(A propósito del 130 aniversario de su nacimiento)
Ya en mi primer artículo de divulgación sobre Larrea (1) insistí en dos presupuestos que de algún modo han permanecido activos en mi caracterización de su figura y su obra: 1) Juan Larrea es un desconocido. 2) Uno de los mayores obstáculos para la comprensión de su obra consiste en una inadecuación entre la naturaleza de esta y los criterios que se vienen utilizando para ubicarla críticamente. No estoy del todo seguro de si en este tiempo ha habido un verdadero cambio en esta situación; aún así, quizás sea hora de que modifique mi enfoque y reconozca que, pese a todo, el interés de los lectores se ha ampliado y que los aportes críticos que se han hecho han ido tomando una dirección prometedora. Prometedora porque están configurando una imagen más compleja. Creo que estas contribuciones, lejos de aquietar lo que sabemos sobre Larrea, le van dotando de esa cualidad que resulta clave en el tipo de autores a que prestan atención miradas críticas que –pienso aquí en las ideas de Homi Bhabha en su The location of culture–(2) insisten en la importancia de lo que no encaja, de lo que hace que no casen las cuentas de los discursos culturales empeñados en la uniformidad –nacional, de género, estilística, ideológica…; o sea, en lo predeterminado y predecible. Como en el caso de algunos esos autores la negación de la obra de Juan Larrea ha ido transformándose en la oportunidad de cuestionar los principios críticos que la negaban. Su bilingüismo poético, su hibridación de géneros literarios, su carácter transnacional, el reto que supone ubicar su escritura en términos generacionales… es decir, los mismos principios que dificultan su comprensión dentro del panorama de la cultura española contemporánea se convierten en motivos para seguir volviendo a su obra. Entiendo que su máximo valor estriba en la resistencia que opone a lo que nos han dicho que fue, a lo que nos han dicho que somos, a lo que nos conminan a ser. De otro modo: tal vez de Juan Larrea importe más lo que no nos explicamos, lo que todavía no hemos acertado a articular, lo que queda por ver y decir. Esta perspectiva está, por otro lado, profundamente enraizada en su obra en tanto Larrea entendió, que la fuerza de su obra radicaba en su capacidad para deshacer el sentido preexistente de las cosas y abrir paso a una radical novedad. En su escritura cualquier tiempo mira al futuro y se entiende como parte agente de una revolución ininterrumpida. Para que Juan Larrea sea debe ser como un poeta por venir.
Quizás el elemento que mejor le sitúa en esta dirección sea de carácter literal: todavía no hemos terminado de conocer su obra. ¿A qué me refiero? Unos años después de su muerte en 1980 se abrió un largo periodo en que las disputas legales en torno a su herencia hicieron muy difícil publicar o reeditar sus libros. Eso extendió otros treinta años las restricciones que había impuesto su exilio político. Ahora, si no completamente resueltos, estos problemas se encuentran mitigados y el cambio ha permitido que su archivo pueda volver a ser consultado, que se hayan retomado las reediciones (como los ensayos La religión del lenguaje español, en 2013, y Del surrealismo al Machupicchu, en 2019) y que alguno de sus inéditos se hayan podido hacer públicos (Diarios del Nuevo Mundo, en 2015, y Luz iluminada, en 2020) (3). Pese a todo, su obra inédita o necesitada de revisión sigue siendo cuantiosa. Están, por ejemplo, los materiales inéditos redactados para los cursos que Larrea impartió a mediados de los años cincuenta en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina –como Significado de América en el proceso teleológico de la cultura y Formación histórica del cristianismo a la luz de los descubrimientos recientes. Y hay, además, otros títulos de innegable importancia, de los que no tenemos una versión completa o definitiva. El caso más flagrante es el de Orbe, el particularísimo diario intelectual redactado entre 1926 y finales de 1933 (4). Orbe es un documento extraordinario. Lo es porque en sus (abundantísimas) páginas se gesta y se narra la metamorfosis que llevó a Larrea a abandonar la escritura de poemas para dedicarse a la interpretación “poética” –es decir, basada en una serie de principios vinculados con el pensamiento estético del que había surgido su poesía– de cualquiera de los fenómenos del mundo que le rodeaba: desde un sueño o un poema hasta un torneo de tenis, el encuentro fortuito con una paloma, o alguno de los acontecimientos políticos y sociales más significativos de su época. Pero además Orbe también es un testimonio directo del periodo central de la vanguardias históricas tal y como lo vivió, desde su epicentro francés, uno de los pocos escritores de origen español. El problema, como digo, es que no existe aún una edición que recoja integra y fielmente el contenido de Orbe y que nos tengamos que conformar con la selección hecha en 1990 por Pere Gimferrer (5) que contiene ni una tercera parte del original y obedece a criterios tan particulares que impiden que nos formemos una imagen representativa de su contenido.
