Poesía hibernada

A)

Dadme un reflejo y lo convertiré en raíz seca.

Acercadme al nicho de la luz

Y se desmoronará el paraíso de la noche.

Abrid la sed de su ampolla

De donde saltará a borbotones el ácido de la mente.

Cortad el amor por donde el último plenilunio penetró su comisura

Y nada oval sentará cátedra del placer

Soy quien dirige ahora esta minúscula partícula de miedo

Quien administra la droga del adulterado sermón.

Nadie es capaz de acelerar el giro despótico de la conciencia

El poder ser un escalón más del plano medio.

Si así fuera entonces reiría contigo

Pero es mucho más insinuante correr por encima del triángulo orcheliano

Que acabar por robar a las palabras su pronunciación.

Los atributos han de ser cómplices

No secretos distribuidos en los banquetes.

Carezco de mala conciencia

Tan solo bebo de lo que escribo

Me aturdo contra las paredes donde crecen esbirros sin calles

Y la codicia ilumina a los bardos en polvo de moho.

Sólo dame la unión entre dos planetas

A cambio seré capaz de profesar eterna compasión

Porque me seducen las ideas del continente penumbroso.

Porque esquivo a las madres desproporcionadas.

Todo es cuestión de equidistancia

Hasta los neologismos lo saben.

Por ello no trates de escapar de este armisticio

Si pudiera te fundiría los extremos orales a una jerarquía innoble.

No fuerces a los monarcas porque ya han defecado su letargo.

¿Qué queda por habitar?

¿El centro de insomnes partidas nocturnas en el límite de lo inconfesable?

Allí te esperan las lágrimas

Dos muslos entreabiertos bajo la gravedad de una mirada huidiza

Los eternos injertos que tañen para que te identifiques

Tú sólo dales el punzón del cofre donde duermes a las meninges

La memoria ya se escurrirá sola por entre las ardientes pieles del ocaso.

Muere y luego descúbrete muerto.

La vida es medida de nuestra volatilidad.

B)

Como una estela de sangre sobre el hielo

La excitada opacidad agrietó un corredor

Por el cual volvía a navegar sobre las velas

Que un muro dispersó en pos de superfluas presencias

Del retorno escapado a la espira

Propulsando una partitura vesicante

Sin vueltas asininas

Al músico cuántico martiriza

Su multitud le rebuzna al oído

Lejos han caído esas decrépitas melopeas

Que crascitas cual efebo desgarrado

El rastro púrpura tiñe la primera luz

Abandonando al espécimen

Por el orificio donde la mitad de un diámetro congrega

El trastorno que vegeta sin inmutarse de las esfinges.

C)

Degustando amalgamas

manjares adivinos de lo terreno

en forma de magma circular

como el ojo de arena

que transmuta los sabores en instantes

atómicos en el paladar del amante juglar

no prueban mis venas

el dulce aroma de los diluvios

huellas como fisuras comprimidas en dédalos de cristal

picotazos en la negra fractura de la jaula del mundo

errabundo al tratar de rellenar los vacíos

lo infinito en persona

huye sin dejar estela de partícula

la soledad en un fragmento del fin del ocaso

D)

Placer felino en el retorno y la partida

sentir palpitar y gozar entre los dedos

el tallo de un junco arqueado por los placeres espectrales

hasta casi quebrar sus sinuosas formas

con el peso del deseo transformado en éxtasis

tumbado para conformar el círculo

que nos libera y ata a ser unidad

bendecida para lo espectral y lo anodino

contemplamos lo imposible

desde otras lejanías predecibles

viajeros erráticos por millones de distancias

en un haz de teorías malformadas

cúmulos de indeterminaciones

sin formar parte de lo indescifrable

E)

Alármame en mis pesadillas

con el susurro de los vendavales

con la palabra precisa

que descarrila mi empeño

de salir sin entrar

de las profanaciones del ausente

derrumbando infinitos sin crear

dentro de la gutural voz que nos engulle

desgarrado por la herida quebrantada de la otra darda

desverbada por la cicatriz de la efímera turba engolada

F)

Vuelan los misántropos y sus hijastras encintas

En un alarde de privacidad mascullada

Entre sorbos de néctar y el crujir de vestimentas

Arrugadas por los juegos de placer de las ranas

Cuyo poder las encapricha

Como a usureros ante un fragmento de bilis terrosa

Mantos de plutonio incandescente inundan la memoria del iridio extraestelar

Anémonas sanguíneas asediando a la pietà en su tormento acústico

Todo lo que no fuimos reaparece en ausencias boreales

Todo lo que somos resuena como estruendosas síncopas carnales

En el suicidio la inmensa oquedad de los desiertos galvanizados

Hoy es cuando el estéril diluvio de arena formará las barricadas del ayer

Invisibles como las huellas de la lluvia

Cuyas palabras son muescas durante el intento

De fagocitar las dudas de todo lo posible

No es amor aquello que ofrecen las bacantes

Solo ilusión desprendida del barro

Que ruge en los canales de la ciudad en llamas

De donde no nacerá ni homúnculo ni diosa

Tal vez una nueva forma de destino al que domesticar.

(Inédito)

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Iury Lech, poeta y traductor, artista transdisciplinar ucraniano/español en el ámbito del videoarte musical y la literatura. Su estilo inclasificable y vanguardista ha creado una serie de atmósferas misteriosas, estructuras arrítmicas e hipnóticos paisajes sonoros. Autor de Breviario de furor, De sicalipsis y peces mudos, Eneen, y otros.