“Hay elementos eróticos en la figura de Jesús” 

“Para escribir poesía mística hay que vaciarse de todo lo que llevas dentro que no es Dios” 



El sacerdote Paul Dupuis es un alma de Dios. Vivió 16 años en la República Dominicana, gran parte de ellos dedicados al pastoreo de almas en la comunidad La Colonia –ubicada entre Piedra Blanca y Bonao–, y otra parte en los barrios Cristo Rey y Capotillo. En los lugares donde vivió y trabajó estuvo del lado de los más pobres. En La Colonia, dice, comían un día sí y el otro no, porque no tenían recursos para alimentarse a diario.

Sin conflictos, y con cierta dulzura, admite que abandonó el catolicismo romano para ejercer su apostolado con la Iglesia Ortodoxa Céltica, vinculada con Inglaterra, cristiana también, pero cuyo cisma con la Iglesia católica ocurrió muy temprano. San Albano es su primer mártir: “él fundó la primera iglesia cristiana allá en Inglaterra. Prácticamente algunos años después de la muerte de Jesús, Jesucristo ya. De modo que tiene orígenes apostólicos”. Su nueva Iglesia se desarrolló mayormente en Bretaña, Francia, Escocia, Gales y partes de Inglaterra que son célticas.

El sacerdote Dupuis estuvo recientemente en la República Dominicana, para dictar la conferencia “Éxtasis y poetas místicos del mundo”.  A veces escribe poesía, cuando el tiempo se lo permite. Estudia –siempre lo hace– y mantiene su conexión con Dios. Utiliza hábitos parecidos a los de los franciscanos, pero en su caso de color negro. Lleva barba blanca, cuidada, y una cruz de madera le cuelga sobre el pecho, en la cual resulta inevitable no fijarse en ella cuando se le saluda o se le mira. Sonríe como un niño, con bondad y paciencia. Ofrece respuestas breves y precisas, salvo cuando se siente acorralado con una pregunta complicada. Nada de temor. Solo cautela.

Nació en Massachusetts, Estados Unidos, en 1942, y está alcanzando a los 80 años, aunque los disimula bastante bien. Es jovial, y muestra en su conversación salidas ingeniosas que él mismo celebra con alegría. Realizó una Maestría en Literatura Francesa Contemporánea. Aprendió (y luego enseñó) francés en colegios y escuelas de los Estados Unidos. Después, entró en la vida religiosa. Sus estudios teológicos los hizo en Quebec, Canadá.

Actualmente vive en Virginia, Estados Unidos, pero ha fundado tres monasterios: uno en la República Dominicana, un segundo en Italia, y otro más donde vive en este momento. Es monje y obispo de la Iglesia Ortodoxa Céltica en Francia, en el monasterio Sainte-Présence en Saint-Dolay.

Su periplo evangelizador y poético incluye, además de los mencionados 16 años en República Dominicana, 2 años en Puerto Rico, 4 años en Italia y un año en las Antillas Francesas. Durante 7 años enseñó Francés Teológico en la Divinity School de la Universidad de Harvard. Cuando visita los monasterios creados, dirige ejercicios y realiza traducciones de temas espirituales. Su última ocupación es el trabajo de traducción de textos de San Tugdual al inglés, que piensa publicar próximamente.

Recibió a los representantes de Plenamar en un modesto apartamento, en la calle Arabia, de Arroyo Hondo. Y allí se produjo la conversación que ahora transcribimos:


Padre Paul, usted estuvo 16 años en nuestro país. Me gustaría, en primer lugar, saber qué hizo durante ese tiempo, a qué se dedicó, y si mantiene vínculos con la comunidad con la que trabajó como parte de la Iglesia ortodoxa.

Así es. El Señor ha depositado dentro de mi corazón un amor muy grande por este país y por su pueblo. Por eso comencé trabajando en una localidad de la región del Cibao, cerca del municipio de Bonao, con habitantes tan pobres que apenas podían comer una vez cada dos días. 


