Una decena de años después me place recorrer las huellas hacia la tierra natal que, junto a un grupo de intelectuales y fotógrafos notables, dejamos en el libro Santiago de los Caballeros. Visiones y latidos de la ciudad corazón, galardonado, gracias tanto al contenido como al diseño gráfico realizado Ana Svethania Gómez, con el Premio de la Crítica como “publicación especializada en artes visuales” en la XI edición de los premios de la Asociación Dominicana de Críticos de Arte (ADCA). A continuación, visitaremos algunos de los lugares comunes abordados, algunas actualizaciones y nuevos tópicos.

Portada de “Santiago de los Caballeros. Visiones y latidos de la ciudad corazón”. Foto Patron Santiago por Fausto Ortiz

Coordenadas del corazón

Santiago de los Caballeros es la segunda provincia en importancia de Republica Dominicana. Está situada en las coordenadas geográficas 19° 28′ 20″ de latitud norte y 70° 41′ 15″ de longitud oeste, a una altitud media de 178 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura media anual de 25,6 °C. Ocupa una superficie total de 2836,51 km² y se encuentra ubicada en la región centro-norte del país, conocida como Valle del Cibao, a 155 km al noroeste de Santo Domingo. Tiene una población aproximada de 908 250 habitantes y una densidad poblacional de 320 hab/km².

Está formada por 9 municipios y 19 distritos municipales: Santiago de los Caballeros (Alto Bao, Pedro García, Baitoa, La Canela, San Francisco de Jacagua y Hato del Yaque), Puñal (Guayabal y Canabacoa), Jánico (El Caimito y Juncalito), Licey al Medio (Las Palomas), Tamboril (Canca la Piedra), San José de las Matas (El Rubio, La Cuesta, Las Placetas, Las Manaclas y Diferencias), Sabana Iglesia, Villa Bisonó, Navarrete, Villa González (Palmar Arriba y El Limón). Su ubicación entre las cordilleras Central y Septentrional da lugar a una gran diversidad de zonas de vida, desde bosques subtropicales hasta bosques muy húmedos. Su sistema montañoso incluye los parques nacionales más hermosos y la máxima elevación orográfica de las Antillas.

Esta singular agrópolis, el “gran Santiago” que desde los estudios urbanísticos analiza Rafael Emilio Yunén, es fértil incluso en gentilicios, es decir, en las formas en que los lugareños nos reconocemos y evidenciamos nuestra filiación, fruto de la nostalgia ibérica de sus fundadores por el apóstol Santiago el Mayor. Tiene tres apelativos toponímicos válidamente registrados, como señala el historiador Julio G. Campillo Pérez: santiaguero, santiagués, santiaguense.

Tierra que enamora

Con la peculiaridad de estar situada donde las Américas se encuentran, entre los trópicos, con su antillanía enhiesta, isla adentro, equidistante del océano Atlántico y del mar Caribe, la provincia de Santiago marca con sello indeleble el alma de quienes la miran. Cuando la habitas, su bucólica y romántica atmósfera se queda en ti para siempre, en tanto se asientan memorias y afectos insospechados. Sobre el paradisíaco entorno que doquiera brinda una naturaleza aguerrida y diversa, seduce su cultura fuertemente vernácula; conmueven los olores, sabores y humores de su bravía identidad.

A los ciudadanos (nacidos o voluntariamente asimilados), este terruño les gusta –¡y de qué manera! Pertenecer o estar en esta capital restauradora crea una perspectiva axial que agudiza los sentidos: la posibilidad íntima de asentarse, multiplicarse y envejecer en sus límites. Si por razones impostergables es preciso alejarse (aun sea por horas) de las sosegadas aguas del “Yaque dormilón”, en la ida se van apurando los pasos del regreso. Los habitantes de esta tierra aceptan gustosos y sin sonrojo que son emigrantes renuentes; puesto que apenas tocan plazas ajenas, ya les gana la nostalgia. De ahí que al margen de a dónde las circunstancias les hagan derivar, siempre arriban a la dirección signada con aperos de experiencia suficientes para salir airosos e invariablemente volver a la calidez originaria. Esto así, porque las raíces de los hijos de la provincia hidalga (sin importar promesas, oportunidades o riquezas auguradas en otras latitudes) permanecen ancladas, inalterables, Cibao adentro.

Comunidad vibrante, sin dudas, la del primer Santiago del continente, en la que el asombro de su gente pernocta con placer en lo simple, descubriendo la belleza que anida en lo cotidiano. No hay desmemoria; ninguna época, anécdota o circunstancia pasa desapercibida, toda vez que numerosas expresiones creativas, tanto elaboradas como espontáneas, cimentan en la nostalgia su tropical idiosincrasia. Por todas partes, y durante todo el año, florecen celebraciones populares que mantienen la esencia de los orígenes, a saber: carnavales, festivales artísticos, actividades folclóricas, conmemoraciones religiosas y fiestas patrias.

Palpable es el orgullo de los transeúntes en su acostumbrado andar y desandar el centro histórico –irresistible aun atestado de vendedores informales, tarantines en las aceras y vehículos de transporte público– colonizando las piedras de las estrechas callejuelas para mirar y comprar; para  escuchar melodías suaves o traviesas, algunas acaso tocadas allí por vez primera: acá, sones y merengues, ritmos aguijoneados por acordes de cuerdas ibéricas y el contrapunto de tambores ancestrales de África; allá, perfumados de tabaco, ron y erotismo, los arpegios agridulces de boleros y bachatas.

