“Creo que el cine es una herramienta poderosa para explorar y entender el mundo y a nosotros mismos”, Carlos Saura
Carlos Saura Atarés (Huesca, 1932-Collado Mediano, 2023) vivió para contarlo todo. Incansable escultor de realidades y permanente cuestionador de las cosas que le importaba hablar, reflexionar y ante todo filmar. Incluso dejó una última película en cartelera titulada “Las paredes hablan”, un documental en que el cineasta, según expresa el crítico Toni Vall: “pregunta y escucha como si acabara de empezar, como si no lo supiera todo de la pintura y de la luz, de las motivaciones del artista, de los miedos, los riesgos, lo real y lo simbólico, la inspiración, el hondo calado del arte”. (Vall, 30 de enero 2023)
Su despedida de este mundo llegó a las puertas de recibir un Goya de honor que le sería entregado el pasado sábado 11 de febrero en la edición 37 de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España. Ganador del Festival Internacional de Cine de Berlín por “La caza” (1966), dos veces Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes por “La prima Angélica” (1973) y “Cría cuervos” (1976), ganador de un BAFTA (sigla en inglés de British Academy of Film and Television Arts) por “Carmen” (1983), Goya a la mejor dirección por “¡Ay, Carmela!” (1990), entre innumerables galardones nacionales e internacionales.
En su vida personal estuvo relacionado con mujeres de la órbita del mundo artístico como su primera esposa la directora Adela Medrano, con quien tuvo dos hijos, Carlos y Antonio Saura Medrano. De su relación con Geraldine Chaplin durante más de una década nació su hijo Shane. En 1978 comenzó su relación con Mercedes Pérez, con la que contrajo matrimonio en 1982 y tuvo tres hijos, Manuel, Adrián y Diego; y en 2006 se casó con la actriz Eulalia Ramón, con la que tuvo una hija llamada Anna.
Se sabe que las andaduras de este maestro fueron muy largas y prolíficas. Por ejemplo, con la fotografía (colaborando con Vittorio Storaro), la ópera (con Daniel Barenboim o Zubin Mehta), el flamenco (con Paco de Lucía o Camarón) y el teatro (con el dramaturgo Natalio Grueso), cuestión que no se obstruye con su propia visión de la realidad española captada por su ingenio a través de los años que ejerció los distintos oficios marcado por sus experiencias cosechadas a través de su vida.
Así se hace constar en la primera biografía autorizada, Carlos Saura, en busca de la luz de Natalio Grueso Rodríguez, basada en decenas de conversaciones con el director, donde reflexiona sobre las tres grandes pasiones que marcaron su vida como el cine, la fotografía y la música. Al igual que la cruel guerra civil en la que transcurrió su infancia y las miserias de la posguerra.
Recuerdo que hacía mucho calor en aquel verano de Madrid. Yo estaba sentado en el balcón de casa, frente al solar en el que jugábamos. Y de repente la gente empezó a correr hacia sus casas, todos los postigos y las ventanas se cerraron de golpe. Recuerdo el sonido de las persianas al cerrarse, y el canto de algunos milicianos puño en alto por las calles, a las barricadas, a las barricadas, no nos moverán. Y la radio en torno a la que se reunía toda la familia en busca de noticias que aclararan lo que estaba pasando, y por fin la voz de mi padre que, resignado, decía: esto es la guerra, rememora el propio Saura en esta biografía. (Rodríguez, 2019, pag.7)
Aunque unas palabras pronunciadas al final del rodaje de “Cuenca” (1958) ilustran lo que posteriormente forjaría en sus primeros años como cineasta: Intentaría un cine brutal, primitivo en sus personajes, un cine para rodar en la Serranía de Cuenca, en Castilla, en los Monegros, en los pueblos de Guadalajara, Teruel… allí donde el hombre y la tierra se identifican formando un todo. Seguramente sería un cine no conformista —aquí estaría lo aragonés— directo, sencillo de forma y muy real. Real en la valoración de las pequeñas superficies: la piel, el tejido, la tierra, las gotas de sudor… El amor hacia todo lo que forma el microcosmos que rodea al hombre. (Film Ideal n.º 21-22, Julio-Agosto1958, p. 19.)
