I

Honorio Lora se la pasó en juega permanente, entre mujeres, tragos y merengues, y cuando la parca irrumpió para cortarle el aliento siguió de fiesta, burlándose desde el más allá de su propia historia y de las que tejieron con sus habladurías insólitas los forjadores de sus distintas muertes.

No hubo nada de tragedia en las muertes de Honorio. Las diferentes versiones de las que el narrador da cuenta revelan que el merenguero, que pudo ser víctima de los sicarios del régimen del Brigadier, terminó su vida en la jarana feliz de las cuitas de amor, de sus parrandas interminables, de sus románticos requiebros, de sus irónicas y a veces taladrantes tonadillas merengueras, y de sus valientes arremetidas contra el huracán político que apenas comenzaba su andadura en el terreno de nuestra historia.

El hombre del acordeón, la novela de Marcio Veloz Maggiolo, cuenta una historia fascinante con el telón mágico que la cubre, haciendo patente la riqueza de nuestra identidad para la forja de tramas inquietantes y lúdicas. No todo novelista tiene, desde luego, la capacidad no sólo imaginativa sino de acopio de fuentes culturales –desde la antropología y el folclore- de Veloz Maggiolo, para concebirla, de ahí que esta novela alcance un revelador nivel de perfección. Honorio Lora (la novela parece hacer un guiño a Ñico Lora, inmortal del acordeón), se revolvió en su sepulcro a causa de las muchas muertes que el desunén le ayudó a enfrentar, mientras Vetemit Alzaga hizo su informe espía y delator, y revolvió el pasado en la conjura de su tiempo enfermizo. “Es como si el pasado tuviera un forro, como si se voltease para comenzar”.

II

Tal vez no se ha dicho antes, pero creo que con la irrupción de la narrativa de Marcio Veloz Maggiolo en la dinámica literaria dominicana entre el final de la Era de Trujillo y los inicios del periodo de transición a la democracia, que es cuando comienza formalmente su trayectoria, el entramado de la literatura nacional sufre un cambio radical que establece nuevas coordenadas de enfoque, técnica, tema y ensamblaje del hecho narrativo en ese escenario. 

Los ángeles de hueso rompe un esquema consabido, sacude al lector y al crítico acostumbrado a patrones que se asentaron en nuestra literatura por largos lustros, provocando un sacudimiento intempestivo que vigoriza el quehacer narrativo como expresión de una actitud escritural asumida como riesgo necesario ante la postrada vitalidad de la novelística dominicana. Acostumbrada al enfoque anecdótico de la realidad, a la virulenta diatriba histórica, a las asperezas episódicas que servían de tema y visión a nuestra narrativa, la novela dominicana se agita asombrada ante la nueva disyuntiva fictiva planteada por el entonces treintañero novelista. 

Lúcida en su forma y en su contenido, a pesar de las tragedias que enuncia y recrea, Los ángeles de hueso de Veloz Maggiolo se pasea por todas las experiencias: la de los espacios en blanco que exponen silencios, la de las claves poéticas, la de las frases hechas y rehechas sobre el trajín de una conciencia alucinada, la de los signos de puntuación que buscan romper la mordaza de las normas para insuflar a la realidad de otros desafíos, la del ritmo intranquilo que favorece la dinámica interior del relato; todo se asume y se consume en un mar bravo de remembranzas candentes y audacias encendidas.

III

Marcio Veloz Maggiolo gustaba violentar la narración hasta sus últimas consecuencias. Uña y Carne es un ejemplo. La estructura sinóptica y el desglose apabullante de un anecdotario de alguna manera histórico, confluyen para relatar una historia que tiene un punto de partida desconcertante: la llegada al país del cadáver de Daguerre “consignado” a un izquierdista que se vanagloria en ser, pasados los tiempos y distanciadas las propuestas ideológicas, amigo del licenciado Verdaguer, “servidor de la democracia, aparte de buen bebedor de whisky”.

La propuesta narrativa de Veloz Maggiolo engarza, en su endiablada estructura, y en su dicotomía estilística, un conjunto de aconteceres donde un lector asido –y asiduo- a los valores de la novela como género, tendrá que emplearse a fondo para descubrir su ritmo sígnico, los entretelones de sus significantes, el hibridismo rompiente y tenaz que dramatiza la verosimilitud del relato, y de sus personajes, haciéndolos cohabitar con la ficción. Uña y Carne es una novela inteligente. Exige un acto de comprensión para que pueda ser abordada, no desde sus dificultades de aprehensión lectorial, o desde su catalogación “pornográfica”, que es por cierto inexistente en la obra, sino desde su diagrama simbólico, desde su epicentro relator de variadas realidades nunca expuestas, desde su estructura innovadora dentro de nuestro novelística, y dentro de su técnica narrativa que integra esquemas formales diversos para hacer fermentar la historia desde la dureza de su sello tremolante.

IV

Marcio Veloz Maggiolo es, sin duda alguna, el narrador dominicano más activo y productivo que ha tenido la literatura dominicana. Su obra narrativa se caracteriza por su constante renovación, por la adopción de estilos y la construcción de entramados fictivos que lo mismo juegan con la realidad histórica, como se dirigen hacia aspectos vivenciales que la memoria recoge. De El Buen Ladrón a Uña y Carne corre una aventura narrativa singularísima, formada por diversos estratos de construcción y diseño del hecho fictivo, que categorizan una producción forjada siempre en el interés de profundizar experiencias y manejar la trama con una disposición personal que no tiene antecedentes en nuestra literatura.

Sus relatos, corriendo parejos con su producción novelística, fueron trabajados con una rigurosidad propia de los maestros del género. La narrativa corta de nuestro gran escritor se sumerge por igual en los entresijos vulnerables de la historia, como en los destellos de un erotismo vibrante y gozoso; lo mismo hace acopio de realidades extra nacionales como se interna en tramas sicológicas; lo mismo hace galas de una impronta poética que integra a la trama, como singulariza pasiones, historias de amor y de ensueño, recovecos de la memoria y ardides de la vivencialidad más heterogénea y cambiante.

Estos cuatro momentos breves con Marcio desean homenajear una trayectoria y recordar la importancia de una obra trascendente, ejercida con maestría y merecedora del respeto y la admiración de un oficiante del género narrativo que alcanzó las difíciles señas del prodigio.

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José Rafael Lantigua es ensayista, poeta y periodista. Tiene 29 libros publicados. Miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue Ministro de Cultura de 2004 a 2008.