En Santiago de los Caballeros la bonhomía, el don de gente, todavía es letra de cambio y la palabra compromete. Aún reina el espíritu del buen samaritano, del buen vecino. Paradigmático es el hecho de que muchos de los alimentos de venta en los mercados son llevados allí el mismo día en que han sido recogidas las cosechas en las huertas aledañas y los animales de consumo son criados por personas que el cliente conoce por su nombre. No obstante el sentido de logro que innegablemente se respira, prevalece el cultivo de la humildad. Cada uno, con una sonrisa a flor de labios, apuesta a lo mejor del otro y rechaza la avaricia oportunista, en tanto se afana en tener solo lo necesario para vivir dignamente; más que abarcarlo todo atropelladamente, procura llenar de calidad, optimismo y alegría cada instante del día.

Desde la pequeñez de cada pueblo de esta provincia, con actitud abierta, espíritu pueblerino y también cosmopolita –a propósito de la inserción inevitable e indispensable en la globalización–, los ciudadanos se integran a diversas instituciones sin fines de lucro (clubes, asociaciones barriales, culturales y religiosas, etc.) asumiendo liderazgos en el diseño de la comunidad y el país que desean.

 La certeza de que los sueños propios forman parte del colectivo alienta a los individuos y a las organizaciones gubernamentales y privadas, de ahí que, con una planificación estratégica de décadas, se aboquen a un desarrollo provincial acorde con las ventajas competitivas de que disponen (medios masivos de comunicación, vías de transportes nacionales e internacionales, moderna infraestructura agroindustrial, fuentes acuíferas abundantes, bosques frondosos, montañas majestuosas, balnearios, complejos turísticos, centros educativos de todos los niveles y mano de obra abundante y especializada), procurando que las necesidades del progreso florezcan sin perjudicar los recursos con los que la naturaleza los ha beneficiado.

Hospedaje Yaque, de Félix Sepúlveda

Rincón de historias entrañables

Carmen Pérez Valerio, en su ensayo “Recorrido por Santiago cultural”, afirma que la cultura de Santiago comienza a gestarse en los albores de la colonia, girando en torno al modelo económico implementado por los colonizadores, las relaciones de dominio español sobre la población nativa y las tierras conquistadas, y la presencia negra como mano de obra esclava. Dice que la realidad cultural estaba conformada por una red de expresiones tradicionales heterogéneas que cada grupo étnico celosamente protegía en las ciudades españolas, en las barracas de los esclavos, en los bohíos aborígenes y en la vida del cimarrón en las montañas. Habla de una cultura fundamentada en las costumbres y tradiciones de la población indígena, la añoranza y la resistencia para preservar los elementos de identidad de los esclavos negros, y en una cultura élite milenaria de imposición del poder de la Corona española sobre las tierras conquistadas.

Es en este contexto que la emblemática iglesia, construida en 1511, nombrada Catedral Santiago Apóstol o Iglesia Mayor, se erigió como un elemento aglutinador de la vida cotidiana. De hecho, parte de ese espíritu primigenio perdura. Situada en la parte lateral de la antigua Plaza de Armas, hoy parque Duarte, sigue marcando el ritmo espiritual y social del centro urbano. Fue destruida a causa del terremoto del 2 de diciembre de 1562 y reconstruida tras un largo proceso debido a las frecuentes revueltas. Resultó natural que durante la Guerra de la Restauración se convirtiera en cuartel de las autoridades españolas. Entre 1868 y 1894 fue reconstruida por completo sobre la base original, bajo la dirección de Onofre de Lora. Una acotación interesante es que, más que por la guerra de independencia de 1844 contra los haitianos, la Catedral fue un centro clave en la Guerra de Restauración, el punto de partida de la lucha por la independencia de España. De hecho, de 1863 a 1865 fue la capital política, económica y militar del país. Asimismo, concomitantemente se constituyó en un eje cultural indispensable que influyó en la formación de la identidad nacional dominicana y en la evolución de la cultura dominicana, con figuras señeras que dejaron una huella significativa.

Tras aquella contienda patriótica, dos instituciones desempeñaron un papel crucial en la transformación del ambiente cultural de Santiago y fortalecieron el sentido de identidad nacional y el espíritu de lucha por la libertad: la Sociedad Literaria Amantes de la Luz y la Sociedad Cultural Alianza Cibaeña. La Sociedad Literaria Amantes de la Luz fue fundada el 4 de junio de 1874 por Manuel de Jesús de Peña y Reynoso con el objetivo de educar a los jóvenes, que están destinados a dirigir los destinos de la nación.  Al mismo tiempo, se fundó la Biblioteca de los Amantes de la Luz, que se convirtió en un espacio para realizar consultas y obtener referencias bibliográficas. También albergó las Escuelas Dominicales y de Oficios, donde se brindaron consejos a profesionales, estudiantes, trabajadores, aguadores, aguadoras, chiriperos, amas de casa, placeras, entre otros, que llegaban en busca de formación. Por otro lado, el 26 de agosto de 1884, Eugenio Deschamps fundó la Alianza Cibaeña con el propósito de proporcionar servicios de biblioteca y funcionar como Escuela Nocturna de Arte y Oficio para la formación, principalmente, de los trabajadores informales que se encontraban en la ciudad. Ambas entidades centenarias mantienen un indiscutible liderazgo en el panorama cultural nacional.