Y así se lo propuso, como un jinete tenaz, cuyo inicio de su carrera fuera tan turbulento como su radicalización a ciertas críticas con el poder político que gobernaba España, razón que hizo que sus películas se estrenaran con bastantes cortapisas en territorio español, aunque fuera de España gozara de gran admiración. No obstante, sus producciones cinematográficas hoy son todavía referencias de propuestas artísticas con importante valor social como aquella “La caza” (1966), una alegoría sobre la violencia y la animalidad humanas desarrollada a través de tres amigos que van de caza donde, lo que iba a ser una tranquila jornada, se convierte en un brutal enfrentamiento entre ellos.
“La prima Angélica” (1973), que explora los temas de la familia y la religión; “Cría Cuervos” (1976), considerada por muchos como su obra maestra en la que explora temas como la memoria, la identidad y la pérdida a través de su protagonista Ana (Ana Torrent) en un Madrid de la década de 1940 y 1950.
Es en estas dos películas que existe una exploración que había comenzado a cuajarse el modelo de madre doliente y pasiva, como bien destaca Ernesto Pérez Morán en su ensayo: El eneagrama sauriano: geometrías de la memoria en el cine de Carlos Saura durante la Transición democrática española, quien expresa en los casos de “Cría Cuervos” y “La prima Angélica”: “María es una mujer anclada a la cama, víctima de terribles dolores. Su tendencia al drama consolida este rasgo tipo, al igual que los otros citados como paradigma, algo que también ocurre en ‘La prima Angélica’, con la progenitora de esta, una señora consagrada al cuidado de los niños”. (Morán, 2018, pág. 134)
Sus proezas continúan con “Los golfos” (1960), “Peppermint Frappé” (1967), “El jardín de las delicias” (1970), “Elisa, vida mía” (1977) “Mamá cumple cien años” (1979), “Deprisa, deprisa” (1980), “Los zancos” (1984), “La noche oscura” (1989) “Taxi” 1996) o “Goya en Burdeos” (1999).
A las anteriores mencionadas se pueden colocar, entre la prehistoria fílmica de este autor, otros extraños filmes como “El pequeño río Manzanares” (1956) que precisamente conduce a “La caza” (1966) pasando por “Los golfos” (1959), con referencias a la novela El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio, el cual reúne a gente de la Escuela de Cine y se convierte en título emblemático del Nuevo Cine Español, pues participan Mario Camus y Daniel Sueiro (guion), Juan Julio Baena (fotografía) y Pere Portabella (producción), cuyo guion es rechazado tres veces por la censura y que posee una voluntad de mensaje social, influencia del neorrealismo realizada a través de una narración sin concesiones al moralismo ni al sentimentalismo, al igual que el “Llanto por un bandido” (1963), para luego corresponder a su búsqueda de caminos en pro de un “neo-realismo” con una película poco conocida, “Stress es tres, tres” (1968), en clave de la road movie y mostrando una propuesta sumamente atípica.
Flamenco, tango y otras seducciones sevillanas
Carlos Saura poseía la habilidad para hacer de sus historias experiencias emocionantes y significativas, que abarcan una amplia gama de temas y géneros a través del abordaje de la cultura y la identidad española que le sirvió para construir una filmografía repleta de distintos enfoques sobre la búsqueda de la cultura e historia de España, y con la carga adicional de la música flamenca, el baile y el folklore.
Sus proezas con “Carmen” (1983) adaptación moderna de la obra de Prosper Mérimée, aclamada por su combinación de drama y baile flamenco; o “El Amor Brujo” (1986), adaptación de la obra de Manuel de Falla del mismo nombre, que combina elementos de drama, música y baile entremezclada con una historia de amor y superación, pueden ser objetos de estudios por la manera en que el autor aborda la dedicación profunda para descubrir nuevas perspectivas de estas obras clásicas.