¿De qué pueblo se trataba? 

Es llamado La Colonia, y está localizado entre los municipios de Piedra Blanca y Bonao. Era gente de muy escasos recursos, además de analfabetos. Pero yo he prodigado amor para con ellos, y ellos lo entendían y aceptaban, y eso mismo devolvían.


La Colonia. Es una comunidad integrada sobre todo por campesinos. Y también habita en esa zona una comunidad de origen haitiano que sufrió bastante porque, durante la dictadura de Trujillo, cuando ocurrió el llamado Corte o Matanza del año 1937, masacraron a muchos de ellos.


¡Yo ignoraba que allí había ocurrido esa matanza!


Así ocurrió. Mi madre, que vivía en La Colonia, me contó cómo allí apresaban a las personas de color oscuro y –para diferenciar si eran haitianos o dominicanos– las hacían decir la palabra “perejil”, en el entendido de que los naturales del país vecino no pueden pronunciar correctamente ese vocablo. Cuénteme, ¿usted se había integrado ya a la Iglesia ortodoxa cuando estaba en La Colonia?


No. Al principio yo estaba con otra congregación, de la cual me cambié en el año 2008. Pero sepa que también yo había abierto una capilla en Santo Domingo, en la barriada de Cristo Rey, donde viví por menos tiempo. Y en Capotillo, donde había cinco gangas [pandillas]. La banda “Los Popeye” operaba justamente en mi calle, y me protegían. Es que uno tiene que saber amar a la gente, sin juzgar o condenar. Por ejemplo, a los miembros de esas gangas –vendedores de droga y perpetradores de todo tipo de delitos– yo les decía: “miren, yo no trabajo para la policía: yo trabajo por Jesús. Si yo los veo fumar o vender drogas, tengan por seguro que les voy a decir que eso está mal, pero no los voy a condenar, no le voy a anunciar a la policía que ustedes están en eso.” Y ellos entonces mostraban confianza. Me ayudaban, y yo a ellos.

Foto: Mery Ann Escolástico

Y su anterior congregación, ¿cómo se llamaba?


“Orden de la Madre de Dios”, canadiense y de naturaleza católica tradicional, más bien. Y, sin embargo, el cambio de congregación procedió de manera muy natural. Y continúo así, sin condenar ni a la una ni a la otra. Yo nunca hablo en contra la Iglesia Católica. He recibido gracias a ella mucha formación y mucho aprecio de su parte. Entre mis santos preferidos se encuentran varios católicos, como San Francisco de Asís, Santa Teresa de Jesús, el Niño Jesús. 


Usted pertenece al Ateneo Insular, que preside Bruno Rosario Candelier, y ha venido al país a ofrecer una conferencia. En el ámbito de la literatura, usted promueve la llamada poesía Interiorista. ¿Se puede pensar que la poesía mística es una poesía interiorista?


Sí, sí. Digamos que me interesa también incluir otras formas de poesía, porque no toda la poesía es mística. A veces no es mística ni nada. Pero eso significa que hay diferentes niveles en la manera de abordar la poesía, y eso lo explico en mi conferencia.


¿Y usted ha descubierto si en República Dominicana –y en ese Movimiento Interiorista, en ese Ateneo Insular– hay alguna vocación por la poesía mística? ¿En República Dominicana hay todavía adultos y jóvenes poetas que cultiven la poesía mística?


