Quizás diga una obviedad, quizás no, pero la palabra “hermética” viene de Hermes, el mensajero entre los mundos. En la cultura incaica prehispánica, los jóvenes más veloces también oficiaban de corredores entre los pueblos llevando información importante para el buen ejercicio del poder incaico. El movimiento y la información van íntimamente ligados. En ese sentido, “Precedente” de Rom Freschi oficia de registro jurídico sobre el movimiento de las palabras, que también es un enfocar/desenfocar del nervio óptico –el trompe l’oeil o en castellano “trampantojo” es un procedimiento barroco sobre todo para la pintura y arquitectura que engaña al ojo con una imagen que es pura perspectiva, creada con pintura o con luz y sombra– y también es una traslación del universo y sus ínfimas partes en su conjunto. Esa danza universal de condensación y desarticulación de los sentidos es una irradiación del referente que está ahí, como un dedo que señala, pero que no puede ser localizado en su totalidad debido a los efectos de la luz ambiente.

“Precedente” es un registro jurídico de la naturaleza. Lucrecio también sabía que, en el movimiento de las partículas de polvo que se ven en los rayos de luz que apenas entran por una ventana, se esconde la esencia de todo principio natural: todo es movimiento. Esto también confiere otra naturaleza del yo, del sujeto: Rubén Darío decía que la esencia de la subjetividad era pitagorizar las constelaciones. No somos uno, sino que somos una colonia de células, bacterias, virus. ¿Quién cuida la verdadera higiene del sistema natural? 

Si los frutos de las plantas se alimentan de estiércol de vaca o caballo, ¿por qué es necesario sacar la manzana podrida? La podredumbre nos acosa como lo más bello y sublime y el Marqués de Sade deshojaba rosas en un orinal. Experiencia que se replica en “El lenguaje de las flores” de George Bataille y en las fotografías de Karl Blossfeldt. Todos somos narcisos a nuestra manera y todos tenemos el ego desollado a nuestra manera, las dos y ninguna, lo único que queda es dust in the wind: “La narrativa se ofrece / al sentido / hace historia / exa mina / cada pulso / convierte la insistencia en sentido / la reincidencia en sentido / obliga la dirección / al chocar con les otres”.

Pero Rom ofrece una salida al redondel, lo saca de gozne, lo desea y lo empieza a colar por el universo entero: el universo entero es un hiper-redondel hipervinculado. En definitiva, los brasileños entendieron mucho más fácil que nosotros el hacer colectivo en la samba: el juego de preguntas y respuestas que se da en la comunidad cantante. Lo mismo pasa en las coplas de la quebrada de Humahuaca donde, entre vino y coca, las copleras y los copleros se preguntan y se responden. La ironía, el juego de palabras casi picarón, también aparece en esos juegos de los cantantes.

Y si de música hablamos, “Josefina la cantora” de Franz Kafka encuentra lugar en su comunidad, una comunidad que aún la recuerda cuando ella se va, una comunidad que le abre los brazos para que sienta que no está tan sola, aun cuando tenga sus excentricidades. “Precedente” también es parte de lo cósmico de Rom Freschi, de su viaje interespacial con Laika y con Solaris. Es de alguna manera, ver en el planeta tierra lo que se vio en las estrellas y los agujeros negros. Volverse tierra es cósmico.

Hay una voz que, como todo lo que dijimos antes, merodea todos sus espacios posibles, juega, como el percusionista de música contemporánea, a todos los ritmos y arritmias posibles. Sube, baja, se condensa, se despelleja, se vuelve oscura, clara, saborea el hacerse y el deshacerse. Todos los procedimientos son posibles y todos se dan yuxtapuestos unos sobre otros. Una marea de procedimientos tonales y atonales que la podemos encontrar de manera parecida en Velimir Jlébnikov y en su poesía matemática. Existe toda una corriente del priem que va de la OPOJAZ hasta la poesía anti-creativa y aparece trabajada en estos poemas. 

Por otro lado, la piel de nosotros no es la misma. Como las serpientes vamos cambiando las células y van renovándose. Algunos teósofos dicen que cada siete años no somos los mismos, otros hablan de treinta y tres años; de ahí el número místico que representan el número 7 y 33 en casi todas las religiones. Lo cierto es que nuestro cuerpo va fotocopiando las células y la vejez no es otra cosa que las imperfecciones que van pasando de una a otra “fotocopia” de células y que van arruinando las copias. En definitiva, nuestro cuerpo es siempre un scan de sí mismo. Somos uno siendo una infinita colonia de células, pero nuestras “constelaciones pitagorizadas” nunca son las mismas. De ahí la palabra de Rom Freschi que se descompone en fragmentos y que muestra que dentro de un significante hay otros significantes menores trabajando. Arthur Rimbaud gritaba “yo es otro” y Gustave Flaubert decía, de manera muy travesti, “Madame Bovary soy yo”; por otra parte, Barbra Streisand se machiruleaba solamente para leer la Torá. El mensajero Hermes es el rey de estos espacios intersticiales, intermedios. Espacios de pasajes y de mediaciones entre el afuera y el adentro, lo interior y lo exterior, lo extremadamente coagulado como significado y lo extremadamente disruptivo como solo significante: “desconecta / de la matriz estelar que la compone”; “mira sus huecos como si fues en / hijxs / no me distingue de sí / no me distingue de no”. 

