El historiador y el poeta no difieren entre sí
por el hecho de que uno escribe en prosa (…). La diferencia radica en el hecho de que uno narra

lo que ha ocurrido y el otro lo que ha podido ocurrir. 

Aristóteles, Poética. 

Pero ¿cómo podrán los historiadores establecer la verdad si sobre cada gramo de ella yacen capas de monstruosas mentiras? No de prejuicios, ni errores debidos a la época sino de mentiras conscientes y deliberadas. 

Nadiezhda Mandelstam, Contra toda esperanza. 

Ópera en cuatro actos y siete partes de Modest Petróvich Músorgski (1839-1881). Versión de 1869. Libreto del compositor basado en la tragedia del mismo nombre de Alexander Pushkin y esta en “La Historia del Imperio Ruso” de Nikolai Karamzín.

Estreno: 8 de febrero de 1874 en San Petersburgo.

Estreno de la versión de 1869: 5 de marzo de 1929 en Moscú.

Partitura musical, libreto, teatro, actuación, luces, sonido, escenografía, utilería, vestuario: durante todo el siglo XIX –antes de que el nacimiento del cine le quitara la hegemonía– la ópera fue de todas las artes la mejor preparada para proponer una representación vívida de la historia. En buena lid, toda ópera de temática histórica puede ser considerada como un objeto historiográfico y un documento histórico de su propia época. 

Los dramas históricos fueron populares durante el siglo XIX y en Rusia gozaron de un especial prestigio. Esto se debió a que en la segunda mitad del siglo Rusia era el único estado autocrático que quedaba en Europa. En Rusia la autoridad del zar era absoluta, no estaba limitada por la ley ni compartida con un parlamento. La opinión liberal tenía entonces que revelarse a través del arte, en el entendido de que un interlocutor educado interpretaría los escritos o representaciones.

Los procesos políticos son el núcleo de Boris Godunov, la única ópera completa de Modest Músorgski que nos lleva directamente a una “época de talante apocalíptico que se caracteriza por la histeria, el escapismo y la paranoia”.

Músorgski murió por los efectos del alcoholismo apenas una semana después de cumplir 42 años. Aunque rara vez se observa o se recuerda, fue, al igual que Mozart, Schubert, Mendelssohn y Chopin, un genio ido a destiempo.

Nació en el seno de una familia aristocrática terrateniente, distinguida durante mucho tiempo en el ejército. Aunque en aquel momento no existía en Rusia una formación profesional musical, el joven decidió dedicarse a la composición, esperando continuar la noble línea de diletantes que había iniciado Glinka. Pero pocos años después, en 1861, el zar decidió emancipar a los siervos. Como muchos otros señores feudales, Músorgski se vio privado de la fuente de ingresos de su familia.

Forzado a conseguir trabajo como servidor público, tuvo que conformarse con la vida de compositor dominical. Quedó lastrado por una técnica débil, que lo hizo laborioso y experimental en sus hábitos creativos, pero que le impidió completar muchos de sus proyectos más importantes.

Irónicamente, fue justo entonces cuando los medios para una adecuada formación académica musical empezaron a estar disponibles en Rusia, con la apertura del Conservatorio de San Petersburgo en 1862 y, con ello, la posibilidad de una carrera respetable como compositor. Chaikovski, solo un año menor que Músorgski, se convirtió en el primero de una nueva generación de profesionales de la composición; Músorgski, en el último de la línea de nobles autodidactas.

Músorgski, cuyo genio incluso Chaikovski reconoció a regañadientes, denunció todas las tradiciones establecidas, todo refinamiento, promocionando las virtudes de la crudeza, el realismo y la contundencia: la verdad frente a la belleza. Fue con este espíritu intransigente que compuso la partitura original de Boris Godunov entre 1868 y 1869. La versión revisada que se estrenó en 1874 era mucho más convencional y moderada.

Murió con sus dos óperas posteriores inconclusas. Su amigo y colega Rimsky-Korsakov completó y revisó sus obras, asegurando su supervivencia y, en el caso de “Boris”, su eventual triunfo en todo el mundo.