La ensayista y poeta destaca que la sociedad santiaguera comenzó a experimentar cierto desarrollo económico y social a partir del siglo XVI gracias al negocio de los hatos ganaderos y la producción y comercialización de tabaco, ofreciendo el dato curioso que en las empresas tabaqueras se fomentara la lectura en voz alta de obras poéticas y narrativas para aumentar la producción, lo que también tuvo efectos positivos en la cultura, el conocimiento y el disfrute de la literatura entre los trabajadores. Lo cierto es que, paralelo a las manifestaciones culturales populares y costumbres de la pequeña burguesía basada en la ganadería y el tabaquismo, surgieron entidades dedicadas al entretenimiento y la recreación como el Centro de Recreo (1894), el Club Santiago (1899), la Sociedad Salomé Ureña (1897), la Sociedad Club de Damas (1901), la Sociedad Amor al Estudio (1903), el Centro Lírico Rafael Ildefonso Arté (1906) y el Centro Arté.

Estas sociedades dieron lugar a celebraciones, ferias, competiciones, veladas, bailes, certámenes de belleza, festividades de Carnaval, conciertos y otras actividades orientadas a la clase acomodada. Un ejemplo fueron los múltiples conciertos que, en 1884, ofreció el músico cubano Brindis de Salas, el “Paganini negro”, reconocido como el mejor violinista de su tiempo, en el Teatro Palmer.  El Teatro Colón, inaugurado en 1915, lideró la propuesta cinematográfica, mientras que el Hotel Mercedes se convirtió en el centro neurálgico de la organización de eventos y otras actividades. 

Confluencia telúrica de tradiciones: patronales, carnaval y merengue

El crítico e historiador Danilo de los Santos, con su característico tono dicharachero, en su ensayo “La resonancia de las artes” nos adentró en los hechos, eventos y comentarios que hacen peculiares a la “provincia más provincia”, como se aprecia en su referencia al origen de las fiestas patronales: “El clamor guerrero de libertad de los andulleros y comerciantes, contra toda amenaza y limitación de sus derechos inalienables, rememoraba, en cierta manera, la espada guerrera del Apóstol Santiago el Mayor, patrón de muchas ciudades, incluida la legendaria de los 30 Caballeros. La advocación hacia el predicador de Hispania, cuya festividad se vincula a Compostela, también es celebración del primer Santiago americano.” Las fiestas patronales de San Santiago se celebraban, como ahora, cada julio, incluyendo, además de la convocatoria pregonera y los ritos eclesiásticos, juegos deportivos, como las corridas de sortija o banda, en las que los jóvenes competían montados en veloces caballos; el juego de los molinetes, con tablas giratorias, que divertía a los muchachos; los palos ensebados y las carreras de zancos.

Danilo de los Santos nos cuenta, sobre las fiestas de Carnestolendas –también conocidas como “Adiós a la carne”, fiesta primada de América, según Carlos Esteban Deive y Dagoberto Tejeda–, que Juan Antonio Alix, el decimero popular conocido como el “Cantor del Yaque”, alude a la celebración del Carnaval de Santiago en sus primeras composiciones. Señala que, si bien esta fiesta se asocia con la independencia a partir del 16 de agosto de 1865, también se vincula, y primordialmente, a conmemoraciones religiosas y de carácter municipal, cuando algún acontecimiento sobresaliente provoca mascaradas y corsos floridos.

Petruska Sméster en su ensayo “Tradiciones y costumbres” recoge aspectos pintorescos y entrañables. En relación con el carnaval señala que, según Tomás Morel, el término “lechón” proviene de la cercanía de estas fiestas con las celebraciones de Navidad, asociadas a los lupercos y las saturnalias del mundo antiguo. También menciona las corridas de toros simuladas en plazas improvisadas en las calles con motivo de la conmemoración del Patrón Santiago. Durante esas corridas, los enmascarados embestían a los noveles toreros. En ese contexto, las máscaras representaban la lucha entre el bien y el mal. De ahí la creencia popular de que quien usaba caretas se ponía “fuera de la gracia de Dios por veinticuatro horas”.

Lechones del Carnaval de Santiago, de Domingo Batista

Para Petruska, sin duda el personaje central del carnaval santiaguero es el lechón. La careta pepinera se caracteriza por tener cara de puerco, ojos en forma de rombo y cuernos lisos con base ancha y terminación puntiaguda, mientras que la joyera se define por sus “chifles” o cuernos arqueados llenos de pequeños cuernos, ojos en forma de rombo y faz de colores rojo, amarillo y negro. El disfraz lleva rabo y, enrollada en la cintura, una morcilla de tres vueltas. Inicialmente, formaba parte de este una varita, que luego fue sustituida por un fuete de cabuya. Actualmente, también se usa una vejiga de vaca. Este personaje tiene un paso especial al desfilar y realiza un choque del fuete en el suelo. Pero no solo los lechones hacen el carnaval santiaguero, el más rico en personajes y comparsas, como Califé, Nicolás Den Den, los tiznaos, el papelón, se muere Rebeca, roba la gallina, los indios, la Muerte en yipe, entre otros.

