Los procesos políticos de América Latina nos sirven con frecuencia como referencia para establecer nuestros avances y retrocesos. Hoy Colombia es observada con admiración y simpatía por los procesos de paz que se han dado, y además, por la fortaleza de su institucionalidad y la independencia de su poder judicial, que ha permitido controlar algunos de los desafueros políticos que desde el poder se intentaron.

Colombia es un país con una historia de horror y de violencia como pocos en el mundo. Es la nación latinoamericana que durante un período más largo de tiempo ha sufrido una guerra de guerrillas, y luego una guerra abierta del narcotráfico, que se bifurcaron, para producir una nueva ruptura institucional, e impedimentos forzosos a uno de los gobernantes más auténticamente democrático, de mayor capacidad y de buenas intenciones, como lo fue el ingeniero Virgilio Barco Vargas, quien gobernó entre 1986-1990 y su administración fue boicoteada y convertida en una tragedia, por el desbordamiento del terrorismo patrocinado por el narcotráfico. Luego de la administración liberal encabezada por Barco, se fortalecieron los grupos paramilitares, como falsa respuesta a la violencia.

El último liberal es un libro que relata con detalles los acontecimientos vividos por Colombia en este complejo período político e institucional, pero a la vez es una biografía política, escrita con sinceridad y sin aspavientos, por el periodista Leopoldo Villar Borda, quien fuera colaborador en comunicación de Barcos desde 1984 hasta la finalización de su administración. El libro se escribe luego de asumir el autor un compromiso personal para contar, desde dentro, la historia de este hombre políticamente correcto, procedente de Cúcuta, en su juventud escindido entre el liberalismo de su madre y el conservadurismo de su padre.

La primera edición del libro se publicó en abril del año pasado, y el prólogo lo escribió el director de El Tiempo, Roberto Pombo, emblemático periodista colombiano. Pombo entiende que el libro es un justo homenaje a Virgilio Barco, pero al mismo tiempo es un libro liberal desde la primera hasta la última línea. Barco ha sido tratado injustamente por los historiadores recientes, porque no han sabido apreciar las dimensiones de su ejercicio político, y porque al analizar el momento que vivió Colombia entre 1986-1990 no aprecian que el “técnico” que fue Virgilio Barco traspasó los límites para realizar profundas transformaciones políticas, de gran calado en la estructura social y económica, de su país. Y contra esas transformaciones se hizo la guerra desde el narcotráfico.

El libro tiene la virtud de contar la vida personal, familiar y política de Virgilio, pero también incluir la historia de Colombia con todos sus luces y sombras, sus pesares y momentos de terror.

Bien escrito, objetivo, El último liberal tiene la virtud de ser el resultado de una minuciosa investigación. El autor sabe contar la historia, muchas veces narrada desde el punto del observador presencial, como registra en varios momentos.

Con esta biografía de 365 páginas se puede comprobar que la gestión de gobierno que encabezó Barco se produjo en medio de la peor pesadilla de la historia de Colombia, con el empoderamiento de los grupos de narcotraficantes y sus diversos aliados, que generaron violencia brutal y trastocaron la obra que había planeado el ingeniero graduado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien fuera legislador, alcalde de Bogotá, ministro en varias ocasiones, y embajador, además de representante colombiano en organismos multilaterales como el Banco Mundial, del que fue miembro de su directorio.

Don Virgilio aparece en esta historia como lo que fue, un político ejemplar, que sirvió a unas ideas y postulados históricos, que dio sentido a su vida pública en la responsabilidad de empoderar a los más desposeídos y olvidados, y que con humildad y paciencia logró tanto como le fue posible ese propósito.

La vida de Virgilio Barco aparece entrelazada con el derrotero de los acontecimientos colombianos. Se trata de 50 años de dedicación, de compromiso desde su Cúcuta natal, sin dejar de lado una vocación única de servir. 

Lo que parece ejemplar, y contrasta con la mayoría de personalidades actualmente en la política, es que Virgilio Barco se preparó a lo largo de su vida y cuando llegó a la Presidencia conocía el país y sabía cuáles eran sus prioridades. 

El libro refleja que Virgilio Barco tenía muy claro el concepto gobierno-oposición; tenía clara la necesidad de la erradicación de la pobreza absoluta; continuar el plan de rehabilitación colombiana para cerrar la brecha entre el campo y la ciudad; el manejo de la economía para que se diera la apertura después de tantos años de una economía protegida. Y fue él precisamente quien dispuso el rescate de la memoria del Colombia con la creación del Archivo General, en lo que actuó casi obsesivamente.

