Con al arribo del siglo XXI y el rápido crecimiento poblacional, las disciplinas sociales agruparon a los nacidos entre 1982 y 1999 en la categoría de millennials entendiendo que la posmodernidad ofrecía nuevas condiciones que les diferenciarían de sus progenitores y las generaciones anteriores. Aunque hoy ya hablamos de un segmento aún más joven, la llamada generación Z que incluye los nacidos a partir del año 2000, los millennials constituyen a la fecha el 32% de la población mundial. De acuerdo con el World Economic Forum, representan un grupo único dentro la humanidad contemporánea ya que constituyen el segmento consumidor más poderoso, esperan tener mejores oportunidades que sus padres y madres, y, sobre todo, desean ser más felices. 

En EE. UU. estos jóvenes revelan un rasgo adicional: casi la mitad de ellos no son blancos, hecho que representa claramente el horizonte étnico del país y el impacto de la migración y globalización humanas. En estos párrafos analizamos algunas ideas de tres millennials (dos mujeres y un hombre que no se conocen entre sí) nacidos y/o residentes de New York de descendencia blanca, latina o afroamericana. Sus enunciados han partido de las siguientes preguntas: 

  1. ¿Qué constituye lo mejor y lo peor de la ciudad de New York?
  2. ¿Cuán diferente es esta urbe del resto de los Estados Unidos?
  3. ¿Se ha consolidado y desarrollado su situación personal/profesional por el hecho de residir en New York?       

Todos han coincidido en reconocer que lo mejor de la ciudad de New York constituye la amplitud y diversidad de ideas, culturas, arquitectura, oportunidades profesionales y expresiones artísticas que ella ofrece. Lo peor, dicen unánimemente, son las inequidades materiales, de salarios y de acceso a oportunidades laborales, educacionales y profesionales que afectan a un gran segmento de sus residentes. Utilizan términos como “privilegios”, “costo de vida exorbitante”, “contrastes inconcebibles” para referirse al entorno neoyorquino.

En referencia a las diferencias de New York con otras ciudades norteamericanas, resaltan el hecho de que, aunque las inequidades mencionadas son comunes a muchos otros lugares del país, en esas urbes es más fácil ignorarlas en parte resultado de la vastedad geográfica o quizás resultado de la mayor homogeneidad de clases sociales que ellas muestran. Indican por supuesto, la marcada diferencia en el costo de vida a favor de las ciudades más pequeñas, aunque coinciden en que de alguna forma New York representa el microcosmos estadounidense en su totalidad.   

Sobre la última pregunta, los encuestados reconocen que sus vidas y proyectos profesionales han sido impactados positivamente por residir en New York: admiten que disfrutan de mayores oportunidades de trabajo, de más organizaciones y/o empresas donde acudir o con quienes interactuar, y de experimentar un mayor avance en sus carreras y oficios gracias a ello. Sin embargo, en una suerte de solidaridad compartida, todos repiten lo previamente enunciado: la mayoría de los residentes neoyorquinos no son afortunados en poder expresarse de tal forma.  

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Nacho Guevara (Costa Rica, 1973) trabaja como fotógrafo freelance en la ciudad de New York. Durante diez años actuó y produjo teatro a nivel nacional e internacional y trabajó como instructor en el National Museum of Mexican Art.