Otro tema de interés para estos investigadores es el merengue típico. Danilo De los Santos se refiere a El Centro Lírico como la escuela musical que propició la formación de una orquesta de alcance sinfónico y la celebración de conciertos públicos de autores clásicos que cimentaron la identidad sonora de Santiago, al conformar un núcleo de autores e intérpretes como Pancho García. Ramón Emilio Peralta, Julio Alberto Hernández y Luis Alberti, partidarios del merengue vernáculo, utilizan este para notables composiciones orquestales (“Juan Gomero”, “Palo Viejo”, “Compadre Pedro Juan” y “La Maricutana”). Destaca que, con el concurso y talento de estos santiagueros, el merengue típico Perico Ripiao, que consagró Ñico Lora, así como el merengue elevado con instrumentos orquestales, estos adornados con compases para el paseo de las parejas bailadoras, como los valses europeos, crearon orquestaciones y letras que facilitaron su asimilación por la rígida y conservadora élite criolla.

Petruska Sméster destaca la importancia del Hospedaje Yaque, un mercado comunal situado en el centro del barrio La Joya, para la consolidación temprana del merengue típico. De este establecimiento aún se abastecen las placeras, los mercaderes y los vendedores ambulantes de productos agrícolas y manufacturas locales. En las proximidades, cerca del río, había algunos establecimientos que hospedaban a los campesinos que venían a vender su mercadería a la ciudad, donde se escuchaba música desde la mañana. Entre ellos se encontraban: Los Platanitos, La Par de Tres, La Cuarenta y El Perico Ripiao. En las fiestas del Hotel Perico Ripiao abundaban las prostitutas y solo se tocaba merengue de “tierra adentro”, donde la tambora, la güira y el acordeón acompañaban a los cantantes. A este ritmo musical se le comenzó a llamar “Perico Ripiao”, tanto por el nombre del popular hotel como por la forma pícara de bailar de las parejas.

A los mencionados músicos y compositores se incorporaron otros cibaeños ilustres como Antonio Morel, Félix del Rosario (de San Francisco de Macorís), Félix López Kemp y Rafael Solano (de Puerto Plata), entre muchos otros que han dado y siguen dando brillo a este ritmo en la actualidad. En fin, que el merengue, manifestación cibaeña y santiaguera por excelencia, fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO el 30 de noviembre de 2016, en reconocimiento a su importancia cultural como elemento central de la identidad nacional.

Cuna de expresiones artísticas de raigambre criolla

Danilo de los Santos refiere que, durante el quinquenio 1925-1930, Santiago no experimentó una gran renovación de su vida comunitaria, aunque nuevas señales arquitectónicas, como el edificio de Correos, el Hotel Mercedes y el nuevo Centro de Recreo, mostraron una tendencia moderna. Entonces era una comunidad de ciudadanos arquetípicos: civilistas, comerciantes y gestores que promovían el progreso municipal en todos los ámbitos culturales y recreativos. Afirma, coincidiendo con Valerio y Sméster, que en la provincia germinaron la cultura creativa, la folclórica y el saber con la misma fecundidad que la siembra agrícola. Incluso propone que el nativismo y el criollismo, que caracterizarían la literatura y las artes con epicentro en Santiago, se originaron a partir del campesinado de la región, que llegaba temprano a los mercados para abastecerse. Al mezclarse con una población con presencia de inmigrantes residentes (belgas, cubanos, españoles, italianos, franceses, chinos, árabes, etc.), que aportaron a las peculiaridades culturales que caracterizan el arte vernáculo, sumado al criollismo definido por las vendedoras ambulantes, los buhoneros, los aguateros, las lavanderas del Yaque, las manilladoras y los obreros del tabaco, las chopas y los chiriperos.

De los Santos afirma que la formación pictórica criollista, gestada con el magisterio de Juan Bautista Gómez, asociado a las discusiones estéticas en la casa de la familia Morel Tavares, estimuló la vocación artística de tres hermanos: Apolinar, Enrique y Jorge Octavio, el Yoryi Morel que socavó el dominio de la academia romántica o tradicional con una impetuosa modernidad que resuelve la luz tropical conjugada con cargas cromáticas. Con Yoryi, nos dice, se producen cantos visuales que plantaron el reconocimiento de la dominicanidad fundamentada en las fuentes costumbristas, en el paisaje citadino y sus símbolos arquitectónicos, sus bohíos barriales y la tipificación de los seres populares, humanos y carnavalescos. El maestro Gómez y los artistas Federico Izquierdo, Mario Grullón, Félix Disla Guillén, Jacinto Domínguez y otros trazaron con Yoryi un mundo pictórico referencial del Santiago de su tiempo.

 

Lugar de utopías entrañables

Tras el fin de la dictadura de Trujillo, se produjeron transformaciones significativas en todos los ámbitos de la vida social.  Los aires renovados de libertad y el inicio de la democracia impulsaron el crecimiento de la provincia y el auge de su cultura. En este contexto, con la formación de la Asociación para el Desarrollo surgieron otros núcleos de desarrollo provincial, como el académico, el bancario, el cultural y el de la empresa familiar. En 1962, la idea del Monseñor Hugo Eduardo Polanco Brito de fundar una institución académica católica y privada en Santiago fue respaldada por el Episcopado Dominicano y muchos ciudadanos, inaugurándose en ese año la Universidad Católica Madre y Maestra. Desde 1967, sus carreras profesionales planificadas y su creciente matrícula estudiantil, influyeron en el crecimiento de la ciudad en términos culturales, poblacionales y urbanos. En la Universidad surgieron grupos artísticos: de baile y tuna, teatro experimental y grupos pictóricos, además de una nucleación intelectual de la que surgieron jóvenes escritores de todas las áreas.

