Introducción

Existen ciudades que todavía conversan con quien se detiene a mirarlas. Písek, en el corazón de Bohemia del Sur, en la República Checa, es una de ellas.

Nacida en tiempos medievales, se despliega junto al río Otava como una respiración antigua. Su puente de piedra –el más antiguo conservado en Europa Central– no es solo un paso sobre el agua, sino una forma de memoria: lo han cruzado soldados, comerciantes, estudiantes y, en más de una ocasión, aquellos que encuentran en el arte una manera de habitar el mundo. Entre sus calles silenciosas, donde las fachadas aún conservan los gestos de siglos pasados, se descubre esa mezcla de intimidad y resistencia que caracteriza a las pequeñas ciudades centroeuropeas: lugares que se resguardan del ruido, pero que respiran cultura.

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Estudios cinematgograficos de la Academia Academia de Cinematográfica Miroslav Ondříček, (FAMO)

En lo alto, como una prolongación natural de esa tradición, se alza la Academia Cinematográfica Miroslav Ondříček, fundada en los años noventa por algunos de los referentes más lúcidos de la cinematografía checa, como un acto de confianza en la creación. Yo mismo, autor de esta entrevista, fui alumno de sus aulas. Aquí entendí que el cine no se enseña, sino que se contagia; que una imagen puede discutirse como una idea y que una escena, si está bien construida, puede contener la misma arquitectura emocional que el puente de piedra de Písek: no desafía al tiempo, simplemente lo deja pasar, firme, silencioso y aún útil.

En ese mismo lugar donde aprendí que la cámara puede ser también una forma de ver el mundo, descubrí que la luz es el pincel capaz de revelar la sombra, como si el mundo necesitara oscurecerse primero para existir en silencio.

Hoy regreso a esta casa para conversar con Vladana Terčová, directora de la Academia. Ella también fue estudiante aquí. Su voz mezcla la experiencia profesional con la memoria íntima, como quien habla desde ambos lados del puente: el de quien aprendió y el de quien enseña.

Lo que sigue no es solo una entrevista. Es una conversación entre generaciones atravesada por la misma luz.

 

I. Trayectoria personal y recuerdos

Muchos años antes de dirigir esta Academia, tú misma recorriste sus pasillos como estudiante. A finales de los años noventa, cuando el cine aún respiraba en formato analógico y la urgencia creativa se confundía con juventud, ¿qué aprendiste en aquel tiempo que hoy sigue acompañándote? ¿Qué permanece de aquella etapa y cómo influye en tu labor actual como directora?

Lo que más recuerdo es la fuerza de lo colectivo. Éramos una familia, aunque aún no comprendíamos esa palabra en su sentido profesional. Estudiantes de distintos cursos colaborábamos sin que nadie lo pidiera: si un equipo rodaba, los demás aparecían para preparar una escena, mover materiales o proponer ideas. Luego se invertían los roles. Había algo profundamente auténtico en esa voluntad de ayudarnos sin siquiera percibirlo como aprendizaje: simplemente nos movía el cine.

También íbamos juntos al cine, debatíamos, nos reuníamos fuera de clase. Lo que ocurría fuera del aula tenía el mismo peso que lo que aprendíamos dentro. Esa complicidad es lo que intento preservar hoy: que profesores y estudiantes naveguen en la misma dirección. El mundo audiovisual es un entorno competitivo y exigente; para enfrentarlo, necesitamos ser una comunidad capaz de pensar en conjunto. Si el impulso creativo se vuelve compartido, no solo formamos cineastas, sino personas capaces de dialogar con su tiempo.

Has pasado de estudiante a directora. ¿Qué cambios pedagógicos, organizativos o conceptuales has implementado para adaptar la escuela a las tendencias actuales del cine y a las expectativas de los jóvenes creadores?

Los cambios no han llegado de forma abrupta, sino como una evolución natural que responde a las transformaciones del cine y a la sensibilidad de las nuevas generaciones. Creo firmemente que la práctica es el eje de la formación audiovisual: por eso, desde el primer curso los estudiantes ruedan ejercicios reales, enfrentándose desde el inicio a decisiones técnicas y narrativas. No aprender desde la teoría, sino desde la experiencia.