Precisamente, una de las facetas menos atendidas de la filmografía del director español es su cine musical, analizadas desde una perspectiva novedosa en los estudios académicos: las teorías de marca integrándose en el género de películas musicales o coreográficas. Por ejemplo, en la tesis doctoral de Gabriel Doménech González bajo el título “El cine musical de Carlos Saura (1981-2016)” de la Universidad Carlos III de Madrid, se analiza esas producciones de referencia musical por ser notables en sus aspectos estructurales, formales y estéticos.
La tesis examina algunos contextos históricos y de producción en que surgen filmes como “Bodas de sangre” (1981), “Flamenco” (1995), “Tango” (1998) o “Jota” (2016) el cual explica que no pueden ser más disímiles en lo que se refiere a circunstancias políticas o a la evolución de la poética del realizador a lo largo del tiempo, de intentos más rudimentarios, a logros más pulidos y autoconscientes.
La apreciación de Saura con respecto al flamenco es considerablemente mayor que la producción dedicada a otras formas sonoras iberoamericanas. En los casos de “Sevillanas” (1992), “Zonda, folclore argentino” (2015) y “Jota” (2016), todas las cuales abordan la representación de fenómenos musicales que, aunque podrían tener la consideración de representantes de todo un país, no han alcanzado el mismo estatus que manifestaciones vecinas como en el caso de la jota, que a pesar de conocer múltiples variantes por diversos puntos de la geografía ibérica, no ostenta el altísimo grado de reconocimiento e incluso apreciación artística del que goza el flamenco. (González D., 2021, pag.12)
En cuanto a los filmes “Salomé” (2001), “Iberia” (2005) e “Io, don Giovanni” (2009) muestran la ubicuidad de los imaginarios españoles o ibéricos, sitos dentro de narraciones o contextos de amplio recorrido de los cuales están conectados a la ópera neoclásica europea o de la música culta, que usualmente no se relacionan con imaginarios prototípicos sobre España o sobre el universo latinoamericano, pero sí se conectan para hacer surgir nuevos universos estéticos de abierta multiculturalidad.
Saura habla de Saura y los demás hablan de él
El mismo González (2021), en su tesis de referencia de este artículo, explora también aquellos textos que han auscultado, de distintas maneras, el perfil autoral de Saura, recorriendo sus virtudes en un estado de omnipresencia por la gran cantidad de tesis, estudios, monografías, catálogos, artículos que se le han dedicado desde los inicios de su carrera y que han permitido abordar al cineasta aragonés para encontrar posibles pistas sobre la filmografía saurana.
Por ejemplo, Enrique Brasó, crítico y hombre de cine, le dedica en 1974 su primera monografía, que abarca toda su filmografía hasta “La prima Angélica” que luego sigue a los pocos años un estudio realizado en 1979 por el historiador Román Gubern con ocasión del homenaje en la quinta edición del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y que le montaba una de las primeras retrospectivas, al igual que la monografía de Marcel Oms, crítico y especialista en cine español, publicada en 1981, “Le cinéma de Carlos Saura” cuando Saura se encontraba en la cúspide de su fama. En el mundo anglosajón, la contribución de Saura a la cultura cinematográfica española se vio reflejada en libros como Out of the Past: Spanish Film After Franco (1986) de John Hopewell.
También el libro del periodista Manuel Hidalgo Carlos Saura, publicado en 1981; y en 1988 aparece una completa monografía dedicada a él titulada El cine de Carlos Saura, firmada por Agustín Sánchez Vidal, quien posteriormente elabora otro de tono más ensayístico, Retrato de Carlos Saura (1994), donde presenta un análisis atento de su filmografía hasta el momento, que se complementa con datos sobre las circunstancias de producción y recepción de cada película.
