Desde hace más de una década –lejana ya– he sido testigo de una labor secreta y de cambio constante en la obra de Hilario Olivo (República Dominicana, 1959). Olivo cree que la creación es una aventura: la primera pincelada, el primer trazo, el primer rompimiento con el pasado. Furia de pasado y presente. Aunque es consciente de que en momentos hay que volver al punto de partida. Y más en sus creaciones actuales, cuyo resultado último es su más reciente serie de pinturas, que titula: Entre manchas, un juego de palabras significativas para un artista, que siempre ha reflexionado en torno a la creación.


Tras una dilatada trayectoria artística, que inició en la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo, donde se decantó por la pintura, el dibujo y la gráfica afín a una abstracción-figuración, Olivo ha ido madurando con una cada vez mayor ambición e intuición estética, que me hace recordar unas líneas del poeta San Juan de la Cruz: “Mi emoción nace desinteresada por la imagen, prescinde por entero de la referencia concreta. El espacio, la luz, el ritmo toman forma…”. En este sentido, su trayectoria durante las últimas dos décadas, no sólo se ha enriquecido, sino que su lenguaje plástico se ha diversificado en técnicas y conceptos estéticos.  Aunque nunca ha abandonado su pasión por la pintura, su mundo se ha hecho más reflexivo y complejo.


Contemplativas y de un dinamismo visual que oscila entre la contención formal y esa vibrante energía que aplicaba a la ejecución de cada composición, hoy sabemos que estas pinturas recientes de Hilario Olivo, rigurosamente teñidas de la calidez de gestos creativos y poéticos, tienen una deuda de gratitud con el dibujo. Fue su campo de cultivo incesante a lo largo de toda una vida; el que marcó la distancia entre el que podía haber sido sólo un buen pintor y ese maestro que es en verdad.


Tiene este conjunto de telas una marca de vida y de calma, un aire amable que no es inflexión de postrimerías, sino naturalidad de cauce ya hecho, de torrente que discurre sin obstáculos. Obras que manifiestan, mediante esa especie de condición líquida, el goce de vivir (de existir en el tiempo) y de crear, que traslucen la plena experiencia sensible de las cosas.


Para nuestro artista, los potentes espacios de Picasso en “Las señoritas de Avignon”, son espacios que instan al recogimiento, al silencio, donde el espectador puede entrar en comunicación directa con la obra aislada o sola. El espectador y, por supuesto, el artista, comparten por una vez el espacio “respirable” que la obra genera, la liberadora expresión del silencio. “Le silence –dice el poeta y pintor catalán Albert Râfols-Casamada–, est la nuit de la perole”.


Queda, o mejor sería decir permanece, la impronta de sus construcciones cromáticas, el rastro emocional de las figuras y los gestos, las sombras de esas figuras. Queda, también, la ambigüedad de unas formas que son pensadas y sentidas a la vez, pues en ellas no sólo está recogida su estructura, su esencia: también se halla su aspecto más específico: su estricta inmanencia.
 
Es  otra vez la música
es otra vez
la música la que me llama,
otra vez ese esplendor
casi animal
el que me busca
y conmigo se hace ala
O primera mañana sobre la arena.
 
En este poema titulado “Sobre la arena”, el poeta portugués Eugénio de Andrade juega con el sonido de la música, del espacio y del tiempo. Olivo en su pintura sorprende por sintetizar en un mismo espacio la música, la poesía y el tiempo.  Su discurso estético expresa una vitalidad imaginativa; las amplias superficies de color, líneas y trazos se transforman, como es sabido, en el espacio dramático para la representación formal, para la construcción del significado artístico definidor y definitivo de la obra.  Arte figurativo-abstracto, se afirma, o quizás demasiado transparente: rostros, mujeres, espacio, memoria, tiempo; el color diario se transforma en unas imaginaciones entre figurativas y surreales que hacen rabiosamente actual y en constante evolución la pintura.


En cualquier caso, durante los últimos años, Hilario Olivo ha arribado a lo mejor de su madurez con creaciones que recrean con originalidad su sintonía. Estas imágenes sugieren todo un conjunto de magia. Olivo nos invita, nos muestra y destroza equilibrios, para poner en marcha nuevos mecanismos expresivos. ¿Algo más que un indicio? Sí… y estamos a la espera de redescubrir más allá de Entre manchas

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Miguel Ángel Muñoz (Cuernavaca, Morelos, 1972) es un poeta, historiador y crítico de arte, doctorado en Historia del Arte en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Hilario Olivo es el autor de los lienzos que acompañan este texto. Nació en San Francisco de Macorís, 1959.