídos para escuchar, corazones para sentir, y alguna medida de comprensión, estas cosas no harían más que producirme risa a carcajadas; pero siendo como son (en lo referente a la música), estoy rodeado de bestias brutales.(Wolfgang Amadeus Mozart, París, 1778)

Luego de este preámbulo, pasemos a analizar brevemente el repertorio de la Orquesta Sinfónica Nacional, que viene a ser como un gran restaurant de alta cocina internacional, cuyo éxito depende en gran parte de los talentosos chefs que la rigen: los directores de orquesta, tanto titulares como invitados.

Hasta la fecha, los directores de la OSN han sido, por orden cronológico:

  • Enrique Casal Chapí
  • Enrique Mejía Arredondo (Subdirector)
  • Abel Eisenberg
  • Roberto Caggiano
  • Manuel Simó
  • Rafael Villanueva
  • Álvaro Manzano
  • Julio De Windt
  • Fernando Geraldes (Director Asociado)
  • Carlos Piantini
  • Dante Cucurullo (Director Asistente)
  • José Antonio Molina
  • Mihnea Ignat (Director Asistente)
  • Thomas Sanderling (Director Invitado Principal)
  • Carlos Andrés Mejía Zuloaga (Director Asistente) 
  • Caonex Peguero Camilo (Director Asistente)
  • Guillermo Mota Curiel (Director Asociado)
  • Santy Rodríguez (Director Residente)

Mis padres empezaron a llevarme a los conciertos de la Sinfónica desde la época en que Manuel Simó era Director Titular, y a partir de aquel entonces no he dejado de asistir a las presentaciones, teniendo además la oportunidad de entablar relación de amistad con todos los directores sucesivos, y todos de una manera u otra han agregado luz a mi vida con sus interpretaciones y comentarios sobre las mismas.

A través de las ocho décadas de su existencia, la Orquesta Sinfónica Nacional ha presentado obras de los siguientes compositores: Johann Sebastian Bach, Joseph Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart, Antonio Vivaldi, Ludwig van Beethoven, Anton Dvorak, Félix Mendelssohn-Bartholdy, Johannes Brahms, Robert Schumann, Johann Strauss, Richard Strauss, Gioacchino Rossini, Peter I. Tchaikovsky, Franz Schubert, Jean Sibelius, Joaquín Turina, Giuseppe Verdi, Igor Stravinsky, Manuel de Falla, Gustav Mahler, Anton Bruckner, Leonard Bernstein, Sergei Prokofev, Carlos Chávez, Dmitri Shostakovich, Francis Poulenc, Alexander Borodin, Richard Wagner, George Gershwin, Franz Liszt, Hector Berlioz, Giacomo Puccini, Sergei Rachmaninoff, Darius Milhaud, Georg Frederick Handel, Antonio Braga, Ernst Bloch, Heitor Villa-Lobos, Maurice Ravel, Gustave Charpentier, Carl Maria von Weber, Georges Bizet, Jacques Offenbach, Aaron Copland, Pablo Luna, Ernesto Lecuona, Ruperto Chapí, Manuel Ponce, Adolf Adam, Franz Gruber, Alberto Ginastera, Nikolai Rimsky-Korsakoff, Edward Elgar, Paul Hindemith, Modest Mussorgsky, Camille Saint-Saëns, Carl Orff, César Franck, Frederic Chopin, Samuel Barber, Claude Debussy, Zoltán Kodály, Pietro Mascagni, Jules Massenet, Umberto Giordano, Edvard Grieg, Erik Satie, Manuel Fernández Caballero, Pablo Sorozábal, Amadeo Vives, Gerónimo Giménez, César Portillo de la Luz,  Astor Piazzola, Joaquín Rodrigo, Dmitri Kabalevsky, Carl Zeller, Franz Léhar, Georges Enescu, Ottorino Respighi, Irving Berlin, Ernesto De Curtis, Bedrich Smetana, Carl Nielsen, Aram Kachaturian, Jean Francaix, Pablo de Sarasate, Leroy Anderson, Emmanuele Chabrier, Béla Bartók, Christoph Ehrenfellner, Jacques Ibert, Charles Gounod, Vincenzo Bellini, Edouard Lalo, John Philip Sousa, Tomaso Albinoni, Henryk Wienawsky, Lars-Erick Larson, Franz von Suppé, Cécile Chaminade, Alexander Arutunian, Reinhold Glière, Vittorio Monti, Giulio Caccini, Alexander Lebedev, Demetrio Ortiz, Cecil Forsyth, George Kleisinger, Giovanni Bottesini, Edoardo di Capua, Gaetano Donizetti, Agustín Lara, Quirino Mendoza Cortés, Pedro Elías Gutiérrez, Arturo Márquez, Jean Francois, Ángel Hernández, Mel Tormé, Occide Jeanty, Maias Al Yamani, y Solhi Al Wadi, entre otros que se escapan a mi humilde investigación.

