Rocío Santos, de “Domingos en Vocalo”, conversó con la poeta, novelista y activista política Gioconda Belli, una de las poetas homenajeadas en la última edición de Poesía en abril, el primer festival internacional de poesía en español presentado anualmente por DePaul University y Contratiempo en Chicago, y que luego participó en el 10mo. Festival Centroamérica Cuenta, celebrado en la República Dominicana entre el 16 y el 21 de mayo de 2023. En tal virtud, y como parte del regocijo que sentimos por el otorgamiento del XXXII premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana a Gioconda Belli esta semana, en Plenamar reproducimos esta maravillosa entrevista.

“En esta conversación -dice la presentación original-, Gioconda Belli nos comparte acerca de su persona como escritora, activista política, madre y revolucionaria comprometida con el cambio propio y social que ha transmitido desde las letras. Belli nos lleva a sus inicios en la literatura y a la historia de Nicaragua desde sus días como joven revolucionaria en la lucha sandinista que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. Y a su vez, Belli nos ofrece una mirada crítica para comprender el actual régimen de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. Entre otros temas, una de las voces más relevantes de la literatura latinoamericana nos adelanta detalles de su próxima novela donde explora la relación de una madre guerrillera y su hija”.

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RS: Bienvenida Gioconda, feliz de tenerte en Chicago, ¿cómo estás?

GB: Muy contenta de estar de vuelta en Chicago después de muchísimos años. Esta es una ciudad que me gusta mucho, excepto cuando hace tanto frío. Por otro lado, me encanta el lago, la vibra de la ciudad, es bonita, y los edificios. 

RS. Yo llegué a tus letras porque una gran amiga que es nicaragüense, y que vive en San Francisco, California, hace muchos años me obsequió El país bajo mi piel: memorias de amor y guerra que es un libro que recorre parte de tu historia. No empezaste directamente en las letras, pero sí tu abuelo te llevó ahí. Cuéntame de esos inicios, cuéntame de esa Gioconda niña.

GB: La Gioconda niña vivió en un país con una dictadura que ya llevaba más de cuarenta años cuando yo nací o menos (treinta y algo). Y realmente mi familia era opositora. Mi abuelo Francisco Pereira es un ser que fue importantísimo en mi vida como escritora porque él es un hombre muy culto, self-made; él se había hecho a sí mismo y era erudito, sabía de todo. Tenía una memoria fotográfica. Y me contó muchas historias sobre las leyendas de Nicaragua, las luchas de los indígenas contra los conquistadores. Y me dio a leer los primeros libros que fueron importantísimos en mi vida como Julio Verne. El Viaje al centro de la tierra para mí fue un descubrimiento de la fantasía, de lo que es capaz de hacer la imaginación ¿no? Y además, él decía: “cualquier cosa que el hombre pueda imaginar, otro hombre puede construir”. Y entonces él hizo de la tierra la luna, submarinos cuando no existían. Entonces todo eso me llevó a mí a amar la literatura. Y, además, mi madre fue la primera dirigente, directora de teatro, de un grupo en Managua. Y era una mujer a la que le encantaba la literatura, y que le encantaba el teatro. Salí de esa familia muy inclinada a la literatura, la cultura. 

RS: Hay una revolución propia en la juventud. ¿Cómo fue esa transición de estar en la revolución sandinista?

Mira, yo digo en mis libros de memorias que dos cosas decidieron mi vida: el país donde nací y el sexo con que vine al mundo. Entonces esas han sido las dos vertientes de mi literatura. Por un lado, porque pienso que la revolución no puede existir si no hay mujeres en la revolución. Pienso que una de las primeras explotaciones que se dieron en el mundo fueron la explotación de la mujer, y sigue siendo. Y mientras no haya esa liberación, esa igualdad necesaria entre el hombre y la mujer, no podemos hablar de un cambio profundo en el espíritu humano. Porque eso se adquiere, o sea, ese tipo de explotación se da desde la casa. Y entonces el hombre aprende desde niño a someter, a dominar a otro ser humano. Y este ser humano es generalmente la mujer. Y por eso es que el cambio profundo de una revolución tiene que empezar por uno mismo. Esa es otra de las cosas en las que yo creo profundamente. 

