en donde balbuceó
tiene que ver con este verso?
tuyú, néstor perlongher
1
espanto de morir
la lengua hace un santo y seña
y mientras añuda
turba la vista rudimentaria
sobre las cosas adquiridas
eterno vientre de la palabra que la traba
que la encuentra en la tierra, fértil
y debajo de ella abre un plan, un argumento
el pecho como rodeo ajeno
como toro que deja huellas en el barro
y titubeando,
y aún así,
igual, asoma la pata
víbora que se quema
que se fríe frente al sol
como un pejerrey
recién sacado del horno
corcoveando sobre pedazos de ruidos
la astucia en el cuero que se secó
y entonces, abierto
descascara la matriz,
la desnuda, la deja expuesta,
montada sobre sus propios rieles
barajando las posibles
aporreada, pero a la vista
lengua como carne carbonizada
como destino de barbarie
como quien frunce el hocico
porque llegó a un punto muerto
pero bolea y sigue
pero pelea y pincha
ligereza que a golpes
lastima lo que amarra
cepo de desgracias
que se salvan en las fronteras
perdida parece padecer
sosegada buscando su tapera
un batallón de males
dentro de la vertiente
que se disparan, mansos
en el arreo de la palabra
para guarecerse
voz, sierra de flor riada, contingente
alzada como altar donde proclama
aún promesas de algunos meses
el resto, un bozal
bolas meneándose
pareciendo rozar
enardeciendo
armas y la invasión
criando atrevo a sus espaldas
malevos del lenguaje infiel
en el corral de adobe
en un quincho de paja
en el enrede de esa paja
en el lomo hinchado
en el infierno
en lo que los perseguía
la palabra rastrillada
yegua en orden
reunión de afán
de puro vicio
de ejercicio recluta
de bruto oficio
chamuscada la lengua
como atravesada por navajas
como quien caza con balas
y va detrás de un avestruz
hallando lágrimas
lanzas y latones, ataduras
munición de idiomas
en el furor del grito
que pierde la rienda y se suelta
cerda boca
abre brecha
sale a trote
del fondo del desierto
llena de sed, se fatiga
vuelve y despierta
acrecienta el hormigueo
no roció el apero el ánima?
no se hizo jabón el chajá?
tuyú, néstor perlongher
2
destripar duro el enojo
lo que encoje
lo que se agacha para disparar
arriba las cautivas descarnadas
con el corazón cubierto de miseria
lejos de galopar
las jornadas diarias de la industria
malón de rezagadas
sonoras caballadas
lanzadas al abismo
desde el cerro
y como un fierro
la palabra golpeándose la boca
delante del tropel
que la hace temblar
como manco de guerra
como remendón baleado
un vocerío, un barullo
y da carrera
el alarido, otra vez,
ligero, entreverado
mezcolanza de lenguajes
que se siembran como maíz
cencerro que dispone
bastante de destreza
pero que igual, no le alcanza
será el dialecto
el que tendido como un cristiano
sobre la entrada de una iglesia
con las costillas en las manos
y la garganta en plena bulla
desate las propias achuras
cacique que engatuse a la santa
que se haga cargo del mortero
mientras en trance amargo
atrinchera la palabra
el valor cotizando
sobre mugrientos cobres
dolor mayor del horror
trapos para cubrir el fortín
poncho que perdió los botones
dentro de tanta pobreza
prenditas por doquier
manta peluda que tapa el bulto
y el aguanteo el indulto menos lerdo
el que muestre el ombligo
como destocando plumas
en plena pulpería
de Tapera (Jámpster, 2020)
como una parábola en creciente
y su temporada en el océano, fugaz
el trueno estruendo de la ballesta
y su flecha, noche en vos
retorno frágil de la piel
del medio del diluvio surgen las lechuzas
y el nácar
sobre el pasto derramado
un frenesí
un jardín de sal
un diáfano
para revocar
la piedad nocturna
o aislarse
en un recoveco de inmensidad
tropas de mandalas
brotan de las hojas
que nacen salvajes en el margen
entre el pasto y la llovizna
pájaros que cuando rotan
vuelven a emigrar
el acecho sobre las cosas
como una ruina
de flores y esmeraldas
que de lejos se deja vislumbrar.
raído el disfraz, la duda
el diluvio atravesó el vidrio esta vez
fue manantial oscuro, fue clamor
la pregunta es si fue vil
o si pudo avenirse.
sugerente el suceder de las cosas
que alborota y distrae
y en ese ademán cara a cara
merodea tan vertiginoso
que a tientas se ve el escalón.
o si pudiera ser pez que espira el silencio
hacer de ahí un todo, un caleidoscopio para mirar. el porvenir proclamado que espera justificando la vanidad que se enceguece en la sordera. para correr a contraluz y marea. yo puedo ahondar. andar en ondas, en olas. lunar. la superficie alcanza para seguir tirando del caparazón hasta. la desnudez. entonces, solo la cotidianeidad: abrazar las brasas. sellar llorando el mar salado. el lado lodo de la noche salmón. el lomo. el zigzaguear, la misma calle fría.
el agente visible, la designación
la claridad con que se irradia el instante: las siete de la tarde. el sol en el lugar justo, brillante, firme. momento donde se puede pestañar para cambiar la visión o taparla con un toldo, o una mano. elegir. descansar. la piel, lo que se luce. la fusión entre lo otro y esto, nosotros. el pellejo, templado. acaracolado, dejándose solear. la radiación ondular sobre el infinito. agigantada, inmensa. cumbre. la luz de la tarde lo es todo y, también, el pellejo donde nos intentamos salvar.
mi yo:
se vuelve rojo, efímero, rojísimo. y me incendia. como pimienta enciende las lenguas. solo él, como única arma defensiva. se manifiesta. su voz: brama. cruje, para empezar a mostrar lo que está oculto. mi interior, su intimidad. se expone. posee la extraordinaria fuerza del viento. se agita estrepitosamente. revuelto, revuelve la casa donde se celebra el jolgorio, el bullicio interno. mi pecho. lo acepta y lo ostenta. pleno.
De Sinsépalo (Huerga & Fierro, 2022, Hemisferio Derecho, 2024)
el crepúsculo agolpado
deja su relieve
ensaya líneas bordes
puntos de fuga
esboza un transbordo
de atizado carbón
o escorzo
y en la caída del sistema solar
ostenta un satélite con tu voz
en la inclemencia
en el perjuro sin sosiego
de corderito verdugo
de esclavo corazón
sobre la alfombra
la desolación tenue
y el suspiro, ileso
cuervos velan
mientras marchitan
la noche
absurda nada
declina honda
frente a la rareza indócil
de un paréntesis de amor
(inéditos)
(En portada: iStock, créditos: Anton Vierietin)
—–
Ana Claudia Díaz. Buenos Aires, Argentina, 1983. Autora de los libros Limbo, Conspiración de perlas que trasmigran, Una cartografía de la insolación y El hemisferio del lado en que quedamos; y de las plaquetas Vuelto Vudú, La ecología de las poblaciones, Al antojo de las anémonas y Tapera. Participó, entre otras, de las antologías Color Pastel, País Imaginario 1980-1990, Antología Federal de Poesía de la Provincia de Buenos Aires y Una imagen para decirlo. Coordina talleres de escritura y clínicas de obra.