Danilo De los Santos señala que el desarrollo y la proyección de la primera universidad de Santiago estuvieron vinculados al Centro Cultural Dominico Americano, la Alianza Francesa y el Centro Cultural Ercilia Pepín, que se sumaron a los ya existentes (Amantes de la Luz y Alianza Cibaeña). Coincidiendo con este florecimiento, la familia empresarial León Jimenes auspició el Concurso de Arte de La Aurora. Este fue el primer certamen nacional de patrocinio privado que convirtió a la ciudad de Santiago de los Caballeros en un referente de las artes plásticas dominicanas, aunque la trayectoria de sus pintores ya estaba bien definida. La academia semioficial se había fusionado con el Liceo Musical José Ovidio García y la Escuela de Teatro, y se había definido el núcleo municipal de Bellas Artes, que incluía una masa coral.  Posteriormente, apareció el Instituto de Cultura y Arte con una amplia programación formativa que incluyó el ballet e instituciones de iniciativa privada, entre ellas la Casa de Arte, Inc. en 1983, relacionada con el Festival Internacional Arte Vivo, cuya primera versión se realizó el 21 de marzo de 1987.

El surgimiento de grupos de pintores y fotógrafos marcó la pauta de la animación artística, a la que se asoció posteriormente el colectivo Ideas, que reunió a escritores citadinos. La conformación del Grupo Friordano, en 1968, así como el movimiento de la fotografía surgido en esa misma fecha, del que nació Jueves 68, están relacionados con numerosos eventos expositivos. Con el respaldo de la Madre y Maestra, el Grupo Friordano organizó dos certámenes nacionales de pintura estudiantil y la muestra antológica “Arte, Historia, Pueblo: Pintores de Santiago”, que antecedió a otros promovidos posteriormente, animados por Monseñor Roque Adames, gestor de la Plaza de la Cultura. De la febril vinculación de los santiagueros con el arte fotográfico fue el resultado de las 350 imágenes incluida en el libro comentado, tomada por 35 miembros del Grupo Fotográfico de Santiago (GRUFOS), algunas de las cuales ilustran este número de la revista Plenamar.

Algunas empresas, como la ronera Los Bermúdez y la Compañía Anónima Tabacalera, se sumaron a la promoción de comparsas carnavalescas en clubes recreativos y de espectáculos artísticos, y patrocinaron a Los Caballeros Montecarlo, conjunto musical dirigido por el maestro Jorge Taveras, que interpretaba melodías antiguas y nuevas. El cancionero bolerista, con autores como Camboy Estévez y Primitivo Santos, entre otros, formaba parte de las tonadas que se interpretaban en barras, enramadas y patios como el del Hotel Matum. También había escenarios para bailar merengue y otros ritmos, como la salsa, con artistas de la talla de Johnny Pacheco, un gran nombre con proyección internacional.

Santiago en 1981, de Wilfredo Garcia

Ciudad de letras

En su ensayo “Una sólida tradición de letras”, Enegildo Peña recupera las aportaciones de los intelectuales y escritores de Santiago de los Caballeros, muchos de los cuales crearon sus obras en el extranjero, donde desarrollaron su vida intelectual o se proyectaron como figuras heroicas del acontecer histórico de los países que los acogieron.  De los orígenes de la literatura santiaguera, recoge a los autores Pedro Agustín Morrell de Santa Cruz (1694-1768), autor del primer bosquejo, escrito en rica prosa, de Historia de la isla y Catedral de Cuba; y Antonio del Monte y Tejada, quien nació en Santiago el 29 de septiembre de 1783 y murió en La Habana, el 19 de noviembre de 1861. Sin duda, Del Monte y Tejada es el gran historiador y el primer escritor santiaguero; Esteban Pichardo y Tapia nació en Santiago de los Caballeros el 26 de diciembre de 1799, pero pasó casi toda su vida en la isla de Cuba.

Peña también destaca la obra creativa de Francisco Muñoz del Monte (1800-1865), uno de los primeros antologados en Hispanoamérica; Ulises Francisco Espaillat (1823-1878), político y presidente de la República Dominicana en 1861, uno de los mayores ideólogos del pensamiento liberal dominicano y uno de nuestros seguidores en las letras nacionales; Pedro Francisco Bonó (1828-1906), quien escribió la trascendental novela El Montero, concebida y publicada en París en 1856; y Pedro María Archambault (1862-1944), quien escribió dos obras fundamentales: Historia de la Restauración y Pinares adentro (España, 1929). En esa época también sobresalió Pedro María Archambault (1862-1944), quien escribió dos obras fundamentales: Historia de la Restauración y la novela Pinares adentro (España, 1929). Enrique Deschamps (1872-1933) escribió la obra La República Dominicana: directorio y guía general (1906). Según Manuel Mora Serrano, fue el primer poeta versolibrista dominicano. A principios del siglo XX destacaron: Rosa Sméster Marrero (1874-1945), Ercilia Pepín (1886-1939), Furcy Pichardo (1891-1973), Ramón Antonio Jorge Rivas (1896-1986), Julio Vega Batlle (1899-1973), José Ulises Franco (1909-1988), Román Franco Fondeur (1920-1989), María Luisa Sánchez de Vicioso (1922-2010) y Aída Bonnelly (n. 1926), pianista, maestra, crítica musical y articulista del periódico Listín Diario, entre otros.