Mira, la revolución nicaragüense en la que yo participé, y en la que vi morir tanta gente, tantos amigos, tantas personas que valían muchísimo, no se realiza realmente porque nos ha faltado esa revolución interior. Entonces ¿qué pasa? Llega Daniel Ortega, perdemos las elecciones en 1990, y él se apropia del proyecto revolucionario, y lo convierte en un proyecto personal de él y su familia. ¿Eso qué te dice? Qué hay un ser enfermo en el cuerpo de esa persona. Que la revolución no lo tocó internamente. Ese hombre abusó de su hijastra. Es una persona autoritaria que ahora en Nicaragua está destruyendo el país, destruyendo nuestra libertad. A mí me quitaron la nacionalidad, el 16 de febrero me confiscaron todas mis cosas: mi casa, me cerraron la cuenta bancaria, me quitaron mi pensión de jubilación. Y realmente yo tengo la suerte de que tengo un trabajo portátil, ¿me entendes? de un trabajo que depende de mí. Pero yo tengo muchísimas amistades, gente que quiero, que la han dejado en la más absoluta pobreza. Y gente mayor que estuvo en la revolución, es lo más triste, que dio toda su vida por la revolución, y ahora le quitan su seguridad social.

RS: También este régimen ha marcado mucho la migración. Cuéntanos de ese cambio, porque se sigue hablando de la revolución sandinista que tú viviste, sin embargo, ahora definitivamente es otra cosa.

GB: Hay mucha falta de información. Porque la gente no entiende: la revolución sandinista fue una revolución que despertó tanta esperanza, tanto entusiasmo. Y la gente se desconecta, ¿no? ya pasó la revolución, no se acordaron de Nicaragua por muchos años. Y de repente aparece esta situación de Nicaragua donde el mismo tipo que parecía haber sido una de las figuras más importantes de la revolución, lo empezamos a llamar tirano, dictador, y empieza a hacer todas estas cosas. Entonces hay mucha gente confundida, porque no ha vivido todo ese proceso que sí vivimos nosotros de su descomposición como dirigente, de su ambición, de su autoritarismo. Y de que ahora él y su esposa, que es vicepresidenta… o sea es el primer país donde la esposa es vicepresidenta. Es como House of Cards [serie estadounidense de televisión de drama político, creada por Beau Willimon]. Es como una cosa burlesca. Tienen hijos que los ponen a todos de ministros. Los medios de comunicación, todos los que han quedado en Nicaragua los han cerrado, la mayoría de los medios independientes, o los manejan los hijos de ellos. Entonces es una dictadura familiar, otra vez.

RS: Es un retroceso, que era lo que ocurría con [Anastasio] Somoza. Estamos hablando de presos políticos. 

GB: 222 presos políticos fueron liberados el 9 de febrero, ahorita recién pasado. Pero qué, los tenían en la cárcel, estaban sufriendo mucho aislados. No les habían dado un papel, un lápiz, un libro, en más de seiscientos días. Y de repente deciden sacarlos del país. Y cuando llegan aquí a los Estados Unidos, les quitan la nacionalidad, los dejan sin estado, los dejan en una situación de apatridia total. Y también les quitan la jubilación. A ellos no los confiscaron. Después sacaron una lista de 94 personas en las que estamos Sergio Ramírez y yo, que somos dos escritores importantes de Nicaragua, que nos quitaron todo. Y después a un sacerdote muy importante, Rolando Álvarez, lo condenaron a 26 años de cárcel, cuando ese hombre no ha hecho más que decir sus sermones en los púlpitos. Es un ser al que quieren mucho en la zona donde trabajaba, en Matagalpa, en la zona norte del país. Han hecho cosas terribles realmente. 

RS: Siempre has tratado este tema del exilio porque has sido exiliada en México, Costa Rica… bueno, viviste un tiempo por acá en Estados Unidos, ahora te encuentras en España. También es un acto simbólico el haber roto este pasaporte [nicaragüense]. Sin embargo, en “Despatriada”, que es un poema que resuena mucho con la comunidad migrante, con la comunidad que a veces no puede regresar, dices: “soy libre aunque no tenga nada”.

