Eleanor Grimaldi Silié
El mago Benjamín, venía de un reino desconocido y decidió irse a vivir a las nubes. Desde muy pequeño lloraba porque había quedado huérfano y esto lo hizo alejarse de la gente. Se fue a las nubes con la ayuda de un animal que volaba. Vivía en una nube de algodón protegido por un hermoso jardín, donde habitaban animales diversos: lagartos, codornices, búhos, palomas y otras aves. Benjamín era un personaje ya viejo de unos 100 años, y era reconocido en el lugar por sus habilidades y cualidades mágicas. Se dedicaba a atrapar estrellas para convertirlas en animales, personas y plantas. También hacía magias y hechizos a cualquier animal que le visitara, pero siempre debían pagar algún dinerito. Su magia era poderosa.
Decía: “Yo soy un súper mago, porque puedo lograr todo lo que quiero”. Sus amigos a veces se burlaban de él y decían que estaba loco.
Él vivió toda su vida de la magia y se llegó a convertir en un personaje muy conocido entre las nubes, donde también habitaron algunos personajes de su edad.
Se corrió la voz en su vecindario de que él convertía a las estrellas en animales, y también que lograba hacer otras magias. Algunos animales empezaron a visitar al mago con el fin de que él les hiciera magias y los transformara en lo que ellos querían llegar a convertirse.
A veces el mago se ocultaba de los visitantes, porque tenía tanta demanda con la magia que en un año hacía un sinfín de magias. Además, tenía temor de que un día alguien pudiera conocer los trucos de su magia y le quitara su trabajo. Por eso, limitaba el número de personas que podían verle.
Sus magias funcionaban a la perfección, hasta un día en que el mago sintió un toque en su puerta. Abrió y, para su sorpresa, era una lechuza que le puso conversación y le dijo:
—He venido donde ti, porque como eres tan mago, quiero que me ayudes a transformar mi cuerpo en una pelota—. La lechuza quería convertirse en la pelota favorita de un pelotero de grandes ligas. Ella quería ir a pasear por otros mundos y también hacerse famosa.
El mago pensó, pensó…, le dijo:
—¿Por qué no te conviertes en una estrella, mejor? Así, el día que decidas otra cosa podré volver a convertirte en lechuza, como lo he hecho con otros animales—. Él no se atrevía a concederle este deseo porque también otros animales desearían hacer lo mismo. El mago volvió a decirle:
—Mi magia es muy poderosa y, si un día quisieras volver a ser lechuza, no vas a poder—. La lechuza insistió, insistió, suplicó… el mago lanzó una sonora carcajada y le dijo:
—Está bien, empezaré mi magia mañana cuando inicie el crepúsculo.
Al iniciarse el crepúsculo, se acercó una cotorra de colores azul, rojo y amarillo, y le dijo al mago:
—Yo también he venido para que me transformes en un árbol, quiero dar muchos frutos a los niños.
—¡Qué bueno que has venido! —contestó el mago—. Necesito tener un testigo de mi magia y del hechizo que le voy a hacer a la amiga lechuza para que se convierta en pelota. Quiero que te quedes aquí, para que lo presencies todo.
El mago dio inicio su trabajo. La cotorra, asustada, se quedó callada e inmóvil para ver qué pasaría. Ninguna de sus alas se movía. El mago se empezó a preparar para la magia. Se puso una capa negra, un sombrero de copa grande, arrojó una piedra hacia el espacio, metió en una caja grande a la lechuza, la tapó, y dijo las palabras mágicas: “¡Zas, zas, zas, Abracadabra… abracadabra!”. Tomó un pañuelo en sus manos para destapar la caja. La abrió y, para su asombro y el de la cotorra, la lechuza quedó convertida en una estatua. La magia no funcionó para el deseo de la lechuza. A partir de ese momento le fue muy mal a esta. El mago, viendo que la lechuza no se movía, sacudió la caja y, cansado de intentar convertirla en pelota, arrojó la caja, y al hacerlo vio que salían de su interior barajas, monedas y un talismán.
