Haití

Para un tambor mayor, Geo Ripley 

Dónde están las palabras de raíz

De estos árboles hablantes, oradores de Kayman

Todos los imposibles

Que habíamos frustrados

En esta noche precisa del festín

El recuerdo de la oxidación sulfata

De nuestras lágrimas sobre estas cadenas

Que manchaba la piel oscura

El olor de la carne angustiosa

En estos festines que agonizaban la ignorancia

Donde está esta noche perturbada

Nacida en el jardín desconocido del silencio herido

Este silencio extraño

Los sudores de los movimientos sensuales cautivados

La orgía deformada del jaleo

De las llamas amenizadas

La orgía de cólera, el éxtasis de los deseos

Los sueños furiosos

Gritos, pasos, sonidos

Sombras, monstruos, dioses

El orgasmo de los nervios,

La ruptura rutinaria de la sangre

La violencia armoniosa

Que violaba el silencio opresor

El placebo infiltrado

En estas ondas infinitas del Assotò

El sarcasmo de los amos y de los Seigneurs

Que murió bajo el cielo de metal ardido

Dónde están estos festines inquebrantables

De esta noche precisa…

Estos festines exorcistas

Que habían cazado

Estos eslabones espasmódicos que secuestraban

Nuestras articulaciones libres… 

Fornicar para un pueblo

A George Anglade

¡Malhaya quien narra de día!  ¡Malhaya quien señala a una estrella fugaz!

Cric

Crac

Digo cricccc

Y ustedes dicen “CRAC”

Cric

Crac

¡Malhaya quien narra de día!  ¡Malhaya quien señala a una estrella fugaz!

Erase una vez un cuento que lloraba

Un cuento que llora

Las noches fantasmas de alawonbadè de los niños

En los apagones que doblaban la oscuridad nocturna

Y sus murmullos esperando al gato, al perro,

A Bouki, a ti Malis, a Sentaniz, a Berachet

A la novia tragada por una culebra

Erase una vez un cuento que lloraba

Y lloraba y llora

Los labios de los tambores que sabían narrar

Los tambores de lodyans

Erase una vez una isla…

cuando todo era posible en la isla, los reptiles cantaban y los cemíes en paz cuando simplemente era la piel roja que bebía la morfología viva de las jovencitas desnudas cuando las brisas sembraban la dicha del sol en los maíces cuando en la isla, las lágrimas con sangre y sudor no habían pigmentado las minas, los minerales cuando la isla no era un nuevo mundo …

Había un poco de “paraíso” un eterno simulacro

El pueblo como espectador plebeyo

Aplaudiendo por temor o por fe

al desfile de este mar de cumbres

con sus olas de promesas desafinadas

Poderosas

Perfectamente deshumanizadas

Querido hermano Sixto,

Sentado pienso, te veo

En champs de Mars ahora con tonton makout invisible

Y el pueblo junto con su miseria, con su post catástrofe y

Con más miseria, con los plebes mas picantes de Gromoso

Entre las Masas de cobre de la plaza de los héroes 

Siempre Con nuestros gritos  revolucionarios

Perdón quise decir Rebulu-cionarios

Te veo con Anglade

Te veo, con nuestro señor embajador  Romancero aux etoiles

Con copas de champaña, su líquido dorado más preciado

En marcha hacia los coliseos de cumbres

Para dejar sobre las mesas de estos payasos de nadie

Tu moraleja más sublime de lodyans:

“Y aquí está la historia, la psicología, la filosofía, la etnología, la ecología, el psicoanálisis, el derecho internacional, la estrategia militar, la epopeya, la literatura, la poesía todo esto al servicio de la fornicación”.

Una palabra ha muerto

Dos senderos

Dos epítetos

Dos mujeres

Dos seres al revés

Un réquiem mecánico

Para el clasicismo de piel agrietada

Por manifiestos de cicatrices.

Dos cuerpos

Dos sexos, quizás del mismo género

Dos epígrafes

Entre ellos, la poesía debe escoger

El sabor de su muerte lenta

Entre ellos, la poesía debe cortejar su suicidio

Bebiendo una  épica de escarcha.

Dos muertes:

El poeta soliloquiando

Y el “ser hombre”.

Dos eras para llorar una huida poética:

Después del medio día

Después de la media noche

Dos olvidos:

El no leído

Y el mal leído.

Dos entierros:

En un conjunto vacío indómito

Tragando números de sílabas.

Y en una materia gris oxidada

Por una luz de marasmo.