GB: Así es que escogí las palabras, me fui con mis palabras bajo el brazo. Ahí hago una lista de lo que estoy dejando. Mira, más del 10% de la población de Nicaragua ha dejado el país desde 2018. O sea, ha sido una fuga de cerebros, una fuga de tanta gente que no puede seguir viviendo en ese régimen opresivo con miedo. La gente tiene un miedo terrible. Entonces Nicaragua, que no era un país de donde emigraba mucha gente, de repente empiezan a emigrar. No hay futuro mientras esté ese régimen. No hay futuro porque prohíben todo. Prohíben la expresión, tienes que ser leal, y si no, te echan del trabajo. Entonces la gente se ha ido. Y por eso estamos viendo estas olas migratorias que a mí me dan un terrible pesar.

RS: El exilio también duele, pues es tu raíz, es como dejar atrás esa esencia tuya.

GB: No, además que te lo hacen a esta edad, mira, como vos dices estuve en el exilio tres veces, pero era una mujer joven, ¿no? Me siento joven, siento que estoy en la avanzada juventud, pero no es lo mismo, claro. Ahorita yo no puedo esperar rehacer mi vida. Me acomodo porque uno se acomoda, y uno se arriesga. Yo sí me arriesgué, me arriesgué a decir lo que pensaba, y yo sabía que esta podía ser una de las consecuencias. Pero creo que es lo que nos toca hacer a los intelectuales, a los que escribimos, a los que tenemos un compromiso, porque el compromiso con la literatura no es sólo un compromiso con la palabra, es un compromiso con el poder que tiene la palabra. Y el poder de la palabra es que necesita decir lo que no dicen otras personas. Entonces en eso he estado muy clara de que mi poder es el poder de la palabra, y que no podía dejarlo de hacer porque se necesitaba que se usara por la mujer y por la situación de mi país. 

RS: Ahora, algo que me sorprende mucho, y que refleja esta esencia de lucha de la mujer, es que en estos 19 años tienes a tu hija y tienes dos luchas ahora, tanto como de la maternidad, que es otra lucha que viene a ser esta transformación de la mujer, y la social habitando esos dos lados. Inclusive en tu libro comentas “tengo mi dualidad, ser mujer y ser hombre” en un mundo machista. 

GB: Bueno y la maternidad te da un extra nivel de complicación al compromiso político. Pero yo tuve mis hijas y las anduve conmigo, son unas mujeres extraordinarias ahora. Tengo un poema que se llama “La madre de mis hijas” donde cuento todo lo que tuvieron que pasar conmigo. Pero que ahora yo las veo, y digo no sé qué es lo que hice, no sé si hice mal o hice bien, pero algo hice bien porque las veo que son unas mujeres extraordinarias. Pero sí fue duro para ellas y para mí. Yo pienso que uno se debe a la vida, que uno se debe a su potencial. Yo creo en el sentido de la vida que decía Aristoteles, que el sentido de la vida es desarrollar al máximo tu potencial; vos venís al mundo como un potencial, y tu responsabilidad como ser humano es desarrollar ese potencial.

RS: Y hablando de este potencial que continúa, ¿en qué te encuentras trabajando ahora? ¿A qué te ha llevado este espacio desde el exilio?

GB: Bueno, mira, he estado escribiendo mucha poesía. Porque, claro, estas situaciones emotivamente fuertes, la poesía te ayuda mucho ¿no? es como catártica. Pero también estoy escribiendo una novela. Entonces esa novela me ha estado costando mucho porque, claro, es bien difícil. La novela requiere una disciplina, una concentración, y me ha costado mucho lograrlo. Por eso he estado encerrada aquí, aprovechando que estoy en Chicago. O sea, cuando viajo en el avión, en los hoteles, donde quiera que pueda porque ahorita estoy como al final de la novela. Es la parte donde tengo que estar más presente para mis personajes, para la trama, para poder unir todos los hilos de la historia al final. Entonces eso me obliga a estar consciente, presente, y a veces es difícil porque también me toca hacer todos estos viajes, atender invitaciones. Que también me gusta, porque me pone en contacto con mis lectores. Porque creo que es como una misión. Mi hija decía: “mamá, vas a ir a poetizar”. 

RS: Esto también crea puentes, porque de repente sí nos olvidamos [de Latinoamérica], a pesar de ser una comunidad latinoamericana muy fuerte en Estados Unidos. Siempre es importante tener esos ojos puestos ahí. Porque las remesas son lo que genera la economía en nuestros países de origen, en México, en Nicaragua, en Centroamérica. Esta comunidad a veces no se ve allá, pero sin embargo estamos muy presentes. 