En el ensayo aparece referidos como autores santiagueros imprescindibles en el parnaso nacional: Joaquín Balaguer (1903-2002), escritor, orador, poeta y estadista que realizó una ensayística con encumbrados rigores históricos, críticos e intelectuales; Tomás Hernández Franco (1904-1952), quien fue escritor, ensayista y narrador, está más arraigado en la sociedad como poeta, sobre todo con el poema Yelidá, un clásico en la renovación de la poesía moderna dominicana y caribeña; Manuel del Cabral (1907-1999), poeta, narrador, pintor y diplomático autor de Compadre Mon (1943), poema que revaloriza la idiosincrasia cultural del Cibao; Virgilio Díaz Grulllón (1924-2001) quien introdujo cambios importantes en la narrativa, sobre todo en el tratamiento psicológicos de los personajes del cuento urbano dominicano y, finalmente, Franklin Domínguez (n.1931), uno de los más grandes y trascendentales dramaturgos dominicanos, con más de 40 obras publicadas.

Necesariamente abigarrado es el inventario de escritores santiagueros nacidos en la segunda década del siglo XX. Están: Miguel Ángel Holguín Veras, Elercia y Eucilda Jorge Morel, Francisca Otilia Domínguez, Franklin Franco Pichardo, Bernardo Vega, Juan Rivero, Apolinar Núñez, Víctor Estrella Rodríguez, Silvio Torres Saillant, Orlando Alba, José Miguel Soto Jiménez, Adriana Mu-Kien Sang Ben, Luis R.  Santos, Juan Bartolo Domínguez, Josué Santana, José Enrique García, Rei Berroa, Franklin Gutiérrez, Jochy Herrera, Pedro José Gris, Apolinar Núñez, Orlando Alba, Rafael Emilio Yunén, Hugo Gil, Petruska Sméster, Adriano Miguel Tejada.  También están José Acosta, Ramón Peralta, Máximo Vega, Manuel Llibre, Puro Tejada, Ruth Acosta, Hergit Penzo Llenas, Ramón Cabral de la Torre, Dionisio Cabral, Andrés Acevedo, Carmen Pérez Valerio, Edwin Espinal, Rosa Silverio, Luis Córdova, Faustino Medina, José D’Laura, Daniela Cruz Gil, José Adolfo Pichardo, entre otros. Son imprescindibles Myrna Guerrero (Santo Domingo), Carlos Fernández-Rocha (Cuba), Danilo de los Santos (Puerto Plata), quienes adoptaron Santiago de los Caballeros para vivir y desarrollar sus importantes carreras creativas.

 

Gestión cultural contemporánea

La aparición de entidades educativas, culturales y artísticas fue crucial para el progreso de las distintas manifestaciones artísticas de la ciudad. Este progreso se debe en gran medida a la persistencia de las sociedades centenarias Amantes de la Luz y Alianza Cibaeña, la Escuela de Bellas Artes (1942), el Archivo Histórico de Santiago, fundado en 1958 Pedro Manuel Hungría y gestionado por Román Franco, como dependencia del Ayuntamiento Municipal, y el Centro de la Cultura Ercilia (1979). Además de estas, existen otras entidades que ofrecen una programación extensa y variada en forma de museos, bibliotecas y espacios dedicados a diferentes expresiones culturales, y que satisfacen la creciente demanda cultural de los habitantes de la ciudad.

Con la aparición en 1974 de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), la Universidad O&M, el Centro Universitario Regional de Santiago (CURSA) y, más recientemente, las universidades UAPA e ISA, se diversificó la oferta de programas universitarios y se enriqueció la oferta cultural de la ciudad. Durante ese mismo periodo, también ha sido relevante la incursión en la administración cultural del Instituto Dominicano Americano y la Alianza Francesa, tanto por la exposición de los valores de su propia comunidad como por la acogida de actividades y acontecimientos de raíces criollas.

Por su importancia, es necesario destacar algunos de ellos, como el ya mencionado Archivo Histórico, cuyo patrimonio cultural incluye documentos bibliográficos, hemerográficos, fotográficos, videográficos y sonoros. 

Los museos han desempeñado un papel muy importante en la ciudad de Santiago. Entre ellos destaca el Museo de los Héroes de la Restauración, ubicado en el antiguo Monumento a la Paz de Trujillo, construido en el lugar conocido como Cerro del Castillo.  Recibe este nombre en honor a los héroes de la Guerra de la Restauración, tras la caída de la tiranía. En él se exhiben obras pictóricas del muralista español Vela Zanetti. La plaza que rodea el edificio es el lugar de ocio preferido por las familias y se usa regularmente para conciertos, ferias, fiestas y eventos de jardinería y exposiciones de coches. En sus alrededores han surgido bares, cafeterías, restaurantes y otros negocios de entretenimiento.

Asimismo, durante muchos años fue un lugar de visita obligada para los turistas el Museo del Tabaco Dominicano, ubicado en un antiguo almacén victoriano de la calle 30 de marzo. En él se podían apreciar aspectos relativos al cultivo, procesamiento y exportación del tabaco, así como herramientas auténticas y viejas fotografías que ilustraban la historia de la industria tabaquera dominicana. El Museo del Folklore Tomás Morel, que durante décadas fue un lugar imprescindible para artistas, poetas, escritores e investigadores, alberga una gran colección de folclore.  Este museo posee, entre otras cosas, una rica colección de máscaras de lechones, representativas de los carnavales de los distintos barrios de la ciudad. El Museo Cultural Fortaleza San Luis, inaugurado recientemente, acoge piezas históricas de armas y otros objetos museográficos que pertenecían al extinto Museo del Tabaco y que todavía se encuentran en proceso de clasificación.  Se encuentra en el antiguo edificio que funcionó como defensa de la ciudad y que fue escenario de los acontecimientos históricos más relevantes de Santiago.