Dos pésames:

La musa ahorcada sobre el sarcasmo

De miles de Chaloska

Y los versos atascados

En la garganta de las tintas.

Dos consuelos:

El sol empieza a odiar el cielo

Y el cielo se enrojece de día

Se negrea de noche

Para ser la dimensión de exilio

Del poeta.

Dos descansos eternos:

Nuevas aventuras

En un simulacro de paraíso

Y Barón Samedi que hará bailar la poesía

En las conciencias cementerios del hombre

De todos los vivos y en la nada.

Dos castigos:

Revivir y volver a morir

Morir y volver a morir.

Dos recuerdos: 

Brindis con copas de silencios

Y el nacimiento del hombre poeta

Que corteja una poesía-muerte.

El hombre poeta

A el día decía un adiós hipócrita
A la luna .
Era siempre el mismo capricho fresco
De la mañanita que siempre se escapaba 
De la adolescencia.
O tal vez era un sol payaso
Payaso de él mismo 
Payaso de nadie.
Eras el pedazo de esa canción
Cuando yo sacaba el amanecer 
Del pozo de mi espacio tiempo.
A medio día,
No eras el voluptuoso sabor de los vaivenes
De tu sexo costeado sobre la vera de un paisaje
Que capitulaba un mar convulso.
Ibas en los pies lavados de una loma,


Te hacías el árbol de etimologías 
Con raíces insondables 
Creciendo en la velocidad de la luz 
Sobre mis ojos lentos.
Tú y mis orígenes
Eran siempre la misma obsesión 
Que me hacía bendecir nombres comunes.
Mi pequeño cosmos duerme 
Y yo pienso…

A yo  
Que el sol se encarneciera sobre el horizonte,
Yo iba hacia el poema 
Entre colinas de sintaxis
Buscando un acento agudo
A mi libertad muda.
Yo iba hacia el poema 
Buscando el hombre que soy 
En tus entrañas,

Buscando el poeta que soy,
Trepado sobre 
Tus prosas y tus versos vertebrados. 
Tú y mis orígenes
Eran siempre la obsesión isotrópica
En todos mis sueños.
Mi despertar apagaba la luz, 
Luego yo desaparecía.
(Luego desaparezco) 

Adelaida

En el agua,

en el aire mojado,

el silencio está muerto.

El silencio es la muerte abandonada

en el sueño del vacío.

(El vacío sueña con una manada de abismos,

con cuerpos sin placeres

vestidos de un frío asexuado).

Adelaida,

la montada,

la poseída

de las voces de fuego,

de hierro, de sangre,

de tierras, de hojas de esmeralda,

de sol…

Un dios sol,

un sol dios

que apenas alcanza a ver

el nido de luz en tus ojos.

Adelaida,

flor de tambor brotada

sobre la orilla de lambí irisado,

flor irisada y mojada.

Los talones suspendidos sobre tu cabeza

de un cielo embriagado

de colores de Aida Wedo,

dejando caer un brazalete de vapor árido

en la onda de tu cuna de agua.

Y ahora la onda tibia

la peinas con tus dedos de lianas

encima de la cabeza de Simbi Andezo,

enamorada del rocío.

Flor de tambor,

flor de lambí irisado,

flor comilona de colores,

flor mojada,

y el rocío cae sobre tus pétalos

con gotitas de voces

escotando una sinfonía

para regar los sueños de tus labios.

Adelaida

danza con tintas de carne,

placer de arcángeles y de hombre,

codicias, un viejo pecado absurdo.

Un sol rojo (el sol dormilón)

se infiltra en tu rama de sangre

mientras una luz cromática

abusa del sexo de la luna.

(El silencio muerto bebe su sollozo).

Las alas del viento de la noche,

tu cuenca de fogata crespo,

el fantasma de mis fantasías

sus piruetas en tu libido carmesí.

Los gritos gelatinosos de tu hibisco clitogénico

agrietando esferas de orgasmos.

Eres carnal…

carnal, pecado inventado.

Adelaida,

la noche

desnuda tus piernas.

La noche llega con alas lentas

en un país poema que excava el misterio

para enterrar verbos invertebrados.

La noche,

fuga de los zobop,

la muerte del silencio muerto.

Cric crac,

los cuentos.

Cuéntame la historia

de este viento de oro y de sol

muerto sin poder ofrecerte

el aroma de de .

Herminio Alberti León, fotógrafo artístico merecedor de reconocimientos nacionales e internacionales.