La búsqueda del cómo y cuándo arriba un artista a la música siempre persiguió estudiosos y admiradores de los más variados compositores e intérpretes; si tal “encuentro” será el resultado del estudio y la disciplina, o, por el contrario, constituirá un incesante impulso muchas veces exento de “éxito”, quizás no importe. Pensemos en Miles Davis, a título de ejemplo, quien gracias a su indetenible persecución de la innovación logró convertirse en uno de los más influyentes creadores dentro del jazz; por ello aparece en pleno centro de cada una de las renovaciones estilísticas de esta música, ya sea el bebop, el funk, el cool jazz, o la fusión. Igual el incomparable Vladimir Horowitz, considerado por algunos “el pianista más importante vivo o muerto” quien hasta poco tiempo antes de morir empleó la improvisación como mecanismo de hacer de la pieza algo más allá de la partitura, como expresó alguna vez. En consecuencia, la constante búsqueda aludida anteriormente, más que representar falta o extravío, es precisamente lo contrario: atributo de creatividad, sensibilidad y brillantez artísticas.
Algo similar ha acontecido con Julián Pujols Quall (Chicago, 2000), avezado pianista domínico-estadounidense radicado en aquella ciudad quien, al igual que otros muchos descendientes de dominicanos esparcidos por Europa y Estados Unidos, no solo proyecta nuestra insularidad musical en territorios y escenarios allende la nación con original creatividad y decidida destreza, sino que se nutre de ella trabajando desde allá y desde el país a través de ritmos y músicas autóctonas. A pesar de su juventud, cosa inusual, ha sido capaz de elaborar una madura propuesta teórico-práctica sobre su ethos artístico y sobre cómo la música, interpretativa, creativa, o experimental le ha facilitado la comprensión del entorno y sus propias interioridades. “He logrado asumir la libertad de identificarme con la música, de colaborar con otras expresiones artísticas a través de ella y de reconocer, que, entre muchos otros rasgos, lo político es, a mi modo de ver, el más importante y el que más abrazo”. Político, aclara, en tanto que la música, como muchas otras disciplinas es controlada y dominada por intereses no siempre bienintencionados.
Durante sus estudios de secundaria, Pujols Quall obtiene el primer premio en la competencia de la asociación de profesores de música del estado de Illinois y en el Festival de conciertos de la Universidad DePaul en Chicago; posteriormente es becado y completa estudios de piano en el Peabody Conservatory de la prestigiosa John Hopkins University de Baltimore. A pesar de trabajar el género clásico desde muy temprano, su pasión por la libertad creativa y performativa lo llevará irrevocablemente al universo del jazz: “Aunque durante mi educación universitaria me interesé por estudiar y comprender a los grandes compositores, siempre hubo tensión porque se me insistía en la interpretación desde el rigor académico, no podía abocarme a ninguna forma de experimentación aunque sí me encantaba la oportunidad de entender el cuerpo y entrenarlo desde la fisicalidad cuasi atlética requerida en la ejecución clásica”.
Desde su graduación universitaria con el grado de Interpretación de jazz ha mantenido una ocupada agenda que incluye la enseñanza, pero que sobre todo ha sido sustentada en Mamey, su propio proyecto musical colaborativo, que explora la capacidad transcultural del jazz a través de la experimentación y adopción de influencias rítmicas caribeñas, dominicanas, y haitianas. “El jazz me ha permitido aprender y valorar la naturaleza ‘comunal’ de la improvisación, una en la que los músicos nos comunicamos unos a otros, y, por supuesto, también me ha iluminado respecto a la relación que como forma de arte éste sostiene con los seres humanos”.
Recientemente conversamos con Julián en una mañana estival de Chicago e iniciamos el diálogo reconstruyendo el proceso de su llegada a la música: “Fue producto de un sinnúmero de circunstancias incluyendo mi atracción por el canto en los coros escolares desde los cinco años, la influencia de mis profesoras de música, y el hecho de que mis progenitores me expusieron desde muy joven a la música clásica, a los Beatles, a Juan Luis Guerra, etc. etc.”. Y fue el piano desde siempre el instrumento que Julián Pujols Quall escogió tras dominar las teclas y primeras escalas gracias a su padre, mas no duda en enfatizar que el punto de no retorno en su futuro viaje por la música experimentado a los once años fue justamente un video donde Horowitz, ese epítome del virtuosismo, interpreta la primera balada de Chopin.