GB: Es tremenda esa interacción que hay entre las comunidades de migrantes y las comunidades nacionales. En Nicaragua ahorita, una de las principales fuentes de ingreso del país son las remesas. Han crecido enormemente porque, claro, se ha ido muchísima más gente. Entonces es como una paradoja ¿no?, porque de alguna manera está sosteniendo la economía del régimen, ¿no? Pero la gente tiene que sostener a su gente también. Y por eso se sobrevive. Necesitamos un cambio urgente [en América Latina], necesitamos que haya mejores gobernantes, que haya un sentido de comunidad mayor. Es un problema bien grande que tengamos que migrar de nuestros países para poder encontrar trabajo, una vida digna y felicidad.

RS: ¿Qué podemos hacer nosotros desde el otro lado? A veces no sabemos ni lo que sucede allá.

GB: Informarse es muy importante. Saber lo que está pasando. Por otro lado, creo que la comunidad tiene un enorme papel que jugar porque pueden hacer presión. Ahorita, por ejemplo, con la diáspora nicaragüense nosotros estamos tratando de que hagan presión en sus diferentes estados para que se actúe de una manera más fuerte contra el régimen de Daniel Ortega. Porque cuando tenés un sistema tan cerrado, militarizado, autoritario, tenés que confiar en que la presión internacional va a tener un efecto. Claro que tiene que haber presión nacional, pero cuando estás que no podés salir a la calle sin que te capturen, creemos que las diásporas tienen un papel importantísimo en informar, y en también presionar a la comunidad internacional.

RS: Siempre te hemos visto como una de las voces más fuertes dentro de la literatura latinoamericana, a veces te catalogan como en la literatura femenina, pero que más bien es literatura (en general) con esencia femenina. En tus poemas encontramos también lo que somos como mujeres desde el erotismo, desde la sexualidad, eso siempre ha estado muy presente en tu literatura.

GB: Claro, porque yo pienso que el cuerpo de la mujer es negado. Es un territorio en discordia. Entonces yo creo que las que tenemos que sacarlo de ahí somos las mujeres. Porque si vos te ponés a analizar, el sometimiento de la mujer tiene que ver con su capacidad biológica, de reproducir la vida, de ser madre, que es esencial. Es absurdo que haya tenido ese costo cuando es tan esencial para la vida del ser humano, del planeta, etc. Entonces, eso yo lo reivindico mucho. Yo creo que la mujer tiene que tener una relación diferente con su cuerpo, porque por ahí empieza la liberación también. No sentirse objeto sexual. Y yo lo que hice fue plantear la mujer como sujeto de su propio cuerpo, de su propia sexualidad, y creo que lo voy a seguir haciendo. Porque todavía falta qué hacer, todavía tenemos cosas que hacer por delante, todavía necesitamos mayores niveles de igualdad. Y hay afortunadamente una nueva generación de mujeres, como vos, que tienen ese interés, y que creo van a ser fundamentales para que esta lucha que iniciamos tantas hace años se continúe y logre lo que se propone.

RS: Esperando ya esta nueva novela. Quisiera saber si nos puedes adelantar por qué rumbo va esta novela que estás creando.

GB: Es una novela un poco de suspenso porque es un nacimiento extraño que hay. Hay una mujer que está en la pandemia, pero que comienza a tener visitas extrañas de una persona. Y ella tiene que averiguar quién es esta persona. Se encuentra papeles de la madre, y entre los papeles de la madre se da cuenta que puede ser que haya algo que ella no sabe. Y que explica la presencia de esta otra mujer. Y también es sobre la relación de la madre guerrillera con su hija, o sea, ese resentimiento, que las hijas han estado viendo lo que le pasó a Nicaragua. Y se ponen a pensar: ¿valió la pena que mi mamá me dejara a mí?, ¿valió la pena que yo sufriera el abandono? Cuando lo que ha pasado es que la revolución no triunfó y se maleó. Es la eterna dicotomía entre hija y madre. 

RS: Y creo que eso se refleja mucho en nuestras dinámicas con nuestras madres. 

GB: Yo me pongo a pensar: las hijas apenas conocemos a las madres, y las madres apenas nos conocen a nosotros. Hay como un vacío en medio de esa relación de amor. Pero que, al mismo tiempo, no llegamos a conocernos tan profundamente como deberíamos conocernos. Eso me interesó mucho como novelista.

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Rocío Santos es productora y conductora del programa Domingos en Vocalo de Chicago Public Media.