El otro aporte fundamental que requiere atención es, por chocante que parezca, Versión celeste. Versión celeste es el único poemario de Juan Larrea y el libro al que su autor debe ese influyente olvido en el que su legado ha resistido los embates de la desmemoria. Como indicó hace ya mucho Juan Manuel Díaz de Guereñu –que tantísimo ha dicho y hecho por su obra– “la poesía de Larrea plantea problemas textuales de envergadura” (6) que no se resolvieron en la segunda (y última) edición española del poemario –la más accesible– preparada para la Editorial Cátedra en 1989 por Miguel Nieto. Las dos primeras ediciones de Versión celeste (la italiana de 1969 y la bilingüe que publicó Barral Editores un año después) hicieron posible que vieran la luz los poemas que había abandonado cuatro décadas antes, a principios de los años 30. Pero Larrea no fue exhaustivo en el compendio de sus textos ni facilitó algunos de los originalmente escritos en francés excluidos de estas ediciones. No existe una verdadera edición y traducción crítica del libro. Subsanar los problemas de aquella edición “apresurada y descuidada” (7) que Juan Larrea nos legó es lo mínimo que habría que hacer por un libro cuya atracción sobre los poetas (y lectores) contemporáneos sigue siendo patente.
Remediar las carencias que siguen pesando sobre la obra de Larrea podría facilitar también la aparición o ampliación de otro tipo de lecturas tanto de su obra en verso como de sus ensayos. De hecho lo que habría que comenzar a hacer, como propone con el ejemplo Gabrielle Morelli en su Juan Larrea. Poesía y revelación (8), es seguir integrando estas dos esferas de su escritura. Esa integración fue uno de los objetivos fundamentales que yo mismo me marqué cuando a finales de los años 90 comencé a indagar en su obra: la obra ensayística de Juan Larrea es, más allá del sorprendente recorrido por el que derivó durante sus más de cincuenta años de escritura, inseparable de la actitud poética de la que surgió Versión celeste (9). Creo que se trata de un hecho con importantes consecuencias para la comprensión de sus textos (10). Pero nos faltan intentos de hacer este tipo de lectura integral e integradora. Esta situación sigue segmentando el sentido y, por tanto, las posibilidades de establecer el alcance que tiene la obra en su conjunto. Este mismo desmembramiento conceptual es patente en otras áreas, aunque también en este sentido vamos viendo avances, como la recopilación de artículos en torno a Juan Larrea de la escritora argentina Eugenia Cabral, que ha sido capaz de ubicar a Larrea, literalmente, en otro lugar (11). Cabral convierte a Larrea en algo que la mayor parte de los lectores de su obra (ubicados mayoritariamente en España) siguen minusvalorando: que la suya es también una figura incardinada más allá, sobre todo en las Américas. Creo que este tipo de traslación de su figura –para volver a un término utilizado por Homi Bhabha– tienen el potencial de hacernos ver otras facetas –poco o nada investigadas– de Juan Larrea.