También hemos intensificado la conexión con la industria contemporánea mediante una estrecha colaboración con la televisión FTV Prima. Gracias a ello, los alumnos pueden participar directamente en el rodaje de series, asistir a talleres especializados sobre las últimas tendencias, competir por becas de excelencia y recibir apoyo para financiar sus películas de graduación. Es una forma concreta de entender que la escuela no debe aislarse del mundo profesional, sino dialogar activamente con él.

La enseñanza se enriquece además con la participación de creadores extranjeros que imparten módulos especializados como profesores invitados. Intentamos ampliar de forma constante las posibilidades de prácticas internacionales a través del programa Erasmus. Creo sinceramente que todo estudiante debería pasar al menos una temporada aprendiendo en otro país. Quienes viven esa experiencia regresan transformados: con mayor perspectiva, autonomía, capacidad de comunicación y, a menudo, con otros valores. Comprenden que una buena película no depende de disponer de la tecnología más avanzada, sino de la idea que la origina, de la preparación y del cuidado con que se construye.

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De izquierda a Derecha El reconocido guionista checo Karel Čabradek, Vladana Terčová –directora de la Academia de Cinematográfica Miroslav Ondříček–, Ariosto Antonio D’ Meza y el cineasta Miloň Terč.

 

II. Identidad de la escuela y pedagogía

La Academia de Cine Miroslav Ondříček ha construido una identidad sólida en estas tres décadas. ¿Qué caracteriza el estilo pedagógico de FAMO que la diferencia de otras escuelas de cine en República Checa y Centroeuropa?

En FAMO trabajamos desde una convicción muy clara: antes de aspirar al arte, se tiene que dominar el oficio. La técnica no es un límite, sino el lenguaje que permite que una idea pueda sostenerse. A menudo se utiliza la palabra arte como una categoría amplia, casi indefinida. Nosotros preferimos que los estudiantes comprendan primero cómo construir una imagen, cómo iluminar un espacio o cómo contar una escena con precisión. Solo entonces, cuando ya conocen el terreno, pueden permitirse explorar las fronteras.

Trabajamos en grupos reducidos, y esa cercanía permite que la formación sea intensa, casi artesanal. El estudiante no es un número, sino un interlocutor con quien se discute se prueba, se equivoca y se vuelve a intentar. Nuestra prioridad no es generar estilos, sino formar profesionales capaces de sostener creativamente una producción cinematográfica. El estilo, si aparece, vendrá después –como resultado de una voz propia construida sobre una base sólida.

 

III. Sobre el profesorado galardonado

En la web de la academia se subraya que varios miembros del profesorado son creadores premiados en cine y televisión. ¿Cómo se refleja esta trayectoria profesional en la motivación de los estudiantes y en el espíritu creativo de la escuela?

La presencia de docentes que siguen activos en la industria es esencial. Quien alterna la enseñanza con el trabajo real en producciones cinematográficas transmite mucho más que conocimiento técnico: aporta perspectiva, oficio y una ética de trabajo que no se aprende en los manuales. A menudo comparten con los estudiantes sus propios procesos creativos, los invitan a participar en rodajes y les muestran soluciones prácticas para afrontar situaciones de alta exigencia.

Ese contacto directo con profesionales en activo tiene un efecto contagioso. Los alumnos comprenden que lo que aprenden en clase tiene una aplicación inmediata en la industria, y perciben que detrás de cada decisión técnica hay una responsabilidad artística. Esa conexión entre aula y realidad profesional genera un ambiente motivador y, sobre todo, prepara al estudiante para entender que el cine no es solo una disciplina académica, sino una práctica viva.

 

IV. Sobre la integración de nuevas tecnologías

El mundo audiovisual actual evoluciona con gran rapidez. ¿Cómo logra FAMO equilibrar la enseñanza cinematográfica clásica —guion, dramaturgia, cámara, montaje— con el desarrollo de áreas como la animación, los VFX y los nuevos medios digitales?

