(Palabras durante el Acto conmemorativo 50 Aniversario Corporación Zona Franca Santiago)

Decía el filósofo griego Epicteto, que “una ciudad no está adornada por cosas externas, sino por la virtud de quienes la habitan”.

Ciudadano presidente de la República, Luis Abinader.

Ciudadana vicepresidenta de la República, Raquel Peña.

Ciudadana Primera Dama, Raquel Arbaje.

Ciudadano alcalde de Santiago, Ulises Rodríguez.

Ciudadano presidente de la Corporación Zona Franca Santiago, Miguel Lama.

(Me sumo a los vocativos dichos anteriormente, con el mayor respeto)

Apreciados amigos:

Estimados todos:

El siglo XV europeo fue sacudido por dos grandes sucesos: el Renacimiento y el descubrimiento de América.

De esa simbiosis entre ciencia, arte, cultura y comercio, unidas a un poderoso espíritu emprendedor nació, de la mano del Gran Almirante Cristóbal Colón y justo en el corazón del Cibao, bordeada por las aguas del Yaque dormilón y teniendo como testigo perenne al Pico Diego de Ocampo, nuestra querida ciudad de Santiago de los Caballeros, primer Santiago de América.  ¡Sucedió un día de primavera del año 1495!

Ciudad rodeada de inmensas cordilleras, cuyas fértiles tierras fecundaron espíritus laboriosos en constante desarrollo, que supieron con fe elevar al cielo sus plegarias.

Ciudad que fue creciendo en el alma de su gente, de su cotidianeidad, sus mujeres, vecinos y compadres, con sus parques, comercios, jardines, monumentos, sumado a esa alegría sincera de hogar, de cosa propia, que nos trae remembranzas entrañables, como refleja Manuel del Cabral en estos versos:

La gente de mi pueblo, la que acostumbra

en cada puerta a comadrear el alba,

me cosquillea el instinto, me lo avispa, lo madruga

mucho antes que el gallo, y empujándolo como

en su primer quitrín que rodaba Santiago,

se va de vena en vena por mi cuerpo hasta el alma,

como de puerta en puerta desde el horno la espiga

va en su tibia fragancia dando el alma del trigo.

Estos elementos estuvieron en la génesis de la ciudad y han perdurado en el ADN de su identidad y de su gente. La lealtad a esa vocación desarrollista, comercial y creadora es la que ha hecho prosperar a la ciudad y a sus habitantes a lo largo del tiempo. La misma lealtad que llevó, despuntando el siglo XVIII, a los santiagueros y sus capitanes de milicias criollas a unirse, codo a codo, venciendo diferencias propias de la época, para desconocer las arbitrarias leyes que pretendían impedirles el comercio de sus productos, mostrando ya en ciernes esa autonomía que los ha caracterizado. 

Fueron también su arraigado sentido de pertenencia y su vocación libertaria los que convirtieron a la ciudad de Santiago en un bastión de las guerras independentistas, en las que el machete campesino se transformó en arma de combate, como en la carga de los andulleros o en la batalla del 30 de marzo, en la que sus tres fuertes, Dios, Patria y Libertad, a la guerra a morir se lanzaron.

Ese puro amor a la tierra, que es la patria primera y luego de un Santiago Rodríguez subir al cerro de Capotillo y gritar ¡Libertad!, Santiago de nuevo se transforma en el epicentro de la Guerra Restauradora prefiriendo, esta hermosa ciudad, inmolarse entre las llamas, para alcanzar la victoria final y sellar así la anhelada Restauración; epopeya recordada todavía por el majestuoso Monumento a los Héroes que simboliza a la ciudad, convertida entonces en capital del país como sede del Gobierno Provisorio. Es importante destacar cómo aquel grito de Capotillo inspiraría a las islas hermanas de Cuba y Puerto Rico en su incansable búsqueda de libertad.

Del recién nacido gobierno republicano formaron parte sobresalientes representantes de la sociedad santiaguera, entre ellos el gran estadista visionario, de quien se ha dicho con justicia que hubiera podido dirigir el gobierno de cualquier república europea o americana, por su vasta cultura, su carácter entero y su corazón justo: nos referimos al repúblico y civilista Ulises Francisco Espaillat, y su “Gabinete de los Apóstoles”, considerado por nuestros historiadores como el más excelso gobierno que tuvo jamás la República Dominicana.

Fue precisamente Manuel de Jesús de Peña y Reinoso, uno de aquellos llamados “apóstoles” el que, en 1874, siguiendo la vocación progresista de Santiago, fundó junto a otros conciudadanos la Sociedad Literaria y Cultural “Amantes de la Luz”, nuestro querido Ateneo, abriendo para el pueblo santiaguero y cibaeño las puertas de la primera biblioteca pública del país.

¿Cómo es posible formar una ciudadanía con esa visión de desarrollo que, al mismo tiempo que procura el bienestar individual y familiar, se mantiene comprometida también con el adelanto general de una región y de un país? Pues es posible lograrlo como lo han hecho en Santiago, sus familias, sus maestros –y cómo no recordar a Ercilia Pepín con los símbolos patrios– y sus actores cívicos: a través de una sólida formación ética, moral y ciudadana.  