Y en ese mismo tono aparece el estudio de Marvin D’Lugo Carlos Saura. The Practice of Seeing (1991), en el que el estadounidense examina la obra cinematográfica saurana desde un novedoso prisma teórico a través de la relación entre sus filmes y las tendencias socioculturales del contexto español.
Ejemplos son también los libros coordinados, respectivamente, por Robin Lefere Carlos Saura. Una trayectoria ejemplar (2011); Carmen Rodríguez Fuentes Desmontando a Saura (2013); el libro de Linda M. Willem, Carlos Saura: Interviews (2003), que agrupa diferentes entrevistas que Carlos Saura ha concedido a distintos medios desde los inicios de su carrera hasta la película “Tango”; Carlos Saura, cineasta de la memoria (2018) de Luis García Gil; la monografía The Cinema of Carlos Saura: Breaking Boundaries de la investigadora estadounidense Sarah Thomas y la biografía autorizada ya mencionada de Natalio Grueso Carlos Saura, en busca de la luz (2019), que si bien los aludidos enfoques permiten abordajes heterogéneos favorecedores de una pluralidad de miradas en torno al mismo objeto de estudio, son bastantes comprensibles para seguir una trayectoria analítica de su influjo como cineasta.
Un acercamiento general muy interesante está en el estudio que Kathleen M. Vernon y Cliff Eisen dedicaron al uso de la música en el cine de Saura y Almodóvar en, Contemporary Spanish Film Music: Carlos Saura and Pedro Almodóvar (2006). Significativas han sido las investigaciones de Marianne Bloch-Robin, Carlos Saura. Paroles et musique au cinéma (2018).
Rob Stone ha escrito un completo estudio, donde relaciona a Saura con toda una tendencia nacional de recuperación y ensalzamiento del flamenco: Flamenco in the Works of Federico García Lorca and Carlos Saura (2004) y Pedro Javier Millán Barroso ha abordado la recurrencia saurana con el universo cultural flamenco, ligándolo al concepto de lo trágico, en Cine, flamenco y género audiovisual: enunciación de lo trágico en las películas musicales de Carlos Saura (2009).
También la obra de Ángel Custodio Gómez González, La reconstrucción de la identidad del flamenco en el cine de Carlos Saura (2002), que analiza los filmes desde “Bodas de sangre” hasta “Salomé”; y Pascale Thibaudeau, especialista francesa en cultura hispana de la Universidad de la Sorbona quien, a través de un estudio sistemático en Carlos Saura. Le cinéma en dansant (2017), se vuelca en la representación de la danza en el cine de Saura, recogiendo ejemplos de toda su filmografía, centrándose especialmente en su cine musical.
Otras menciones a Saura se han sucedido en varias investigaciones divulgativas o especializadas, sobre todo en historias del cine europeo o español en los escritos de Peter Evans, Marsha Kinder, Jean-Claude Seguin, Santos Zunzunegui, José Enrique Monterde, Casimiro Torreiro, Vicente J. Benet, Paul Julian Smith o José F. Colmeiro, entre otros.
Entre guiones y literatura
Al margen de la propia realización cinematográfica, Saura abordó entre algunos amasijos de prólogos, artículos, cartas y cuadernos, una peculiar producción literaria que abarca novelas, notas de rodaje y libros sobre fotografía; y es por eso que su cine siempre muestra una cara literaria.
Algunos de sus guiones han sido publicados en revistas como “Los golfos”, “La madriguera” y “Ana y los lobos” –este último en Francia– y en libros los guiones de “Cría cuervos”, “La prima Angélica”, “Deprisa, deprisa”, “Goya en Burdeos”, “Buñuel y la mesa del rey Salomón”, “Elisa, vida mía”, “Carmen”, “El amor brujo” y “El Dorado” (1988), los tres últimos por Círculo de Lectores.
