Aquí hay una escritora dueña de su música. 

Y de su instrumento, el lenguaje, que respira, que corre con los pies de una niña por el pavimento o sobre el techo de cristal de la infancia recordada.

¿Cuánto de todo esto es inconsciente?

Lo primero que nos atrae en estos textos de Minerva, es la amorosa libertad con que escribe. Con la plena seguridad de que va a encontrar la rosa, la fuente, la luz, el llanto. Sabe que ese mundo, ese ámbito de palabras en que se sumerge, traerá lo que su inconsciente está buscando. Sabe que lo hallará. Que las palabras la llevarán a una región en la que la emoción, el asombro, lo intuido desde el fondo, le serán vertidos en las manos, le serán vertidos sobre los párpados. 

Es por eso que ella se aquerenció desde el primer día a las palabras. Porque eran su única manera de habitar el mundo. El del presente, con los días y su miel y sus yugos, y el del pasado, con el murmullo de los recuerdos que vuelven de las estancias oscuras de su pensamiento. 

Minerva busca toda la maravilla y le desolación de la Creación, con sus palabras. Se encara con los días y sus noches, con el padecimiento del tiempo, palpable o metafísico, sólo con las palabras. En el fondo de su ser, es lo único que tiene. Si se pone a mirar el alma de la niña que fue, de la que sería, sabe que solo tiene las palabras. Y que no pudo jamás volverles la espalda.  

Por eso las ha buscado siempre. Por eso las ha necesitado siempre. Por eso tiene y tendrá siempre la certeza de que las palabras son el lecho de agua en que puede reposar y soñar. No hay otro para ella. Porque sin esa agua, todo sería opaco, baldío, vulgar.

Y en este libro las ha encontrado con plenitud. Ha encontrado cómo pueden rebrillar, como guijarros, o resonar como campanas y hojas del viento. Y abre el corazón y cierra protectora las manos, para retenerlas un segundo, para sentirlas cantar y respirar, antes de echarlas al viento.               

¿Qué traerá ahora el porvenir? En los textos que forman este volumen, están recreados con precisión escenas, personajes y coreografías que tienen tejidos y savia de su corazón. 

¿Son acaso la singladura de un viaje de más largas jornadas, que está por empezar?

Yo hago votos porque así sea.     

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Gonzalo Mallarino, poeta y narrador colombiano, autor de la Trilogía de Bogotá: Según la costumbre (Alfaguara 2003), Delante de ellas (Alfaguara 2005) y Los otros y Adelaida (Alfaguara 2006).