Es un reto constante. Intentamos mantenernos actualizados, pero no siempre es sencillo. Los especialistas en VFX o en desarrollo para videojuegos están muy demandados en la industria audiovisual y tecnológica y, en muchos casos, sus compromisos laborales les impiden dedicar tiempo a la docencia. Aun así, buscamos fórmulas intermedias: organizamos talleres intensivos, invitamos a expertos externos y reforzamos la cooperación internacional.

A principios de diciembre, por ejemplo, contaremos con la conferencia del artista y director español Javier de la Chica, centrada en la aplicación de la inteligencia artificial en el cine. Nos interesa especialmente este tipo de miradas, porque permiten demostrar a los estudiantes que la innovación no reemplaza los fundamentos, sino que los expande. La dramaturgia, el encuadre o el ritmo narrativo siguen siendo pilares esenciales. Lo que cambia es la herramienta con la que se formulan.

El cine no es únicamente una cuestión técnica, sino también de sensibilidad, ética y compromiso. ¿Qué valores tratan de fortalecer en los estudiantes para que se conviertan en creadores conscientes, que además de dominar el oficio entiendan la repercusión cultural y social de su trabajo?

Intentamos transmitirles que su capacidad de influencia es mucho mayor de lo que imaginan. El público tiende a asumir como verdadero todo aquello que aparece en una pantalla, y lamentablemente hoy esa confianza no siempre está justificada. Por eso insistimos en la responsabilidad que implica narrar o mostrar. Un creador audiovisual no solo debe dominar el lenguaje técnico, sino también actuar con rigor ético: verificar la información, no manipular los hechos y reservar la ficción para el terreno creativo del cine, no para el ámbito informativo.

Buscamos formar profesionales capaces de reflexionar sobre el impacto cultural y social de su trabajo. Porque una imagen puede conmover, inspirar o cuestionar, pero también puede distorsionar o desinformar. La diferencia está en la conciencia con la que se utiliza.

La cámara no es solo un instrumento para mostrar la realidad, sino también una responsabilidad sobre cómo el mundo será recordado.

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Estudiante durante práctica de camera Arriflex en celuloide (35 mm)

 

V. Historia y figuras clave de FAMO

Desde los inicios han enseñado aquí profesionales que también influyeron notablemente en el cine checo. ¿Podrías mencionar algunas de esas personalidades y su aportación a la formación de la academia?

Antes que nada, debo mencionar a nuestro patrón, Miroslav Ondříček, director de fotografía de Miloš Forman y una de las figuras más importantes del cine checo a nivel internacional. Fue nominado en dos ocasiones al Premio Oscar por su trabajo visual excepcional y es especialmente conocido por su participación en películas como Hair (1979) y Amadeus (1984), entre otras obras fundamentales. Aunque en el extranjero gozaba de un prestigio incuestionable, mi padre –fundador de la escuela– consideraba que en la República Checa no se le había reconocido con la profundidad que merecía. Decidió entonces rendirle homenaje dando su nombre a la Academia, como forma de devolverle esa dignidad artística y humana.

También me gustaría destacar a Juraj Jakubisko, un creador de talento extraordinario. Además de director, guionista y operador de cámara apasionado, era un pintor notable. Sus diarios eran auténticas obras de arte: narraba los acontecimientos y los acompañaba con ilustraciones que no solo los completaban, sino que a veces los reinterpretan. Representaba esa rara categoría de artista total que entiende la imagen no solo como técnica, sino como pensamiento, emoción y memoria.

La academia se fundó en 1996, en una época de transformación cultural. ¿Cuáles fueron los mayores desafíos en aquel momento y qué permitió consolidar y desarrollar el proyecto?

En 1996, mis padres fundaron la Escuela Superior Privada de Cine junto a otros cineastas checos, concebida inicialmente como complemento a la enseñanza secundaria, y que de hecho aún hoy cumple ese papel formativo. Fue una decisión valiente en un momento de transición cultural, cuando el país redefinía su identidad tras décadas de limitaciones creativas. El mayor desafío fue demostrar que era posible construir un espacio educativo independiente, centrado en la práctica y abierto a las ideas, en un contexto donde la estructura universitaria tradicional todavía predominaba.