Las redes sociales, el mundo cibernético posee el mismo sistema de pequeños nodos que vinculan y desvinculan, median en miles de mediaciones y todo se va hilvanado en una materia llena de textos, poemas hipertextuales. El futuro es el hipertexto y el hipervínculo, lo mediado por sobre lo original, lo creativo comunitario por lo autoral. Vivimos en una sociedad donde el conocimiento funciona de manera colectiva y mi tía abuela decía “dos personas piensan mejor que una” cuando le pedía alguna reflexión a mi madre sobre algún problema doméstico. La propiedad intelectual de las palabras es de todos. ¿Acaso cuando alguien en Estados Unidos dice “voy a abrir las ventanas del comedor” le pagan a Bill Gates por usar su palabra registrada como propiedad privada? Lo original es siempre copia de otra cosa, de ahí el precedente, la causa jurídica de que la originalidad es siempre lo imposible. Siempre todo se dijo o se hizo alguna vez y uno no construye desde la nada. La causa jurídica de la originalidad es que siempre hay precedentes a las cosas, a nuestros escritos. La línea histórica siempre avanza leyendo el pasado. De ahí la famosa palabra “re-memorar”: volver a la memoria, volver al pasado para poder construir lo futuro. El número imaginario en las matemáticas es la raíz cuadrada de menos uno: algo que es una solución por sí misma, pero no hay ningún número real que pueda reemplazarla. Un número que es y no es al mismo tiempo, que es único aunque parece no tener solución: “Es un tiranon/ soy un tiranx / no se quiénn/ cuando lloro / se queman las cosas”.

Hace tiempo que no está más de moda, pero para los que vivimos esa época del auge del calendario maya, en esa cultura, el tiempo es espiralado y se repite en constelaciones de signos que vuelven a aparecer renovados según el nuevo día, lo pasado se rememora de manera espiralada para crear una nueva situación futura, somos copias de copias de nuestras propias células, pero sin embargo no somos exactamente los mismos. El tiempo, Cronos, siempre fue un malvado que se comía a sus hijos: “vate del futuro inmediato / deja pasar otro segundo / y qué exageración / pierde su origen / y todo punto parece reconectarse / por fin un rato”.

El tiempo y el ritmo son parientes. Los primeros jazzistas a la orilla del río Mississippi lo sabían, como también sabían que la armonía era europea y el ritmo era africano. Obviamente, todos hijos e hijas de la trata de esclavos antes de la Guerra de Secesión, en el siglo XX seguían viviendo en la esclavitud simbólica de saberse “otrxs” ante el blanco descendiente de ingleses, franceses y españoles. 

El ritmo, que también Iuri Tinianov analizaba en El problema de la lengua poética, suponía no solamente lo que comúnmente se llama “rima” en la versificación clásica, sino también una unión con el aparato fónico y respiratorio del poema. Aparato que se basa de rima, pero también de asonancias, aliteraciones, cortes de verso, tonalidades y atonalidades del poema. El ritmo, para Tinianov, era lo que el ritmo era para sus contemporáneos negros de Estados Unidos: liberación, largo o corto aliento, rasposidad de la glotis ante el tabaco y el alcohol, más desde la french theory, el grano de la voz. La mensajera Rom, cuyo precedente es Hermes, juega, en este libro, a esa multiplicidad del sentido del ritmo: largo de la vida, tiempo, pero también rugosidades y detalles que se dan dentro del mismo

En definitiva, Rom Freschi renueva su potencia creativa en este libro de poemas y nos lleva a pensar en lo infinito de lo finito, en lo grandilocuente del grano de arena, y que lo microcósmico se refleja en lo macrocósmico y viceversa. Ir hasta el fondo más profundo del océano, para los seres humanos, era tan imposible como viajar a la luna. Pero también el ritmo, el paso del tiempo, genera un mensaje, un pasadizo entre esos polos volviéndolos opuestos complementarios, como los colores en la rueda cromática. Lo más exterior y lo más interior eran lo impensable y Julio Verne lo sabía. ¿Será posible un futuro de extrema lucidez donde todos los secretos sean descubiertos?

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Mariano Massone (1985, Villa Flandria) es licenciado y profesor en Letras de la Universidad de Buenos Aires. Publicó “Fractales i”, “Diario Íntimo” y “Mar del Bronx” en formato de plaquetas. También, en formato libro, “Libro de sombras” y “El gaucho celeste”.