Elidio La Torre Lagares ha forjado un nombre por sí mismo como poeta. La publicación de Septiembre (Cultural, 2000), su primer libro de relatos, lo sitúa como uno de los más promisorios narradores en la isla. Las trece historias en la colección quedan unificadas por temas comunes, por la voz narrativa de un niño entre sus primeros años de escuela primaria y la graduación de escuela secundaria, y por Adjuntas, en donde las historias se desarrollan o con el que se relacionan. El Adjuntas de La Torre Lagares no es simplemente un pueblo pequeño. Es un lugar de niebla y lluvia y noches frías, un lugar aislado por las montañas que lo separan del resto del mundo de vacuas pero encantadoras promesas. 

Septiembre tiene varias significaciones en las historias.

Un número de adjunteños participó en la revuelta del Grito de Lares el 23 de septiembre. El clima es, entonces, cambiante, puesto que septiembre marca el paso del verano al otoño, de la juventud a la madurez. Septiembre es un hermoso y conmovedor testimonio de un hombre que hace las paces con su juventud llena de comedia, visión, esperanza, pasión y dolor que nunca podrá ser exorcizado.

La comedia domina el primer tercio del libro. El día que llovió dinero en Adjuntas presenta una de las imágenes hilarantes predilectas del autor: objetos que se caen, como maná o lluvia, desde algún punto del cielo. En esta historia, el dinero se precipita como parte de una promoción de negocios de Agustín García, un cubano marielito que se hace rico traficando afrodisíacos de uña de gato y cartílago de tiburón, y quien quiere traer las bendiciones del “consumismo todopoderoso” al pueblo de Adjuntas con una tienda llamada “Adjuntas Todo A Dólar”, todo con la bendición política del alcalde del pueblo. Como principal truco publicitario durante el día de apertura, billetes de 5, 10, 20 y 50 dólares quedan adheridos a un largo sedal, el cual, al agitarse, hace que el dinero descienda sobre la multitud al pie de la tienda.

El pandemonio subsiguiente es magnífico.

Agustín, con su tienda en ruinas, abandona el pueblo, y el complaciente alcalde pierde las próximas elecciones ante un clono suyo perteneciente al partido opositor. Pero el dinero de Agustín es alpiste comparado con los cupones de alimento que llueven sobre la gente del pueblo y “uno que otro dominicano indocumentado” que trabajaba en las tierras. En la historia, el padre del narrador “solía sentarse bajo un cedro a beber ron y a esperar que llegaran los cupones por correo”. ¿Qué sucedería si los cupones de alimento dejaran de llegar? “¿Cómo le explica usted a doña Pancha que el águila ya no c*** y que se tiene que ir a lavar ropa al río?”. Si alguien se atreviera a rechazar “los beneficios de ser colonia de los Estados Unidos”, ya no habría «un Grito de Lares sino un grito de todo Puerto Rico”.

En otra historia divertida, El rapto de Ángela, el autor hace prestaciones de la saga de la Virgen de Sabana Grande. Ángela, una fumadora compulsiva y abuela de tres niños de “padres anónimos”, es testigo de las frecuentes apariciones de objetos ovalados con luces intermitentes, y que provienen del espacio exterior hasta Adjuntas. Un día Ángela cataliza una payasada de milagro cuando cae presa de un ataque epiléptico y es adorada por la gente del pueblo como una visionaria mediadora de mensajes desde el infinito. Grupos de protestantes, católicos y ufólogos, como los tres coros griegos, interpretan a su conveniencia los significados de sus revelaciones.

Una segunda historia, Carmelo, cómica en apariencia esta vez, anticipa las dolorosas historias que se vinculan con relaciones de familia. Carmelo trata de un niño con necesidades especiales que, cuando está feliz, tiene el poder de hacer que llueva azúcar proveniente de la nada. Lo que comienza como una inocente historia de niños cambia de dirección cuando el padre natural del chico, que nunca ha tenido el valor de admitir su paternidad, lleva a Carmelo a una barra y lo manipula haciéndole tomar cerveza para ver si logra hacer que el niño materialice la lluvia de otro modo. Efectivamente, Carmelo hace crecer dinero en un árbol. Ante el prodigio, la avaricia del padre de Carmelo y de dos obreros de construcción provocan que Carmelo caiga presa del pánico, lo que culmina en una lluvia apocalíptica de fuego y destrucción.

El tema más persistente del libro, desarrollado poderosamente en la primera y la última historia del conjunto, pero presente en casi todos los relatos, es el de la espantosa destructividad de las malas relaciones entre padre e hijo, cuyo egotismo trunca a la esposa psicológicamente y mutila su personalidad hasta el punto de que ella es incapaz de proveer el amor que requieren sus niños para crecer emocional y espiritualmente. En las historias donde aparece este tema, padre, madre e hijo son esencialmente los protagonistas.

Algunas diferencias en los detalles de las historias varían de una a otra. A veces el padre golpea a la madre físicamente; otras, no. A menudo, el padre bebe profusamente y la frustración de su ambición personal lo atormenta. No obstante, siempre disminuye y humilla a la esposa y descompone a la recia figura de la mujer que es dadora de vida, hasta degradarla en algo menos que humano, un acto que tendrá efectos devastadores en sus niños.

Llover y Hoy has sido algo especial, que tratan directamente el mencionado tema, resultan sumamente dolorosas al leerlas. A la vez, dan color a otras historias.

El sueño de Justo, un pequeño tour de force, captura verbalmente el sueño del protagonista mientras este despierta de una sucesión de sueños ligeros, entre los cuales destaca una vívida fantasía sexual en medio de las noticias de la muerte de su padre. En Norte Gris, tres adolescentes rebeldes con un pasado común de padres abusivos y madres destruidas, celebran su última noche juntos con un insensible alboroto vandálico. Ricardo, en Karma erróneo, habla de la envidia de su padre, “una envidia tan egoísta que no soporta que exista sangre de su sangre en otro cuerpo más joven”.

Dos historias intensamente líricas sobresalen en contraste con las anteriores. Perla, con tersa sensibilidad, describe el amor incondicional e idealista de un chico hacia una mujer joven. La inocencia y el realismo nos recuerdan al temprano James Joyce, y la comparación se reafirma cuando el niño se refiere a las primeras apariciones de Perla como “aquella epifanía” y recuerda cómo, en la mañana, “el sol llegaba despacio como si las montañas estuviesen pariendo luz”.

Tanto conceptualmente como por la brillantez de su lenguaje, Unicornio es excepcional. Chris e Isaac, hijos de vecinos que se preocupan por separar sus propiedades con vallas ciclónicas, persiguen los rastros de su gloria. La descripción, en términos de color y fragancia, de la llegada y el vuelo del unicornio es poesía que debe ser leída para ser apreciada. 

El contraste entre los confines del mundo adulto y las posibilidades infinitas del mundo en que los niños habitan es manejado con maestría, y la sugerencia de la alegoría religiosa queda presente para el que quiera apreciarla, aunque La Torre Lagares no insista en ello.

Título original: Eugene, Mohr. “Adjuntas Finds a Place in Literary Firmament.” The San Juan Star [San Juan] 27 Nov. 2000: 46. Print. 

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Eugene Mohr (1929-2004) vivió en Puerto Rico por casi 50 años. Doctorado por la Universidad de Berkley. Autor de The Other Caribbean: Concerns of West Indian Writing (1979) y de The Nuyorican Experience: Literature of the Puerto Rican Minority (1982).