Fue el historiador Vladimir Nikolsky quien sugirió a Músorgski componer sobre este tema: un gobernante de la llamada Época de los Disturbios –los años de 1598 a 1613–, en los que Rusia enfrentó crisis dinásticas, invasiones extranjeras, hambrunas y plagas. Los volúmenes de Nikolai Karamzín La Historia del Imperio Ruso (1816-26) habían inspirado la obra de teatro de 1827 de Alexander Pushkin, escrita “para el escritorio de lectura” en lugar del teatro (se necesitaba un permiso legal especial para retratar a un zar en el escenario). Pushkin fue la figura que inauguró la literatura clásica rusa del siglo XIX. Marcó el camino del escritor como profeta que, en su búsqueda de la verdad, nunca sacrifica su libertad. Su espíritu extravagante e independiente le llevó también a su fin, acontecido en un duelo que terminaría con su vida a la temprana edad de 37 años.

Abarcando los años 1598-1605, Boris Godunov de Pushkin toma deliberadamente como modelo las obras históricas de Shakespeare para explorar la crisis en la legitimidad dinástica rusa después de Iván el Terrible. El santo e ineficaz hijo de Iván el Terrible, el zar Fyodor, dejó gobernar a su cuñado y ministro principal, Boris Godunov. El zarevich Dmitri de 9 años, medio hermano de Fyodor, había muerto en circunstancias sospechosas. Pushkin asigna el asesinato a Boris y hace que el regicida rechace el trono hasta que la multitud sea manipulada para suplicarle. Surge un pretendiente que dice ser Dmitri, el monje renegado Grigory Otrepiev que encuentra apoyo en la Polonia católica. Boris está plagado de remordimientos y, en su famoso soliloquio, repasa los desastres familiares y de estado que le han acosado durante su reinado. Desesperado por la culpa, alucina con la aparición del fantasma del Dimitry asesinado y comienza a enloquecer. Muere finalmente suplicando la misericordia divina.

Al igual que con Carmen y Don Giovanni, el rol principal de Boris Godunov es icónico. La tradición rusa de barítonos y bajos como héroes de ópera comienza con Mijáil Glinka y se extiende hasta algunos protagonistas de Prokofiev y Shostakovich. El barítono Iván Melnikov dio vida al primer Boris en 1874. El legendario actor cantante Feodor Chaliapin (1873-1938) interpretó a Boris durante décadas a partir de 1898. Su retrato portentoso, teatral pero realistamente detallado, que impulsó la expansión de la ópera rusa en Occidente, comenzando con las temporadas de Sergei Diaghilev en París antes de la Primera Guerra Mundial, está bien documentado en fotografías y grabaciones de estudio y en vivo. Cada intérprete posterior trabaja contra la sombra imponente de la maravillosa encarnación de Chaliapin.

Con Boris Godunov, Músorgski crea el fascinante estudio psicológico de un gobernante aislado que se debate entre mantener el poder y los escrúpulos y las dudas. Pero esta es sobre todo una ópera coral: además del héroe del título, el pueblo ruso, a través de sus impresionantes escenas de coro, jubiloso, hambriento, exigente e inquisitivo, asume el papel principal real. Músorgski logra conferir a personajes secundarios contornos de personalidad como forma de pintar una imagen matizada y ambivalente del poder y la impotencia detrás de las acciones individuales.

Boris Godunov, cantada en ruso con subtítulos en español y una duración estimada de 2 horas y 20 minutos inaugura la temporada 2021-2022 de The Met: Live in HD, en vivo y directo desde The Metropolitan Opera House de Nueva York. La transmisión será en Fine Arts Cinema Café at Novo Centro el sábado 9 de octubre a la una de la tarde. Es una producción de Stephen Wadsworth, con el gran bajo alemán René Pape en el rol principal. Dirige la orquesta Sebastian Weigle y el coro del teatro Donald Palumbo.

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Margarita Miranda de Mitrov. Presidente Ejecutiva Fundación Sinfonía. Productora programación clásica Emisora Raíces.