El proyecto se consolidó gracias a esa convicción inicial y a la confianza depositada por los primeros estudiantes y profesionales. En 2004 se creó oficialmente la Academia Cinematográfica, ya como institución universitaria. Aunque incorpora un contenido más académico, mantiene intacto su principio fundacional: la prioridad absoluta de la práctica como motor de aprendizaje. Eso, junto con la cercanía entre docentes y alumnos, ha sido siempre la esencia de nuestra identidad.

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Los cineastas y fundadores de la Academia: Miroslav Ondříek, Miloň Terč, Jindřich Goetz

 

VI. Estudiantes, creación y logros

El cortometraje Krajan (Paisano), realizado por estudiantes de FAMO, recibió en 2024 el Student Academy Award (Premio Óscar para Estudiantes). ¿Qué significó para ti este reconocimiento y qué consideras que expresa sobre el nivel académico y creativo de la academia?

El Oscar estudiantil es, en nuestra profesión, el mayor reconocimiento posible a nivel internacional. Krajan no solo lo obtuvo, sino que recibió la versión de oro –la categoría más alta– compitiendo con 2.683 películas procedentes de 738 escuelas de todo el mundo. La magnitud de la competencia era tan grande que, al principio, nos costó creer que fuera real. La emoción se hizo palpable cuando asistimos a la ceremonia en la histórica sala de cine Odeon de Londres: aquello que había comenzado como un proyecto académico se convirtió, inesperadamente, en un sueño cumplido.

Se trató además de un hecho histórico: fue la primera vez que un cortometraje checo de ficción realizado por estudiantes recibía este galardón. Poco después llegó otra noticia extraordinaria: Krajan (Paisano) fue seleccionado entre las 15 mejores películas candidatas al Oscar “mayor”, compitiendo ya con cineastas profesionales. Fue una señal contundente de que nuestros estudiantes no solo dominan la técnica, sino que son capaces de dialogar con los estándares más exigentes del cine contemporáneo.

Lo que buscamos es formar creadores sólidos, capaces de sostener una producción audiovisual desde la estructura técnica. Primero el oficio; el arte llega cuando la herramienta deja de ser obstáculo. La creatividad se fomenta conscientemente a partir del segundo año, cuando los estudiantes ya tienen el lenguaje cinematográfico suficientemente integrado.

Este año, además, se produjo otro logro excepcional: la película de Lukáš Vacula, alumno de nuestra Academia de Cinematográfica (FAMO), alcanzó el Top 7 mundial en los Oscar estudiantiles, lo que refuerza que no se trata de un caso aislado, sino de una trayectoria formativa sólida.

En definitiva, recibir ese premio no fue solo un reconocimiento al talento de un equipo, sino la confirmación de que nuestra forma de enseñar permite que los estudiantes proyecten su mirada al mundo con la misma intensidad con la que alguna vez nosotros aprendimos a mirar.

Más allá de los premios, hay proyectos estudiantiles que dejan una huella profunda. ¿Recuerdas alguno especialmente significativo por su valentía, su temática o su innovación?

Más allá de los premios, hay proyectos que dejan huella porque trascienden la pantalla. En 1997, apenas un año después de la fundación de la escuela, mis padres crearon el Festival Internacional de Cine Estudiantil de Písek con una idea simple pero visionaria: ofrecer a los estudiantes la posibilidad de confrontar sus obras con las de otros jóvenes creadores del mundo. Muy pronto comencé a involucrarme también en su organización; lo coordiné durante varios años y, en 2006, mi padre me cedió la dirección.

El festival pasó de ser un evento de un día a convertirse en una celebración de tres jornadas, con la llegada de realizadores internacionales y talleres impartidos por profesionales reconocidos. Lamentablemente, mientras la calidad del festival crecía, el apoyo público disminuía, hasta el punto de que mantener los estándares sin comprometer la esencia del proyecto dejó de ser viable.