Ciertamente. Yo lo descubrí el domingo pasado, el otro domingo, cuando fui a conversar con Fray Manuel, el superior de los Franciscanos, el padre Jit Manuel Castillo de la Cruz, quien vive en Villa Duarte. Él ha escrito muchas cosas, incluyendo libros de poesía mística. Porque, en efecto, sí, es poesía mística la que está escrita en un libro que él me regaló. ¡Yo la encontré tan elevada y bella! Pasé toda la noche leyéndolo; no podía dormir. Y pues está él como escritor de poesía mística, y otros también, como Leopoldo Minaya. Es posible el cultivo de la poesía mística en República Dominicana, porque en este pueblo hay una cierta sensibilidad que no se encuentra necesariamente en todos los lugares. Están la cercanía con la naturaleza, por ejemplo, y una fe espontánea y natural. Aquí la belleza habla a todo el mundo.


Y el misticismo se nutre de ello, de esa vinculación con la naturaleza o ese vínculo individual, íntimo, solitario con Dios.


De ambos, de ambos, porque en la naturaleza hay de todo. Porque los poetas místicos, como los grandes santos místicos, ven a Dios en todo: en un manojo de hierba, en un árbol, en los pajaritos volando. En todo eso que dicen que es Dios, que es el Creador increado. Dios no ha sido creado, pero Él ha creado todo; todo viene de Él. En tal sentido, todo lleva la marca de Dios. Incluso cuando uno comienza a ver la gente más miserable, más corrupta y todo eso, si uno mira bien, puede descubrir la chispa de la divinidad entre esas personas. Excúseme, que yo no pretendo predicar ahora, pero es mi trabajo.

Mi conferencia en la Quinta Dominicana lleva como tema “Éxtasis en los poetas místicos del mundo”. Yo he descubierto poesía cristiana, sofista, hindú, y he visto que, al momento en que entran en éxtasis, los poetas se olvidan de sí mismos. Hay Dios, simplemente. Y a partir de ese instante ya no son cristianos, musulmanes o hindúes: solo se conectan con Dios. Y sólo cuando salen del estado de éxtasis recuperan su realidad terrenal. ¡Ese fenómeno me interesa tanto! Hasta a ese nivel hay una comunión de todas las almas que son inspiradas por Dios.

Recuerdo que hubo un padre jesuita en el siglo XVI en Roma, que fue enviado a la India para predicar el Evangelio, Roberto de Nobili. Él utilizó un método novedoso de predicación del cristianismo, denominado accomodatio (adaptación), mediante el cual adoptó muchas costumbres locales de la India que, en su opinión, no eran contrarias al catolicismo. Llegó y dijo que se encerraría en un convento, durante 9 o 10 años. Estudió profundamente el sánscrito, los Vedas o literaturas sagradas de la India, y también los cánticos sagrados. Después salió, y comenzó a hablar con los sacerdotes. Dijo: “les voy a mostrar cómo el Espíritu Santo les ha guiado, y ustedes han llegado hasta el punto más alto, y lo único que les falta es Jesucristo”. Él no les dijo que ellos eran idólatras y que irían al infierno. No. Con su método, de que Dios opera por todas partes, consiguió que muchos se hicieran cristianos para comentar su propia experiencia.


¿La conexión mística con Dios requiere de una condición especial en el ser humano, una condición de fe y búsqueda de Dios?


Requiere solo de la humildad. Solo eso, porque la humildad es la raíz de la caridad y del amor. Dios es Amor, dice San Juan. De modo que cuando una persona elimina de su vida todo lo que sea un impedimento para la unión con Dios, cuando Dios puede entrar, ese es el comienzo del proceso. Uno no tiene que ser monje o monja. Puede ser un simple padre o madre de familia, un trabajador. No importa la condición; somos todos humanos.


¿La poesía mística se define por su conexión con Dios, partiendo de la humildad del que la crea?

Sí. Los místicos, cuando han tenido la experiencia de Dios, saben que no se puede hablar de ello. Porque Dios es la esencia. Dios es el increpado. No hay palabras para decir lo que él comunica. Y, sin embargo, tienen que tratar de decir algo. Ellos tratan de expresarlo.


