Despuntando el 1916, Antonio Gramsci escribió en Turín una nota periodística sobre el año que
recién comenzaba. Con sus veinte y cinco años de entonces, el joven intelectual ya asombraba a
sus lectores con afirmaciones categóricas sobre filosofía, temas culturales y asuntos políticos,
sin dejar de lado cuestiones comunes propias de la vida diaria: futbol, cocaína, personajes
públicos, moral, entre otros… En aquel primero de enero, mientras muchos seguían
felicitándose luego de la Nochevieja, Gramsci publicaba en su columna esta confesión: “Odio
estos días de año-nuevo y de fecha fija que convierten la vida y el espíritu humano en un asunto
comercial, con sus consumos, previsión de gastos e ingresos y su balance entre la vieja y nueva
gestión”.

Más de un siglo después, el fastidio anual de Gramsci sigue vigente para aquellos que se
resisten a caer en las redes mercuriales que ilusoriamente anuncian la llegada de un cambio
motivado por el estreno de un nuevo calendario. Es realmente asombrosa la cantidad de
personas que llegan a suponer la posibilidad de la paralización o alteración de la historia
ocasionada por el simple paso de una hoja mensual a otra.

En realidad, ¿qué es lo que se celebra en estos días? Más que creer en la posibilidad de un
verdadero cambio, lo que parece ocurrir, al menos en algún segmento poblacional, es un deseo
de que las cosas mejoren con el acontecer del tiempo. Sin embargo, tan pronto pasan los
primeros días del año, esas ansias de renovación se esfuman de repente para volver a entrar en
la rutina conformista de una cotidianidad alienante.

Por eso Gramsci exhortaba a evitar ese “disfraz espiritual” que lucimos fugazmente y, en su
lugar, proponía que realizáramos una especie de conversión diaria y permanente:

“Quiero que cada mañana sea para mí año nuevo. Cada día quiero echar cuentas conmigo
mismo, y renovarme cada día… Cada hora de mi vida quisiera que fuera nueva, aunque ligada a
las pasadas. Ningún día de jolgorio en verso obligado, colectivo, repetitivo… Ningún día
previamente establecido para el descanso. Las paradas las escojo yo mismo, para regresar con
más vigor.”

Quizás este pensamiento gramsciano, que rechaza el conformismo para comprometerse con la
libertad y la humanización de la vida, pueda servir de guía para buscar o encontrar horas y días
nuevos en el 2022.

En Plenamar deseamos que la vida no sea siempre rutinaria sino creativa y, por ratos,
asombrosamente nueva.