Hoy, gracias al interés y respaldo de nuestro actual socio –la televisión Prima– nos encontramos en proceso de reactivarlo. Si todo avanza según lo previsto, la 18.ª edición tendrá lugar del 3 al 4 de octubre de 2026, lo que supondrá recuperar una tradición cultural que marcó a varias generaciones.

El impacto del festival en los estudiantes iba mucho más allá de la proyección de cortometrajes. Aprendían a organizar un evento de gran alcance, entendían todo lo que implica coordinar a personas, gestionar recursos y defender una visión. Además, establecían contacto directo con cineastas de prestigio que no solo actuaban como jurado, sino también como mentores en los talleres. Muchos encontraron allí a sus futuros colaboradores.

Entre las personalidades que participaron destacan, por ejemplo:

– el director Iván Passer,

– Karel Čabradek, dramaturgo y guionista,

– Eva Zaoralová, directora programática del Festival de Karlovy Vary,

– el director David Ondříček,

– el actor, director y productor François Gérard,

– el director de fotografía F. A. Brabec,

– el actor de teatro Petr Brukner,

– el compositor Jan P. Muchow, entre muchos otros.

Estoy convencida de que volveremos a llenar Písek de cine internacional, como antes llenábamos sus calles de conversación creativa, intercambio de ideas y encuentros que, en más de una ocasión, terminaron siendo el origen de nuevas películas.

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Los estudiantes Pavla Sýkory a Viktora Horáka galardonados con el Oscar como la mejor pelicula esrtudiantil. Londres 2024. Film Krajan (Paisano).

 

VII. Sobre los jóvenes con grandes sueños

Muchos jóvenes llegan con grandes sueños sobre la creación cinematográfica. ¿Cómo les ayudan a transformarlos en una carrera real? ¿Qué apoyo ofrece la escuela después de la graduación?

Es muy positivo que algunos estudiantes lleguen con grandes sueños; para nosotros, el interés genuino por el cine es el criterio esencial a la hora de admitirlos. Todo lo demás puede aprenderse, pero la pasión debe existir desde el principio.

Hacemos hincapié en que el oficio cinematográfico no es un camino cómodo. Requiere esfuerzo constante, capacidad de adaptación y creatividad incluso en condiciones complejas. Por eso es fundamental que realmente amen lo que hacen. Tan importante como la pasión es contar con alguien que actúe como espejo. A veces el estudiante está tan inmerso en su trabajo que pierde perspectiva y olvida que el espectador –que no siempre es un experto técnico– debe entender la película. Nuestros profesores acompañan ese proceso: estimulan la creatividad, pero también advierten sobre posibles errores de comunicación, ambigüedades o decisiones que podrían interferir con la claridad del mensaje.

Durante sus estudios, los alumnos realizan prácticas obligatorias, gestionadas por la escuela o por ellos mismos, lo que les permite conocer de primera mano cómo funciona el mundo profesional. Además, tienen la oportunidad de participar en proyectos internacionales promovidos por la academia o por nuestras instituciones asociadas. Ese contacto temprano con la realidad laboral les ayuda a pasar de la aspiración a la construcción de una carrera.  Cooperación internacional y visión formativa.

En un entorno cinematográfico globalizado, el contacto y la colaboración internacional son fundamentales. ¿Qué programas o intercambios internacionales ofrece FAMO y de qué manera amplían las perspectivas de los estudiantes?

La escuela participa activamente en el programa Erasmus, que permite a nuestros estudiantes cursar parte de su formación en distintos países de Europa, como Finlandia, Grecia, Hungría, Portugal, Alemania, España o Eslovaquia. Además, organizamos proyectos internacionales de un mes en colaboración con el Northern Virginia College y con la Universidad de Texas, lo que les permite confrontar métodos educativos y comprender la industria desde una perspectiva más amplia.

En muchos países extranjeros, los programas académicos abarcan todas las áreas del cine sin especialización temprana, lo cual proporciona una visión muy global. En nuestra escuela adoptamos un enfoque similar únicamente durante el primer año. A partir del segundo, los estudiantes eligen su orientación –cámara, dirección, producción, sonido, entre otras– y desarrollan competencias más profundas y experiencia técnica precisa. Creemos que la visión general es necesaria para entender el conjunto, pero que la profesionalización surge cuando se profundiza en un área concreta.