Una teóloga italiana llamada Maria Caterina Jacobelli, escribió un libro que se titula Fundamento teológico del placer sexual, por el cual fue sancionada por la Iglesia Católica, pues su escrito dice que el momento de conexión con Dios, por parte de los seres humanos, es el momento del éxtasis mayor, que se obtiene con el clímax en la sexualidad. ¿Usted qué piensa de eso?


Pienso que ese es uno de los modos, ciertamente.


Mi intención era saber su versión, su interpretación de una conclusión de una teóloga italiana, mujer.


Bueno, pues yo no soy teólogo, yo no voy a enseñar Teología. Aunque enseño un poco de Teología francesa antigua.


Lo que sí voy a darle es un ejemplo. Yo enseñaba en la Universidad de Harvard, y entre mis estudiantes había un monje budista tibetano. Pero él tenía esta particularidad: le gustaba mucho ver si lograba arrinconar a sus profesores, ponerlos en aprietos, como se dice aquí.

Yo les daba diferentes textos en francés, los cuales ellos debían traducir al inglés para estar seguros de que lo entendían perfectamente, porque podían cambiar los datos de su tesis de doctorado. Entonces, un día les paso un texto del poeta sufí Rumi, y lo traducen. Precisamente ese poeta, porque Rumi tenía una experiencia de ese tipo, de éxtasis sexual, y era teólogo. Bueno, pues un día cualquiera llega un loco de Dios. Se origina una situación tan complicada, que parecía trastornarlo tanto, que se pasaba casi la noche entera con aquel señor. El hombre pasaba la noche cantando a Dios, bailando como los derviches que están en estado de éxtasis, que es como un baile cósmico. Sus estudiantes comienzan a ponerse celosos. Pensaban: “¿qué sucede con ellos por la noche?” Y así, cada noche. Lucía tan amorosos que los estudiantes sospechaban que había algo irregular. 

Es entonces que, mi estudiante tibetano, el monje tibetano, me dice: “Padre Paul, ¿qué piensa usted? ¿Había algo erótico entre Rumi y Shams Tabrizi?”. Quería ver si yo iba a hablar de la homosexualidad, o algo parecido. Pero es que no era así. Yo le dije: “Mire, claro que era erótico, porque todo es Eros. Dios es Eros, dicen los Padres de la Iglesia. San Gregorio Nacianceno, por ejemplo, dice que Dios es Eros, pero en un nivel distinto, espiritual. Hay algo en nuestro modo de verlo como parte del Eros. Así que, que fuera erótica aquella relación entre el poeta Rumi y Shams Tabrizi, pues claro que sí. Ahora bien, si ellos dormían juntos, eso no lo sé: yo no estaba allí”. 

El estudiante se marchó muy contento con mi respuesta. Se levantó y dijo “Muchas gracias, venerable monje”. Y entonces yo llegué a ser en lo adelante, para el tibetano, “el venerable monje”.


Quisiera saber si en la figura de Jesús también hay algún elemento que haya sido de erotismo y que haya servido para los poetas místicos en algún momento.


Claro, claro. Hay elementos, elementos eróticos, claro, en la figura de Jesús. Pero era un Eros puro, un Eros limpio, que no era para atacar a la persona, aferrarse físicamente a la persona y cosas de ese tipo. Pero su amor por Santa María Magdalena, por ejemplo, era muy, muy intenso. Su amor por San Juan, el Apóstol. También el que sentía por su amigo Lázaro. Él amaba.


Pero en los Evangelios apócrifos hay momentos, escenas y descripciones del amor de Jesús con Magdalena.


Sí, los hay.


En los Evangelios apócrifos, por ejemplo, hay también erotismo, más allá de lo admitido por la Biblia.


Pero los que la Iglesia ha visto, los que la Iglesia ha aceptado, son los Evangelios o las epístolas, de los cuales pueden asegurar que eran inspirados por el Espíritu Santo. Esos otros proto evangelios son escritos por otras personas, pero sin la garantía de hayan sido inspirados por el Espíritu Santo.


