Al final de la tormenta reinó la calma.

La corriente del río de las sombras cobró nuevas fuerzas del prodigio,

   y los rayos del sol ardiente se tornaron fríos como el hielo.

Los críos del refugio tomaron nueva vida del seno espléndido ofrecido;

los campesinos miraron hacia el cielo: éste les dio permiso para salir en busca de sus chozas.

Allá lejos y muy cerca desde el balconcete, el esposo, la mujer y los hijos reanudaron la palabra

    alada, y se miraron y miraron:

dos mozuelos salieron de la nada y se lanzaron a los brazos abiertos de las púberes canéforas  en resguardo de las aguas descarriadas.

De repente, un aullido espeluznante fracturó los cristales del silencio y

      el amigo cariacontecido se abrió paso entre los lotos sagrados que cubrían el Jordan…

Adiós, amigo adiós.

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Lisette Vega de Purcell. Licenciada en Humanidades, mención lenguas modernas. Profesora, traductora y escritora.