Además de las diversas instituciones que lideran actualmente la escena cultural de la ciudad, destaca la Casa de Arte, Inc., fundada en 1983, que se caracteriza por ofrecer libertad y apertura a los artistas y sus variadas propuestas.  En sus salones se llevan a cabo exhibiciones de artes visuales, charlas, presentaciones musicales, talleres de literatura, tertulias y otros eventos. Como parte de su amplia oferta, se encuentra el Festival Internacional de Arte Vivo, que comenzó en 1987 y creció hasta trascender internacionalmente.

Arte Vivo es realizado en colaboración con importantes centros culturales y académicos, como el Centro León, el Ateneo de los Amantes de la Luz, la Alianza Cibaeña, el Centro de Convenciones y Cultura Dominicana, y entidades académicas como la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), así como con organizaciones internacionales como el Instituto de Cultura Puertorriqueña, Helvetas e Instituto de Cultura Hispánica. Todas las actividades de este festival son totalmente gratuitas y están dedicadas a la dominicanidad a través de todas las manifestaciones artísticas, folclóricas y culturales. Con ellas se fomenta la integración solidaria con las naciones vecinas. Hasta la fecha, hemos recibido delegaciones de Estados Unidos, Puerto Rico, Cuba, Haití, Guadalupe, Francia y Suiza. Así, en 2001 recibimos y reconocimos los aportes de Freddy Ginebra y Víctor Víctor; en 2002, los del escritor haitiano Frankétienne; en 2003, los de la familia León Asensio; en 2004 se otorgó un doctorado honoris causa a Johnny Pacheco; en 2005, al Instituto Puertorriqueño de Cultura, y a Pablo Milanés, en 2006, a Amaury Pérez. Hemos celebrado a Sonia Silvestre, Fausto Rey, Maridalia Hernández, Danny Rivera, Patricia Pereyra y a escritores como José Mármol, Mateo Morrison, José Luis Vega, Bruno Rosario Candelier y Efraím Castillo, entre muchos otros.

Arte Vivo en 2003 generó la iniciativa municipal de declarar la calle Benito Monción como “Portales de los Artistas”, iniciativa que ha devenido en la creación del “Bulevar de los Artistas”, una zona peatonal entre las calles Restauración y Máximo Gómez. Con motivo de su 35.ª edición, nació el Festival del Día Mundial de la Poesía, una iniciativa en colaboración con la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, la George Mason University y Teatro de la Luna, estas últimas ubicadas en Washington D. C.

El Gran Teatro del Cibao fue creado por orden del entonces presidente de la República, el Dr. Joaquín Balaguer, el 16 de agosto de 1995. Es el segundo escenario teatral más importante del país. Además de la sala de la Restauración, el teatro cuenta con las salas Divina Gómez, Julio Alberto Hernández y Moisés Zouain. Esta variedad de espacios ofrece una plataforma diversa para una amplia gama de eventos culturales y artísticos locales, nacionales e internacionales que han dejado huella en el mundo del arte. En sus escalinatas y plazoletas se encuentran estatuas de personajes históricos del ámbito cultural, como Fray Luis de León, Lope de Vega, Calderón de la Barca y sor Juana Inés de la Cruz.

Limpiabotas, de Amaury Suarez

La 37 por la Tablas, Inc., fundada en 1999, y ubicada también en el Bulevar de los Artistas, es un espacio cultural independiente de carácter privado que nació con la intención de promover el ejercicio, el estudio y el disfrute de las artes escénicas. Ha sido un reconocido escenario en el país para el encuentro entre artistas dominicanos y extranjeros, con el objetivo de fusionar, enriquecer y confrontar estéticas, y buscar nuevas rutas para el teatro. Uno de nuestros mayores logros es la Escuela Experimental de Artes Escénicas, que instruye a los interesados en teatro y canto lírico.

Como muestra de su mecenazgo, la familia León Asencio fundó el Centro Cultural Eduardo León Jimenes el 3 de octubre de 2003. Se trata de una iniciativa cultural innovadora, integradora y pluralista. Esta entidad ha desempeñado un papel crucial en la promoción del arte contemporáneo y en la integración de Santiago en el universo cultural del Caribe.  Cuenta con importantes colecciones de arte, arqueología, etnología y bibliografía. Entre sus proyectos culturales, destaca el Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, la bienal privada más importante del país, que se inició en 1964 para beneficiar a los artistas dominicanos con un evento de envergadura nacional e internacional destinado a promover las artes y a impulsar su proyección.

Como utopía aún permanece el ambicioso proyecto inconcluso de la Plaza de la Cultura iniciado por Joaquín Balaguer, que integraba la Catedral de Santiago Apóstol, el Palacio Consistorial renombrado “Casa de Cultura” para ese propósito, el edificio de la Gobernación en donde se proyectó la construcción de un museo de arte moderno, el Club Santiago, el Centro de la Cultura Ercilia Pepín, el Centro de Recreación y el edificio en donde funcionaba un centro cultural que, desde 1992, alberga el Instituto de Cultura y Arte. Aún quedan por definir las apropiaciones de locales comerciales y familiares en las calles Benito Monción y 16 de Agosto. En la actualidad, el proyecto de reconstrucción y puesta en valor del Centro Histórico, liderado por la Comisión Presidencial de Apoyo al Desarrollo Provincial, con una inversión de 1200 millones de pesos dominicanos, retoma el objetivo de crear una ruta cultural y turística que fortalezca la economía creativa.