Bueno, el Cantar de los Cantares es parte de los Evangelios, y es un canto en donde hay erotismo.


Por suerte que se puede leer a otros ángeles. Sea humanamente amor entre hombre y mujer, o entre el alma y Dios, siempre ha sido también eso el Cantar de los Cantares, el cual es uno de los más grandes poemas eróticos que existen. Está en la Biblia, pero es precioso en sí mismo. Yo crecí en Estados Unidos, donde el origen de la religión era muy puritano, porque los puritanos –que venían de Inglaterra– creían que todo lo que se tocaba con el cuerpo era automáticamente sucio. Y, por otro lado, hay otros que se van al otro extremo, y piensan que todo lo que toca al cuerpo es útil. La vía media es saber reconocer la belleza de Dios en todo y cómo ha creado al hombre. Porque el hombre no es sucio; el hombre es una maravilla de creación. Es preferible la vía media. Los franceses dicen: “moderación en todo, sobre todo en la moderación”.




Hay poetas que no se consideran poetas eróticos, sino románticos, como Pablo Neruda, por ejemplo, o como Federico García Lorca, que son poetas en donde el amor está presente. El vínculo, la adhesión, son elementos muy fuertes de su poesía. ¿Se puede considerar, digamos, que alguno de esos poetas coquetea con el erotismo, con el misticismo?


A veces se puede considerar así, a veces. Curiosamente, en España se considera a San Juan de la Cruz como el más grande poeta del amor, el del amor hasta humano. Pero es místico.


Claro, es místico. Yo acabo de estar en Ávila. Hace dos semanas estuve allí. Me sorprendió mucho la belleza de la ciudad, que está dedicada a Santa Teresa de Ávila, con una catedral y unas esculturas hermosísimas.


Yo he leído a Santa Teresa desde los 17 años. Una gran escritora mística. Curiosamente, su poesía está muy bien, pero no es lo mejor de sus escritos. Lo mejor de sus escritos es la prosa, donde explica y habla… Ella es magnífica. Su poesía no alcanza las alturas de San Juan de la Cruz. Pero bueno, de todos modos, sus escritos, sus textos místicos, son insuperables.


Ya en la actualidad no les pasa lo que hace muchos años pasaba a los poetas místicos. Los primeros de ellos fueron perseguidos, cuestionados, y su vinculación individual con Dios se consideraba casi una herejía. ¿Cómo se interpreta en estos tiempos el misticismo?


Bueno, es que ahora la fe de la gente es mucho menor. Ya no consideran a esos otros como herejes, pero los van a ignorar, van a ser como que no existen. Los van a catalogar de medio bobos, como que no vale la pena prestarles atención.

Harrison Quevedo, a quien usted ha conocido, ha escrito poesía mística, y es muy bella, pero no es que los muchachos del barrio vayan a leer su poesía. 


¿La calidad de la poesía mística de hoy alcanza niveles como los que alcanzaron los poetas que trazaron el camino?


Hoy los poetas místicos prestamos menos atención a la estructura y la forma del poema. Más bien, pocas palabras se prestan para manifestar la experiencia que han tenido. Pero es la misma elevación de la experiencia. Hay poetas modernos que son bastante buenos. Por ejemplo, Walt Whitman, en los Estados Unidos. La mayoría dice que es el poeta de la democracia americana, de la guerra civil, pero hay poemas de él que son místicos.


¿Un poeta místico tiene mayor nivel de elevación que un poeta no místico?


Claro que sí. Y eso se explica porque un poeta puede ser muy sensible, puede tener mucho talento, pero siempre va a hablar de las cosas que él ve con los ojos materiales. Empero, como San Agustín explica, tenemos también ojos espirituales, interiores. Necesitamos esos ojos para entender ese otro nivel de la realidad. Hay poetas excelentes, que me gustan mucho, pero que tendrían que ser místicos para recibir este nivel de entendimiento, para ver con los ojos del corazón, y no con los ojos del cuerpo.


