El diario Granma de Cuba reporta que Tecnoescena
comenzará la distribución gratis de nasobucos.
Nasobuco no está en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,
pero sí podrían encontrarse en Wikipedia referencias a la zoantropía de Nabucodonosor,
quien destruyó el Templo de Jerusalem y armó los Jardines Colgantes de Babilonia.
Un nasobuco es una máscara buconasal,
una especie de bozal antivirus que convierte a ladinos en bozales.
Así comienza el baile de máscaras que nos impide besitos y mordiditas sensuales.
Los mismos podrían ser considerados actos de terrorismo.
Confieso que fui un niño cruel,
ponía cigarros encendidos en bocas de murciélagos,
huéspedes intermedios involuntarios de la debacle que nos amarra la boca.
Me encantaría desbocarme, desembocarme.
Quisiera que la palabra cuarentena fuera sólo un cantar hasta cuarenta,
pero andamos fantasmas con entradas gratis a esta ópera
que es una nueva versión de El ángel exterminador.
Una mujer en Facebook enseñaba cómo hacer mascarillas con papel de cocina y liguitas,
pero si me dedico a la fabricación de esos artefactos orales
voy a poner en peligro la higiene de mi orificio bajo
cuando se me acaben los rollos anales.
Máscaras venecianas, máscaras africanas,
máscaras para implantar doble personalidad a nuestros rostros.
Te conozco mascarita, nasobuco, bozal.
También Freud supo distinguir oralidad de analidad.
Entonces, ¿por qué ha desaparecido el papel sanitario?
Ya no pondré más cigarrillos encendidos en las bocas de los murciélagos.
Quiero desesperadamente volver a los besos, a las mordiditas sensuales,
quiero desbocarme, desembocarme,
quiero que se acabe esta mascarada.

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Jorge García de la Fe (Cardenas, Cuba, 1954) es licenciado y Master en Lengua, Literaturas Hispánicas y Culturas Latinoamericanas de la Universidad Northeastern de Chicago. Su más reciente poemario es Cuerpo que se deja ir (2019).