 

VIII. Generaciones y transformación educativa

Durante décadas, la academia ha formado a varias generaciones de cineastas. ¿En qué se distinguen los actuales respecto a los de los años noventa y cómo han reformulado el modelo de enseñanza para adaptarse a esta evolución?

El período inmediatamente posterior a la Revolución fue excepcional. Había una energía creativa inmensa y un deseo profundo de construir algo desde cero. Los estudiantes trabajaban con pasión, y aunque no disponían de los medios técnicos de hoy, conseguían hacer películas extraordinarias gracias a su dedicación y compromiso. Recuerdo especialmente La última cena de la dama, un largometraje rodado en 35 mm por el director David Podhola, con dirección de fotografía de Jaromír Malý, quien hoy forma parte de nuestra escuela como profesor de cámara. Han pasado 27 años desde su estreno y la película sigue conservando su fuerza.

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El cineasta y pedagogo Jarmor Malý con estudiantes

Sin embargo, con el tiempo observamos que ese entusiasmo colectivo fue disminuyendo. Los estudiantes comenzaron a centrarse más en lo individual, limitando su colaboración al espacio académico. Dejó de existir aquel intercambio prolongado de ideas fuera de clase; ya no se discutía durante horas sobre películas con una copa de vino o cerveza. La pandemia de Covid acentuó aún más esa tendencia.

Afortunadamente, en los últimos años la situación ha cambiado radicalmente. Percibo una voluntad creciente de crear juntos, de formar equipos, de compartir procesos y no solo resultados. Y eso es esencial, porque el cine –como la mirada– se construye desde la pluralidad.

¿Qué especialidades ofrece la Academia Cinematográfica dentro de su plan curricular para quienes desean desarrollarse profesionalmente en el ámbito del cine y la televisión?

Estudiar en esta escuela ofrece una combinación única de formación artística, oportunidades profesionales y desarrollo personal. El enfoque individualizado permite potenciar el talento de cada estudiante según su perfil creativo. Contamos con docentes que son reconocidos creadores de cine y televisión, lo cual facilita el acceso a contactos valiosos y conocimientos directamente desde la práctica profesional.

La escuela tiene éxitos comprobados en festivales internacionales, lo que demuestra la calidad y originalidad de los proyectos realizados. Además, ofrece equipamiento técnico profesional, lo que prepara a los estudiantes para integrarse sin dificultad al mundo laboral. La ubicación en una ciudad histórica con exteriores cinematográficamente atractivos, y a la vez con fácil conexión con Praga, abre un abanico de oportunidades culturales y profesionales.

Los estudiantes pueden elegir entre diversas áreas de especialización, como:
Dirección, Dramaturgia y guion
Sonido, Producción, Cine documental
dirección de fotografía, Montaje,
Efectos visuales,
Animación clásica

Finalmente, la escuela ofrece seguridad de empleabilidad en el sector, además de la posibilidad de estudiar o trabajar en el extranjero, formando profesionales completos, creativos y preparados para los desafíos del mercado audiovisual actual.

Si miramos hacia los próximos diez años, ¿cómo visualizas la evolución de la Academia Cinematográfica (FAMO)? ¿Se están gestando nuevos programas, herramientas tecnológicas, colaboraciones internacionales o modelos educativos que puedan llevarla aún más lejos?

Me gustaría que dentro de diez años FAMO fuera un espacio aún más abierto al mundo. Uno de nuestros objetivos es incrementar la presencia de estudiantes extranjeros, porque la diversidad cultural no solo enriquece el cine, sino también la experiencia formativa de los estudiantes checos. El intercambio de perspectivas es una fuente constante de renovación artística.