Desplazar la atención hacia otros espacios también podría ser entenderle en relación a otros coetáneos. Ya se han establecido conexiones con alguno de los miembros más destacados del exilio republicano español, como José Bergamín, León Felipe, Eugenio Ímaz, Emilio Prados, Luis Buñuel, José Gaos, Francisco Ayala… (12) Pero, como ocurría con sus inéditos, a veces las carencias más significativas aparecen en las facetas más elementales. Incluso cuando se le mira a través de una figura de la que él mismo se sintió inseparable, la de César Vallejo, es posible notar que seguimos disponiendo de muy pocas claves para establecer esta lectura comparativa, ya sea en una dirección o en otra: ¿Qué fue Juan Larrea para Vallejo? ¿Qué fue César Vallejo para Larrea? Creo que, también aquí, lo más importante está todavía por ser descubierto (13).
¿Sorprenderá entonces que no se nos haya ocurrido preguntarnos cuál es el vínculo con otros coetáneos con los que no hubo un contacto directo o personal, como Salvador Dalí o María Zambrano, con los que sin embargo tiene sorprendentes coincidencias teóricas? Dalí y Zambrano son solo dos ejemplos del diálogo que creo que deberíamos establecer con otros contemporáneos de Larrea.
Es mucho, como vemos, lo que queda por hacer con (por, en torno a) Juan Larrea. Esta labor debe ser, además, verdaderamente crítica y no obviar lo que traiga su figura a un debate vivo que se oriente al por venir, no solo al pasado de las historiografías. Y no todo en ese debate van a ser laureles y rositas. La posmodernidad ha sido inmisericorde con las grandes narrativas, incluidas las de las vanguardias. No cabe duda de que este cambio de perspectiva estará en la base de cualquier lectura contemporánea de su obra. Pero cuidado: La relectura de las vanguardias parece querer desentenderse de los presupuestos ideológicos de los que surgieron. Sin tenerlos en cuenta los logros de estos movimientos parecen quedar reducidos a un mero repertorio de recursos estilísticos. Algo semejante puede ocurrir con Larrea. De la grandiosa edificación que su obra plantea (en prosa y verso) para dar sentido a la totalidad de la experiencia humana, algunos preferían reciclar solo un puñado de fechas, metáforas y experiencias sorprendentes, y deshacerse de la crítica de fondo que su obra contiene y de sus intenciones revolucionarias. Sin atender a su transformadora ansia de futuro, a su intención utópica, Larrea podría pronto ser la reliquia jibarizada de un poeta de biografía peregrina y obra inclasificable. Que esta obra se mantenga verdaderamente viva, más allá del alcanfor de las vitrinas históricas, depende de que sigamos notando su sed de cambio y su apuesta por un sentido que él encuentra y articula en todos nuestros actos: poéticos, artísticos, biográficos, históricos. Es esa posibilidad de hacer significativa, trascendental, nuestra experiencia lo que le hace presa fácil de la crítica y, al mismo tiempo, le hace irresistible. Esa es su promesa. Los grandes ideales, como el Nuevo Mundo en que culmina los sueños poéticos de Larrea, solo se pueden entender como un advenimiento constante, siempre a punto de suceder, o sea, como una esperanza que busca encarnación en lo por venir. Los deseos de esta imaginación utópica se pueden reprimir, en general y particularmente en la interpretación de la obra de Larrea. Me temo que eso, sin embargo, dejará paso a una lectura inerme, segregada de la vida y privada de fórmulas para transformarla. Y por ahí volveríamos a la situación contra la que Larrea se rebeló (14).
El pensamiento esperanzado de Larrea, por otra parte, también podría ayudarnos a imaginar bajo otro prisma nuestra época, nuestro futuro; para eso hay que seguir reimaginándole. En ese Larrea venidero aún se puede confiar “dejando a los ojos cerrados su certeza”.