“Así surgió el amor por la interpretación, que me llevará a apasionarme por la improvisación y por supuesto, la composición y experimentación. De hecho, actualmente trabajo un concepto donde exploro la idea de extraer el poder comunicativo de la música; el cómo podemos entendernos y comunicarnos en las situaciones más abstractas que nos da el arte preservando todo el rigor artístico posible”.
Chicago, ciudad eminentemente musical, cuna de los Von Freeman, Earl Hines, Benny Goodman and Herbie Hancock, ha brindado al artista que nos ocupa el privilegio de escuchar y participar de toda su riqueza a través de intercambios, conciertos, jameos con intérpretes locales, pero de variados orígenes y culturas en el escenario de una urbe verdaderamente cosmopolita. Además, ha trabajado con músicos cercanos a la Association for the Advancement of Creative Musicians, desde hace más de medio siglo uno de los movimientos musicales más influyentes en el sentido de improvisación colectiva y experimental a nivel global.
Cabe recordar que desde sus orígenes el jazz partió y se nutrió de expresiones folclóricas que progresivamente incorporaron melodías, ritmos e improvisación donde la percusión jugó un papel protagónico, hasta la eventual incorporación de los paradigmáticos instrumentos de viento y cuerdas que hoy le caracterizan. Pujols Quall se nutre del folclor quisqueyano tradicional como elemento desde donde podría surgir un interesante subgénero que aporta ideas y expresiones muy particulares, como serían las logradas por la guitarra o la güira: “He incorporado esta última a mi trabajo porque es mi favorita y porque es un artefacto de improvisación total similar al pandeiro brasileño” ―acota― confesándonos que su pasión por la música nacional está justificada por la necesidad de comprender la improvisación inherente a ella y la forma como esta puede facilitar un mejor sentido de conexión (espiritual, humanista y cultural).
Cuando le cuestiono si semejante comunión entre los estándares jazzísticos y lo dominico-haitiano evidente en sus composiciones constituye un ejemplo de fusión (en el sentido canónico del género) Julián nos advierte que ese abrazo en realidad debe verse como una función; como una manera de crear y hacer una nueva forma de música, de desarrollar ideas más que fundirlas: “Empleo la jacana de Baní, segunda parte de la sarandunga, ritmo ceremonial sincrético entre las imágenes religiosas españolas y las africanas, a fin de crear patrones sonoros que intercambian pausas y notas que, al colocarlos en el contexto del vocabulario del jazz resultan muy útiles en la experimentación, ya que nos encontramos con los tiempos de manera lineal pero con mucho espacio de libertad”.
En verdad resulta fascinante observar cómo la dominicanidad brota de cada una de las ideas que este talentoso músico trabaja en su quehacer creativo: desde sus investigaciones sobre la sarandunga en Peravia y los congos de la Cofradía del Espíritu Santo de Villa Mella, hasta el nombre con el que bautiza su proyecto: Mamey. Le pregunto por qué llamarlo así: “Viene del concepto de cuán dominicana es esa palabra en el día a día en referencia al color y también del simbolismo de la fruta (Mammea americana) que ha sobrevivido desde nuestros ancestros aborígenes hasta el presente como metáfora reivindicativa de su historia”.
El trabajo de nuestro artista incluye una serie de conciertos ―Julián and friends― que durante los tres últimos años han sido ofrecidos en el más icónico de los espacios de jazz chicaguenses, The Jazz Showcase; presentaciones en New York, Bélgica, México, Puerto Rico, y, recientemente, en Casa de Teatro, Santo Domingo donde tocó junto a destacados músicos como Gonzalo Frómeta, Isaac Hernández y Diego Payán. El próximo 2026 verá nacer el primer álbum de esta agrupación donde la mayoría de las piezas son composiciones originales que incorporan ritmos quisqueyanos interpretados por un reconocidísimo elenco nacional incluyendo a Otoniel Nicolás, Edilio Paredes y Edgar Molina, entre otros.
Coda: No siempre las raíces son de naturaleza física y subterránea, en ocasiones también son aéreas por ser capaces de volar a distancia y afianzar nexos; Julián Pujols Quall es ejemplo de ello.
(Créditos de foto en portada: Andrés Eusebio)
—–
Jochy Herrera es escritor y cardiólogo, Premio Nacional de Ensayo de la República Dominicana 2024. Su más reciente obra es Carne y alma. Imágenes de la corporalidad (Huerga & Fierro, Madrid 2025).