La relación de Franz Kafka con el sionismo ha sido objeto de múltiples interpretaciones y debates académicos. No se trató de una adhesión simple ni de un rechazo tajante, sino de una ambivalencia lúcida, marcada por el interés, la simpatía, y al mismo tiempo por la distancia crítica. Kafka se acercó al sionismo a través de su entorno, sus lecturas y sus vínculos personales, pero nunca aceptó sin reservas los postulados de un movimiento que percibía como dogmático y a veces chauvinista. El XI Congreso Sionista de Viena en 1913, al que asistió, fue decisivo en este desencanto: allí percibió un clima de griterío, agitación y burocracia que le resultaron repulsivos. Años después, en su cuento “Chacales y árabes” (1917), proyectó una alegoría del odio hereditario, de la fantasía de pureza y de la dependencia de un redentor externo, anticipando tanto las tensiones del sionismo de su tiempo como su deriva posterior hacia prácticas de exclusión y violencia.
El XI Congreso Sionista de Viena: decepción y distancia crítica
El Congreso Sionista de Viena en 1913 representaba uno de los momentos clave del movimiento fundado por Theodor Herzl. Era un foro de debate sobre el futuro del hogar nacional judío en Palestina, en un contexto marcado por el auge del antisemitismo en Europa. Kafka, invitado por su prometida Felice Bauer, asistió como observador curioso. Su reacción, registrada en cartas a Felice, fue demoledora: habló de un “griterío interminable”, de activistas de “cabezas pequeñas y redondas” y de un ambiente de dogmatismo combativo. El congreso, que pretendía ser un espacio de construcción colectiva, le pareció un espectáculo caótico, más cercano a una feria vociferante que a un proyecto político serio.
Esta decepción es reveladora. Mientras otros intelectuales judíos como Martin Buber buscaban en el sionismo una renovación espiritual, Kafka veía en los congresos una burocracia incapaz de responder a la tragedia judía europea. Su sensibilidad, agudamente perceptiva a los peligros del poder organizado y de los discursos nacionalistas, lo llevó a desconfiar de un movimiento que, en su faceta militante, exaltaba la violencia heroica y proyectaba fantasías de pureza. En sus diarios ya había criticado a los estudiantes sionistas que “siempre tenían a los Macabeos en la boca”, ejemplo de un chauvinismo que lo repelía.
“Chacales y árabes”: alegoría del odio y de la pureza imposible
Escrito en 1917, el relato “Chacales y árabes” sitúa a un viajero europeo en un oasis desértico, donde una manada de chacales lo recibe con veneración y le implora exterminar a los árabes. Los chacales representan un odio ancestral, transmitido de generación en generación, basado en la fantasía de pureza. El europeo, investido como redentor, encarna la figura del tercero salvador, mientras que el árabe, con látigo e ironía, simboliza el poder que desprecia y al mismo tiempo necesita al enemigo.
La imagen de las tijeras oxidadas, entregadas al europeo como arma ritual, es central: un objeto inútil convertido en fetiche de la esperanza mesiánica. Kafka señala así el absurdo de toda ideología que cree resolver los conflictos mediante la erradicación simbólica del otro. El clímax del cuento, cuando los chacales olvidan sus doctrinas y se abalanzan sobre el cadáver del camello, revela la contradicción: quienes reclaman pureza absoluta terminan sumidos en la impureza que aborrecen.
Kafka y la ambivalencia judía
El distanciamiento de Kafka del sionismo no significó indiferencia hacia el destino judío. Su interés por aprender hebreo, por el teatro yiddish y por la cultura judía oriental muestran un vínculo profundo. En sus últimos años incluso acarició la idea de emigrar a Palestina, frustrada por su deteriorada salud. Pero esa cercanía nunca anuló la crítica. Kafka se sentía, en sus propias palabras, un “malheredero” del judaísmo: incapaz de identificarse del todo con la tradición, pero imposibilitado de renunciar a ella. La misma lógica aplicó al sionismo: un ideal comprensible, incluso necesario frente al antisemitismo, pero con formas dogmáticas y excluyentes que rechazaba.
Anticipación de la violencia y la exclusión
La lectura retrospectiva de Kafka permite ver en su crítica una anticipación de lo que el sionismo político se convertiría después de 1948: un proyecto estatal que, si bien surgió como refugio para los perseguidos, derivó en políticas de ocupación, expulsión y violencia estructural contra la población palestina. Las voces contemporáneas que describen esas prácticas como genocidas encuentran en la literatura de Kafka una prefiguración alegórica: los chacales, atrapados en la lógica del odio y la pureza, son incapaces de construir un horizonte de convivencia. Su destino es la repetición ritual del conflicto.
Kafka comprendió que el mesianismo político podía degenerar en un teatro perpetuo de violencia. Su fábula advierte contra la absolutización de las identidades, contra los nacionalismos que se fundan en el odio heredado y contra las fantasías de salvación externa. Al hacerlo, no solo criticó al sionismo de su tiempo, sino que anticipó las tragedias del siglo XX y XXI.
La obra de Kafka, y en particular “Chacales y árabes”, debe leerse como una radiografía de los peligros inherentes a los movimientos que absolutizan la identidad y construyen su horizonte en torno al odio y a la pureza. Su desencanto con el Congreso Sionista de Viena, su crítica a los excesos del chauvinismo judío y su ambivalencia frente al proyecto de un hogar nacional revelan la lucidez de un escritor que nunca se dejó arrastrar por los dogmas. Kafka anticipó que la promesa de un refugio podía transformarse en exclusión, y que la búsqueda de pureza conducía inevitablemente a la contradicción y a la violencia. Su advertencia sigue vigente: los teatros del odio, una vez abiertos, tienden a repetirse “hasta el fin de los días”.
Notas
- Kafka, Franz. Diarios (1910-1923). Entrada de 1912 sobre estudiantes sionistas exaltando a los Macabeos.
2. Carta a Felice Bauer, 30 de agosto de 1913, donde describe el Congreso Sionista de Viena como “griterío interminable”.
3. Kafka, Franz. Carta a Milena Jesenská (1920), donde escribe: “¿No es natural que uno se vaya de donde es tan odiado?”.
4. Sobre la recepción crítica de “Chacales y árabes” como alegoría del conflicto sionista, véase: Scholem, Gershom. Judaísmo, misticismo y modernidad. Jerusalén: Magnes Press, 1965. - “Chacales y árabes” (título original en alemán: “Schakale und Araber”), es un relato corto escrito por Franz Kafka en 1917.
6. Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Fondo de Cultura Económica, 1983, para un marco teórico sobre nacionalismos.
7. Said, Edward. Orientalismo. Vintage, 1978, para comprender el trasfondo cultural de los relatos orientalistas en la literatura europea.
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Ariosto Antonio D’Meza es escritor en español y checo, además de cineasta. Reside en Praga.