(En portada: ®Elizabeth Montero. Café. Ilustración digital, medidas variables, 2022, fragmento)
Afirma la cita de María Clara Bernal con que abren los pergaminos del libro Arte y diáspora. 26 artistas de la República Dominicana en España:
La dislocación que trae consigo el
desplazamiento implica ubicarse en
un lugar que necesita ser reinventado a
través del lenguaje y la narrativa.
Y es lo que, con constancia y tenacidad admirables, ejercen los que emigran: esos seres desprendidos –y sin embargo con recias raíces–, esas aves que se vuelven hábiles para armarse más de un nido.
Los dominicanos también nos vamos, venimos. A distintos destinos. Y uno de ellos nos es umbilical: a España, la Madre Patria, que nos legara costumbres, lengua, latinidad, y un porcentaje considerable de lo que somos. Y esa nueva cultura fraguada en las Américas tras el trayecto atlántico y en el Caribe ardiente, la vuelve a mezclar la diáspora dominicana en el mortero ibérico. Es un fenómeno que empieza a desmenuzarse con investigaciones, compilaciones, conferencias, estudios como estos que nos sirven de pilares para construir el dossier del número de julio 2025, “Literatura y Arte de los dominicanos de la diáspora en España”.
Una nota de recensión que redactamos en casa detalla las características editoriales del importantísimo tomo Arte y diáspora. 26 artistas de la República Dominicana en España, publicado este 2025 en dichas tierras, con el auspicio de nuestra Embajada, por la antropóloga domínico-italiana nacida en Madrid Alessandra Galimberti Prince. Para catar sus profundidades, acaso bastaría una ojeada, una pincelada aérea, a ciertos temas de su contenido: disciplinas artísticas; itinerarios formativos; lugares de procedencia; fecha y circunstancias de llegada y permanencia en España; oportunidades de crecimiento; la estigmatización, la exotización y el encantamiento; el desvelo por los papeles; la nostalgia, la dominicanidad y la quimera del retorno; la evocación de la isla; la recreación del patrimonio cultural dominicano; el ojo crítico de la distancia; la extranjería en España; la negritud y la afrodescendencia; la sexualidad femenina y la disidente; educación, inmovilidad socioeconómica y precariedad; emprendimientos, servicios y subvenciones, etc.
Pero no es sino hasta desmenuzar la Introducción al libro –escrita por la propia autora– que los lectores se percatan de la dimensión real de nuestra estela artística en esa parte de la península. ¡Es una estela espesa! Galimberti Prince profundiza también en la especificidad diaspórica de cuatro de esos artistas visuales y, como colofón que perfeccionar el todo, el gestor y escritor dominicano Daniel Tejada, residente en Madrid, desglosa y examina la presencia de la nueva literatura dominicana en España hasta el presente.
Otros materiales extienden la temática de la caribeñidad. Por ejemplo, Juan Manuel Prida Busto ahora nos cede una entrevista de 1994 al gran narrador dominicano Virgilio Díaz Grullón que no se conocía en su totalidad; el novísimo poeta Christian Encarnación nos presenta 40 de sus aforismos; y el escritor e investigador puertorriqueño Elidio La Torre Lagares reseña El libro de las apariencias, con el que su compatriota Juan Carlos Quiñones obtuvo el Premio Nacional de Cuento del Instituto de Cultura Puertorriqueña este mismo año.
Luego tenemos –y aquí reconectamos caribeñidad y diáspora– que Prida Busto escribe acerca de los relatos que componen El Espejo y las 31 Puertas, de Ariosto Antonio D’Meza, y que éste también contribuye con este número con un análisis de contenido de los filmes Muerte en Venecia y Apocalypse Now. Finalmente, como la única regla que se debe seguir es la excepción, les presentamos poemas inéditos de un work in progress del peruano Víctor Coral: he aquí la golondrina que hará el verano.