Sobre sus novelas están Pajarico solitario (Libros del Alma, 1997), la historia de Manu, un chico de diez años que pasa el verano con sus abuelos en Murcia mientras sus padres se están divorciando; ¡Esa luz! (Galaxia Gutenberg, 1998), primera incursión como novelista con una historia sobre la guerra civil. La historia de Daniel, un joven periodista, que ama a Teresa y sufre la separación de la guerra y el éxodo. Sus vidas se separarán y se abrirán a otros destinos imprevistos; Elisa, vida mía (Galaxia Gutenberg, 2004), que tiene como antecedente la película del mismo título de 1976 y que es la película más literaria de Saura.
En esta novela, un profesor universitario renuncia a la rutina del matrimonio para retirarse al pueblo castellano de Melque, donde ejercerá de maestro por el resto de sus días, vivirá austeramente y donde sus hijas le visitan en aquel rincón perdido cerca de Segovia. Por todas las razones posibles, debe su título a un verso de una égloga, la primera, de Garcilaso de la Vega y que contiene citas de Rainer Maria Rilke de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge y de la novelista Margaret Drabble The Waterfall. (Hidalgo, 1 de mayo 2018)
Y su cuarta novela, Ausencias (Laborinto, 2017), aportación literaria acerca de la pasión de la fotografía donde Saura ofrece un juego laberíntico que borra las fronteras entre realidad y ficción. Además, los libros de fotografía de Carlos Saura, los cuales muestran su habilidad como fotógrafo y su capacidad para capturar imágenes que son artísticas y a la vez informativas, ayudan a fomentar una mayor apreciación de la fotografía como forma de expresión artística, lo que a su vez ayuda a promover y apoyar a otros fotógrafos y artistas. Ellas a menudo tienen un estilo documental, lo que significa que capturan momentos históricos importantes en la cultura española y situaciones reales de la vida cotidiana.
Por ejemplo, los libros El Rastro (2003), Flamenco (2004), Las fotografías pintadas de Carlos Saura (2005), Saura x Saura (2009) y España años 50 (2016), el cual documenta la España de la década de 1950, mostrando la vida cotidiana, la arquitectura y las tradiciones de la época. Esto es valioso tanto desde una perspectiva histórica como cultural, ya que permite a los lectores tener una visión más completa y detallada de la España de esa época.
Para cerrar este viaje por la figura de este cineasta no se puede dejar de lado la significativa elección de las letras de las canciones y en el modo en que operan en la narrativa de sus películas aquellas canciones como “Recordar” para “El jardín de las delicias” y “Dulces horas” o “Rocío” y “Ay, Mari Cruz” en “La prima Angélica”, o la decisiva “Porque te vas”, de José Luis Perales interpretada por Jeannette utilizada para “Cría cuervos”. De esta manera Carlos Saura Atarés deja un legado tangible en todas sus manifestaciones y en todas sus películas el cual, si la existencia le hubiera concedido más tiempo en esta tierra, habría ofrecido “otras cien”, según expresó una vez como una ineludible promesa.
Referencias:
Film Ideal (1958) n.º 21-22, julio-agosto
González, D., (2021). El cine musical de Carlos Saura (1981-2016) (tesis doctoral). Universidad Carlos III de Madrid, España.
Hidalgo, M. (1 de mayo 2018) La literatura y lo literario en Carlos Saura. Recuperado de: https://cuadernoshispanoamericanos.com/la-literatura-y-lo-literario-en-carlos-saura/
Morán, E. Vol. 12 No. 1 (2018). DOI:10.15847/obsOBS12120181139. El eneagrama sauriano: geometrías de la memoria en el cine de Carlos Saura durante la Transición democrática española.
Rodríguez, G., (2019). Carlos Saura. En busca de la luz. Madrid: Almuzara.
Vall, T. (30 de enero 2023). Crítica de ‘Las paredes hablan’. Recuperado de: https://www.20minutos.es/cinemania/criticas/critica-de-las-paredes-hablan-5096723/
Imágenes:
Foto de Carlos Saura: Twitter / @Academiadecine.
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Félix Manuel Lora es comunicador social y crítico de cine; columnista de Acento.com.do.