Los compositores dominicanos también han tenido una importante presencia: Manuel Simó, Julio Alberto Hernández, Luis Mena, Juan Francisco García, François Bahuaud, Salvador Sturla, Juan Lockward, Luis Rivera, Manuel Sánchez Acosta, Aura Marina del Rosario, José Dolores Cerón, Margarita Luna, Bienvenido Bustamante, Rafael Ignacio, Toño Abreu, Ramón Antonio (Papa) Molina, José Antonio Molina, Leyla Pérez, Darwin Aquino, Rafael Campos,  Ana Silfa, Amaury Sánchez, Luis Gómez, José Enrique Espín, Apolinar Bueno, Enrique De Marchena, Ninón Lapeiretta de Brower, Dante Cucurullo, José Luis Reyes, Rafael Solano, Juan Luis Guerra, José Delmonte Peguero, Luis Kalaf, Héctor Martínez Cabruja, Caonex Peguero, Bullumba Landestoy, Darío Estrella, Manuel Tejada, Cuto Estévez, por sólo nombrar los más interpretados.

Como el autor de este artículo tiene aproximadamente sesenta y cinco años asistiendo a conciertos de la OSN, algunos más que otros han quedado grabados de manera indeleble en mi mente y mi corazón: la Novena Sinfonía de Beethoven (con distintos directores y agrupaciones corales), “Carmina Burana” de Orff, “Fantasía Merengue” de J. A. Molina, la Tercera Sinfonía de Bruckner, la Tercera Sinfonía de Saint-Saëns, la Sinfonía de César Franck, los conciertos para piano de Bach, “Noches en los jardines de España” de Manuel de Falla, los conciertos para piano de Beethoven, Mozart y Mendelssohn, el Concierto para la mano izquierda de Ravel,  “Sueño de una noche de verano” de Mendelssohn, los Réquiems de Mozart y Verdi, y muy especialmente la Segunda Sinfonía (“Resurrección”) de Mahler. No puedo dejar de mencionar la serie de conciertos que dirigió en gran músico mexicano Carlos Chávez (1899-1979), donde fueron interpretadas las nueve sinfonías de Beethoven. Guardo también un especial recuerdo de la primera vez que escuché con la Orquesta Sinfónica Nacional la “Danza de los Siete Velos” de la ópera “Salomé” de Richard Strauss. Como también he podido asistir a los ensayos (otro privilegio de tener una orquesta sinfónica en mi ciudad natal), he podido profundizar mi amor por la música, pues esos ensayos vienen a ser como radiografías de las grandes obras.

La función de la música es liberarnos de la tiranía del pensamiento consciente. En primero y último lugares, la música debería sonar bien, debería atraer y encantar el oído. Y ni hablar del significado interior.(Sir Thomas Beecham (1879-1961, Director de Orquesta)

Todos los que hemos asistido regularmente a los conciertos de la OSN nos consideramos muy afortunados de tener estos tesoros al alcance de nuestros oídos. A menudo, algunas personas que no asisten a los conciertos porque prefieren escuchar grabaciones y vídeos de las mejores orquestas del mundo, deben soportarme diciendo el mismo sonsonete: una cosa es escuchar una grabación, por más buena que sea, y otra es percibir la magia de asistir a un concierto en vivo, pues a menudo las expectativas se quedan cortas y escuchamos interpretaciones que nunca se olvidan.

Nuestra Orquesta Sinfónica Nacional es un tesoro, cuyo repertorio ha iluminado muchas almas a través del tiempo. Decía Martha Graham que cuando ella se encontraba en situaciones complicadas y desagradables, recurría a su memoria para revivir en la mente las coreografías que más le gustaban. Lo mismo me ocurre con la música, cuyo recuerdo viene a ser como una plegaria que me centra, ubicándome en un mundo mejor. Es como atravesar el espejo de nuestra cotidianidad para adentrarnos en una dimensión más luminosa y bienaventurada.

La música tiene encantos para calmar un corazón salvaje, para ablandar rocas, o doblegar un roble lleno de nudos. He leído que objetos inanimados se han movido y, como con las almas vivas, han sido conformados por números mágicos y sonidos persuasivos.  (William Congreve, 1670-1729)

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El maestro Eduardo Villanueva fue el primer director del Ballet Clásico Nacional (hoy día Ballet Nacional Dominicano), en 1981 y precursor de la danza contemporánea en el país.

Hilario Olivo es el autor del lienzo de portada. Nació en San Francisco de Macorís, 1959.