Imprescindible es mencionar cómo Santiago, en su afán de aunar esfuerzos para el bien –ejemplo para toda la nación– ha sabido implementar una estratégica alianza público-privada, como la que se desarrolló a partir de la creación, en julio de 1961, de la Asociación para el Desarrollo, Inc. (APEDI).   

Portada Santiago Meca empresarial y epicentro de inversión

Más tarde, cuando se cumplía el primer centenario de la constitución de aquella Sociedad Amantes de la Luz, en 1974, hijos ilustres de una nueva generación de santiagueros fundaron la Corporación Zona Franca Santiago, a cuyo medio siglo de fecunda existencia está dedicado el libro que hoy se presenta: Santiago: Meca empresarial y epicentro de inversión [publicado por la Corporación Zona Franca Santiago en 2025, Nota de Plenamar].

No podemos apreciar bien un paisaje cuando formamos parte de él, sino cuando lo vemos desde la distancia. Sin embargo, cuando lo apreciamos desde una mirada en perspectiva, como se hace en este libro, podemos observar el progresivo crecimiento de la ciudad, sus procesos, sus actores y las decisiones que, tomadas entonces con visión de futuro, nos trajeron adonde estamos hoy y nos convidan a seguir proyectando el mañana.

Sorprende gratamente comprobar, al estudiar sus páginas, cómo sus empresarios, industriales, comerciantes y hombres de negocios, conocedores de que Santiago es una ciudad mediterránea supieron desde aquel entonces fomentar el encuentro y desarrollo con los territorios vecinos del Cibao y del norte, señaladamente con la ciudad de Puerto Plata, logrando que sus productos crucen océanos y mares.

Este libro, Santiago: Meca empresarial y epicentro de inversión, con sus 296 páginas y una selección de hermosas imágenes de la ciudad y su entorno en distintas etapas de su desarrollo, incluyendo las que se avizoran, nos ofrece una estructura sui generis: LA CIUDAD HOY, LA CIUDAD MAÑANA y LA CIUDAD AYER. Es una suerte de guion cinematográfico que, partiendo de un presente que lleva en sí la impronta de la esperanza, nos muestra primero el futuro de Santiago en los próximos 15 años desde múltiples aristas, y luego nos devuelve, en un muy oportuno flash back, al pasado de la ciudad para contarnos lo que fue, desde las postrimerías del siglo XIX, y su arduo y persistente trabajo a lo largo de todo el siglo XX.  De este modo logró Santiago consolidarse como el corazón palpitante de un país, no solo por su ubicación geográfica, sino por su solidaridad cotidiana, su laboriosidad incansable; por esa singular condición de transitar por la tradición para alcanzar la innovación; y por ese sentimiento nacionalista que va desde un sentido de pertenencia al terruño, hasta su adelantada visión regional expresada en acciones como la celebración de la Exposición Nacional e Inter antillana, realizada en Santiago el 5 de mayo de 1927, con la participación de Cuba, Haití, Puerto Rico y República Dominicana.  (Dentro de dos años estaremos celebrando el centenario de aquel evento significativo para lo que sería el desarrollo económico, social y cultural de Santiago y de todo el Cibao.)

Asomarnos a aquel pasado, y ver cómo fue planificado ese “futuro recordado”, nos obliga inevitablemente a reanudar el compromiso de expandir el horizonte, ampliar la mirada para crear el “futuro imaginado” donde habitarán las generaciones venideras. Solo así podremos ser fieles al legado recibido y generar la confianza esperada.   

Tal como el célebre Don Quijote le afirmara a Sancho Panza: “Yo sé quién soy”, así Santiago también sabe quién es y cuánto significa.

Y esa claridad de conciencia lo ha mantenido siempre leal a sí mismo, orgulloso de su naturaleza privilegiada, de su historia heroica, de sus eminentes personalidades, sus tantos presidentes, vicepresidentes y su vicepresidenta, sus poetas, sus artistas, sus intelectuales, sus obreros, técnicos y agricultores –muy especialmente del tabaco, cuyas hojas han acunado la vida de Santiago–; y orgulloso por igual de sus lechones y marchantas, sus coches, y de su tierra que indefectiblemente es el hogar de los campeones.

¡Enhorabuena para este útil y valioso libro! ¡Enhorabuena al medio siglo de la Corporación Zona Franca Santiago! ¡Enhorabuena también a nuestra querida Ciudad Corazón, cuna de muchos más de Treinta Caballeros!  

Que esta nueva obra nos ayude a tener presente siempre aquellas palabras de Pablo Neruda, que me permito parafrasear: “Sólo con una gran visión comprometida y una ardiente paciencia, conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano.”

Imagen en portada, créditos: Ciudad de los Almacenes Calle General Cabrera, de Ricardo Batista

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María Amalia León es presidenta de la Fundación Eduardo León Jimenes y directora general del Centro León, organizaciones sin ánimo de lucro que reflejan fielmente el compromiso de la familia León por contribuir al logro de una mejor nación a través de la educación, las artes y la cultura.