En el camino se atravesó el narcotráfico y el ataque sistemático a la institucionalidad con violencia y corrupción. Esto exigió del gobierno recursos y enfoques y una parte de los programas del gobierno 1986-1990 sufrieron las consecuencias. 

Pero a pesar de dirigir una administración manejando crisis tras crisis, fue mucho lo que logró: la primera paz definitiva con el M-19, el resguardo más grande del mundo para proteger el Amazonas, abrir paso para la constituyente y la preparar el terreno político para la Constitución del 1991. 

Leopoldo Villar Borda, el autor del libro, sostiene que durante el período de gobierno de Virgilio barco Colombia “enfrentó el mayor desafío criminal de su historia, protagonizado por el narcotráfico”, y Roberto Pombo, el director del diario El Tiempo explica que el libro de Villar “es una reivindicación de Virgilio Barco”.

La presidencia de Virgilio Barco treinta años después, compilado por Carlos Caballero A.

Luego de obtener la candidatura por el Partido Liberal, dejando fuera del proceso a Luis Carlos Galán con el llamado nuevo liberalismo, Barco se enfrentó al conservador Álvaro Gómez Hurtado, contando con el apoyo de Alfonso López Michelsen, quien ejercía la presidencia del país. “Si no es Barco, ¿quién entonces?”, respondió López Michelsen cuando le preguntaron los periodistas. Fue una campaña electoral trágica: Asalto al Palacio de Justicia de Bogotá, por parte de 35 guerrilleros del M-19, que dejó 98 muertos, entre ellos 12 magistrados, y se produjo la erupción del volcán Nevado del Ruiz, una semana después, con una avalancha que sepultó al municipio de Armero y dejó más de 20 mil muertos. 

Virgilio Barco sucedió al presidente Belisario Betancur, y asumió una extraordinaria responsabilidad para hacer frente a la tragedia nacional en que se encontraba Colombia. César Gaviria Trujillo fue uno de los cuatro directores alternos que Virgilio Barco nombró para asumir la dirección del Partido Liberal. El 25 de mayo de 1986 Virgilio Barco ganó la presidencia de Colombia con la mayor votación registrada hasta entonces por un candidato: 4.214,510 votos, contra 2.588,050 votos de Gómez Hurtado, y 328,752 votos de Jaime Pardo Leal, candidato de la Unión Patriótica. Se convirtió en el presidente número 110 en la historia de Colombia.

Y la violencia se recrudeció. Jaime Pardo Leal fue asesinado el 11 de octubre de 1987, cuando regresaba de un paseo familiar. Jaime Ramírez Gómez, jefe de la Unidad Antinarcótico de la Policía, fue asesinado en una emboscada que le hicieron cuando caminaba con su esposa y su hijo en Bogotá. Un mes después, Guillermo Cano, director del diario El Espectador, fue asesinado cuando a las 7:30 de la noche salía del diario en Bogotá, y surge entonces la figura de Pablo Escobar como contratante de “Los Priscos” y otros grupos criminales.

El libro sobre Virgilio Barco es un excelente documento para conocer la historia de Colombia y los avatares del proceso político, y en particular los detalles de empoderamiento de la familia Barco Vargas. 

A Virgilio Barco le sucedió su subalterno César Gaviria, quien designó al saliente presidente como embajador en Reino Unido. Sin embargo, muy pronto comenzaron a notarse los signos de la enfermedad de Alzheimer, que lo llevaron a plantear la renuncia y su retiro de la política. En 1996 sufrió un desmayo, y al examinarlo los médicos encontraron un cáncer de estómago. Fue operado, pero la madrugada del 20 de mayo de 1997 debió ser hospitalizado, y ese mismo día a las 11:48 de la mañana falleció.

En 2016, con motivo de los 30 años de gobierno de Virgilio Barco, la Universidad de los Andes y la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo, realizaron un seminario para discutir “La presidencia de Virgilio Barco treinta años después”. Un libro salió publicado con las presentaciones que hicieron allí Carolina Barco Isakson, su hija, César Gaviria Trujillo, ex presidente que sucedió al presidente en el gobierno, Fernando Cepeda Ulloa, Manuel José Cepeda Espinosa, Rafael Pardo Rueda, entre otros que fueron conocedores, colaboradores y allegados al ingeniero Virgilio Barco.

Fausto Rosario Adames, periodista director de Acento.com.do