En cuanto a las nuevas tecnologías, es difícil anticipar cómo evolucionará el panorama audiovisual en una década. Solo confío en que la inteligencia artificial no sustituya la mirada humana, que prevalezca el criterio crítico y que no terminemos convertidos en dependientes de la inmediatez digital, los algoritmos o la comunicación fragmentaria. La tecnología puede ser una herramienta extraordinaria, siempre que no relegue a segundo plano la creatividad, la ética y la sensibilidad.

Durante la trayectoria de la escuela se han producido numerosos trabajos que demuestran que el talento emerge cuando hay libertad y rigor. Personalmente, valoro mucho la comedia bien construida, porque considero que es uno de los géneros más complejos. Con frecuencia se confunde la comicidad con el humor fácil o vacío, pero una buena comedia requiere inteligencia narrativa, ritmo, observación y una elaboración tan meticulosa como cualquier drama.

Algunos ejemplos recientes lo demuestran:

Time to Die, dirigida por Adam Kůs, una parodia fresca e inteligente del universo James Bond.

¿Qué pasó con el peluquero?, de Bára Kočičková, donde destacan tanto las interpretaciones como la propuesta visual y la construcción de una trama detectivesca llena de ingenio.

– Y producciones más intensas, como Why So Sirius, del director Karel Šindelář, capaces de impactar profundamente al espectador desde una narrativa poderosa.

En definitiva, imagino una escuela que siga evolucionando sin perder lo esencial: defender el oficio, cultivar la mirada y acompañar el talento hacia su propia voz. La tecnología se transformará, los formatos variarán, pero la necesidad de contar historias seguirá siendo la misma.

Estudiantes de la Academia durante un rodaje

Para terminar: si tuvieras que definir qué es lo único que alguien que elige el cine no puede permitirse perder nunca –más allá de la técnica y el oficio–, ¿qué sería?

Creo que hay algo que ningún cineasta debería perder: la capacidad de mirar con atención. La técnica se aprende, el oficio se perfecciona y los recursos cambian con cada generación, pero la mirada –esa manera de detenerse ante el mundo– es lo que convierte una imagen en una experiencia.

Un buen creador no filma únicamente lo que ve, sino aquello que alcanza a sentir y es capaz de ofrecer a los demás como si fuera nuevo. En mi opinión, el cine nace cuando alguien se atreve a observar el silencio y a darle forma. La cámara, antes que un dispositivo técnico, es una forma de hacer memoria. Toda buena película –como todo gesto verdaderamente humano– empieza con una mirada que no renuncia a la verdad.

Y quizá –solo quizá– entre quienes leen estas palabras haya alguien que aún no se atreve, alguien que intuye que el cine podría ser su forma de hablar. A esa persona le diría: Si alguna vez has mirado una imagen y has sentido que dentro de ella había algo más que luz, si alguna vez te has detenido ante una sombra como si contuviera una historia… entonces ya has dado el primer paso. Lo demás puede aprenderse.

Porque el cine, como la enseñanza, no comienza con una cámara, sino con una mirada dispuesta a ver. Esa mirada, cuando se cultiva, puede llegar a cambiar la forma en que el mundo será recordado.

Imagino una FAMO que continúe creciendo sin perder su esencia: defender el oficio, cuidar esa mirada y acompañar la construcción de una voz propia. La tecnología se transformará y surgirán herramientas que hoy ni siquiera podemos imaginar, pero la necesidad de contar historias seguirá intacta. Si dentro de diez años quienes pasen por esta escuela continúan preguntándose “¿qué mundo estoy mostrando y por qué?”, entonces nuestra misión estará cumplida.

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Desde Plenamar, agradecemos profundamente a Vladana Terčová su generosidad y lucidez al compartir esta conversación, que nos recuerda que la formación cinematográfica no se fundamenta únicamente en la tecnología, sino sobre todo en las personas: en su valentía para crear, buscar, superar sus límites y aprender a mirar el mundo con otros ojos. Bajo su dirección, la escuela FAMO de Písek demuestra que una institución independiente puede sostener una voz fuerte, alcanzar reconocimiento internacional y, al mismo tiempo, preservar una visión pedagógica clara.

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Ariosto Antonio D’Meza es escritor en español y checo, además de cineasta. Reside en Praga.