El mago, asustado con lo que pasó con la magia de la lechuza, y para evitar que los otros animales vieran lo que ocurrió, quiso deshacerse de la estatua. Esperó un día la visita de un duende y le regaló la estatua de la lechuza a este.
La cotorra se burló de la lechuza y le dijo:
—Tu gran sueño se ha visto fracasado. No serás la pelota de un importante jugador; serás una inmóvil estatua que no se mueve, ni hace nada.
Siguió la cotorra diciendo:
—No solo que no serás la pelota de un importante jugador, sino que serás una estatua para siempre, y posiblemente te pasarás la vida adornando una vitrina, alguna mesa o en el tocador de alguna señora importante. Yo, por mi parte, ya no quiero ser nada; quiero seguir siendo una cotorra.
El mago, se sintió tan y tan frustrado que decidió nunca más hacer magias y, a partir de lo que hizo con la lechuza, anheló dedicarse a hacer un trabajo más productivo.
Decidió cambiar de casa, ya que los animales lo insultaban y no lo dejaban en paz, por hechizo fallido. Un día, decidió contarle a la cotorra lo que le estaba pasando y esta lo aconsejó que se fuera del lugar. Empezó a planear mudarse.
Con la ayuda de la cotorra recogió sus cosas, se montó en sus alas y se fue a vivir en el tronco de un árbol junto a un grupo de aves que poblaban la Tierra en un lugar amplio, de una vegetación exuberante a orillas de un río caudaloso.
En aquel lugar el mago trabajó la agricultura y se dedicó a ayudar a mucha gente y a los animales que cooperaban en sus labores. Allí pudo vivir 50 años más. Todo cambió en su vida: encaneció su pelo, se puso más delgado y encorvado. Empezó a pensar que la magia no era lo mejor para su vida. Olvidó sus fantasías y sueños de magia que había vivido años atrás. Y con su nueva vida fue más feliz. Y colorín colorado… este cuento ha terminado.
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Trayectoria de Eleanor Grimaldi Silié (Santo Domingo, 1948)
La ganadora del Premio Biblioteca Nacional de Literatura Infantil 2025 es licenciada en Educación, mención Ciencias Sociales y Profesorado en Historia, en la UASD, y realizó en Caracas (Venezuela) un posgrado en Elaboración de Materiales Educativos Impresos. En el Banco del Libro, en la capital venezolana, hizo además una pasantía en Literatura Infantil con el auspicio de la OEA y del Proyecto Interamericano de Literatura Infantil y Juvenil (PILY).
Entre sus poemarios se cuentan Poesías para ti (1983), Cristal de ilusiones (1995) y Naturaleza multicolor (haikús) (2012). En el ámbito del ensayo y la teoría educativa ha publicado importantes textos como Literatura infantil y desarrollo creativo: teoría para enseñar literatura infantil (1996) e Ideas para Enseñar Educacion, Historia y Literatura Infantil (2001). Su contribución al género biográfico está representada por Mujeres de la patria (1997) y Duarte, Sánchez y Mella: vistos por una educadora (2002).
Su producción destinada al público infantil y juvenil es extensa y diversa. Entre sus libros de cuentos y narrativa se encuentran Colección de cuentos infantiles y juveniles (1984), El sueño de Penélope (1999), Gotita de agua (2003), De islas, mares y leyendas (2011), La paloma grande de Matachalupe (2014) y Titi y la ciguapa (2014). En la novela infantil figura Julita Graciosa y sus amigos (2011), una de sus obras más difundidas en el ámbito escolar.
Grimaldi Silié es miembro de número del Instituto Duartiano y de la Academia de Ciencias, y fue galardonada con el Supremo de Plata de los Jaycee’s 72, otorgado a los Jóvenes Sobresalientes de República Dominicana. Además, recibió en 1998 el Premio Universidad APEC al Magisterio y la Medalla al Mérito de la Mujer 2004, otorgada por el Gobierno dominicano. Fue declarada Hija Adoptiva de Puerto Plata por el ayuntamiento de ese municipio.