¿Todos los poetas místicos tienen la posibilidad de alcanzar el éxtasis, o eso es sólo posible para unos cuantos?


Todos. Los poetas verdaderos. Todos tenemos esta chispa dentro de nosotros. Pero hay que prestar atención. Como un hombre que decía “Señor, yo siempre te hablo, te hablo y tú nunca me contestas”.  Y el Señor le respondió: “Yo también estoy tratando de hablar contigo, pero tú nunca escuchas, porque estás hablando todo el tiempo”. De modo que, cuando un poeta llega a ese silencio interior, a esa tranquilidad, es cuando puede escuchar… Dios no nos habla con palabras, ni en imágenes. Pero hay inspiraciones que uno no sabe, y sin embargo entiende. Él trata de traducir esa experiencia en palabras.


¿Es más fácil ser poeta místico en el pasado que en el presente?


No necesariamente. Por ejemplo, San Juan de la Cruz vivía en tiempos de la Inquisición, de y dice, en medio de sus poemas, que nosotros somos Dios. Escribió eso en sus poemas. Él daba explicaciones teológicas de sus poemas, para tranquilizar a los teólogos. Porque si dice que eso es simplemente poesía, no vale de nada. Él lo ha explicado teológicamente, y eso es lo que tiene validez. El verdadero San Juan de la Cruz siempre es él en su poesía. Ahí ha tenido la oportunidad de decir lo que pensaba.


¿La modernidad no necesariamente auspicia la presencia de más poetas místicos?


Hoy no tenemos ya la Inquisición, tampoco tenemos a los musulmanes que mataron a un poeta por haber pronunciado el verso “Yo soy la verdad”. ¡Era Dios hablando a través de él, y lo acusaron de hereje y le cortaron la cabeza! Hoy se trata a los poetas místicos de otro modo. El peligro ahora es que te maten “socialmente”. Es peor. Mucho peor.


¿Cuál es su recomendación, además de la humildad, para los que quieren escribir poesía mística?


Vacíen de ustedes todo lo que no es Dios, para que Dios ocupe su lugar. Si una copa está llena, no hay más espacio, Dios no puede entrar. Pero si se vacía el contenido, hay espacio para Dios. Cuando uno comienza a escuchar a Dios, él nos habla, continuamente, pero no siempre escuchamos. En el momento en que uno comienza a escuchar, Dios nos habla. Recomiendo también que lean la gran poesía mística, la de los grandes autores, entre ellos, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila, Sor Juana Inés de la Cruz, Fray Luis de Granada y Fray Antonio de Molina. Místicos españoles y cristianos. Pero están también Rumi y los poetas sufíes. Hay poetas hindúes, budistas. Entre los judíos es como si alcanzaran la poesía mística en los Salmos, aunque únicamente para orar. Los judíos no escribieron poesía mística tal y como nosotros la entendemos.


¿Quiénes han escrito mejor poesía mística?


La mejor poesía viene de todas partes. Por ejemplo, hay uno que proviene de Grecia, San Simeón el Nuevo Teólogo, que es muy elevado. En España tenemos a San Juan de la Cruz. También el persa Rumi, que nació en lo que hoy es Afganistán, pero que se mudó a lo que hoy conocemos como Siria. Vienen de todas partes. No hay una nación especial para ello. Lo que favorece a los españoles es que ese país pasó 800 años siendo gobernado por los árabes, los judíos y los cristianos. Y se han influenciado uno a otro. Los poemas de San Juan de la Cruz tienen mucha influencia de los árabes. Él no se da cuenta, gracias a Dios, porque habría tenido miedo. Fue el período en que los musulmanes vivieron su edad de oro, y España recibió lo mejor de los árabes.

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Fausto Rosario Adames, periodista director de Acento.com.do