NOTAS
- Benito del Pliego: “Juan Larrea: su razón de ser en el contexto actual de la literatura española.” Hablar/Falar de Poesía 4 (2001). Pág. 2. Este artículo se encuentra reproducido en Euskonews 661 (27/03/2013). https://www.euskonews.eus/0661zbk/kosmo66101es.html
- Homi Bhabha: The location of culture. Londres, Routledge, 1994
- La religión del lenguaje español [Ed. e intr. Juan Manuel Díaz de Guereñu], Sevilla, Renacimiento 2013; Del surrealismo al Machupicchu [Intr. Eugenia Cabral], Madrid, Instituto Cervantes, 2019; Diarios del Nuevo Mundo [Ed. e intr. Gabriele Morelli], Madrid: Banco de Santander, 2015; Luz iluminada [Ed. e intr. Benito del Pliego], Madrid, Libros de la Resistencia, 2019
- Para una revisión de esta obra, véase Benito del Pliego: “Orbe de Juan Larrea: testimonio de la vanguardia expatriada”. Poetika1 3 (2019). Pp. 9-19. <https://issuu.com/paulguillen/docs/poetika1numero3>
- Juan Larrea: Orbe [ed. Pere Gimferrer], Barcelona, Seix Barral, 1990
- “Una edición inane de Versión celeste” en Díaz de Guereñu, Juan Manuel: Juan Larrea: versiones del poeta. Bilbao, Universidad de Deusto, 1995, Pág. 185.
- Op. Cit., Pág. 186
- Juan Larrea: Poesía y revelación [Introducción y ed. Gabriele Morelli], Banco de Santander, 2009.
- Benito del Pliego: La obra ensayística de Juan Larrea y los fundamentos de la modernidad artística. UAM ediciones, 2004. Esta obra es accesible en línea en los Biblos-e Archivo de la Universidad Autónoma de Madrid: <http://hdl.handle.net/10486/11805>
- Benito del Pliego: “Los ensayos poéticos de Juan Larrea: para comenzar a hablar de un tabú literario”. Anales de Literatura Hispanoamericana 39, 2010, pp. 61-73. <https://revistas.ucm.es/index.php/ALHI/article/view/ALHI1010110061A>
- Eugenia Cabral. Juan Larrea. Vigilia de un sueño – Apuntes sobre su residencia en Córdoba, Argentina (1956 – 1980) Córdoba, Argentina: Editorial Universitaria de Villa María, 2017.
- Sobre estas relaciones, véase: José Luis Abellán: El exilio filosófico en América. Los transterrados de 1939, Madrid, FCE, Madrid, 1998, págs. 255-365. Sebastiaan Faber, Spanish Intellectuals in Mexico (1939-1975) Nashville (EE.UU), Vanderbilt University Press, 2002, págs. 309-315. La introducción de José Paulino Ayuso al libro de León Felipe Ganarás la luz Ganarás la luz, Madrid, Cátedra, 1990, págs. 13-86 y Víctor Fuentes: Buñuel, cine y literatura, Salvat, 1989.
- Mi propia aproximación a la segunda de estas preguntas aparece discutida en Benito del Pliego: “César Vallejo en la obra ensayística de Juan Larrea.” Guaraguao 57 (2018), pp. 67-89
- Un desarrollo más detallado de estas nociones sobre el pensamiento esperanzado de Larrea puede leerse en mi introducción a Juan Larrea: Luz iluminada. Madrid, Libros de la Resistencia, 2019
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Benito del Pliego (Madrid, 1970). Poeta, traductor y académico. Actualmente es profesor en el Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de Appalachian State University, en Carolina del Norte, Estados Unidos. En 2003 obtuvo el Premio de Poesía Experimental Ciudad de Badajoz por el poema-objeto “Tradición literaria”. Su libro Índice, obtuvo el Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya 2005.