De tesis está lleno el mundo humano (ese que nombra, el que establece las nomenclaturas y delimita los otros universos). Para una de ellas, no obstante, el consenso es general: leer expande al hombre. Y allí recalan las reflexiones de Raffaelle Simone en su conocida obra La tercera fase, publicada en Roma en el año 2000 y en nuestra lengua casi de inmediato (Taurus, Madrid, 2001, traducción de Susana Gómez López). Para este autor, tres grandes modos de formación de los conocimientos provienen de saltos cualitativos que ha dado la humanidad: la invención de la escritura, la invención de la imprenta y la invención de la cultura audiovisual, siendo esta última la tercera y actual fase.

Acorde con el subtítulo desperanzado de su ensayo (Formas de saber que estamos perdiendo), Simone concluye que los efectos de la tecnología en cuanto a la adquisición de conocimiento han transformado nuestros modos de pensar y “el libro ya no es el emblema único, y quizá ni siquiera el principal, del saber y de la cultura”, dice, pues la gente ya no solamente lee cosas escritas. Ello deriva en la pérdida de acceso o remisión al saber articulado propio de la escritura, y la época moderna ha discurrido, un tanto para mal, “desde formas estructuradas y precisas a formas genéricas y desestructuradas”.

Un cuarto de siglo después, esta tesis nos aturde por sus vaticinios, pese a que entonces las redes sociales, la transmisión por streaming y la avasallante Inteligencia Artificial no arrojaban sombras tan espesas como en la actualidad. Y es aquí cuando aparecen signos de rescate: la acometividad de los libros electrónicos se rindió rápidamente –se adaptó, se acomodó– al libro impreso, sin posibilidades visibles de reemplazarlo y, además, surgen damas andantes como la filóloga y ensayista española Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) quien –con sólo un libro sobre el libro (El infinito en un junco, 2020, con más de 40 ediciones, traducido a 30 idiomas y publicado en más de 40 países)–, nos ha devuelto a la aventura de la letra escrita, a la forma de saber más personal, directa, íntima, de las letras en papel.

Lo cierto y definitivo es que Irene Vallejo vino a República Dominicana y, con su presencia física, intensificó su planteamiento, hizo mella en nuestras mentes: la historia del libro es una epopeya de la humanidad por preservar la palabra, el conocimiento y la memoria frente al paso del tiempo y el olvido. Y leer es un acto de resistencia y libertad: nos devuelve concentración, memoria y pensamiento crítico en un mundo saturado de distracciones (ingrediente que malea este coctel de la tercera fase). Nuestro dossier de diciembre sigue su rutilante ruta en nuestras tierras: su recibimiento del doctorado honoris causa por la Universidad APEC, la conversación abierta al público que sostuvo con el poeta José Mármol y la entrevista que, para un medio noticioso, le realizaron Lizamavel Collado y Basilio Belliard. Todo aderezado con ensayos de este último y del poeta y ensayista Plinio Chahín que puntualizan las ideas y propuestas de la escritora española.

Ana Arzoumanian, otra pensadora que escribe desde este lado del Atlántico, específicamente desde Argentina, ha coincidido en publicar un libro de ensayos sobre la sublevación técnica que implica la Inteligencia Artificial, ese Nadie detrás del lenguaje que corona la Tercera Fase simoniana. Recién salido de imprenta (Leviatán, Buenos Aires, noviembre 2025), nuestros lectores obtienen hoy un adelanto del contenido polémico y novedoso de Una revolución sin revolucionarios.

Lo demás no es lo demás sino igualmente relevante: Fernando Ferrán celebra con hondura un recorrido por la dominicanidad en el alma y la nación en un verso; y Ariosto Antonio D’Meza entrevistó –con carácter de exclusividad para nuestra revista– a Vladana Terčová, directora de la Academia de Cinematográfica Miroslav Ondříček en Písek, en la República Checa. El toque de ficción y creatividad intensa lo pone el importante poeta peruano Maurizio Medo, de cuyo más reciente libro (Malincuor, Editorial Casa Vacía, Virginia, Estados Unidos, 2025) reproducimos una breve selección.

Porque sí, porque se acercan las festividades de fin de año y porque leer es un festín perpetuo.