 

Ciudad de jazz y descargas emocionales

Como complemento a los ensayos tomados del libro Santiago de los Caballeros. Visiones y latidos de la Ciudad Corazón, considero interesante complementar con datos del ensayo La ciudad musical, escrito por la periodista Luisa Rebeca Valentín, acerca de los últimos 15 años de las artes en Santiago, y presentado en el coloquio del Festival Artevivo, en junio de 2002, en el Gran Teatro del Cibao. En este texto, la autora afirma que, desde la época de oro de la Banda Municipal de Música, la Escuela de Música con los maestros García y Hernández, la generación de los Curiel, los soneros, Piro y Chencho, los Caballeros Montecarlo, los santiagueros disfrutaban de melodías entre dulces sudores coloridos. Eran frecuentes los eventos en los que se interpretaban valses, polkas, chachachá, foxtrot, jazz y toda una mezcla de ritmos traídos o influenciados desde Estados Unidos y Europa.

La inquieta periodista afirma que la Banda Integral ofreció el primer concierto de jazz en la ciudad, en el patio del Ayuntamiento Municipal, a finales de la década de los 70. La banda estaba formada por Fortunato Rojas, Jochy Sánchez, Juanchy Estepan, Felipe Henríquez, Alejandro González y Rafael Gómez, “El Caballo”. Posteriormente, este grupo se disolvió y Víctor Víctor se unió a Flamboyán. Por ese grupo pasaron Monchy Lantigua, Pen Bian Sang y Quique del Rosario, quien para entonces tocaba la guitarra. Por esos años, Rafelito Mirabal y un grupo de músicos jóvenes realizaban los Jueves Musicales en el restaurante Olé y ofrecían conciertos en el restaurante La Chimenea.

También señala que, en 1983, con la fundación de Casa de Arte, comenzaron las descargas musicales, a cargo de Jochy Sánchez y Flamboyán. Estas supusieron una ruptura significativa en la forma en que los músicos se relacionaban con el público. A finales de los años ochenta, Jochy Sánchez dejó Las Descargas, que fueron retomadas posteriormente por Rafelito Mirabal. También, aunque por poco tiempo, estos encuentros se realizaron los miércoles en el local multiuso Fiesta Caribe, habilitado para la celebración del evento deportivo Santiago 86.

Luisa Rebeca menciona el concierto Primicias del amor y de la vida, en el que presenté mis primeras composiciones en diciembre de 1984 en Casa de Arte, y en enero de 1985 en el Teatro de la Universidad Católica Madre y Maestra, con Julio Baré, Ochy Curiel, Rafaelito Mirabal, Eustiquio Céspedes, Rafael Guadalamar y otros artistas. También menciona el concierto Pintando, que presentó ese año en el Teatro de la PUCMM, con el grupo de músicos de Las Descargas. El 7 de septiembre de 1989, Jochy Sánchez organizó el concierto Tropijazz, con una big band organizada por Rafael Gómez (El Caballo), en el Centro de la Cultura. Por esos años, Patricia Pereyra, con la dirección musical de Rafaelito Mirabal, presentó los conciertos Cuarto Creciente, Con una fuerza extraña y Para los duendes. A estas actividades se suman los conciertos Homenaje a la Nueva Canción, con Ochy Curiel, y Home Delivery, con Miguelito Diná.

En su interesante inventario sonoro se recoge que, en la década de los noventa, abundaron los conciertos impregnados de la mística de Las Descargas en lugares como el bar Las Nubes del hotel Camino Real (Jazz Astwood), el anfiteatro de la PUCMM, la Fiesta Caribe, el Café Latino, el Bar Code, Talanca, Cristal, Sabrás, Palermo, Piper, Bossa Nova, Cemí, El Molino, Caffeto, Mr. Cook, Imágenes, Francifol y el taller de Fellé en Casa de Arte. Posteriormente, estos conciertos tuvieron lugar en la Plaza de los Poetas, en el Bar Moisés Zuain del Gran Teatro Cibao, en el Centro de la Cultura, en el Instituto Cultural Domínico Americano y en la Alianza Francesa.

 

Al final, Santiago es Santiago

Este acelerado recorrido por más de quinientos años memorias y melancolía no hace otra cosa que confirmar que Santiago es un lugar mágico que constituye un elemento imprescindible de la identidad dominicana. Sus habitantes sienten un fuerte vínculo con la ciudad, el caos cinético y la energía de sus calles y avenidas, la larga vida de sus construcciones tradicionales, el afortunado mestizaje racial, el sincretismo de símbolos religiosos, sus amplias tradiciones, el dinamismo agroindustrial, su fanatismo por las Águilas Cibaeñas y la incomparable riqueza de sus manifestaciones artísticas.

Imagen en portada, créditos: “Ruinas de Santiago Viejo, Jacagua”, de Domingo Batista

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Fernando Cabrera es poeta y académico. Posee un Doctorado (PhD) en Estudios de Español: Lingüística y Literatura. Maestría en Administración de Empresa e Ingeniería de Sistemas y Computación.